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Francia, Halláronse en esta congregacion Luis hijo del | afirmando, que ni en lo que se habia escrito al rey de

Francia, ni en lo que se le dijo por el arcediano de
Narbona, de su parte no se habia escrito ni referido
cosa, que fuese contra la libertad y derechos, ú ho-
nor del rey ni de su reino, antes queria que se conser-
vasen, y acrecentarlas antes que disminuirlas, y que
hubiese toda conformidad entre él y la sede apostólica
y el rey de Francia y su reino, como en tiempo de sus
predecesores. Llegado el término asignado por el pa-
pa, que fué el primero del mes de noviembre deste
año, fué la primera sesion del concilio que se celebró
en Roma por esta causa, y el papa procedió á exco-
munion contra el rey de Francia, porque no permitia
á los prelados de su reino, que ¦uésen á la corte roma-
na, y confirmó la eleccion de Alberto duque de Aus-
tria, hijo de Rodolfo, que habia sido elegido por rey
de romanos, y declaró, que el reino de Francia era su-
jeto ai imperio como otros reinos, y comenzó á dar fa-
vor á los flamencos, que tenian guerra con el rey de
Francia, y procuraba, que pasase el rey de romanos á
Italia á coronarse, con fin que moviese la guerra con-
tra el rey de Francia, y se prosiguiese hasta privarle
del reino, y no trataban sino como destruyese el uno
al otro. Cuando el rey de Francia entendió con cuanto
rigor se procedia contra él por el papa, y que procu-
raba por cuantas vias podia su perdicion, y que tenia
ánimo y valor para proseguir y llevar adelante su pro-
pósito, determinó de confederarse con sus aliados, y
tenerlos obligados para en cualquier suceso contra el
papa, y lo primero que procuró fué interponer mayor
vínculo de amistad y deudo con el rey de Aragon. La
ocasion fué esta, que habiendo el rey enviado á Fran-
cia sus embajadores para dar favor á la empresa de
don Alonso y de don Fernando su hermano contra el
rey de Castilla, por el deudo que tenian con él y con el
rey de Francia, entre otras cosas se platicó entre el
rey de Francia y aquellos embajadores, que los reyes
se viesen, para dar mejor conclusion en todo, como se
ha referido. Despues por el mes de agosto siguiente en-
vió el rey de Francia á Dionisio de Scnons, su capellan
para que los embajadores de ambos reyes se junta-
sen en Narbona, y éste refirió al rey que el papa en-
tre otras cosas trataba, que le fuesen sujetos todos los
príncipes en lo temporal, y que tenia entendido que
entre otros con quien se confederaba para ejecutar su
propósito, era el principal el rey de Aragon, y esto
decia que no podia creer el rey de Francia, ni que el
rey quisiese dar crédito á sus promesas. Este emba-

rey de Francia conde Ebreus, Roberto conde de Artoes, Roberto duque de Borgoña, Juan duque de Bretaña, Ferrico duque de Lorena, Juan conde de Annonia y Holanda, Enrico conde de Lucemburg, Guido conde de San Pol, Ugo conde de la Marcha, Bernardo conde de Comenge, Juan conde de Abebila, Rodolfo de Claramonte señor de Nigela y condestable de Francia, Jordan señor de Illa y los mas señores del reino. Entre otras cosas que se oponian con grande irreverencia y desacato contra el sumo pontifice, era inculparle de crimen de simonía y de berejía, y que habia sido intruso en el pontificado, viviendo su predecesor, y que no fué su eleccion legítima, ni canónica, y que por estas causas no debian ser obedecidos sus mandamientos, y que se debia apelar dellos para el futuro concilio. Habido sobre esto su acuerdo y consejo, los prelados y personas eclesiásticas respondieron al rey, que en la conservacion de su persona y de su honor, y por la libertad y exencion de aquel reino, le debian toda fidelidad, y que con su consejo y ayuda le servirian como debiesen, pero atendido que eran obligados à obedecer al sumo pontifice como á vicario de Cristo en su iglesia, le suplicaban, que les permitiese ir ante los piés de su beatitud, segun el tenor de su llamamiento. Pero los barones y grandes del reino pidieron al rey que en ningun caso permitiese, que sus señoríos se desamparasen con tanta deformidad y peligro de las personas eclesiásticas que le debian gobernar en lo espiritual y temporal, y entonces los prelados y personas eclesiásticas, escribieron al papa suplicándole, que considerase la perturbacion y alteracion que se habia movido en el ánimo del rey y de los grandes de su reino y de todo el pueblo, y los escándalos que de allí se podian seguir, para dividir las personas seglares de las eclesiásticas, porque ya los aborrecian y huian de su compañía y no querian tratar oi comunicar con ellos, como si fuesen participes de una grave traicion en perdicion de aquel reino, y que ya se aparejaban para menospreciar las censuras de la Iglesia y otros procesos que se hiciesen contra ellos en gran peligro de sus conciencias. Por esta causa decian que les pa1ecia tener recurso á la prudencia de su santidad en un negocio tan grande, y que los agravaba tanto, para que se proveyese que la union que por tan largo discurso de tiempo se habia conservado entre la Iglesia y el rey y reino de Francia, no se dividiese y se obviase á los peligros y daños que se temian. Tambien los ba-jador vino á Barcelona á donde el rey estaba mediado · rones y grandes del reino y las villas y universidades escribieron al colegio de cardenales pidiendo lo mismo, y decian que estuviesen ciertos, que ni por la vida ni por la muerte, ni por ningun temor ó peligro que se les pudiese poner delante, no pensaban apartarse del propósito que tenian de no dar lugar á ningun género de novedad. Á estas cartas el papa respondió, que con acuerdo y consejo de los cardenales habia deliberado de esperar hasta el mes de noviembre, que era el término asignado, para que todos los prelados de Francia y los maestros en teología, y profesores de los derechos civil y canónico, habian de comparecer en su presencia, y no lo quiso prorrogar ni suspender, diciendo que convenia tratar sobre las letras que el embajador del rey de Francia, llamado Pedro de Flota, le habia dado, y cerca de las palabras que le habia dicho, y para tratar sobre otras cosas, que se habian innovado por el rey de Francia, en dicho y en hecho,

