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bles, ciudadanos y gente del pueblo, se dirigió á la Catedral en cuyo presbiterio le estaba preparado un magnífico dosel. Cesaron de pronto los armoniosos sonidos del órgano que llenaban las bóvedas, cesó tambien la estrepitosa gritería del pueblo entusiasta, y dentro del gran templo y á pesar del inmenso gentio que lo ocupaba, no se oia mas que una sola voz. Esta voz clara, sonora, penetrante á cuyo eco se llenaron de lágrimas los ojos de aquella multitud, era la voz de D. Carlos que como primogénito de Aragon y Lugarteniente general de Cataluña, juró "tenir é inviolablement observar é fer observar y tenir als prelats, religiosos, clergues, Rics-homens, barons, nobles, cavallés, homens de paratge é à ciutadans, viles é altres llochs de Cathalunya é á ciutadans, Burgesos, é habitados de dites ciutats, viles é llochs, tots los usatges de Barcelona, constitucions, capítols é actes de les Corts de Cathalunya, libertats, privilegis, usos e costums segons mils é pus plenament ne an usat" (4). Un sin número de entusiastas vivas se elevaron al concluirse estas palabras; y para celebrar dia tan feliz, D. Cárlos armó caballeros en el acto y á peticion de los interesados, á los honorables Concelleres Bernardo Zapila y Bernardo Fivaller y á Miguel de Vilagaya, Sos-veguer y Veguer interino de Barcelona. Concluida la ceremonia salió el Primogénito del templo con la misma pompa con que habia entrado y teniendo que interrumpir varias veces su marcha por el inmenso gentío que se agolpaba á su alrededor, llenándole de bendiciones y de vivas. Tierna escena debia ser sin duda ver al infeliz D. Carlos aborrecido por su mismo padre, en medio de un pueblo que le adoraba como á un hijo!

Jurados los usos y costumbres de Barcelona y las constituciones del Principado, la Diputacion y el Consejo señalaron el dia 30 de Julio para prestar al Príncipe el juramento de fidelidad como á Primogénito de Aragon, lo cual se verificó sin permitir este que se leyera la fórmula, diciendo que ya sabia que la ciu

(1) Llibre de algunes coses assanyalades; archivo municipal de Barcelona.

dad y sus regidores cumplirian su deber segun costumbre de sus antepasados.

Zurita para acriminar á D. Cárlos, asegura que poco despues de su juramento publicó un manifiesto en que decia que el reino de Navarra era suyo y que su padre le privaba de él concediendo el mando á estrangeros y á sus enemigos, que le habia faltado á todos los pactos, y que era tanto el odio que le profesaba, que le habia puesto dos veces en prisiones é intentado en ellas darle veneno por cuyas razones tomaba por padre al Rey de Castilla ya que el suyo no queria serlo. Si esto fuese cierto, no hay duda que D. Carlos hubiera sido muy culpable y que este paso mereceria en efecto la censura de la historia; pero en ningun otro escritor hemos visto tal aserto, ni hallado en el archivo municipal de Barcelona un solo documento del que ni aun remotamente se trasluzca nada de esto, á pesar de haber examinado con este objeto y con la mayor escrupulosidad el dietario del Consejo de Ciento y el libro de "algunes coses assanyalades." Nos admira à la verdad ver en ciertos escritores un incesante afan de culpar los mas inocentes actos del Príncipe de Viana y aun de inventar fábulas para atraerle el odio de la posteridad, afan que sobre ser injusto ó mejor dicho criminal, desdice de la noble mision del historiador.

En Navarra el partido beamontés iba en derrota, pues aunque se habia apoderado de Viana que al fin rindió Peralta, D. Alfonso de Aragon les perseguia sin cesar y se apoderó de la villa de Abarzuza matando ó haciendo prisionera á toda la guarnicion. Por otra parte el Rey por medio del Almirante su suegro y del Arzobispo de Toledo se captó la amistad del Marques de Villena; y como este disponia a su antojo del ánimo de Enrique 4.o mandó retirar de Navarra casi todas las tropas castellanas. Ningun efecto produjeron las súplicas y protestas de D. Luis de Beamonte que les espuso la bajeza que habia en tomar una empresa para abandonarla despues: sus palabras fueron desoidas y aun manifestaba el Rey de Castilla hacer poco caso de lo tratado acerca del matrimonio de D.a Isabel con D. Carlos. Tal era el estado de

las cosas cuando este y la Diputacion y Consejo de Barcelona enviaron una solemne embajada á D. Juan para que confirmase la capitulacion asentada con la Reina y con anuencia suya, y para que despues pasase á Castilla á pedir definitivamente à la Infanta en matrimonio, y á suplicar à D. Enrique en nombre del Principado y conforme à la capitulacion, que desistiese del todo de las guerras de Navarra. D. Juan que no queria absolutamente que se verificase el matrimonio que iban á proponer, detuvo á los embajadores so pretesto de que no era decoroso pedir en matrimonio á la hermana del de Castilla sin que este se hubiese reducido á concordia, y de que los ofrecimientos que el Principado le hacia eran exagerados y contra lo pactado en Villafranca. Algunos dicen que el Monarca aragonés envió á Barcelona al Pro-Notario Antonio Nogueras con encargo de decir al Príncipe, á la Diputacion y al Consejo los motivos de esta detencion, que el primero no le permitió hablar por haber sido uno de sus mayores enemigos durante su última prision, y que lleno de furor le hizo salir de su presencia; pero ningun documento hemos hallado que haga mencion de tal escena á pesar de haberlo buscado con empeño,

