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comenzaron á tener reyes despues de la destruccion de España.

desto mismo en la ley cuarenta y una, donde manda, que el ladron y el homicida se descarguen por agua caliente, y por mano de buenos sacerdotes. Allí no hay mas especificacion ni claridad que ésta. Algunos años despues en tiempo del rey don Alonso, que ganó á Toledo, ya estaba esto mas aclarado, y mas diferente, como en el fuero que él dió á Sepúlveda por algunas leyes parece. Mucho mas claro y mas extendido se halla ya todo esto en tiempo del rey don Alonso de las Navas, y particularmente se halla en el fuero que él dió á Baeza, como se entiende por estas leyes que hay en él: puestas aquí en el mismo lenguaje que se hallan todas juntas y seguidas.

La mujer que abortare sabidamente, si mal fiesto fuere, sea quemada: é si non, salves por ferro caliente. E si alguna dijiere, que preñada es de alguno, el varon no la creyere, prenda fierro caliente: é si quema da fuere, non sea creida: mas si sana escapare de fierro, dé el fijo al padre, é criel, así como fuero es.

Y aun se queda hoy dia el decirse en España, como por proverbio, cuando uno quiere afirmar mucho su verdad: yo tomaré sobre esto un hierro ardiendo. Y no fué de sola España esta manera de compurgacion en aquellos tiempos, sino de otras provincias, como parece en el cuarto libro de las decretales, en el título de Compurgatione vulgari. Allí hay una epístola decretal del papa Honorio Tercero, que fué en tiempo del rey don Fernando el Santo, donde prohibe esta manera de compurgacion, que allí llama vulgar. Por qué habiendo maneras ciertas y buenas, para descubrir la verdad en los delitos no es menester tentar así á Dios, esperando milagro sin causa ni necesidad de que lo haya.

CAPÍTULO XLIX.

Los cuatro hermanos obispos que hubo por este tiempo en
España.

Siempre habia por estos tiempos en España hombres señalados en letras, los cuales (conforme a lo que el si

Mujer si legare homes 6 bestias 6 otras cosas cual pueden legarse, sea quemada: é si negare sálvase por fierro caliente. E si varon fuere legador, sea azotado, é sacado de la villa. E si negare, sálvese por lid. Mujer que erbolaria fuere, 6 fechicera, sea quema-glo llevaba) se podian bien comparar con los que en da, ó se salve por fierro caliente.

La mujer, que su marido matare, sea quemada, ó se salve por fierro caliente. Toda mujer que tales cosas face, debe prender fierro : mas no por omecillo que ela faga: si non fuere probada por mala que haya yacido con cinco homes.

Italia y en otras partes habia. Fué notable entre éstos la santidad, doctrina y dignidad de cuatro hermanos, que por estos años, y poco despues, fueron acá todos insignes en letras y bondad, y en haber sido todos obispos. Escribe dellos san Isidoro en su libro de los Claros Varones. El uno dellos es Justo, el obispo de Urgel, que

E las medianeras, 6 alcahuetas sean quemadas, 6 anda ya en los concilios pasados, y se halló tambien en si negaren, sálvense por

fierro.

El fierro que por justicia facer fuere fecho haya cuatro pies así altos, que la que á salvarse oviere la mano pueda meter de yuso. Haya en longo un palmo y en ancho dos dedos. E quandol tomare, lievel ocho pies, é pongal suavemente en tierra.

algunos de los siguientes. San Isidoro refiere, como escribió un comentario sobre los cánticos de Salomon, que aunque muy breve, habia en él mucha claridad, que no es pequeña virtud en el escribir, donde lo breve da luego en ser oscuro. Esta obra deste buen obispo dura hasta ahora, y demas de la claridad en el interpretar, se goza en ella una agudeza dulce, en el penetrar y descubrir el autor los misterios de aquella parte de la Sagrada Escritura.