el mes de setiembre deste año de mil trescientos y dos. pidió que se declarase el rey como sentia de lo que el papa intentaba, y le escribiese su determinacion y voluntad cerca dello, y que le rogaba el rey de Francia, que considerase que el papa era un hombre mortal, y que vivia muy enfermo, y que sus favores eran de poco fundamento, que no le era allegado en ningun vínculo natural, y que el rey de Francia y sus hijos, y él y los suyos eran tan conjuntos en parentesco, confirmado con perpetua confederacion, que no podria haber causa alguna para que el favor del papa fuese preferido á tan justos y perpetuos vínculos, y que tambien debia pensar que el papa en otros casos semejantes podia pretender de proceder contra él y contra otros príncipes, mayormente si sojuzgase á él en lo temporal. A esto respondió el rey que enviaria sus embajadores al lugar que se acordase, y que le desplacia mucho de la ocasion de la discordia que

habia entre él y el papa, por el respeto que se debia | á la santa madre Iglesia, y considerando el deudo y amistad que tenia con el rey de Francia, pero que sobre este negocio el papa no le habia comunicado su voluntad, ni le habia escrito, y en caso que le escribiese sobre ello le responderia como se requeria y de bia esperar de su amistad. Entonces envió el rey por sus embajadores, para que se juntasen con los del rey de Francia en Narbona, al sacristan de Lérida y á Gonzalo García, que fué su gran privado, y llegando á Perpiñan esperaron muchos dias su venida, y como se detuviesen mucho tiempo se volvieron, y porque en la misma sazon viniendo don Alonso hijo del infante don Fernando, de Francia, de verse con el rey, estando en Tolosa en fin del mes de diciembre deste año, escribió al rey que se vendria á ver con él, el rey esperó su venida y estuvieron algunos dias en Villafranca, y a su instancia se determinó de enviar una muy solemne embajada, porque dijo, que los embajadores de Francia estaban ya en Narbona. Por esta causa estando el rey en la ciudad de Tortosa á veinte y nueve del mes de enero del año del nacimiento de nuestro Señor de mil trescientos y tres, nombró á don Jimeno de Luna obispo de Zaragoza, persona de gran linaje y de mucha autoridad, y à Bernardo de Ribas sacristan de Tarragona y de Zaragoza, y á Pedro Jimenez de Rada arcediano de Daroca en la iglesia de Zaragoza, y á Domingo García de Echouri sacristan de Tarazona, que fué muy acepto al rey en todas las cosas de su estado, y á fray Jimeno de Lienda comendador de Orta de la órden del Temple, para que fuesen á Narbona, entendiendo que el rey de Francia habia ya enviado sus embajadores que eran Gaucelin obispo de Magalona, fray Iterio de Nantolio prior de la órden del Hospital de San Juan de Jerusalen en el reino de Francia, Gualterio de Janvila señor de Valdecolors. Juan de Vaisleyo, y Dionisio de Senos. Juntáronse todos en Narbona, y no se pudo entender en cosa ninguna por culpa de los embajadores del rey de Francia, y el obispo de Zaragoza, y los otros embajadores se volvieron. Despues el rey nombró en Villafranca otras personas para aquella embajada que fueron fray Ramon Zaguardia comendador de Masdeu de la órden del Temple, Bernardo de Fonollar, que era un cabailero principal en su consejo, y Ramon de Besalú juez de su corte. Estas personas nombradas por los reyes se juntaron en Narbona á quince del mes de marzo y propusieron los franceses que el rey de Aragon por sí y sus reinos se confederase con el rey de Francia, y estuviesen aliados para en comun defensa de sus estados contra cualesquiera príncipes, señaladamente contra el papa Bonifacio, si intentase de proceder contra sus personas y reinos, 6 quisiese disminuir y derogar sus derechos y libertades, y las costumbres antiguas de sus reinos, y sus temporalidades, ó atentase por alguna via algo contra ellos. Exceptuábanse por parte del rey de Francia, como confederados suyos, Alberto rey de Alemania, Juan rey de Escocia, y Juan conde de Annonia, y Umberto delfin de Viena, con quien decia estar aliado. Los embajadores del rey de Aragon respondieron á lo que se propuso de parte del rey de Francia, que bien sabian, que habiendo el rey su señor prestado juramento de fidelidad á la Iglesia romana, por razon del reino de Cerdeña, y siéndole obligado por razon de los oficios que tenia por la sede apostólica, no podria buenamente tratar de ninguna confederacion con el rey de Francia, ni con otro prín