Grande, imponderable fué el sentimiento del Príncipe al verse desamparado por D. Enrique en el cual tenia puesta toda su confianza, y no lo fue menos su dolor al ver que algunos caballeros catalanes que antes le habian servido con fidelidad desertaban de sus filas dando los mas triviales motivos para no obedecerle. En tal conflicto procuró aliarse con Luis 11.° nuevo Rey de Francia con el cual lo habia estado cuando era Delfin; mas su padre que como político muy sagaz adivinó su intencion, envió á Pedro de Peralta con anterioridad á aquella corte, en la que se dió este tan buena maña, que atrajo al Monarca frances á su partido.

Tantos desengaños, tantas esperanzas frustradas, tantas desgracias no podian menos de poner en mal estado la salud de Don Carlos que hacia ya algun tiempo estaba enfermizo. Agravóse su dolencia en efecto á mediados de Setiembre, y á pesar de que se

le prodigaron todos los ausilios del arte, falleció el dia 23 del mismo mes del año 1461. En su enfermedad fué asistido por los Concelleres que no le desampararon un momento, recibió á su propio ruego los santos Sacramentos y entre tres y cuatro de la mañana espiró tranquilamente en medio de los sollozos de sus asistentes y despues de haberles pedido humildemente perdon de las molestias que les habia causado.

Murió á la edad de 40 años; su estatura era mas que mediana, su rostro pálido, su ademan grave y su mirada dulce y melancólica. El año 1439 casó con D.a Ana hija del Duque de Cleves la cual estaba bajo la tutela de su tio el Duque de Borgoña, pero esta noble Princesa murió sin sucesion en Olite en medio de su mas lozana juventud el dia 6 de Abril de 1448 y fué enterrada en la catedral de Pamplona. Tuvo de varios amores tres hijos naturales, D. Felipe conde de Beaufort que llegó despues à ser Arzobispo de Palermo y Maestre de Montesa, D.a Ana y D. Juan Alonso que posteriormente fué Abad de San Juan de la Peña y Obispo de Huesca. Su carácter fué franco, liberal y bondadoso. Alguno ha dicho que era mas inclinado à la crueldad que à la clemencia; pero este lunar con que se quiere empañar el brillo de su fama, se desvanece recorriendo y examinando todos sus actos. En prueba de su clemencia bástenos decir que se contentó con desterrar á Galceran de Requesens uno de sus mayores enemigos, que de sus contrarios del Principado no hizo mas que pasar una lista á la Diputacion para que en adelante no pudiesen ser diputados ni oidores, y que por fin, sabedor de que en Villafranca ó en sus alrededores habia un revoltoso que causaba bastante inquietud, salió contra él y al tenerlo en su poder le perdonó. Es esto ser cruel? Fué hombre de mucho talento y aplicacion escribió varias obras en prosa y verso, entre ellas una historia de los Reyes de Navarra y la traduccion de la Filosofía de Aristóteles. Fué muy amigo de todos los hombres distinguidos de su época tanto nacionales como estrangeros y especialmente del célebre poeta Ausias March. Su grande generosidad, su talento, su aspecto tristemente dulce, y sobre todo sus desgracias

le dieron tanto atractivo, que á su vista se desarmaba la cólera hasta de sus propios enemigos.

Su muerte fué sentida en estremo por Barcelona que le idolatraba (nota 6.), y sus habitantes acudian en tropel, para verlo por la última vez, á la sala del palacio mayor donde estuvo de cuerpo presente por espacio de trece dias, Segun los dietarios de la Diputacion (4), los del Consejo de Ciento y el "Llibre de algunes coses assanyalades" que hemos examinado, obró durante estos trece dias una porcion de milagros (Nota 7.): esta creencia nacida del amor mas verdadero, de sus desgracias y de su humildad y cristiana resignacion en los últimos instantes de su vida, tomó tanto incremento entre aquella gente sencilla, que el libro arriba citado al describir su muerte y la multitud de gentes que acudia á verle, dice: "Per ço com la devoció de les gens era tanta per los miracles evidens ques seguiren stant lo dit cos en la dita sala les robes que vestia foren trencades fins á calses é sabates" y mas abajo: "E axi mateix per devoció que les gens tenian la cuberta de la caxa fou squinsada entant que à trossets la sen portaren." No nos admira por cierto la credulidad de los catalanes en cuyo favor aboga el espíritu religioso de su tiempo, las circunstancias de la muerte de D. Carlos y el grande cariño que le tenian; lo que si nos sorprende es que algunos escritores dejándose arrastrar por una culpable parcialidad, se burlen y aun ridiculizen la sencillez de los barceloneses de aquella época. Entre ellos descuella el jesuita Abarca que con la poca gracia que le caracteriza, se permite algunas espresiones sardónicas é insolentes, que mas le hubiera valido no decir. Nosotros empero nacidos en la ciudad en que tales sucesos acaecieron, no toleraremos que escritores poco enterados de este asunto, cuando no llevados del espíritu de antagonismo con que siempre se han oscurecido las altas glorias de nuestro Principado, califiquen de mentirosa y ruda liviandad" lo que si no verdad, fué una consecuencia muy natural de la religiosidad y sencillez de aquellos

(1) Bofarull,

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