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tra la gente de Berenguer de Entenza, á quien la suya habis ya acometido, trabándose una cruel y sangrienta escaramuza. Llegó tambien aviso al infante, y á los demás capitanes del desórden. Salió Berenguer de Entenza el primero á caballo, y desarmado con solo una azcona montera, como persona de mas autoridad a detener los suyos y retirarlos. Gispert de Rocafort hermano de Berenguer, y Dalmau de San Martin su tio, vieron à Berenguer que andaba metido en los peligros de la escaramuza; ó que les pareciese que animaba su gente contra ellos, ó lo que se tiene por mas cierto, viendo la ocasion de satisfacer su mal animo, y quitar el émulo à su hermano, Gispert y Dalmau cerraron juntos con él. Berenguer de Entenza, que como inocente y buen caballero, viendo que los dos hermanos se encaminaban para é, vuelto á ellos les dijo: «¿Qué es esto, amigos?» Y en este mismo tiempo le hicieron'de dos lanzadas, con que aquel valiente y bravo caballero cayó del caballo innerto, sin poderse defender por estar desarmado, descuidado, y entre sus amigos. Encendióse mas vivamente la escaramuza despues de muerto Berenguer, y los Reeaforts ejecutaron su venganza matando muchos de su bando. No puede ser mayor la crueldad, que despues de haber vencido y muerto su contrario, degollar y despedazar los vencidos, en quien no pudiera haber resistencia, despues de perdida su cabeza, en admitir á Rocafort y obedecer'e; pero su soberbia y arrogancia fué tanta que no hacia ya la guerra à sus enemigos, sino á su propia naturaleza, y solicitaba a los turcos y turcoples para que inhumanamente acabasen todos los del bando de Berenguer, sin excepcioa alguna de persona. Fernan Jimenez de Arenós, con el mismo descuide que Berenguer de Entenza, iba desarmado, y retirando su gente á cuchilladas, fué advertido de la muerte de Berenguer, y que con cuidado le iban buscando para matarle; y así con alguna gente que pudo recoger y llevar tras sí, se salió del campo, y tuvo por mas se guro entregarso á los griegos, que à Rocafort. Fuése á un castillo que estaba cerca, donde fué recibido debajo de seguro, con que se presentase delante del emperador Andronico. El infante, por amparar y defender la gente del bando de Berenguer, salió armado con algunos caballeros que le siguieron, y se opuso con valor á los turcos y turcoples, que asistidos de Rocafort, todo lo pasaban por el rigor de su espada. Pudo tanto la presencia del infante, que Rocafort puesto a su lado, porque los turcos no le perdiesen el respeto, retiró su gente, despues de haber tan alevosamente muerto á Berenguer, y fanta gente de su bando. Quedaron muertos en el campo ciento y cincuenta caballos y quinientos infantes, la mayor parte de las compañías de Berenguer de Entenza y Fernan Jimenez de Arénós. Sosegado el tumulto, y retirada la gente á sus banderas, el infante y Rocafort vimieron juntos à la plaza del lugar, donde tenían el cuerpo de Berenguer tendido. Apeóse el infante de su cabaIto, y abrazado con el cuerpo difunto, dice Montaner que lloró amargamente, y que le abrazó y besó mas de diez veces, y que fué tan universal el sentimiento, que hasta sus mismos enemigos le lloraron. Vuelto el infante á Rocafort con palabras ásperas le dijo, que la muerte de Berenguer había sido malamente hecha por algun traidor. Rocafort con palabras humildes respondió, que su hermano y tio no le conocieron hasta que le hubieron herido. Con esto se hubo de satisfacer el infante, pues no tenia fuerzas para castigar tanto atrevimiento, y sin duđa que hicierà alguna demostración, si no se hallara con tan poca gente. Mandó que para enterrar el cuerpo de Berenguer, y hacerle sus obsequias se detuviese el ejéreito dos dias, porque quiso honrarle con lo que pudo; Y así se hizo. Enterráronle en una ermita de San Nicolás que estaba cerca, junto del altar mayor; sepulcro harto indigno de su persona si consideramos el lugar humilde y poco conocido donde le dejaron, pero célebre y famoso por ser enmedio de las provincias enemigas, cuya inscripcion y epitafio es la misma fama, que conserva y extiende la memoria de los varones ilustres, que carecieron de túmulos magníficos en su patria, por haber perecido en tierra ganada y adquirida por su valor. Este fin tuve Berenguer de Entenza, nobilísimo por su sangre, y celebrado por sus hazañas, y por entrambas cosas estimado de reyes naturales y extraños. En sus primeros años sirvió á sus príncipes, primero en Cataluña, y despues en Sicilia, con buena fama, donde alcanzó amigos y hacienda para seguir el camino que la fortuna le ofreció de engrandecerse, y alcanzar estado igual à sus merecimientos, que aunque en su patria le poseia grande, pero no de manera que su ánimo generoso y gallardo cupiese en tan cortos límites, como los de la baronía que hoy llamamos de Entenza. Fué Berenguer animoso y valiente con los mayores peligros, fuerte en los trabajos, constante en las determinaciones, igualmente conocido por los sucesos prósperos y adversos, porque en medio de su felicidad padeció una larga y trabajosa prision, y apenas salido de ella, y restituido á los suyos, cuando otra vez la fortuna se le mostraba favorable, murió à

traicion á manos de sus amigos, en lo mejer de sus esperanzas.

El infante, despues de sosegado el alboroto, envió á llamar á Fernan Jimenez, ofreciéndole que podia venir seguro debajo de su palabra. Respondió que le perdonase, que ya no estaba en su libertad para cumplir sus mandamientos, porque habia ofrecido de presentarse ante el emperador Andrónico con toda su compañía. Túvole el infante por disculpado, y Fernan Jimenez, dospues de haber recogido los suyos, se fué à Constantinopla, donde le recibió Andrónico con muchas muestras de agradecimiento de que le hubiese venido á servir, y por mostrarlo con efecto, le dió por mujer una nieta suya viuda, llamada Teodora, y el oficio de megaduque que tuvo Roger, y despues Berenguer de Entenza. Con esto quedó Fernan Jimenez de los mas bien librados capitanes de esta empresa, y el que solo permaneció en dignidad, y escapó de fines desastrados.

