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pio nombre de cuanto llevaba el de los Reyes de Aragon y Castilla. Hízolo así, y en muy poco tiempo sujetó casi todo el reino á su obediencia, llegando su atrevimiento hasta sitiar á Calahorra que en pocos dias fue suya. Desde este punto envió un embajador á D. Enrique y á su hermano D. Alonso, pidiendo á entrambos su amistad con objeto de obtener la del vencedor. Ambos hermanos le contestaron sin perder tiempo, que no se detuviese en aquel reino, y el Rey de Aragon le declaró á él y á su muger sus enemigos con la misma demanda y querella de tomar á su mano el gobierno de aquel reino, como lo pretendió el Príncipe D. Carlos en su vida (1).

Los apuros en que estos sucesos pusieron al de Aragon alentaron á los catalanes, que habian perdido todas las esperanzas de victoria, al ver la rapidez con que D. Juan conquistaba sus mas importantes ciudades. Y asi, aunque el Condestable habia nombrado en su testamento por sucesor en estos reinos á su sobrino D. Juan, Primogénito de Portugal, quisieron elegir nuevo Rey pues no reunia este las cualidades que las circunstancias exigian é hicieron recaer la eleccion en Renato, duque de Anjou, hermano de Luis duque de Anjou que figuró en el parlamento de Caspe. Este príncipe reunia para los sublevados muchas y muy buenas cualidades, pues ademas de ser tio del monarca frances, con lo cual atraian esta casa á su favor, era muy poderoso, vecino y enemigo mortal del aragones, circunstancias todas que les hacian creer que pondria todo su empeño en hacerles salir airosos de su compromiso. Admitió el elegido sin titubear la oferta de los catalanes; y no pudiendo por sus achaques ir en persona á desempeñar su cargo, envió à su hijo Juan, duque de Calabria y de Lorena, el cual entró en Barcelona el 31 de Agosto de 1467 con el carácter de Lugarteniente de su padre, que ya se titulaba Rey de Aragon y de Sicilia. (Notas 9., 10.a y 14.)

Parecia que el cielo queria vengar en D. Juan los males que su hijo D. Carlos habia sufrido por su causa. Poco despues de la

(1) Zurita.

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toma de Amposta y de Tortosa y casi al mismo tiempo que los catalanes elegian por Rey al Duque de Anjou, le quitó repentinamente la vista imposibilitándole de esta manera de proseguir la guerra con el ahinco que deseaba. La Reina al ver imposibilitado a su marido, marchó con su hijo D. Fernando al condado de Ampurias y sitió à Rosas en cuyo cerco lidiaron à su favor D. Juan y D. Bertran de Armendariz que con Cardona y algunos otros se habian pasado à su partido. Pero nada sirvió á D. Juana su ánimo varonil, pues los socorros que al mando del Conde de Armaignac habia recibido de Francia el Duque de Lorena, derrotaron completamente el ejército que mandaba su hijo Don Fernando, quien ufano por haber hecho levantar el sitio que este habia puesto à Gerona, les habia salido al encuentro. En esta batalla fué hecho prisionero D. Rodrigo de Rebolledo, uno de los gefes mas apreciados por D. Juan, y que cuando vió que los suyos iban en derrota hizo prodigios de valor para que el Infante pudiese emprender la fuga. prosea sh

Entretanto en Navarra procedia Foix apoderándose de las plazas y castillos que llevaban el nombre de su suegro; pero deseando la Reina acabar de una vez tan escandalosas desavenencias, procuró verse con D. Leonor y en estas vistas que tuvieron lugar en Ejea á 20 de Junio de 1467, se aliaron las dos tan estrechamente que declararon amigo de la una al que lo fuese de la otra y enemigo de entrambas al que lo fuese de alguna de las dos. Concertóse tambien que se hiciese un nombramiento de árbitros para que decidiesen las diferencias que habia entre sus respectivos maridos, en lo cual convino D. Juan mas por la fuerza de las circunstancias que por deseos de alianza con su yerno. Empezaba ya á conocer la verdad de las palabras de Don Carlos, cuando desde Mallorca le decia que si la Condesa Leonor seguia su partido no era por amor filial, sino por el interes que la resultaba de su perdicion. Con motivo de activar la resolucion tomada marchó D.a Juana á Zaragoza; mas no pudo ver llevado à cabo su deseo, pues habiéndole acometido una grave enfermedad, bajó al sepulcro el 13 de Febrero de 1468, cuando

sosegados algun tanto los rencores que los partidos sustentaron en Navarra, se creia con fundamento muy cercana la concordia. Su muerte fué muy sentida por el Rey que la amaba estremadamente por la constancia y ánimo varonil con que llevó á cumplido efecto muchas empresas y sufrió otras tantas adversidades, mas no lo fué tanto por la generalidad de sus vasallos.

Los catalanes ganaron mucho con la muerte de D.a Juana que suplia perfectamente la falta de su marido. No pudiendo este hacer nada con motivo de su ceguera, estuvieron las tropas reales al mando de muchos gefes cada uno de los cuales disponia de ellas á su antojo á pesar de la presencia del Príncipe, que no podia hacerse respetar por ser todavía muy jóven. No desperdiciaba el lorenés tan propicias circunstancias, y persiguiendo infatigablemente á sus contrarios los batia con mucha facilidad obligándoles muchas veces à abandonar plazas y castillos importantes. Tales descalabros llamaron seriamente la atencion de D. Juan, que conociendo sin duda el origen de estos males, procuró atajarlos dando mas autoridad á su hijo á quien el 18 de Junio de 1468 nombró Rey de Sicilia y co-reinante suyo. Mas ni aun asi hubiera tal vez logrado su propósito, á no haber sobrevenido una circunstancia que volvió al trono el mucho prestigio que habia perdido; esta fué el recobro de la vista que tanta falta hacia al Monarca.