El otro hermano fué Justiniano obispo de Valencia. Escribió, segun san Isidoro muestra, una obra de diversas respuestas á cinco cuestiones, que uno llamado

Mas antel bendiga el Missa Cantano: é despues él y el juez caliente el fierro. E mientra el fierro calentare, ningun ome non esté acerca del fuego, que por aventura faga algun mal fecho. E la que el fierro oviere á tomar, primero confiese muy bien: é despues sea escodriñada, que non tenga algun fecho escondido. E de si lave las manos ante todos, é las mauos alimpia-Rústico le habia preguntado y á él tambien fué dirigido das, prenda el fierro. Mas antes fagan oracion, que Dios demuestre la verdad. E despues que el fierro oviere levado, luegol cruba el juez la mano con cera, é sobre la cera pongal estopa ó lino, é despues atengela con un paño: é lievela el juez á su casa: é á cabo de tres dias catella mano: é si fuere quemada, quemeña.

Estas son las leyes que hay en aquel fuero sobre esto; y algunas dellas hay tambien aunque no tan claras, en el fuero de Sahagun, que le dió á aquel lugar este mismo rey don Alonso el de las Navas. Y en nuestras corónicas hay tambien mencion desto, y en algunos otros fueros y privilegios. Tambien se hacia esta prueba con poner á hervir en agua algunos guijarros, que en las escrituras antiguas llaman gleras, y sacaban los guijarros de la caldera hirviendo con las manos, los que querian probar su inocencia. Y en el insigne monasterio de Sobrado en Galicia hay una escritura muy antigua, donde un abad Ildefonso testifica, como un SaJamiro sacó así gleras de agua hirviendo, y quedó sin lesion.

Y era tan general esto en España, que se halla tambien ley muy larga de lo mismo en el fuero de Sobrar

be, que se dió á los navarros y aragoneses, luego que

el libro. La primera cuestion fué del Espíritu Santo: la segunda contra unos herejes llamados bonosiacos, los mismos que en su principio se llamaron fotiniacos. La tercera respuesta fué mostrar, como no se ha de dar mas que una vez el bautismo. En la cuarta cuestion trató de la diferencia entre el bautismo de san Juan, y el de nuestro Redentor. La quinta trataba de la Santísima Trinidad. Y aunque san Isidoro nombra primero á Justiniano, que no á Justo mas todavía parece Justo el mayor, pues florecia ya por estos años pasados, y de este su hermano dice fué conocido algunos años des. pues.

Los otros dos hermanos fueron Nebridio y Elpidio: y en san Isidoro, ni en el abad Tritemio, que tambien escribe dellos, no hay memoria de dónde fueron obispos. Solo dice san Isidoro, que escribieron algunas obras, mas que no habiéndolas él visto, no puede dar noticia dellas. El obispo Nebridio, hermano de los tres, debió ser cierto el obispo Agatense, que anda en los concilios pasados, y por tal lo cuenta Vaseo con buen fundamento por ser esta ciudad en Francia sujeta á los godos, como del concilio celebrado en ella ya se ha visto.

Yo creo que estos cuatro hermanos, fueron de alguno de los reinos de la Corona de Aragon : pues fueron obispos por allá. Como entonces se usaba escoger con mucho miramiento los obispos, para el mayor prove cho espiritual de las iglesias, casi siempre se elegian de los naturales, ó vecinos. Porque éstos, por haberse criado desde niños en su propia iglesia, podían ser mejor conocidos y aprobados. Tambien en estos concilios pasados, y en los de adelante siempre se manda con harto rigor, que ningun clérigo salga de su diócesi, para pasarse á la agena. Por esto, solos los naturales y vecinos podian ser bien conocidos, para poderse hacer dellos la eleccion.

Tambien es de estos tiempos Aprigio, varon excelente, obispo de Beja en Portugal. Compuso, como san Isidoro escribiendo dél en sus Claros Varones refiere, un comentario sobre el Apocalipsi con sutileza y elegancia de estilo. Y alaba allí tanto san Isidoro esta obra de Aprigio, que dice sobrepujó á todos los pasados que hasta entonces habian escrito sobre aquel libro de san Juan. Tambien dice san Isidoro, que escribió otras obras. El comentario sobre el Apocalipsi dura hasta ahora, y yo lo he visto sacado de un original de la librería Vaticana del papa. El abad Tritemio escribe tambien deste insigne obispo casi trasladando como suele lo de san Isidoro, y añadiendo, que escribió asimismo sobre los cánticos de Salomon.

CAPÍTULO L.