CAP. LIII.-Deja el infante nuestra compañío, y lleva consigo á Montaner despues de entregar la armnda,

En este medio que el infante se detuvo en el lugar donde mataron à Berenguer, llegaron sus cuatro galeras, con sus capitanes Dalmau Serran, caballero, y Jaime Despalau de Barcelona, y alegre de tener galeras con que apartarse de Rocafort, mandó juntar consejo general, y volvió segunda vez á requerirles, si le querian recibir en nombre de su tio don Fadrique, porque cuando no quisiesen estaba resuelto de partirse. Rocafort, autor de la determinacion pasada, cuando se les propuso lo mismo, conio mas poderoso entonces, despues que le faltaban sus émulos en quien pudiera haber alguna contradiccion, fuéle fácil tener á todo el campo en su opinion, porque sus pensamientos ya eran mayores que de hombre particular. Respondieron al infante lo que la vez pasada, y con mayor resolucion. Con esto se tuva por imposible y desesperado el negocio; y así se embarcó el infante con sus galeras, dejando á Rocafort absoluto señor, y dueño de todo, y navegó la vuelta de la ista de Tarso, seis millas lejos de la tierra firme donde estaba el campo. Llegó el infante à la isla casi al mismo tiempo que Montaner con toda la armada, y despues de haberle referido la maldad de Rocafort, y pérdida de tan buenos caballeros como eran Berenguer de Entenza y Fernan Jimenez de Arenós, le mandó de parte del rey, y suya que no se partiese de su compañía. Obedeció Mon. taner con mucho gusto, porque estaba rico, y temia à Rocafort, aunque era su amigo. La amistad de un poderoso insolente siempre se ha de temer, porque la amistad fácilmente se pierde, y queda el poder libre de respetos para ejecutar su furia y sus aniojos. Suplicó al infante fuese servido de detenerse, mientras él con la armada daba razon á los capitanes del campo de lo que se le habia encargado, que eran la mayor parte de sus haciendas, y todas sus mujeres é hijos. Fué contento el infante de aguardarle, y con esto Montaner con la armada llegó á una playa donde estaba alojado el ejército, una jornada mas adelante de donde los dejó el infante. No quiso que persona alguna desembarcase, hasta que le aseguraron que no se haria daño á las mujeres, hijos y haciendas de los de Berenguer de Eutenza y Ferran Jimenez, y que les dejarian libres para ir donde quisiesen. Con este seguro desembarcó todos los que quisieron ir al castillo donde Fernan Jimenez se habia retirado. Diéronles cincuenta carros, y con doscientos caballos de turcos y turcoples de escolta, y cincuenta cristianos les enviaron al castillo. A los que no quisieron quedarse, ni con Rocafort, ni con Fernan Jimenez, se les dieron barcas armadas hasta Negroponte. En esto se entretuvo el campo dos dias, y Montaner, ya que se queria partir, hizo juntar consejo general, y despues de haberles entregado los libros y el sello del ejército, les dijo que el infante don Fernando de parte del rey y suya le habia mandado que le siguiese, á quien era forzoso obedecer, y que no lo habia querido hacer antes, hasta haber dado descargo de lo que se le encomendó; que él se iba con grande sentimiento de dejarles, aunque por su mal proceder de ellos pudiera no tenerle, pues daban tan mala recompensa á Jos que les habian gobernado y sido sus generales, que Berenguer quedaba muerto por sus excesos, y Fernan Jimenez entregado à la fé dudosa de los griegos. Estas razones dijo Montaner, por la seguridad que tenia de los turcos y turcoples, à quien siempre trató con mucho amor, y ellos reconocidos le llamaban Cata, que en su lenguaje quiere decir padre, y aunque Rocafort to mandara, no intentaran cosa contra él. Toda la nacion junta le rogó que se quedase, y los turcos y turcoples hicieron lo mismo, solicitando siempre à Rocafort que le detaviese; pero como estaba ya resuelto de partirse, y habló con alguna libertad en favor de Berenguer de Enienza y Fernan Jimenez, no quiso ponerse en peligro, ni dar ocasion á Rocafort que con pequeña ocasion le diese fa muerte como á los demás. Con esto se partió del ejército con un bajet de veinte remos, y dos barcas armadas, en que puso su hacienda, y la de sus camaradas y cria

dos. Llegó á la Isla de Tarso donde el infante le esperaba, y en ella se detuvieron algunos dias para tomar bastimentos, y consultar la navegacion que habian de hacer. Detúvoles tambien el buen acogimiento que hallaron en Ticio Jaqueria, aquel genovés que con ayuda de Montaner saqueó el castillo de Fruilla, y despues ocupó el de aquella isla, donde con muestras de sumo agradecimiento les entregó las llaves del castillo, y les ofreció servir con su vida y hacienda. Siempre el hacer bien es de provecho, y la recompensa viene muchas veces de quien menos se pensó que la pudiera hacer, y lo que se perdió en muchos beneficios, de uno solo que se agradezca, se sigue mayor utilidad que daño de todos los que se perdieron. Hallo Montauer con el infante seguridad en el puerto, regalo en lo que se les dió para su sustento, por solo haber ayudado antes al genovés, aunque fué con su mismo interés y provecho.

CAP. LIV-Pasa el ejército á Macedonia. Apartado Montaner del campo, Berenguer de Entenza muerto, y Fernan Jimenez huido, quedó solo Rocafort absoluto señor y dueño de todo, y asi mudaba á su gusto y antojo las determinaciones de todo el consejo. La resolución que se tomó entre todos los capitanes antes que saliesen de sus presidios, fué de acometer á Cristopol, y hacerse fuertes en él, como lo hicieron en GalipoJi. y tener las dos provincias de Tracia y Macedonia vecinas para hacer sus entradas. Pareció al principio fácil la empresa, porque creyeron coger á los griegos descuidados, y sin tiempo para prevenirse; y sin duda que les saliera bien el pensamiento, si en el camino no se detuvieran cuatro dias en vengar sus particulares agravios ó pasiones, con que tuvieron los griegos espacio y lugar bastante, no solo para defenderse, pero tambien para ofenderles y acabarles, si entre los griegos hubiera hombre de valor y cuidado. La dilacion de las ejecuciones en la guerra es muy perniciosa, y muy útil cualquier presteza, que por faltarles á muchos un dia, una hora, y aun menos tiempo, perdieron grandes lances y ocasiones.

