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mas ventajoso. Espondré sencillamente todas las reglas que él establece; y ya que la esperiencia ha confirmado en aquella nacion la solidez de sus principios, yo me atrevo á presentar los trabajos de este benemérito ingles como el modelo mas digno de imitacion en nuestro suelo cubano.

Si el hombre se ve en la necesidad de hacer caminos es porque la humedad ablanda el terreno por donde transita. Pudiera este mantenerse siempre seco, entónces nunca necesitaria de composicion, porque jamas sus materiales cederian al peso de los carros ni animales. El gran objeto pues de la construccion de caminos consiste, primero: en secar bien el suelo natural que es el que realmente sostiene el peso de los carruages y animales; y segundo: en conservarlo siempre seco por medio de una cubierta impenetrable al agua, cuya cubierta es el camino artificial. En el conocimiento, dice M.c Adam, de las medidas necesarias para lograr estos objetos, estriba toda la ciencia de la construccion de caminos. ¿Pero cuáles son estas medidas? Hablemos ántes de las relativas al suelo natural, y despues de las pertenecientes á la cubierta, ó sea al camino artificial.

Lo primero que se ha de hacer es elevar el suelo que ha de servir de base, procurando dejarle la caida suficiente para que derrame el agua por los costados, la cual, así como el terreno adyacente debe quedar algunas pulgadas bajo el nivel del suelo destinado al camino. Esto se consigue, ó haciendo desaguaderos á los costados para rebajar el terreno, ó si no pudieren practicarse porque el lugar no lo permita, echando algunos materiales sobre la cama ó base del camino, hasta que quede mas alta que el nivel del agua que existe en los desaguaderos. Pero como la elevacion de ella depende de las localidades, la altura del terreno se aumentará ó disminuirá segun las circunstancias. Caminos hay en la Gran-Bretaña que por estar espuestos á inundaciones ó grandes humedades tienen por espacio de dos leguas una altura de seis y medio y aun de diez pies. Si, pues, el gran objeto que se busca es mantener siempre seco el terreno natural; nada, concluye M.c Adam, puede ser mas contrario á su formacion que el abrir fosos en su centro que sirvan de depósito ó de conducto para dar salida al agua. Si esto es exacto, como me parece serlo, Patterson se equivoca cuando recomienda que en los terrenos espuestos á grandes humedades ó inundaciones, se abra á lo largo del centro del camino un foso muy angosto de dos á tres pies de profundidad; que se llene de piedras hasta nivelarlo con la superficie del terreno, procurando que las de abajo sean sobre poco mas ó ménos de seis pulgadas de diámetro; y que de este foso central salgan tambien á intervalos, otros construidos del mismo modo, para que el agua derrame hácia los desaguaderos laterales del camino.

Hay parages donde los acueductos subterráneos construídos para mantener secos los caminos, son de cuatro á ocho pies de profundidad y casi tres de ancho. Formáronse poniéndose en su fondo una cama de haces de arbustos espinosos de dos pies de grueso, echándoles encima turba ó rastrojo, y cubriéndolos despues con tierra. Estos acueductos, dice Dupin, duran

25 años.

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El que escribe esta Memoria no tiene ninguna esperiencia en la construccion de caminos; pero consultando á su sola razon, le parece que el método recomendado por Patterson, será únicamente aplicable á los caminos mal construidos, y que dan agua libre acceso para que penetre hasta el fondo; mas en el sistema de M.c Adam, en que son impenetrables á ella, semejantes fosos serán inútiles, costosos y á veces perjudiciales. Ocúrreme tambien que aun en el caso de que el agua pueda penetrar los caminos y llegar á los fosos, no podria salir libremente por estar obstruidos con piedras y otros materiales; y ya se deja entender, que bien sea cálido, bien frio el pais donde se hagan, el estancamiento del agua en el fondo del camino siempre producirá ruinosas consecuencias.

Aunque el suelo natural debe estar seco, jamas conviene que sea duro, pues la esperiencia enseña que los caminos hechos sobre rocas presentan las mayores dificultades para su construccion, y duran mucho menos que los formados sobre un suelo seco y algo blando. Y la razon es muy fácil de concebir, porque así como un yunque puesto sobre una piedra, dura ménos que sobre un trozo de madera; del mismo modo un camino artificial colocado entre el fondo duro del suelo y las ruedas de carruages pesadamente cargados, se destruye mas pronto que otro construido sobre un terreno blando pero seco; porque aquel tiene que resistir todo el tráfico sobre una base inflexible, cual es la roca; mientras este hallándose como montado sobre un resorte, en virtud de la elasticidad del suelo blando y seco, puede soportar mayor peso y sufrir menor detrimento. Siempre, pues, que se haya de hacer algun camino sobre un suelo compuesto de rocas, éstas se deben rebajar, y llenar las cavidades con tierra comun ú otro cualquier material blando y seco.