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tó de secreto para esto con los principales de su privanza, á quien babia comunicado este negocio, que le escribiesen disimuladamente á Teudio los queentre ellos eran sus amigos, persuadiéndole viniese á Ravena á ver el rey: porque esto convenia á su honra, y le seria tenido en servicio y gran testimonio de lealtad. Él que era astuto, y lo entendia todo, daba grandes muestras de estar obediente al rey, y andaba aparejando con gran diligencia de enviarle el tributo de aquel año: mas no le pasaba por pensamiento ir á Ravena, ni aun responder a nadie que lo haria. En esta coyuntura murió el rey Teodorico quedando enteramente Amalarico por rey de lo de España. Tan particularmente como esto lo cuenta todo Procopio: y quédase aquí sin hacer ninguna mencion de lo que fué Teudio en todo el tiempo de Amalarico. Despues de su muerte dice, que tiranizaba en España, y se recogieron á él los visogodos de Francia, habiéndose perdido la tierra, que allá tenian. Mas desto ya se dió relacion verdadera en su lugar.

Desta manera entró Teudio en el reino de España; y el arzobispo don Rodrigo, á quien siguen la general, y el obispo don Alonso de Cartagena, confunde mucho por estos tiempos la historia desde la muerte de Alarico: poniendo á Amalarico por hijo de Amalasuenda, la hija legítima de Teodorico. Pasa con esta confusion adelante, haciendo que el rey Teudio, de quien vamos contando, sea Teodahado, á quien la reina Amalasuenda metió en el reino de Italia, por muerte de su hijo Atalarico, que falleció de poca edad. La

El rey Teudio, y las guerras que tuvo acá con franceses semejanza en los nombres, Atalarico y Amalarico, Teuy en Africa con vándalos.

Fué sucesor de Amalarico en el reino de España y de la Francia Gótica el rey Teudio, que otros nombran con alguna diversidad. Fué ostrogodo, y el primero de aquella generacion de los godos, que tuvo el reino de España: pues Amalarico por sola su madre era dellos. San Isidoro dice fué elegido por los suyos, y demas de lo que le ayudaria para ser preferido su valor en las armas, que en tal ocasion como la de la guerra con los franceses, era mucho de preciar se puede tambien creer, que la gran potencia, que ya acá tenia, le valió para lo mismo. Porque habiéndole enviado acá por su capitan general el rey Teodorico, en tiempo de las tutorías de su nieto, como se ha dicho, él se habia casado con una señora muy principal en linaje y señorío, que tenia muchos lugares suyos, de donde podia sacar Teudio casi dos mil hombres de guerra de sus propios vasallos. Con éstos, pudo tener acá para alcanzar el reino y con el mando que tenia en el ejército : aunque solo tenia el título de general del rey Teodorico, mas en realidad de verdad él era señor, que tiranizaba á su voluntad la provincia. Bien entendia todo esto el rey, y veia el daño de la tierra y de su reputacion mas no le pareció alterar nada con violencia. Consideraba como Teudio estaba ya muy poderoso, y que podia tener muy á su mandar los visogodos de España, por su mujer y por su prudencia en granjearlos; y juntándose éstos con él eran bastante, para hacer una grande revolucion y levantamiento. Tambien miraba como en cualquier ocasion podia Teudio juntarse con los franceses: y tenia tambien por menoscabo y pérdida de reputacion mostrar temor, y quitarle el cargo á su criado, para traer luego guerra con él. Y entretanto que él abiertamente no se le descomedia, se resolvió en buscar buenos medios para deshacerlo. Tra

dio, y Teodabado, pudo facilmente engañar al arzobispo. En don Lucas de Tuy está todo bien distinto y concertado: tomando, como suele, de san Isidoro, que lo cuenta todo muy claro.

Luego que Teudio tuvo el reino, los reyes de Francia le movieron la guerra, que se halla escrita con gran diversidad en los autores. San Isidoro contando en general lo que pasó, dice que los reyes hermanos de Francia, hijos de Clodoveo, entraron en España con infinito número de gente, destruyendo á fuego y á sangre toda la Tarragonesa. El rey Teudio envió contra ellos un su capitan llamado Teudiselo, que los aguardó en un paso estrecho, donde los venció y mató muchos dellos. La victoria y matanza dice fué tan grande, que causaba admiracion, cuando se contaba. Y acabara Teudiselo de matar todos los franceses, segun los tenia cercados en aquellas angosturas: mas por gran suma de dinero que le dieron les dió treguas de un dia y una noche, para que libremente pudiesen salirse. Los que no acudieron a tiempo, fueron despues muertos de nuevo, y librada la tierra del gran peligro en que antes se hallaba.