Rocafort, despues que supo que la ciudad estaba puesta en defensa, se resolvió de pasar al estrecho de Cristopol, que es la parte maritima del monte Rodope, y no detenerse en acometer el lugar. El siguiente dia con todo el campo pasó el estrecho, nó sin gran fatiga, porque el camino era áspero, los bagajes muchos, y los niños, mujeres y enfermos. Los griegos, aunque advertidos del camino que llevaban los catalanes, no pudieron ó no osaron atreverse á impedirles el paso. Atrevesado el monte Rodope, bajaron a los campos de Macedonia cerca de ocho mil hombres do servicio entre todas las naciones: bastante ejército para cualquier grande empresa, si los ánimos estuvieran unidos, y la muerte de Berenguer no hubiera hecho odioso á Rocafort, aun á sus propios amigos, porque desde entonces él se desvaneció, y ellos se ofendieron; al fin del otoño se hallaron en medio la provincia de Macedonia, los pueblos enemigos poderosos, y aun no maltratados con la guerra; pero los daños de Tracia, su provincia mas vecina, les sirvió de escarmiento, para prevenirse dentro de las ciudades y recoger los frutos de la campaña. Cuidadosos pues los catalanes de poner su asiento por aquel invierno en algun sitio acomodado, corrian toda la tierra, reconociendo puesto que poder ocupar, y recoger bastimentos y vituallas compradas con sangre y con dinero. Últimamente despues de haber hecho grandes daños en toda la provincia, se hicieron fuertes en las ruinas de la antigua Casandria, uno de los mejores puestos de toda la provincia, por estar vecino al mar, y toda la comarca de aquel cabo fértil y apacible, por los muchos senos y entradas que el mar hace, y de donde facilmente, ó por lo menos con mas comodidad que de otro cualquier lugar, podian hacer sus entradas la tierra adentro, y tener à Tesalónica cabeza de la provincia en continuo recelo de su daño.

CAP. LV.-Prision del infante don Fernando en Negroponte.

Partió el infante de la isla de Tarso con Ramon Montaner, y mandó que se le entregase à Montaner la mejor galera, que fué la que llamaban Española. Con estas cuatro galeras, un leñó armado, y una barca de Montaner fueron navegando por la costa de Tracia y Macedonia, hasta el puerto de Almiro, lugar del ducado de Atenas, donde el infante habia dejado cuatro hombres cuando venia, para hacer bizcocho para cuando se volviese. Ha116 el infante que contra la fé y palabra comun, le habian tomado el bizcocho, y maltratado los cuatro que lo hacian. Tomó el infante luego satisfaccion del daño que habia recibido, echando gente en tierra, y saqueando el Jugar de Almiro, donde todo se llevó à sangre y fuego. Despues de haber saqueado y satisfecho la pérdida pasada, de allí pasaron á la isla que Montaner llama Espol, yo entiendo que fué la que hoy se llama el Sciro. Saqueó toda la isla, y combatió el castillo sin fruto. De alli tomaron el cabo de la isla de Negroponte, quiso el in

TOMO IV.

fante entrar en la ciudad, porque cuando vino á Romania estuvo en ella, y fue muy bien recibido y festejado. Montaner y los demás capitanes de experiencia le advirtieron que no convenia poner á riesgo su persona, y la de los que con él iban, despues de haber saqueado los Jugares del duque de Atenas, con quien los señores de Negroponte tenian confederacion. No dió crédito á sus buenos consejos, y usando de su poder absoluto, con. evidente peligro entró en la ciudad, y hallaron en et puerto diez galeras de venecianos que habian venido à instancia de Carlos de Francia, á quien dió el papa la investidura de los reinos de Aragon, cuando el rey don Pedro ocupó á Sicilia. Traian un caballero francés llamado Tibaldo de Sipoys, para que en nombre de Carlos su principe tratase en Grecia nuevas confederaciones y amistades, y particularmente de los nuestros, de quien. esperaba Carlos su remedio, porque tenia pensamiento de venir en persona por los derechos que pretendia al imperio, á echar de él al emperador Andrónico. El infante ya no tuvo lugar de arrepentirse, ni volver atrás, porque fuera dar mayor sospecha; pero ántes de desembarcar quiso que le asegurasen, y diesen palabra de no ofenderie. Hiciéronto con mucho gusto al parecer, Ti– baldo el primero, y los capitanes de las diez galeras venecianas, que se llamaban Juan Tarin y Marco Misot, y los tres señores de Negroponte. Con esto le pareció al infante que estaba seguro Saltó en tierra, donde le convidaron para asegurarle mas, y quitar á las galeras la mayor defensa, que era el estar allí su persona, y las de quien siempre le acompañaban, que entre ellas fué la de Montaner. Apenas puso el infante el pié en tierra, cuando las diez galeras venecianas dieron sobre las del infante y el bajel de Montaner, donde acudió mucha gente, porque tenian noticia que habia dentro grandes riquezas. Mataron al entrar cerca de cuarenta hombres que se quisieron defender, y al mismo tiempo prendieron al infante. con hasta diez de los mas principales que estaban en su compañía. Tibaldo luego libró la persona del infante á Micer Juan de Misi, señor de la tercera parte de Negroponte, para que le llevase al duque de Atenas en nombro de Carlos de Francia, cuya órden se aguardaria para disponer de la persona del infante. Llevaronte con ocho caballeros y cuatro escuderos à la ciudad de Atenas, donde fué entregado al duque, y por su órden con muchas guardas llevado al castillo de San Tomer, donde quedó prisionero algunos dias.

CAP. LVI-Rocafort y su gente prestan juramente de fidelidad á Tibaldo de Sipoys en nombre de Cárlos de Francia.