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cipe que estuviese desavenido con el papa, y fuera de la obediencia de la Iglesia, y así convenia para que aquella confederacion se concluyese, que se concertasen primero el papa y el rey de Francia. Ante todas cosas pedian los embajadores del rey, que se hiciese la restitucion del val de Arán, que le tenia el rey de Francia ocupado, y el condado y territorio de Bigorra, que era de su feudo, y con esto pusieron en plática, que se hiciese matrimonio de la infanta doña María hija mayor del rey, con el hijo segundo del rey de Francia, y que se le diese por heredad y patrimonio el reino de Navarra, y los condados de Campaña y Bria, para que los tuviese de la misma manera que los había poseido el rey de Navarra, padre de la reina de Francia, concluyendo que no tenian órden de proceder adelante en ningun tratado, sin que esto se concluyese primero, y así se despidieron, concertandose de juntarse otra vez por la fiesta de san Juan Bautista en la villa de Mompeller.

CAP. LIX.-Que el infante don Enrique y don Juan hijo del infante don Manuel, y otros ricos hombres de Castilla ofrecieron de seguir la voz de don Alonso hijo del infante don Fernando, y don Juan casó con la infanta doña Costanza hija del rey de Aragon.

y

Por este tiempo estando don Alonso, hijo del infante don Fernando en Almazan, siendo vuelto de Villafranca adonde se vino á ver con el rey, vino á él un caballero mayordomo del infante don Enrique, que se llamaba Gonzalo Ruiz, y ofreció que queria servirle, y seguir su querella el infante y don Diego Lopez de Haro señor de Vizcaya, y don Juan hijo del infante don Manuel, y don Lope Diaz hijo de don Diego López, y don Juan Alonso de Haro y don Fernando, hijo de don Estévan, y todos los caballeros que eran de aquel bando, y querian luego tomar su voz, recibirle por rey y señor natural del reino de Castilla y Leon, siendo seguros dét, que les ayudaria, y se tendría con ellos, de la manera que habia ofrecido al infante don Enrique. Prometian que en aquella demanda querian poner y aventurar sus personas y vasallos, con las villas y castillos, y con todo cuanto tenian, entendiendo que hacian en ello lo que debian, con derecho y lealtad, y para ello decian, que no querian ni demadaban dineros, ni socorro alguno. Luego que don Alonso tuvo esta en bajada del infante don Enrique, envió á suplicar desde Almazan, á veinte y ocho de marzo deste año al rey, que se iba á Valencia, que por el deudo que con él tenia, se doliese de la gran laceria que sabia que él pasaba, y habia pasado hasta entonces por muchas vias: y pues conocia que Dios Je queria encaminar para que cobrase lo que le pertenecia, y saliese de aquel pobre estado en que vivia, le pedia le quisiese socorrer y ayudar, y dejados los otros negocios procurase de ir luego à Calatayud apartándose de aquella frontera, y con poca gente, como que venía por otras cosas de su reino, y no dando á entender a ninguna persona, que venia á vistas con gente de Castilla, porque no se pudiesen apercibir sus contrarios, y finalmente concluia con estas palabras. Por Dios, é por la gran mesura que en vos es, que non alonguedes la vuestra venida, por ninguna manera del mundo, ca gran pro é grande honra to mades en este fecho, é gran seguramiento é sosegamiento de la vuestra tierra, ca yo cobrando el mio derecho, siempre faré conoscencia, que lo he por Dios é por vos. Tambien el infante don Enrique que esta

