Defensa del PapaEncuentro, 28 ene 2000 - 68 páginas Antes de su publicación, incluso mientras aún trabajaba en ella, el papa Juan Pablo II tuvo que sufrir ataques de todo tipo por el contenido de su encíclica Veritatis Splendor. Detrás de ellos se encontraba una visión de la Iglesia sostenida por personajes que, a juicio del autor, «no quieren un Papa. Quieren una Iglesia a imagen de las sociedades civiles en la que el poder sería ejercido por una dirección colegial, bajo el control parlamentario de buenos cristianos sentados en asamblea permanente en cada diócesis que deliberarían sobre la Ascensión, revisarían Pentecostés en comisión y acomodarían el Credo, cada día, al gusto del día». Por ello, el autor se lanza, con su característico estilo sencillo y amable, a una razonada defensa de la figura del Papa, en especial del anterior pontífice, Juan Pablo II. |
Términos y frases comunes
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Pasajes populares
Página 20 - Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.
Página 20 - Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades. Apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas
Página 49 - ... convertirse el ser humano privado de toda referencia y de todo apoyo en una verdad universal: un pobre ser más despreciado que el esclavo de la Antigüedad quien, en su desgracia, conservaba todavía un cierto valor de mercadería, por mínima que fuera, y que podía disfrutar de ciertas horas de inmunidad en el interior de un templo.
Página 23 - El esplendor de la verdad, escribe Juan Pablo II, brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, pues la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor. Por eso el salmista exclama: '¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor!'».
Página 34 - La ley natural no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta luz o esta ley, Dios la ha dado a la creación (Santo Tomás de A., dec.
Página 49 - ... no-resistencia y la de mayor ruindad. La existencia de una naturaleza humana implica una verdad. El cristiano cree conocerla: es para él la expresión inteligible del amor de Dios, que le ha hecho «a su imagen y semejanza».
Página 62 - Est est, non non»: lo que es, es y lo que no es, no es. La sublime cabezonería de este miserable presidiario ha acabado doblegando el poder más devastadoramente represivo que el mundo haya conocido.
Página 36 - Citan gustosos la célebre frase de san Agustín: «Ama y haz lo que quieras».