En este tiempo ya Tibaldo trataba de traer al servicio de Carlos á Rocafort, y á toda la compañia, y procuraba granjearles por todos los medios que pudo. No faltó quien le advirtió que en ninguna cosa podia ganar mas la voluntad de Rocafort, que entregandole dos de aquellos prisioneros que tenia, que el uno de ellos era Montaner, y el otro Garci Gomez Palacin, enemigo grande de Rocafort. Tibaldo dió crédito al aviso, y sin mas averiguacion embarcó en sus galeras á Montaner y à Palacin, y él en persona partió la vuelta del cabo de Casandria, dondo estaban los nuestros con Rocafort: y apenas hubo llegado á su presencia, cuando le presentó los dos prisioneros, pareciéndole que habia de ser el medio de sus amistades, y asi fueron ellas tan desdichadas, que se fundaron en la sangre y muerte de un inocente. Entregáronse ambos prisioneros, pero con diferente suerte; porque al uno le apartaron para quitarle la vida, y al otro para darle libertad. Honraron con grandes demostraciones de contento à Montaner, y à Palacin mandó Rocafort cortarle luego la cabeza, sin darle mas tiempo de vida de la que el verdugo tardó á darle la muerte, y sin que persona alguna se atreviese à replicar sobre de efto à Rocafort. Que se halle hombre tan ruin como Rocafort entre tantos soldados y capitanes no me causa admiracion; pero que entre todos ellos no se hallase un hombre de bien que detuviera, ó replicara á Rocafort, advirtiéndole, siquiera, que ofendia su fama y oscurecia sus hechos, con ejecucion tan inhumana y fuera de tiempo. Era Gar ci Gomez Palacin aragonés, y valiente soldado y honrado caballero, aunque desdichado, principal capitan y vale dor del bando de Berenguer de Entenza y Ferran Jimenez de Arenós. Con este hecho indigno de cualquier hombre que to sea, perdió Rocafort amigos y reputacion; pues dar la muerte à un caballero que se retiraba como vencido à la patria, de donde no le pudiera ofender, ni impedir su grandeza, fué indicio y señal manifiesta de su crueldad y fiereza. Montaner, como habia sido maestre racional de nuestro ejército, y era el que mandaba todos los oficiales de pluma, tenia granjeados con su buen término y verdad los ánimos de todos los soldados, y asi le amaban como á padre: cosa raras veces vista, amar los soldados la gente de pluma á quien ordinariamente aborrecen y murmuran, porque les parece que estando descansados, con trampas y enredos en daño de la milicia se acrecientan y enriquecen, y ellos con mil trabajos y peligros viven siempre en una miserable suerte,

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Recibieron todos à Montaner con regocijo general, y luego le dieron una posada de las mas honradas que habia, y los turcos y turcoples los primeros le presentaron veinte caballos y mil escudos, y Rocafort un caballo de mucho precio, y otras cosas de valor, sin que hubiese persona de estimacion en todo el ejércitoque no le diese algo. Tibaldo de Sipoys, y los capitanes venecianos que le entregaron, quedaron corridos de ver que se hiciese tanta honra á quien ellos habian robado cuanto tenia, y temieron que no le hiciese daño en desbaratar sus tra zas y pretensiones, pero Montaner era cuerdo, y como no le pareció cosa segura quedarse en nuestro campo, ni las impidió, ni las favoreció. Rocafort hasta entonces habia estado dudoso en aceptar lo que por parte de Carlos de Francia le ofrecia Tibaldo de Sipoys, porque el respeto de la casa de Aragon le detenia; pero cuando tuvo por cierto que por no haber querido admitir al infante por el rey don Fadrique, las casas de los reyes de Aragon, Sicilia y Mallorca, le serian enemigos, vino en lo que Tibaido deseaba, que la compañía le recibiese por su general en nombre de Carlos de Francia, ofre ciéndoles el sueldo aventajado, y grandes esperanzas, que era lo que les podia dar. Con esto le juraron fidelidad, forzados, a lo que yo puedo juzgar, de la violencia de Rocafort, porque desechar á su principe natural, y tomar al extraño y enemigo, no es posible que los catalanes y aragoneses voluntariamente lo consintiesen, ni Rocafort to intentase, sino por la seguridad que tenian en los turcos y turcoples, y parte de la almugaveria que ciegamente le obedecian; aunque lo que Rocafort hizo no parece que fuese traicion, porque no tomó las armas contra sus principes, sino solo se apartó de su servicio: cosa en aquellos tiempos licita y usada, y mas cuando precedian agravios. Ni ménos fué por aborrecimiento que tuviesen à la casa de Aragon, y amor à la de Francia, sino que quiso arrimarse por entonces al príncipe ménos poderoso, para con mas facilidad apartarse de él cuando sus cosas llegasen al estado en que esperaba verse. Porque corria una voz entre muchas, que Rocafortse queria llamar rey de Tesalónica, ó Salonique, y no era esto sin algun fundamento, pues habia mudado sello del ejército que era la imagen de san Pedro, y en su lugar mandó poner un rey coronado; señales evidentes de sus altos y atrevidos pensamientos. Tales brios cobra el que tiene en su mano un ejército victorioso y amigo; y pienso que fueran mas que pensamientos, y que sin duda llegara á ser príncipe absoluto, si su grande avaricia y soberbia no atajara los pasos de su próspera fortuna, al tiempo que le ofrecia un estado con que pudiera fundar y engrandecer su casa. Que si Rocafort viviera cuando los nuestros ocuparon los estados de Atenas y Neopatria, tengo por sin duda que no llamaran al rey de Sicilia, sino que le recibieran por su principe y señor, pues se pudiera hacer con muy justo título, habiendo sido Rocafort su general tantos años, en tiempo de tantos trabajos, y debajo de cuyo mando y gobierno habian alcanzado tantas victorias, y dado glorioso fin á tan señaladas empresas.

Luego que las galeras venecianas vieron á Tibaldo general del ejército en nombre de Carlos, partieron la vuelta de su casa, y Ramon Montaner con ellas, aunque le rogaron mucho que se quedase: pero como él conocía la poca seguridad que habia en la condicion de Rocafort, jamás quiso quedarse, ni aun pidiéndoselo muy encarecidamente el mismo Tibaldo.

CAP. LVII-Montaner con las galerts venecianas_vuelve al Negroponte, y en Atenas se ve con el infante don Fernando. Juan Tari, general de las galeras venecianas, por orden de Tibaldo dió una galera à Montaner, para que llevase en ella sus camaradas, sus criados y su ropa, y su persona se embarcó en la capitana con Tari, de quien faé por extremo regalado y servido. Amas de esto Tibaldo dió cartas à Montaner para Negroponte, en que mandaba que se le restituyese todo lo que se le habia robado de su galera cuando prendieron al infante; y esto so pena de la vida y perdimiento de bienes, si alguno lo ocultase. Con este buen despacho partió Montaner à Negroponte con las galeras venecianas, donde liegaron con buen tiempo, y luego se notificaron las cartas de Tibaldo al justicia mayor de venecianos. Hiciéronse luego pregones con las penas dichas á los que no restituyesen, y Juan Damici y Bonifacio de Verona, como señores tambien de la isla hicieron los mismos pregones, cuando vieron la carta de Tibaldo, supremo ministro en aquellas partes del rey de Francia. Fueron los pregones poco obedecidos, porque no se hicieron sino solo para satisfacer y cumplir con esta demostracion con Tibaldo, porque Montaner no cobró cosa alguna de las perdidas ni le dió otra satisfaccion. Montaner, como verdadero criado y servidor delinfante, pidió a Juan Tarique le diese lugar para ir a la ciudad de Atenas á verle y consolarle en su prision, que como nació súbdito de los de su casa, no podia dejar de acudir en caso tan apretado como el verle preso. Tari con mucha cortesía le ofreció de aguardar cuatro dias en