El arzobispo de Turs, á quien sigue el de Vienna en sus anales, cuenta mas en particular, como el rey Childeberto, acompañado de su hermano Clotario, prosiguiendo todavia la venganza de la hermana, entró poderoso por España, destruyendo y venciendo hasta llegar á Zaragoza, y ponerle muy de propósito el cerco. Los de aquella ciudad temiendo la gran pujanza del campo de los dos reyes, y viéndose sin remedio humano, acorrieron al socorro divino: y con ayunos, oracion y cilicios andaban cantando salmos, y haciendo otras plegarias al derredor de los muros por de dentro, llevando consigo la túnica de su glorioso mártir san Vincencio en estas procesiones, en las cuales iban las mujeres cubiertas de ceniza, con el ca

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CAPÍTULO LI.

Lo que les pasó á unos embajadores de Africa con el rey Teudio.

bello tendido para mesarlo con tantas lágrimas y alarido, que parecia les habian ya muerto sus hijos y sus maridos. Oyo Dios los gemidos tristes de tanta multitud, con hacer que llegasen á los oidos de los franceses. Ellos no podian pensar qué fuese aquel miserable ruido que de la ciudad se sentia, y sospechaban Por estos años Belisario, famoso capitan del empefuese algun maleficio ó encantamiento. Preguntáronlo rador Justiniano, hacia la guerra en África contra Giá un rústico, que tomaron, y él les dijo lo que pa- limero, postrero rey de los vándalos. Veíase muy fatigasaba. Childeberto era gran cristiano, y por reverencia do el vándalo por una grande armada que el emperadel santo mártir levantó luego el cerco, pidiendo á los dor de nuevo enviaba contra él: y antes que arribase en de la ciudad se le diese alguna reliquia del glorioso Africa, y se supiese de su venida, envió dos hombres Santo, por cuyo acatamiento y respeto se babia incli- | principales de su casa llamados Fuscia y Goteo al rey nado. Los de Zaragoza le dieron la estola de san Vin- | Teudio, para pedirle su mistad antes que pudiese tecencio, y él, vuelto en Francia, edificó en París un ner la nueva del gran socorro que con el armada á Bemonasterio con la advocacion deste Santo: porque fuese dignamente colocada allí su preciosa reliquia. Prosigue Gregorio, que habiendo estos reyes ganado desta vez gran parte de España, se volvieron con muchos despojos. Harto diferentes van estos dos autores, si es toda una esta jornada que ambos cuentan. Ya pudo ser que al fin della en la vuelta de los reyes á su tierra les tomase el paso Teudiselo, callándolo en la historia Gregorio como cosa adversa y de ignominia para sus reyes, ó por otro respeto que mas le plugo. Y aun en san Isidoro se da á entender en alguna manera que en los Pireneos esperó este capitan á los franceses cuando salian. En el libro viejo de Alcobaza (segun refiere Vaseo) hay alguna particularidad desta jornada. Dice que los cinco reyes franceses todos juntos entrando por Pamplona llegaron á Zaragoza, y la tuvieron cercada diez y ocho dias. No prosigue mas en particular, sino aquel original afirma, que unos ponen esta entrada de los franceses el año quinientos y cuarenta y dos, y otros dos años delante. El mismo libro cuenta que habia por este tiempo gran pestilencla de landres en España.

Los otros coronistas de Francia pasan con su arzobispo. El nuestro santo de Sevilla, prosigue en las cosas deste rey Teudio diciendo, que movió tras esto la guerra á los romanos en África: y pasando el estrecho de Gibraltar, él ó su ejército, que no lo declara, cercaron á Ceuta, combatiéndola réciamente hasta ponerla en grande aprieto. Llegado el domingo cesaron los godos del combate por honra de la fiesta: que aunque arrianos, todavía tenian respeto en no derramar sangre en dia tan particularmente dedicado á nuestro Redentor, que la vertió por nosotros. Los romanos, que sintieron el reposo de los enemigos, y el respeto con que se movian á tenerlo, de improviso salieron á ellos con ímpetu, y tomándolos desarmados y en descuido, hicieron con grande encarecimiento, que no escapó uno solo de los que estaban en tierra que pudiese traer á España la nueva de tanta desventura y estrago.