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Aunque este empezó nuevamente y con muchos brios la guerra de Cataluña, no era menos lo que trabajaba para que se concluyesen pronto las dificultades que se oponian al matrimonio de su hijo con D.a Isabel de Castilla. Varios eran los candidatos á la mano de esta Princesa, y los Grandes castellanos estaban en este punto discordes opinando unos á favor del Rey de Portugal, otros a favor del Duque de Berri, hermano del Rey de Francia, y muchos a favor de D. Fernando de Aragon. Este fué el que prevaleció por fin; y á 5 de Marzo de 1469 juró en Cervera las condiciones del matrimonio.

El inesperado recobro de la vista que consiguió D. Juan, el buen aspecto que presentaban las gestiones que se hacian en Cas

tilla y algun feliz hecho de armas de D. Alonso de Aragon, reanimaron el espíritu de los aragoneses; pero la esperanza que estos sucesos les habian infundido, desapareció ligera cual el viento, á la noticia de que Gerona habia sucumbido á los ataques de los catalanes y franceses, y de que Tanneguy du Chates go- Scho bernador por el Rey de Francia de los condados de Rosellon y Cerdaña, habia ganado Besalú y reducido todo el Ampurdan á la obediencia del de Lorena. Y no satisfecho este con tan rápidas victorias dirigióse á Vich, se apoderó de ella y de su comarca y derrotó completamente cuantas tropas reales halló al paso, llenando de terror à todos sus enemigos. Mas ni esto ni las armas que Foix hacia en Navarra fueron bastantes para desanimar á D. Juan, quien por el contrario conociendo que la presencia de su hijo era necesaria en Castilla, le hizo marchar á este reino quedándose solo para hacer frente à tantos desastres.

La llegada del Rey de Sicilia à Castilla produjo el resultado que su padre anhelaba: vió à D.a Isabel, concertaron con ella el Arzobispo de Toledo y algunos Grandes el dia y hora en que debia verificarse el matrimonio, y llegado que fué el 26 de Octubre de 1469 que era el señalado, tuvo lugar el enlace sin consentimiento ni anuencia de Enrique 4.0

En este tiempo el Conde de Foix cuyo poder en Navarra iba creciendo diariamente, puso cerco á Tudela, atrevimiento que irritó en tanto grado á su suegro, que dejando encargado el gobierno del Principado à algunos gefes de su confianza, marchó él mismo à socorrerla obligando à Foix à que levantase el campo. Estando en esta ciudad recibió por conducto del Arzobispo de Tarragona una noticia que debió serle muy grata : la muerte del Duque de Lorena. En efecto, el dia 16 de Diciembre de 4470 murió este en Barcelona de muerte natural, y fué llorado por toda Cataluña por las muchas y muy relevantes cualidades que le adornaban. Durante su lugartenencia recobraron los catalanes casi todo lo que al principio de la guerra era suyo su genio activo todo lo emprendia, su valor todo lo superaba, razon por

la que dice muy oportunamente un moderno escritor, que contó los laureles por sus batallas (4). (Nota 12.a)

El Concejo de Barcelona y los principales gefes catalanes resolvieron continuar obedeciendo unicamente á Renato de Anjou, padre del difunto, à su nieto Nicolas y al Lugarteniente que estos nombrasen; y dando interinamente el gobierno del Principado al Conde de Pallars á quien el Rey habia puesto en libertad creyendo que agradecido se retiraria á sus estados, se prepararon para resistir el poder de D. Juan que de vuelta de Navarra aprestaba sus tropas para concluir de una vez esta guerra tan importuna. Nada pudieron ya la intrepidez y estraordinario valor de Pallars, ni los esfuerzos del Consejo: las gentes estaban cansadas, las tropas reducidas y los pueblos en general pedian á voz en grito que se les diese la paz. Con estas circunstancias que aprovechó el Rey no podia menos de adelantar con suma rapidez en la reconquista de lo que habia perdido durante el mando del de Lorena. No siguió ya la práctica usada hasta enconces de apoderarse de cuantos pueblos hallaba al paso, sino que creyendo que una vez apoderado de las grandes ciudades, las menores y los pueblos seguirian su suerte, dirigió todo su conato á apoderarse de Gerona y Barcelona. Atacó al momento á la primera y como se hallaba poco abastecida, cansada y mal defendida, la redujo á su obediencia en el mes de Octubre de 1474. La toma de esta ciudad trajo las consecuencias que el Rey se habia propuesto. Luego de sabida esta noticia, se rindió la villa de Hostalrich con su fuerte castillo; y muchos caballeros principales abandonaron las filas de los sublevados presentándose al Monarca que los recibió con suma deferencia. Aseguradas que fueron estas plazas se rindieron consecutivamente y con poca resistencia San Feliu, Palamós, Vergés, Figueras y algunos otros pueblos y villas principales del Ampurdan, mientras por otra parte el Conde de Prades se apoderaba de Martorell, San Cugat y Sabadell, en cuyos pueblos se quedó con D. Alonso de Aragon para impe

(1) Pi.

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