Negroponte, en que tendria bastante tiempo para ir á visitar al infante, y volverse; porque de Negroponte à Atenas habia solas veinte y cuatro millas. Partió Montaner con cinco caballos, y en llegando á la ciudad quiso ver al duque, y aunque le halló enfermo, le dió lugar para que le viese, y le recibió con mucha cortesia, y con palabras muy encarecidas le significó el sentimiento que había tenido del suceso de Negroponte, cuando le rubaron su galera, y ofreció que en todo lo que se le ofreciese ayudaria con veras. Montaner respondió que esumaba mucho la merced y houra que le hacia, pero que solo deseaba ver al infante don Fernando. Dió e licencia el duque con mucho cumplimiento, y mandó que el tiempo que Montaner estuviese con el infante, todos cuantos quisiesen pudiesen entrar en el casullo, y visitarie. Dieron luego libre la entrada de Sant Ober, y Montaner en viendo al infante, las lágrimas le sirvieron de palabras que mostraron el sentimiento de versu persona puesta en manos de extranjeros. El infante en lugar de recitir algun consuelo de Montaner, fué él el que se lo dió, y anió con palabras de grande valor y constancia. Dos dias se detuvo Moutaner en su compañía, platicando los medios mas necesarios para su libertad, y últimamenta quiso quedarse para servirle y asistirle en la prision; no To consintió el infante por parecerle mas conveniente que fuése á Sicilia á tratar con el rey de su libertad. Didle cartas para el rey, y le encargó que como testigo de vista refiriese à su tio todo lo que habia pasado en Tracia y Macedonia, acerca de admitirle en su nombre. Con esto se despidió Montaner, y fué à tomar licencia del duque para volverse, de quien fue regalado con algunas joyas, que le fueron de mucho provecho, porque todo el dinero que traia habia dejado al infante, y repartidos sus vestidos entre los que le servian. Vuelio á Negroponte, se partieron luego las galeras, y navegando por las costas de la Morea, llegaron à la isla de la Sapiencia, donde toparon cuatro galeras de Riambau Dasfar, de quien ya tenia lengua Montaner. Los venecianos, sospechosos siempre comio gente de república, apartandose con Montaner, le preguntaron si Riambau Dasfar era hombre que les guardaria fe. Respondióles que era buen caballero, y que él no seria enemigo ni haria daño á los amigos del rey de Aragon, y que con seguridad podrían estar todos juntos, y honrar à Riambau. Con esto se sosegaron, y Montaner pasó à la galera de Riambau Dasfar, y luego todas se juntaron, y se convidaron los capitanes con mucha llaneza y seguridad. Llegaron à Clarencia donde se detuvieron las galeras venecianas, y entonces Montaner se pasó à las de Riambau, en cuya compañía llegó á Sicilia, y en Castronuevo se vio con el rey, y le dió larga relacion de lo que pasaba, juntamente con la carta del infante. Mostró el rey gran sentimiento, y luego escribió al rey de Mallorca y al rey de Aragon, para que todos juntos ayudasen á la libertad de don Fernando: y en este medio Carlos, hermano del rey de Francia, escribió al duque de Atenas que enviase la persona del infante al rey Roberto de Napoles. Obedeció el duque; y así vino el infante á Nápoles preso, donde estuvo un año en una cortés prision, por que salia a caza, y comía con Roberto y con su mujer, que era su hermə! na. El rey de Mallorca su padre, por medio del rey de Francia le alcanzó libertad, con que el infante viño à Colibre à verse con su padre.

CAP. LVIII-Prision de Berenguer y Gisbert de Rocafort.

Los nuestros despues que admitieron por capitan general à Tibaldo, y le juraron en nombre de Carlos, hormano del rey de Francia, mantuvieron el puesto de Casandria, sustentándose de las correrias y entradas que hacian la tierra adentro, hasta llegar á Tesalónica donde estaba la emperatriz con toda su córte, con todas las riquezas y tesoros del imperio de los griegos, que esta ambiciosa mujer habia recogido para acrecentar á sus hijos eu grave daño de Miguel su entenado, sucesor legisimo del padre. Mientras Rocafort sin recelo de mudanza trataba de su aumento y grandeza, llegó el fin de su prosperidad y princípio de su desdicha, que las mas veces suele ser en la mayor confianza y seguridad del hombre: para que se conozca claramente la instabilidad de las cosas humanas, y que no hay poder que pueda en si propio asegurarse, porque las causas de su acrecentamiento son las mismas de su ruina. La primera causa y motivo que tuvieron sus enemigos para derribarle, fué conocer en él un grande desconocimiento de lo que debía á su propia naturaleza y sangre, pues à mas de ser cruel, era codicioso y lascivo: insufribles vicios en los que mandan, porque la vida, honra y hacienda, bienes los mayores del hombre mortal, andan siempre en peligro. El deseo de tomar satisfaccion y venganza de los agravios recibidos de Rocafort, con el miedo se encubrieron, hasta que tomiaron la ocasion del poco caso y respeto que Rocafort tenia a Tibaldo, y secretamente pusieron en platica su libertad, pareciéndoles que hallarian en Tibaldo, como en hombre ofendido, el remedio de sus agravios; pues casi eran comunes à todos. Dijeron à Tibaldo que les ayu

los que se habian señalado en su prision, y con furia y coraje increible, los iban buscando por sus alojamientos, y matando los que topaban, sin que hubiese soldado ni ca. ballero que se atreviese à resistirles: tanta fué la aficion y voluntad que la gente de guerra tuvo á Rocafort, que jamás la pudieron borrar sus maldades y ruin correspondencia con los amigos, ni en esta ocasion pude sosegarse hasta vengarle, y satisfacerse muy á su gusto. Quedaron muertos de este alboroto ó motín catorce capitanes de los mas conocidos enemigos de Rocafort, y otra mucha gente de los aficionados, y criados de estos capitanes, que quisieron al principio resistir. Cosa notable que los nuestros puestos en medio de sus enemigos, tres años continuos tuviesen ellos siempre guerra civil, derramandose mas sangre que en todas las demás que tuvieron con los extraños. Y aunque las guerras civiles son de ordinario ocasion de no tenerlas con les extranjeros, no sucedió esto á los nuestros, pues á un mismo tiempo acometian al enemigo, y se mataban entre ellos.