Por este encarecimiento parece que no pasó el rey en África, sino que envió su ejercito. Y siempre desde ahora se ha de tener mucha advertencia, que san Isidoro y los demás que dél toman, llaman de aquí adelante romanos al emperador de Constantinopla y los suyos, no habiendo quedado ningun señorío, ni sombra del imperio romano, sino poseer el de Constantinopla algo de Italia, que como se dirá, lo quitó á los godos.

lisario le venia. Estos embajadores con vientos contrarios tardaron mucho en llegar acá. Entre tanto Belisario tomó con gran presteza la ciudad de Cartago, con que dejó á Gilimero casi del todo destruido. Y el mismo dia que la ciudad fué tomada, partió de allí una nave que vió todo lo que habia pasado, y llegando á España, halló al rey Teudio en un lugar de la costa, y dióle relacion de la toma de Cartago. El rey mandó á los de este navío callasen estas nuevas, hasta que se tuviese mayor certidumbre. Llegaron luego los embajadores de Gilimero sin saber nada desto, y hallando al rey en aquel lugar de la marina, fueron dél muy bien recibidos, y regocijados con un convite. Este acabado, les preguntó Teudio cómo iban las cosas de su rey. Ellos respondieron que prósperas y bien aventajadas. Pidióles la causa de su venida. Dijeron, que á pedir su amistad y su ayuda. El rey sin mas detenerse les respondió, que se volviesen en África, y que en desembarcando allá, tendrian la resolucion de su embajada. A Goteo y Fuscia les pareció tan desatinada esta respuesta, que atribuyéndola á lo mucho que el rey habia bebido en la cena, aguardaron para otro dia tomarle mas en su ser. Así le propusieron de nuevo su embajada, suplicándole por la breve respuesta. Dióles la misma del dia antes: con advertirles, que no tenian mas que esperar. Ya ellos entonces sospecharon algun mal suceso, y consideraron la prudencia con que el rey les había respondido. Esto cuenta así Procopio en la historia que escribió de aquella guerra de África (1), en que al fin refiere como toda aquella gran provincia quedó desta vez sujeta al emperador, quedando el reino y nombre de los vándalos del todo destruido y acabado. El mismo capitan Belisario y otro llamado Narses habian consumido los godos y su imperio en Italia, restituyéndosela casi toda al emperador Justiniano. Y Totila y Teyas fueron los dos últimos reyes en quien se acabó en Italia el reino de los ostrogodos.

CAPÍTULO LII.

San Laureano mártir, arzobispo de Sevilla.

Fué arzobispo de Sevilla el glorioso mártir san Laureano por estos mismos años. Aquella su Iglesia y otras comarcanas rezan dél á los cinco de julio, y aquel dia ponen su fiesta Usuardo y Adon, que hacen mencion dél en sus martirologios. Y el obispo Equilino escribe tambien deste Santo. Lo que aquí dijéremos será destos autores, y principalmente de lo que se reza en Sevilla en las lecciones de los maitines. Fué natural de

(1) Lib. 3.

Ungría, y criado, y enseñado, y ordenado sacerdote en la iglesia de Milan. Y porque este Santo era muy católico, y perseguia con gran zelo y hervor los arrianos, el rey Totila de los ostrogodos en Italia, que era arriano, le quiso mandar matar.

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PAVLA CLARISSIMA. FEMINA. FA-
MVLA. CHRISTI. VIXIT. ANNOS
XXIIII. MENSES. DVOS. RECES-
SIT, IN. PACE. XVI. KAL. FEBRVA-
RIAS. ERA. DLXXXII.

En castellano dicen: Paula, mujer muy ilustre, sierva de Jesucristo, vivió veinte y cuatro años y dos meses. Partió desta vida en paz á los diez y siete de enero de la era de quinientos y ochenta y dos.

Este año era el de nuestro Redentor quinientos y cuarenta y cuatro. Del mismo año es otra piedra de sepultura, que está en Evora, ciudad insigne en Portugal; y la puso Andrea Resendio en las antigüedades de Evora. El epitafio que tiene es éste, con algun mal latin, como es ordinario hallarse en las piedras destos tiempos.