fuéron al rey á Valencia mensajeros de don Juan Manuel, y llevaban cartas del infante don Enrique, y de don Diego Lopez, y de don Lope su hijo, y de don Juan Alonso de Haro, y suplicaban que tuviesen por bien de verse con don Juan Manuel sobre aquellos ne

parte con don Guillen de Vergara, que seguiria y serviria al rey de Aragon, y el rey otorgó de verse con don Juan para ocho días del mes de mayo, y fué don Juan á Játiva, y allí se trató entre los dos lo que convenia para dar favor y ayuda a la empresa de don Alonso. De aquellas vistas resultó concertarse, que don Juan, hijo del infante don Manuel, casase con la infanta doña Costanza hija del rey de Aragon, y que dentro de ocho años que se habia de consumar el matrimonio, el rey no le hiciese guerra en los lugares que tenia en el reino de Murcia, y don Juan se volvió para verse con el infante, y con don Diego Lopez, y don Lope Diaz su hijo, y con don Juan Alonso de Haro, y con los otros de su bando, y quedó allí concertado, que el rey se viese con ellos me

ba en San Estévan de Gormaz, escribió lo mismo al rey, diciendo que por esta causa no se partiria de aquella comarca, y concertaron, que don Diego Lopez de Haro viniese á Aranda, y don Juan Manuel estaba en Huete, y esperaban lo que el rey de Aragon determinaria, y si se haria luego guerra contra el rey de Cas-gocios, y don Diego Lopez enviaba á ofrecer por su tilla, y si los aseguraria para favorecerlos en la empresa de don Alonso. Luego que el rey recibió estas cartas, envió á don Alonso desde Valencia, en principio del mes de abril, á don Garcia prior de Santa Cristina, y á un caballero que se llamaba don Artal de Azlor, que eran de su consejo, para que en caso que todos aquellos ricos hombres jurasen á don Alonso por señor y por rey, é hiciesen lo que decia, firmasen en su nombre lo que pedian, que se les guardase de parte del rey de Aragon, y aun en caso que el infante don Enrique, don Juan Manuel, y don Diego Lopez de Haro, y don Juan Alonso, ó los tres destos cuatro solos, cumpliesen esto, era contento el rey, que sus embajadores de su parte les asegurasen que cumpliria lo que ellos le pedian, ofreciendo ellos de ayudarle. Queria el rey, que ante todas cosas estos ricos hom-diado el mes de junio en Hariza. Sucedió estando las bres jurasen por el rey á don Alonso, y ellos ponian otras dilaciones diciendo: que se despedirian del rey don Fernando, y no se queria el rey obligar á ninguna cosa de las que pedian, y decia, que iria á verse con ellos á Calatayud 6 Hariza, ó á otro lugar conveniente dentro en su reino, con que ellos primero hiciesen homenaje y juramento á don Alonso, y á don Artal de Azlor, en nombre del rey de Aragon, que cuando él allá llegase, cumplirian lo que prometian, porque el infante don Enrique era no solo muy vario y mudable en sus consejos, pero muy maligno y de grandes tratos y dobleces. Partiendo los embajadores de Valencia, con esta órden que llevaban del rey, se encontraron en el camino con don Alonso, que iba al rey, y volviéronse con él porque llevaba una carta del infante don Enrique, er. que escribia desde San Estévan de Gormaz, que cumplía mucho, que el rey y él se viesen, y que en aquellas vistas se hallaria con él don Juan Manuel su sobrino, y don Diego Lopez de Haro señor de Vizcaya, y don Lope su hijo, y don Juan Alonso de Haro, y otros ricos hombres, y que seria á mucho provecho y honor del rey, y de don Alonso y don Fernando su hermano, y de todos sus amigos, que él llevaria à las vistas consigo, porque lo que se hiciese y acordase fuese firme, y se llevase adelante. Entonces envió el rey por esta causa á don Artal de Azlor y á Sancho García de Loriz con carta de creencia para el infante, pero con tal órden, que no pasasen de Almazan, hasta que supiesen que aquellos ri- | cos hombres estuviesen juntos en un lugar, ó á lo ménos hasta que se juntasen el infante, y don Juan Manuel, don Diego Lopez de Haro, y don Juan Alonso, ó los tres destos cuatro, y en caso que entendiesen, que tenian voluntad de cumplir lo que ofrecian, de to. mar por su rey y señor natural á don Alonso y jurarle por tal, y si sobre esto quisiesen verse con el rey de Aragon, pidiesen seguridad, que si el rey se viese con ellos. cumplirian á don Alonso lo que estaba tratado, y diesen desto sus cartas selladas con sus sellos, y el rey les enviaba carta de seguro, para si quisiesen entrar en Aragon. Viéronse don Artal y Sancho García con el infante, y con don Diego Lopez de Haro, en San Estevan de Gormaz, y concertaron el dia en que ellos y don Juan, y los otros ricos hombres se viniesen á ver con el rey á Hariza, y entretanto