dase a salir de tan dura servidumbre, y que se reprimie-garon á tomar las armas los almugavares y turcos contra se la insolencia de Rocafort, pues olvidado de lo que debía hacer un buen gobernador y capitan, atropellando Jas leyes naturales, usaba de su poder en cosas ilícitas, y fuera de toda razon, y de los súbditos libres como de sus esclavos, y de los bienes ajenos como suyos propios. Que ya era tiempo que las maldades de Rocafort tuviesen castigo, y sus trabajos y peligros fin; que pues él era la suprema cabeza pustese el remedio conveniente, y diese satisfaccion à tantos agraviados. Tibaldo, como solo y forastero, temiéndose que no fuesen echadizos de Rocafort para descubrir su animo, respondió con palabras equívocas, ni cargando á Rocafori, ni desesperándoles à eitos. Era el francés hombre muy prudente y de grande experiencia, y quiso, aunque agraviado de Rocafort, tentar el animo mas suave para moderarle : porque como el principal motivo de su venida habia sido para tener de su parte nuestro ejército, no reparaba en su particular autoridad, sino en lo que habia de ser de importancia para el principe, cuyo ministro era. El primer medio que tomó fué hablar con gran secreto á Rocafort, y pedirle que se fuése á la mano en sus gustos, poniéndole delante los daños que le podrian causar. Pero Rocafort, poco acostumbrado à sufrir personas que pretendiesen detener y corregir sus desórdenes, respondió à Tibaldo con tanta aspereza, que le obligó á poner remedio mas violento, y desesperado de poder mantener à Rocafort en el servicio de su principe, si no se le consentian sus ruindades, determinó vengarse de él, y dejar nuestra compañía. Pero disimuló estă determinacion hasta que un bijo suyo viniese con seis galeras de Venecia, adonde le habia enviado algunos meses antes. Llegaron dentro de pocos días, y Tibaldo, cuando se vió seguras las espaldas, envió con gran secreto à decir á los capitanes conjurados que le hiciesen saber en lo que estaban resueltos de los negocios de Rocafort. Ellos respondieron que juntase consejo, y que en él veria los efectos de su determinacion. Dióse Tibaldo por entendido, y al otro día hizo juntar el consejo, publicando que tenia cosas importantes que tratar en él. Vino Rocafort con la insolencia y arrogancia que acostumbraba. A la primera plática que se propuso, comenzaron todos á quejarse de él: pero como hasta entonces no habia tenido hombre que le osase contradecir, ni que descubiertamente se le atraviese, alborolóse extrañamente, y con el rostro airado, y palabras muy pesadas, los quiso atropellar como solia. Entoces los capitanes conjurados se fueron levantando de sus asientos, y llegandosele mas multiplicando las quejas, y acordándose de los agravios que à todos hacia, diciendo y haciendo, le asieron a él y a su hermano, sin que pudiesen resistirse, porque los conjurados eran muchos y resueltos. Luego que tuvieron presos à entrambos hermanos, y entregados á Tibaldo, acometieron la casa de Rocafort, y la saquearon toda, alargándose la licencia militar, como suele en casos semejantes, sin detenerles el respeto que debian tener à las paredes de quien habia sido su general tantos años, y con su espada y valor haberles defendido tantas veces.

CAP. LIX.-Tibaldo llevando consigo los dos hermanos, deja el ejército, y los lleva á Nápoles, donde les dieron muerte.

La prision de Rocafort causó diferentes efectos, porque sus amigos se entristecieron como participantes de sus delitos, y hubieran hecho alguna demostracion de librarle, si no dudaran de que un caso tan grave no era posible haberse emprendido sino con gran prevencion de ayuda y lados; y mas que aun no habian reconocido cuȧJes eran amigos ó enemigos declarados: cosa que muchas veces suele ser de importancia para los que acometen casos tan repentinos y prontos. Los turcos y turcoples, que eran los fieles à Rocafort, quedaron tan pasmados y atónitos del hecho, que no pudieron tomar resolucion Los almugavares estaban divididos, la mayor parte le amaba, la otra le aborrecia; pero toda la gente de estimación, y la nobleza, como la mas ofendida, era la que procuraba con muchas veras su perdicion. Aquella noche que Rocafort estaba preso, fué toda inquieta y llena de recelos. A la mañana ya pareció que habia mas sosiego, porque supieron que Rocafort y su hermano estaban vivos. Pero cuando Tibaldo le pareció que tenia a todos los del ejército mas descuidados y seguros, una noche con gran secreto embarcó á los dos hermanos Rocaforts en sus galeras, y él juntamente con ellos navegó la vuelta de Negroponte, dejando burlada toda nuestra compafia. A la mañana cuando vieron partidas las galeras, y que Tibaldo se llevaba en ellas à los dos hermanos, alteráronse todos mucho, y decian que aunque Rocafort fuese de ruines costumbres, era su capitan, y no les parecia justo entregársele á sus enemigos para que hiciesen escarnio de él y de nuestra nacion, dándole una muerto vil y afrentosa, en mengua de todos ellos. Que si Rocafort la merecia, que se la hubiera dado el ejército por sus manos, y no ponerle en las de sus mayores enemigos. Con esta plática se fueron encendiendo los ánimos atizados de los amigos íntimos de Rocafort, de suerto que lle