DEPOSITIO. PAVLI. FAMVLVS DEL.
VIXSIT. ANNOS. L. ET. VNO. RE-
QVIEVIT. IN. PACE D. III. IDVS.
MARTIAS. ERA. D. LXXXII.

Por esto se vino san Laureano en España, y viviendo en Sevilla, por su doctrina y ejemplo de santidad, y habiendo muerto Máximo, arzobispo de aquella Iglesia, fué elegido en su lugar. Duraba todavía el odio del rey perverso, sin que tanta distancia de tierra se lo hiciese olvidar: y dió órden como el santo Arzobispo fuese muerto en Sevilla. El ángel de su guarda le amonestó en sueños el peligro que le estaba aparejado; y guiándole él, se metió en la mar, navegando hasta Roma. Alumbró en el camino un ciego, que en abriendo los ojos, le preguntó: Dime, Laureano, ¿quién es este mancebo tan resplandeciente que está á tu lado? El Santo le dijo que era el ángel de su guarda. «Aquel lo « vió con los ojos corporales: mas si todos nosotros tu« viésemos bien abiertos los espirituales de la fé, con «ellos veríamos perpetuamente nuestros santos ánge« les de guarda juntos cabe nosotros asistiéndonos per» petuamente en todo tiempo y lugar para ayudarnos, defendernos y inspirarnos. Nuestra negligencia y olvi- En castellano se traslada así: Enterramiento de Paudo en esto nos priva de tanto bien, y tan particular-lo, siervo de Dios. Vivió cincuenta y un años. Reposó «mente nuestro, y que tan cerca le tenemos, y que no en paz á los trece de marzo. Era de quinientos y ochenle pesa sino porque no usamos dél y lo gozamos.» En ta y dos. Roma fué recibido san Laureano muy bien del papa; y de allí vino por la mar á Marsella con deseo de ir á visitar el sepulcro de san Martin. Allí le conocieron, y le mataron, cortándole la cabeza los herejes, que en toda parte le temian, y en toda parte estaban prevenidos por Totila. El cuerpo del santo Mártir fué sepultado con gran veneracion en la ciudad de Beterri en Francia por Eusebio, obispo de Arlés; y la cabeza, porque así Dios lo disponia, fué traida á Sevilla, en tiempo que padecia hambre, y pestilencia y otras fatigas: y recurriendo mas devotamente à Dios con la intercesion de san Laureano, y con la presencia de su preciosa reliquia, la ciudad fué librada de sus plagas, como él al salirse lo habia anunciado, pidiéndoles se volviesen á Dios, porque habian de padecer grandes fafigas, y no saldrian dellas hasta que él volviese á aquella tierra.

CAPÍTULO LIII.

Piedras del tiempo del rey Teudio, y lo demás hasta su muerte.

De tiempo deste rey es una de dos sepulturas, que pocos años se hallaron debajo tierra fuera de Sevilla, en aquel arrabal que está á la iglesia de san Bernardo, en la cual, por ser de mujeres católicas y muy ilus- | tres, las metieron. Yo las he visto, y son grandes arcas de mármol, con sus cubiertas de otro mármol algo diferente, todo liso, sin ninguna pulideza. En cada una se halló una redoma de vidrio, que parece tuvieron algun licor; mas ya estaba consumido del tiempo. Las letras tienen tan poco primor en la escultura como todo lo demás, y tienen encima la santa cifra con el Ay O, para denotar su limpia y católica cristiandad. En la una arca, que es algo mayor, y del tiempo deste rey, dicen así las letras, aunque con algunas abreviaturas.

El rey Teudio fué muerto poco despues de aquella pérdida de África. Matóle en su palacio de una estocada uno que se habia fingido loco para hacer esta maldad. Y aunque el rey despues de herido estaba agonizando con la muerte, todavía con benignidad y buen reconocimiento tuvo cuidado de mandar á los suyos que ningun mal se hiciese al matador. Porque él lo tenia por verdugo de Dios, que quiso por su mano de aquél castigar en el otra tal crueldad, que él habia usado siendo soldado, matando así á deshora á su capitan.