cosas en estos términos, que los embajadores que el rey tenia en Portugal, que eran Domingo García de Echauri sacristan de Tarazona, y Ramon de Monros arcediano de la Guarda, y un caballero que se llamaba Juan Garces de Alagon, concertaron tregua entre el rey de Aragon y don Alonso, y don Fernando hijos del infante don Fernando de una parte, y el rey de Portugal de la otra, desde la fiesta de san Juan Bautista del mes de junio, hasta un año, y despues de haberse dado y recibido la tregua, se hizo saber al rey, y entonces envió á Pero Martinez su secretario al infante don Enrique, para que supiese si tenia voluntad de proseguir aquella querella, y tomar la voz de don Alonso, y envióles á decir, que por razon desta tregua no dudasen, porque de su parte no se pudo dar ni recibir sin voluntad de don Alonso, y que se concluyese lo de las vistas, como estaba acordado. Por otra parte se envió decir por el rey de Aragon al rey de Portugal, que bien sabia que tenia su amistad y confederacion con el rey don Alonso, y que no podia haber paz ni tregua sin su voluntad, y que por esta causa se iba á ver con él, para persuadirle á la paz, y que no tuviese por mal que no se publicase luego la tregua, y así andaba el rey en un mismo tiempo entreteniendo á los unos y á los otros, para sacar el mejor partido que pudiese, y de Valencia se partió para Lérida á diez y siete de mayo, por derramar algunos ayuntamientos de gentes que hacian los ricos hombres de Aragon y Cataluña, Iba con el rey don Alonso, y de allí el primero de junio envió su carta de seguro en su nombre, y en el de don Alonso, y de don Fernando su hermano, al infante don Enrique, y a don Juan Manuel, y don Diego Lopez de Haro, y á don Lope Diaz su hijo, y á don Juan Alonso, para ellos, y los que con ellos viniesen á las vistas de Hariza. Partiéronse luego de Lérida, y al mismo tiempo que el rey iba á las vistas, llegó á él á Zaragoza un caballero de don Juau Nuñez de Lara, que se decia Fernan García de Hermosilla, y le dijo, que don Juan su señor venia de parte del rey don Fernando con embajada, que le suplicaba diese lugar, que se pudiese ver con él, y le enviase á decir, à donde queria que viniese, y el rey espondió á aquel caballero, que por las vistas que estaban concertadas en Hariza con el infante don Enrique y con don Juan Manuel, y con aquellos ricos hombres,