Tibaldo llegó á Nápoles con los dos hermanos Rocaforts presos, y los entregó al rey Roberto, su mortal enemigo. El origen de esta enemistad fué no haberle querido Berenguer de Rocafort entregar unos castillos de Calabria, que por razon de las pacos hechas entre los reyes le pertenecian, hasta que le satisfaciesen lo corrido de sus pagas à él y á su gente; y como los reyes tienen por injuria y atrevimiento grande pedirles paga de servicios por medios violentos, aunque por entonces satisfizo á Rocafort, quedóle siempre vivo el sentimiento de este agravio. Mando luego que los llevasen á los dos hermanos al castillo de la ciudad de Aversa, y que encerrados en una oscura prision los dejasen sin darles do comer hasta morir. Fué Berenguer de Rocafort el mas bien afortunado y valiente capitan que hubo en muchas edades, y el mas digno de alabanza, si al paso de su prosperidad no crecieran sus vicios. Sirvió al rey don Pedro, y a sus hijos don Jaime y don Fadrique de capttan. Despues con nuevos pensamientos se juntó con Roger en la Asia, adonde fué con no pequeño socorro. Por muerte de Corbaran de Alet fué senescal, maestre de campo, general del ejército, y despues de muerto Roger, y Berenguer preso, le goberno por espacio de cinco años, sin competidor alguno, y en este tiempo destruyó muchas ciudades y provincias. Venció tres bataIlas con muy desigual número de gente, y en una de ellas un emperador de Oriente, y mantuvo una guerra tanto tiempo en el centro de las provincias enemigas; y últimamente atravesó con su ejército desde Galipoli a Casandria, quemando y destruyendo cuanto se le puso delante. Nunca fué vencido, ni aun en pequeñas escaranuzas. Triunfó de todos sus enemigos, y en todas las guerras civiles y extranjeras fué siempre vencedor; pero el remate de todas estas dichas paró en una triste prision, y miserable muerte, aunque al parecer de todos, justisimo castigo del cielo, por la sangre inocente que derramó de sus amigos, y de otros muchos que injustamente murieron a sus manos. Gisbert de Rocafort siguió la misma fortuna que su hermano; pero segun se colige de los historiadores de aquellos tiempos, no procedió tan disolutamente como él, aunque fué participante y compañero en muchos de sus delitos, y particularmente en Ja muerte de Berenguer, y quizá por no tener el lugar de su hermano fue menos notado; porque los vicios so descubren mas en la mayor fortuna. Quien fuesen estos caballeros, ó de qué familia de las muchas que en Cataluña hubo de este apellido, Montaner lo calla, como de muchos otros que se hallaron en esta grande empresa, que ni aun escribió sus nombres; yerro por cierto, o descuido muy notable, y de grandísimo perjuicio para las casas nobles que hoy permanecen en estos reinos, cuyos pasados se hallaron en esta tan señalada expedi

cion.

CAP. LX-Eligen los calalanes gobernadores, y solicitados del duque de Atenas ofrecen de servirle.

Despues del miserable caso de Rocafort, y de los que por él se siguieron, quedó nuestro ejército no solo sin cabeza, pero sin personas capaces de tanto peso; porque el gobierno de tan varias gentes, acostumbradas à obedecer famosos capitanes, y envejecidas debajo de su mando, mal se pudiera entregar à quien no fuera igual á los pasados en valor y nobleza de sangre. Roger de Flor fue el que primero los gobernó, hombre, como se dijo, señaladisimo entre todos los capitanes de su tiempo. Despues Berenguer de Entenza, ilustre por su sangre y hazañas. Luego Rocafort, famoso por sus victorias; y aunque sin estos en nuestro campo habia muchos caballeros y capitanes de nombre, que pudieran ocupar este puesto, habían todos perecido por la crueldad de Rocafort, que como à émulos y competidores les procuró siempre su perdicion; porque no hay razon que prevalezca en un hombre cuando se atraviesa la conservacion de un puesto grande, y los medios que pone para ad

quirirle y mantenerle, no repara en si son buenos ó malos, á trueque de salir con su pretension. Juntáronse los del consejo para elegir cabeza, y considerando la falta que tenian de ellas, se resolvieron de nombrar dos caballeros, un adalid y un almugavar, para que por todos cuatro juntos, por consejo de los doce se gobernase el campo. Con este gobierno se entretuvieron algun tiempo en Casandria, adonde tuvieron embajadores del conde de Breña, que sucedió en el ducado de Atenas por la muerte de su duque, último descendiente de Boemundo, que por faltarle sucesion dejó su estado al conde su primo hermano. Trajo esta embajada Roger Deslau, caballero catalan, natural de Roselion, que servia al conde. Con este se asentó el trato, ofreciéndoles de parte de su señor, que siempre que le viniesen à servir les daria seis meses de paga adelantada, y las mismas ventajas que habian tenido en servicio del emperador Andrónico. Pero dudábase mucho que pudiesen ir á servirle, sino dándoles armada con que pasar; porque por tierra parecia imposible, por haber de atravesar tantas provincias, y casi todas de enemigos, rios caudalosos, montes ásperos, y todo esto sin haberlo reconocido. Con todas estas dificultades quedaron firmados todos los conciertos, por si en algun tiempo le fuésen á servir.

Pasaron el siguiente invierno los nuestros con alguna falta de bastimentos; y asi en abriendo el tiempo, tratarou de desemparar á Casandria, y acometer à Tesalóniea, cabeza de toda la provincia, y adonde estaba la mayor fuerza de ella, porque se tenia por cierto que ganada esta ciudad, podrian fundar con mucha seguridad los catalanes y aragones su imperio en ella, y alcanzar las mayores riquezas del Oriente, por residir allí Irene, mujer de Andrónico, y María, mujer de su hijo Miguel, con toda su córte. No fueron estos consejos tan ocultos al emperador Andrónico, como se pensaba, y trató luego de prevenirse, porque conocia á los catalanes con brios para emprender cosas tan grandes, y al parecer imposibles. Envió capitanes expertos á Macedonia, à levantar gente para defender las ciudades principales. Mandó que dentro de ellas se recogiesen los frutos de toda la campaña para asegurarse del daño que podia causar la falta de ellos, y dejar al enemigo la tierra de manera que no se pudiese mantener de lo que en ella quedaba. Mandó tambien que de Cristopol hasta el monte vecino se levantase una muralla, para impedirles la vuelta de Tracia. Con esto le pareció al emperador que acabaria á los catalanes, sin venir con ellos á las manos; que esto jamas quiso que se aventurase, porque tenia por imposible vencerlos con fuerza y violencia. Estuvo bien cerca de salirle bien estas trazas á Andrónico, si el valor de nuestra gente no las hiciera vanas y sin provecho.

CAP. LXI.-Sale el ejército de Casandria y pasa á Tesalia.