Tambien celebra san Isidoro en este rey la benignidad que, siendo arriano, usó con los católicos, dándoles licencia que libremente se juntasen en Toledo los obispos á concilio, y tratasen en él todo lo que á su verdadera fé y religion pertenecia. Éste parece otro concilio de Toledo, diferente del pasado, pues aque! ya se acabó en tiempo del rey Amalarico, como allí vimos. Y segun la premia que los sumos pontífices por entónces ponian, y en los concilios tambien se determinaba que hubiese cada año concilio provincial, es bien creible que hubo éste y otros mas. Y al fin de aquel concilio se propone otro para adelante, y se le impone al arzobispo Montano el cuidado de publicarlo y congregarlo. Ya seria éste cuarto concilio de Toledo por la cuenta que se lleva en esta historia, aunque advirtiendo solamente della en los lugares que conviniere, no dejaré la comun y muy sabida, que en el libro de los concilios se halla.

La muerte del rey Teudio sucedió el año de quinientos y cuarenta y ocho, despues de haber reinado, segun san Isidoro, diez y siete años y cinco meses: y Vulsa le quita de los meses los tres. De la cuenta del obispo de Tuy no hay para qué hacer caso aquí: pues por falta de los libros que están depravados y descuidadamente escritos, va tan fuera de órden, que no le da á este rey mas que cinco años y cinco meses.

En su tiempo deste rey hubo hartas mudanzas de sumos pontifices, san Juan, segundo deste nombre, falleció a los veinte y siete de mayo del año quinientos y treinta y cuatro, habiendo sido papa dos años, cua

tro meses y seis dias. Otros seis dias estuvo vaca la | experiencia que dél se tenia en la guerra les hizo á los godos tomarlo por su rey, muerto su señor. El de Tuy dice era sobrino, hijo de hermana de Totila, que por este tiempo era rey de los ostrogodos en Italia. Fué hombre vicioso, y muy rebelde arriano, y como fal quiso hacer extrañas experiencias en mostrar si pudiera ser falso un milagro, que acá se veia cada año por Pascua de Resurreccion. Esto es una cosa insigne y de soberana misericordia de Dios para España en aquellos tiempos; y así será razon dar cuenta della tan por extenso como en Gregorio Turonense se halla. Que aunque en Beda y otros autores graves y fidedignos se halla mencion desto, mas el arzobispo es el que mas á la larga lo refiere; y así será casi trasladado dél lo que yo aquí escribiré.

Silla, y fué elegido san Agapito, que tambien llaman Rústico, á los tres del junio siguiente. Vivió despues no mas que once meses y diez y nueve dias. Murió en Constantinopla á los veinte y uno de mayo del año siguiente quinientos y treinta y cinco. La Silla apostólica estuvo vaca por un mes y veinte y ocho dias, hasta ser elegido el papa Silverio á los veinte de julio; aunque por revueltas que hubo grandes se dilató su consagracion hasta los diez y seis de diciembre. Mas desde el dia de su eleccion se le cuenta el pontificado, que le duró un año, diez meses y siete dias. Y no porque falleció, sino que por revueltas y malos tráfagos que se atravesaban, fué forzado á dejar la Silla apostólica, y salir de Roma desterrado el año siguiente quinientos y treinta y siete á los veinte y seis de mayo. No pasó mas que un dia de vacante, siendo elegido á los veinte y ocho el papa Vigilio, que por morir Silverio luego el año siguiente quedó pacífico en la Silla apostólica y él la tenia este año de la muerte del rey Teudio.