no podia detenerse, que tuviese por bien don Juan de
esperarle algunos dias en la comarca de Teruel, por-
que brevemente concluiria con el infante don Enrique
y con aquellos ricos hombres. Los que vinieron á la vi-
Ila de Hariza á verse con el rey, solamente fueron el
infante don Enrique, don Diego Lopez de Haro señor
de Vizcaya, y don Lope su hijo, y don Juan hijo del
infante don Manuel, y lo que allí se trató fué prometer
al rey, que procurarian que el rey don Fernando, ó
cualquiera que sucediese en los reinos de Castilla, diese
á don Alonso, á quien ellos llamaban rey, y el reino
de Jaen, y Val Corneja, y Pedraza, y Almazan, y las
otras villas y castillos que tenia en Castilla por juro
de heredad, y don Fernando su hermano, cuanto se
acostumbraba dar á uno de los infantes de Castilla en
heredamiento y en tierra, y que quedase Alarcon á
don Manuel con todos sus términos, ora cobrase á El-
che, 6 nó, y quedase al rey de Aragon todo el reino
de Murcia enteramente, y lo que no poseia entonces de
aquel reino que pertenecia á la corona real, del tiempo
que murió el rey don Sancho, con Requena se res-
tituyese, con lo demás, al rey de Aragon libremente.
Ofrecieron, que en caso que el rey don Fernando no
quisiese cumplir esto, de allí á la fiesta de Navidad si-
guiente, que no serian con él á su servicio, ni tendrian
con él paz ni tregua, y seguirian al rey de Aragon con
sus villas y vasallos, y harian guerra al rey de Casti- |
lla, hasta que aquello se cumpliese. Hicieron desto ju-
ramento y pleito homenaje en manos del rey, segun
la costumbre de España, el infante don Enrique, y Gon-
zalo Ruiz su mayordomo, y Rui Perez de Atienza,
Alonso Diaz de Toledo, Gil Ruiz de Medina, Juan Ortiz
Calderon, que eran vasallos del infante. Despues del
infante hizo pleito homenaje don Diego Lopez de Haro,
y los caballeros que vinieron con él sus vasallos, que
eran Martin Alonso de Rojas, Pero Nuñez de Montene-
gro, Diego Lopez de Salzedo, Fernan Sanchez de Ve-
lasco. Lo mismo juraron don Juan Manuel, y Juan
Sanchez de Ayala, Gomez Ferrandez de Horozco, San-
cho Jimenez de Lanclares, que eran vasallos de don
Juan, y don Lope hijo de don Diego Lopez de Haro.
Prometióles el rey, que no haria paz ni tregua con
el rey don Fernando, sin que ellos interviniesen en
ella, ántes si los quisiese desheredar, ó hacer algun
mal tratamiento, le haria por ello guerra, y así lo
jaró el rey, é hicieron pleito homenaje en su nombre
de cumplir esta concordia en presencia de Jimen Perez
de Salanova justicia de Aragon, Artal de Azlor, Ber-
nardo de Sarriá, y Gonzalo García, que era muy gran
privado del rey de Aragon. Esto fué en jueves á vein-
te del mes de junio deste año, y dentro de cuatro dias
se partieron el infante y aquellos grandes de Hariza, y
el rey se vino á Daroca, de donde envió a decir á don
Juan Nuñez, que se viniese á aquella villa, porque le
esperaria en ella, y don Juan se escusó, diciendo, que
babia recibido una carta del rey don Fernando, por
la cual le mandaba, que se fuése muy apresuradamen-
te para él. Desto envió el rey á dar aviso al rey de Por-
tugal con Gonzalo Perez comendador de Santaren, y
con Ramon de Monros, que habian venido á él de su
parte, escusándose, que no pudo dejar de ir á las vis-
tas, ni admitir la tregua, porque el rey de Portugal y
el infante don Juan, tio del rey don Fernando, le en-
viaron á rogar, que les hiciese saber su voluntad en el
hecho de la guerra: diciendo, que ellos entendian de
interponerse para tratar de paz, y fué sobre ello muy
tralado y discutido en el consejo del rey; y decia que

TOMO IV.

por su parte se habia hecho cuanto pudo, procurando de abajar de su pensamiento á don Alonso en aquellas vistas de Hariza, y en lo que tocaba á su propio interés se escusaba el rey que hizo lo que pudo con honra suya. Todavía en el consejo del rey se platicó, para dar á entender que no se apartaba de igualdad y razon, que estos hechos se comprometiesen desta manera, que la demanda y pretension de los hijos del infante don Fernando se remitiese al conocimiento del rey de Aragon y del rey de Portugal, y de otra persona tercera, religiosa ó seglar, y lo que todos tres ó los dos declarasen qué don Alonso y su hermano debian haber en Castilla, se les diese y renunciasen toda la otra demanda. Cuanto á la pretension del reino de Murcia, en el cual el rey de Aragon pensaba tener buen derecho, y que lo poseia con justo título, parecia que se dejase á la determinacion del rey de Portugal y de otras dos personas cardenales 6 arzobispos, uno de parte del rey de Aragon, y otro del rey de Castilla, y que el tercero fuese el rey de Portugal, y que se asegurase con rehenes de cumplir lo que declarasen, y para esto el rey de Portugal, y el infante don Juan pusiesen tregua, porque se pudiese esto determinar. Desta manera como el rey de Aragon se inclinó á tratar de medios de paz, cesaron los aparejos de guerra que se hacian de parte de don Alonso y el infante don Enrique, y aquellos ricos hombres, cada cual buscaba el mejor partido para reducirse al servicio del rey de Castilla.