Dejaron los nuestros á Casandria, y vinieron con todo su poder la vuelta de Tesalónica, creyendo hallarla en el descuido que ciudad tan grande y populosa pudiera tener, pero fue muy diferente de lo que se pensó; porque bastecida de provisiones de gente de guerra, esfaba sobre el aviso. Tentaron de acomerla á viva fuerza de asaltos, pero las dos emperatrices que estaban dentro, asistidas de los mas valientes capitanes del imperio, libraron la ciudad; porque los catalanes reconociendo tan gallarda defensa, dejaron la empresa, y alojados en las aldeas mas vecinas, corrieron la tierra para buscar el sustento; pero como la vieron vacía de gente y de ganado, sospecharon la traza del enemigo que ellos no habian prevenido. Trataron luego de partirse; porque acho mil hombres, sin los cautivos, caballos y bagajes, era número grande para poder sustentarse, y vivir de lo que el enemigo habia dejado de recoger. Viendo pues la ruina inevitable si se detenian, determinaron volver á Tracia por el propio camino que trujeron à la venida; pero avisados de un prisionero que el paso de Cristopol estaba cerrado con un muro, y bastante gente para su defensa, tuviéronse casi por perdidos, porque creyeron tambien que tras esta prevencion, los macedones, traios, y lirios, y acarnanes, y los de Tesalia, todos pueblos vecinos, juntas sus fuerzas, les acométerian, ó por lo menos les defenderian el buscar el sustento, con cuya fa'ta forzosamente habian de perecer.JLa última necesidad, co no s'empre acontece, les hizo resolver de atravesar toda la provincia de Macedonia, y entrar en Tesalia cuyos pueblos vivian sin recelo de sus espadas, porque creyeron que Macedonia, y las fuerzas que habia dentro de ella, fueran impenetrables muros para que los catalanes los pudieran ofender. Apenas acabaron de tomar este consejo, cuando luego le pusieron en ejecucion, porque Andrónico no le pudiese prevenir, y así dejando à Tesalónica, recogiendo todas sus fuerzas con increible diligencia, porque el enemigo no les impidiese la entrada de los montes, caminaron por pueblos enemigos, tomando de ellos solo el sustento forzoso, porque el temor del peligro fué mayor entonces que su codicia, que por no detenerse, no la ejercitaban. Al tercero dia llegaron

á la ribera del rio Peneo, que corre entre los montes Olimpo y Ossa, y riega aquel amenísimo valle llamado Tempe, tan celebrado en la antigüedad. En las caserías y poblaciones, riberas de este rio, se alojaron, donde convidados de su regalo y templanza del cielo, pasaron el rigor del invierno. Dióles ocasion para este reposo el tener llana y segura la salida para Tesalia, y la abundancia de bastimentos que hallaron en las tierras, poco trabajadas antes de gente militar. Fué este valle de Tempa tan estimado de los antiguos, asi por la suavidad y templanza del aire, como por la religion y deidades que creyeron que habitaban entre aquellas selvas y bosques, y en el río, que le tenian por un paraiso, y propia habitacion de sus dioses. Los griegos, cuando supieron ei camino que los catalanes habian tomado, poco seguros de que no volviesen, no los quisieron irritar, aunque la presteza de su camino fué de manera, que aunque les quisieran seguir no pudieran alcanzarles, y quedaron con nuevos temores de gente, cuya industria y valor excedía todas sus fuerzas y consejos.

CAP. LXII.-Baja el ejército de los catalanes á Tesalia, y por concierto dejan esta provincia, y pasan á la de Acaya.

En entrando la primavera, salió el ejército del valle, y bajó á Tesalia, sin haber enemigo que se le opusiese, cou que libremente se hicieron contribuir de la mayor parte de sus pueblos que viven en lo llano. Hallábase entonces esta provincia sujeta á un principe de poca capacidad, casado con Irene, bija bastarda del emperador Andrónico. Estaba desavenido con su suegro, porque no queria reconocer la obediencia que debía al imperio, porque ya en este tiempo aquella monarquia oriental de los griegos estaba en su última declinacion, y la mayor parte de los príncipes sujetos no la querian reconocer, porque la vieron sin fuerzas, y sin ellas cualquier derecho se pierde; que la sujeción no se da sino al poderoso. Así el imperio de los romanos del Occidente ha venido á quedar en un titulo vano de su grandeza, porque Italia, Francia, España y Inglaterra, que un tiempo le rindieron tributo y recibieron sus leyes, hoy se ven libres, porque declinó su poder, y con él se perdió su derecho; los godos y demás naciones setentrionales le redujeron á esta miseria. Luego que el príncipe de Tesalia supo las fuerzas que tenia en su estado, y que eran superiores a las suyas, con los buenos consejeros y ministros fieles que tuvo, alcanzó lo que otros no pudieron con las armas, que fué persuadirles con dádivas y con ruegos, que saliesen de su estado; y así con una cortés embajada, despues de haber fortificado algunas ciudades, y puestos en defensa, porque tambien fuese esto ocasion de que los catalanes no dejasen lo cierto por lo dudoso, ofreciéronles bastimentos necesarios, y fieles espias para que los llevasen á Acaya, ó adonde mejor les pareciese, y juntamente les dieron gran cantidad de dinero ; porque cuando el poder es muy inferior, no se puede tener por desvalor y mengua redimir con dinero la vejacion que se padece. Juntáronse los gobernadores y consejeros del ejército, y ponderaron las dificultades y peligros que pudieran suceder de quedarse en la provincia, juzgaron por cosa útil y necesaria admitir los partidos, y caminar adelante; porque cuando mas se acercaban hacia al mediodía, tanto se acercaban á tener cerca los socorros de Sicilia y de España. Respondieron á los embajadores que ellos admitian el partido, y con esto el negocio quadó concluido, y luego por parte del príncipe se les entregó el dinero y vituallas, y ellos con mucha puntualidad partieron el dia que ofrecieron de salir. Con esto Tesalia quedó libre por su industria de gravisimos daños, y los catalanes con la misma los evitaron, porque la guerra á todos es dañosa, y muchas veces el vencedor se diferencia solo en el nombre del vencido. El camino que los nuestros tomarou, fue por la parte montañosa de la provincia de Tesalia llamada la Biaquia, que forzosamente hubieron de atravesar parte de ella, Zurita, cuando refiere el camino que hizo este ejército, recibió grande engaño, diciendo que la tierra que pasaron se Ilamaba Valaquia, porque no llegó a su noticia que habia provincia que se llamase Blaquia, porque Montaner, de donde él lo sacó, la llama Blaquia, y Zurita ignorando el nombre, y corrigiendo á Montaner, la llama Vala,uia, llevado de la semejanza del nombre; pero à la Valaquia no llegaron los nuestros con cien leguas. La Blaquia se debe llamar que es, segun Nicetas en el fin de su historia, la tierra montañosa de Tesalia, que viene bien con el camino que los catalanes hicieron, y con el nombro que Montaner la llama. Sus naturales se llaman blacos, gente belicosa, y que tuvo muchos años oprimidos à los emperadores orientales, y aun boy entre los turcos conservan su nombre y valor, puesto que sujet í á tan bárbara y poderosa gente, No acaba Montaner de encarecer el trabajo que se tuvo en este camino de la Blaquia, porque siempre fue con las armas en la mano, y peleando: tanta resistencia hallaron en los naturales. Yo entiendo que una de las mayores empresas que se hicieron en esta expedicion, fué el abrir camino por esta tierra lan

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