Era ya tambien este año el veinte y uno del emperador de Constantinopla Justiniano, muy famoso por las leyes que mandó recopilar, y porque recobró á Italia, sacándola del poder de los godos, y á África, acaban do del todo en ella el señorío de los vándalos. Y es necesario tener cuenta con este emperador de aquí adelante, porque así lo requieren las cosas de España, que se han de contar. Tambien conviene advertir para la buena cuenta de los años, que la lleva desde estos tan cierta nuestro glorioso doctor san Isidoro, que concuerda con la mas clara y afinada de fray Onufrio Panuinio en su historia eclesiástica porque los anales breves ya se acabaron, del conde Marcelino no se puede sacar nada, por no haber en él cosa de las que toquen a España y su historia: y la corónica vieja breve muy pocas veces hace mencion de los años. Juan Cuspiniano ya acaba luego sus cónsules: porque se ha de entender que ya por este tiempo se acabó en Roma el consulado, y así se acabó juntamente con él la órden tan buena y tan continuada de contar por este cargo los años. Acabóse el consulado en un Flavio Basilio, e postrero cónsul que hubo en Roma el año quinientos y cuarenta y uno. Los veinte y cinco años adelante cuenta el conde Marcelino por este consulado, diciendo un año, dos años, tres años despues del consulado de Basilio. Y así cuenta tambien fray Onufrio y los demás. Pasado este tiempo, otras nuevas formas se han de tener por fuerza, para llevar en esta corónica la cuenta bien continuada, y mostrar su certidumbre y dellas yo daré siempre razon cuando se ofreciere ser necesario tratar dellas. Y éste que aquí yo pongo es el verdadero fin del consulado romano, y no otro que refiere Platina en la vida del papa Lucio Tercero, que fué mas de seiscientos años despues desto. Allí escribe que lo echaron á este papa de Roma porque queria quitar el nombre de los cónsules. Senadores quiso decir, y esto dijera con verdad. Y ya fray Onufrio Panuinio mostró en sus anotaciones el error.

CAPÍTULO LIV.

El rey Teudiselo, y el celestial milagro que por estos tiempos se veia en España para el Bautismo.

Era Teudiselo, que otros llaman Teodisclo, capitan general del rey Teudio, como hemos visto: y la buena

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Cerca de Oset, lugar de la Lusitania (dice Gregorio (1)) (2) hay en el campo una piscina ó aluerca pequeña, labrada de mármol de diversas colores, en forma de cruz. Los cristianos habian tambien labrado un hermoso templo para tenerla dignamente guardada. Llegado el jueves santo, júntase allí todo el pueblo y gente comarcana con el obispo, y son todos consolados sintiéndose un suavísimo olor del cielo. Hacen todos oracion; y al salirse el obispo, cierra las puertas de la iglesia con gran diligencia, y sella todas las cerraduras, dando lugar, y previniendo con la fé á la virtud del cielo, que por la misericordia de Dios allí ha de obrar. Al tercero dia, que es el sábado santo, el pueblo se junta para bautizar todos los niños nacidos aquel año. El obispo con los que allí se hallan reconoce sus sellos, como están enteros sin haber sido tocados; y con esta seguridad abre las puertas. Llegando á la piscina, que dejaron vacía, por virtud celestial, y por maravilloso don divino la hallan toda llena de agua, y con colmo alto á manera de medida de trigo, derramándose por todas partes con grande abundancia. Bendice el obispo la fuente milagrosa, echando dentro la crisma; y bautizados los niños, á los demás fieles se les permite llevar de la santa agua por reliquias. Acabada así la fiesta, las aguas que tuvieron invisible principio, se vuelven á esconder con fin ménos entendido.

Así cuenta el Turonense lo deste milagro, y no sucedia solo en España: pues habia otro semejante y tan ordinario en Sicilia, de que escribe san Isidoro en sus Claros Varones, refiriendo una epístola del obispo Pasca sio, en que dió relacion desto al papa Leon, primero deste nombre. Teudiselo estuvo siempre muy incrédulo deste milagro, y con blasfemia de arriano decia. No esésta virtud de Dios, sino ficcion y engaño de los romanos que romanos llamaban ellos á todos los católicos, y que no eran de su secta. Quiso tras esto hacer la experiencia, y venida la semana santa, mandó poner sus sellos con los del obispo en las cerraduras de la iglesia, y cercarla con mucha guarda: porque no fuese posible entrar nadie à fabricar el engaño como él sospechaba. El milagro sucedió aquella vez, de la misma manera que solia. Así fué tambien otro año siguiente que el rey mandó hacer la misma diligencia. Ya al tercer año con su obstinada infidelidad, determinó hacerla mayor, y todo sucedió para que la virtud divina

(1) En el lib. de la gloria de los Mártires, c. 23. (2) Oset no fué lugar de la Lusitania, sino de la Bética, situado en la márgen derecha del Betis, nias abajo de Sevilla, como resulta de la enumeracion de los pueblos litorales del Betis, hecha por Plinio. Rodrigo Caro lo reduce á san Juan de Alfarache, como se puede ver en su Convento Jurídico de Sevilla, páginas 113 y siguientes. B.

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