CAP. LX.-Que el papa Bonifacio confirmó la paz entre el rey Carlos y el rey don Fadrique, y de la prision y muerte del papa.

Aceptóse la paz que se hizo por medio del conde de Valois, por el rey Carlos, que de su condicion era muy pacífico, y en la primavera deste año envió á su hija la reina doña Leonor á Sicilia, muy acompañada de los barones de su reino, y fué por tierra hasta Rijoles, y de allí pasó á Mecina á donde se celebraron las bodas. Habia enviado á Roma el rey Carlos un prelado su canciller, y á Bartolomé de Capua, y el rey don Fadrique envió á Ugo de Ampurias conde de Esquilache, y á Federico de Incisa, y á Bartolomé de Insula para suplicar al papa que tuviese por bien de confir→ mar aquella paz, y el papa porque estaba con el rey Filipo de Francia en gran rompimiento, y por esta causa se movieron grandes novedades; condescendiendo á las condiciones de la paz, declarando, segun el autor de las cosas de Sicilia escribe, que el rey don Fadrique pagase en cada un año de censo à la Iglesia, por reconocimiento del feudo de la isla de Sicilia, y de las otras adyacentes, quince mil florines; y determinó que el rey don Fadrique como ántes se llamaba rey de Sicilia y del ducado de Pulla y del principado de Capua, se llamase rey de Tinacria, que fué uno de los nombres que en lo antiguo tuvo aquella isla, llamándola así los griegos por la figura y asiento que tiene, y quiso que se intitulase con este nombre, porque al rey Carlos quedase título de rey de Jerusalen y Sicilia, y con este se entendiese lo que poseia desta parte del Faro, y la isla de Sicilia, que por la concordia habia de volver á su corona, y por esta particion de reinos se introdujo por este tiempo aquel título tan impropio de llamar el reino de Sicilia de aquende y de allende el Faro, y no en el tiempo que Pandulfo Colenucio dice. Esto se confirmó por el pontífice Bonifacio con acuerdo, segun aquel autor escribe, de todo el colegio, ex-! 50

cepto uno, que fué Mateo Ruso Ursino diácono carde- | del mismo fué elegido al pontificado el cardenal de Ostia, que era de la orden de los predicadores, llamado Nicolao, natural de Treviso, y fué coronado en la vigilia de los apóstoles san Simon y Judas, y llamóse Benedicto undécimo, y vivió poco tiempo en el pontificado. Los sobrinos y parientes de Bonifacio, que quedaban con estados y muy ricos, y los de su bando hicieron muy grande venganza de su muerte, gastando largamente el tesoro que habia dejado, y tenian á su sueldo trescientos de á caballo aragoneses y catalanes, de la gente de Sicilia, por cuya industria y valentía,

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nal en Santa María en el Pórtico. Envió el rey don Fadrique á dar cuenta desta paz al rey de Aragon su hermano don Juvenco de Ubertis y Aparicio de Vilanova, y estando el rey en Zaragoza á nueve de junio deste año, que pasaba á las vistas de Hariza, explicaron su embajada, y el rey los oyó, y despidió graciosamente, y habiendo partido de Daroca á Borja, desde allí á veinte y dos del mes de agosto envió á visitar al rey don Fadrique con Jazberto vizconde de Castelnou, y Andrés Maciá. Fuéron estos embajadores principal mente para procurar muy estrecha paz y confedera-segun refiere Juan Vilano, ganaron casi toda la procion entre ambos reyes, como lo requeria el dendo que entre ellos habia, y para dar órden que pudiesen armar sus galeras el un rey en las tierras y señoríos del otro, y lo mas importante, que se substituyesen en la sucesion, de manera que heredasen sus hijos si los tuviesen, y en defecto dellos sucediesen los del otro, y esto se trató por medio de Ricardo de Pasaneto conde de Garsiliato y de Vinchiguerra de Palici canciller del | reino de Sicilia, y del almirante Conrado de Oria, que eran por quien principalmente el rey don. Fadrique en este tiempo gobernaba las cosas de su estado, y eran muy servidores del rey de Aragon. Sucedió en este tiempo un caso atrocísimo y de gran escándalo, y que puso en gran turbacion toda la cristiandad, que estando el papa con su corte en Anania, que era su propia naturaleza, en la vigilia de nuestra Señora de setiembre deste año de mil trescientos y tres fué preso por gente del bando de coloneses que él habia perseguido con traicion que hubo en su casa, y entendiendo que era entrado el lugar, y el alboroto de la gente que discurria por él, dando voces muera el papa Bonifacio, y viva el rey Filipo, con banderas y estandartes tendidos del rey de Francia, y que todo el pueblo los seguia, y sin que hubiese quien lo defendiese se apoderaban del palacio, viéndose el papa desamparado de todos los cardenales y de los suyos como hombre de gran ánimo y valor se hizo vestir de pontifical, y con la tiara é insignias apostólicas se puso en su trono, y desta manera esperó á los enemigos. Siendo aquella gente apoderada del palacio apostólico, llegando Sarra Colona y otros capitanes ante la presencia del papa, le dijeron palabras de gran villanía, pero no tuvo ninguno, atrevi miento de echar las manos en él, y tuviéronio debajo de una honesta guardia y cortés, y pusieron el sacro palacio á saco con gran ignominia y afrenta de la iglesia. Quedaron con el papa solos dos cardenales que fueron el cardenal de España obispo de Santa Sabina, y el cardenal de Ostia; y fué el principal autor deste tan grave sacrilegio, Guillermo de Nogareto de San Félix de Tolosa por industria de Sarra Colona, y de otros dos de aquella casa, á quien el papa habia privado de los capelos, que tomaron cierta gente de á caballo de Carlos conde de Valois, y entraron al alba sin que hubiese quién les resistiese. Con esta indignidad y afrenta estuvo el papa tres dias en poder de sus enemigos, y y á cabo dellos reconociendo el pueblo de Anania el grave sacrilegio que habian cometido con tanta infamia, en permitir que el sumo pontifice fuese tratado con tanta ignominia dentro en su misma casa y naturaleza, repentinamente tomaron las armas contra los coloneses, y echaronlos de la ciudad y pusieron al papa en su libertad. Luego el papa se fué á Roma, y dende a treinta y cinco días de su prision, como, era hombre muy altivo, murió de pura rabia y dolor á once de octubre, y á veinte y dos

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vincia que llamaban Campania. Ántes desto, en el mismo año que el papa Bonifacio murió, estando en Roma por el mes de abril envió á don Ramon obispo de Valencia con veces de legado de la sede apostólica en el reino de Cerdeña y Córcega, para que amonestase y persuadiese á los arzobispos y prelados, y á los condes y barones de aquel señorío, que recibiesen al rey de Aragon por su rey, y le obedeciesen, y concedió sus rescriptos apostólicos para la potestad y capitan y consejo de la señoría de Pisa, y para el comun de aquella ciudad, para que le diesen favor y desistiesen de lo contrario, y concedió al rey la décima de los reinos de Aragon y Valencia, y del principado de Cataluña, por tiempo de tres años. Daba el rey Carlos muy grande priesa al rey de Aragon su yerno, para que emprendiese la conquista del reino de Cerdeña y Córcega, por ofender á los pisanos, y al bando Gibelino, que eran sus contrarios, y procuraba que fuese con poderosa armada en persona contra ellos y contra los genoveses que estaban apoderados de aquellas islas, y por medio de Guillen de Recuperana de los vicecomites de Pisa, que era un caballero muy principal que favorecia sus confederados en Toscana, que eran de la parte y bando de los guelfos, se trató con las ciudades de Florencia y Luca, que cuando quiera que el rey de Aragon con su armada fuése á la empresa de Cerdeña, rompiesen la guerra el comun de Pisa, porque fuese mas fácil la conquista. Ofrecian aquellas señorías de Florencia y Luca, de mover entonces la guerra contra los pisanos, por sus comarcas, porque no pudiesen socorrer á las cosas de Cerdeña, y pedian, que despues de movido la guerra no pudiese asentar el rey tregua con la señoría de Pisa 6 paz sin consentimiento y voluntad de las ciudades de Florencia y Luca, y pretendian que el rey y sus sucesores se confederasen con ellos, y con la parte güelfa que eran devotos de la santa Iglesia romana y del rey Carlos, y los tuviesen por sus verdaderos amigos y aliados, y que así los clérigos, como los legos de aquellas ciudades, que estuviesen en la isla de Cerdeña, fuesen libres y exentos de cualquiera imposicion, alcabala, ó trato y aduana, y de toda exaccion personal ó real, y que libremente pudiesen comprar y vender, llevar y sacar mantenimientos y mercaderías, de cualquier calidad que fuesen. Tambien pedian lo mismo, los que estaban desterrados de la señoría de Pisa, que eran los vicecomites, y todos los de la parte güelfa. Mas para mayor declaracion del estado en que se hallaba en este tiempo la isla de Cerdeña, conviene dar alguna razon en particular, antes de proceder adelante, de los tiempos en que la sojuzgaron los pisanos y genoveses.

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