No exigiendo M.c Adam para la sólida construccion de los caminos, sino la sequedad del terreno que ha de servirles de base, condena como errónea y perjudicial la práctica de echar várias capas de piedras de distintos tamaños en los terrenos muy blandos, creyendo darles por este medio, no solo la consistencia de que carecen, sino impedir que las aguas los penetren: A esta opinion atribuye él casi todos los defectos de los antiguos caminos de la Gran-Bretaña, pues se ha observado que las piedras grandes suben poco á poco con el movimiento y choque de los carros; mientras que las pequeñas se hunden

por tener ménos resistencia; y destruido entonces el nivel de la superficie, el agua penetra hasta el fondo del camino, y acumulándose en él, ora se congele, ora permanezca líquida, sus estragos son inevitables.

Huyendo M.c Adam de estos escollos, se atrevió á poner en práctica y á consignar despues en sus obras un método enteramente contrario aun en los terrenos pantanosos. Pensó, y yo no sé si piensa todavía, que para construir un camino sobre un tremedal, no era necesario poner piedras grandes, ni palos, ni ninguna especie de materiales, sino que las piedras pequeñas de que usa, son suficientes para que estando bien colocadas, formen un solo cuerpo tan compacto como una tabla ó un madero. Todavía se estendió á decir que cinco toneladas de piedras partidas en pequeños pedazos producian tan buen efecto como siete sobre un terreno duro. Pero la esperiencia desgraciadamente ha venido á manifestar que es falsa esta parte de su sistema: y asi es que, aunque los hombres mas célebres de la Gran-Bretaña, versados en la construccion de caminos, siguen generalmente su método, creen que es necesario echar camas de piedras planas ú otros materiales fuertes sobre los terrenos pantanosos.

Preparado ya el suelo natural, veamos de qué modo se mantendrá siempre seco por medio de un camino firme y de superficie igual que impida el tránsito del agua hasta el fondo de aquel. Conseguiráse este fin, haciendo buena eleccion de materiales, dándoles el tamaño correspondiente, y colocándolos en capas muy delgadas.

Varios son los materiales de que se pueden hacer buenos caminos. El granito, los pedernales, los guijarros y toda clase de piedras, ó de cuerpos duros que puedan resistir al tráfico, servirán para su construccion; y aunque á veces algunos de ellos han sido desechados como inútiles, esto ha provenido no de su naturaleza, sino de la impericia de los constructores. Debe sin embargo, darse á algunos la preferencia, ocupando el último lugar las piedras calizas, porque si bien se consolidan mas pronto que los demas materiales, no son de muy larga duracion.

Con las escorias de los hornos de las fundiciones de hierro, y con las cenizas de las estufas de las máquinas de vapor sa han hecho en algunas partes del principado de Gales caminos no ménos sólidos que duraderos; y á falta de buenos materiales se han construido tambien en varios parages de Inglaterra é Irlanda con arcilla cocida á manera de ladrillos, y partida despues en pedazos pequeños. Mas este recurso solamente ha sido adoptado por la necesidad, porque tiene contra sí el gran inconveniente del combustible.

En la construccion de caminos proscribe M.c Adam ente

ramente la aplicacion de la arena, greda, arcilla ú otra cualquier materia capaz de conducir ó retener el agua, pues la práctica de mezclarlas con las piedras para dar firmeza al camino, ha sido en su concepto una de las causas principales de su descomposicion. Así es, que proscribiéndolas enteramente de sus trabajos, ha logrado darles el mayor grado de consistencia usando solo de piedras. ¿Pero cómo podrá ser que estas, por sí solas, se unan de manera, que hagan el camino sólido y sin asperezas?

Uniránse, despojándolas enteramente de todo cuerpo estraño, partiéndolas en pedazos pequeños que estén en proporcion con el espacio que una rueda de dimensiones ordinarias ocupe en una superficie plana; y como este contacto, dice M.c Adam, es longitudinalmente de casi una pulgada, todos los pedazos de piedra que escedan de esta medida en cualquiera de sus dimensiones, deben considerarse como perjudiciales.

Pedazos y no piedras enteras han de ser, porque aunque el cascajo tiene el tamaño que se requiere, carece de puntos angulares, para ponerse en perfecto contacto, y dar solidez al camino. Es pues preciso quebrantar las piedras, y para hacer esta operacion con provecho y economía, los operarios que pueden ser hasta niños, ancianos y mugeres, se sentarán junto al camino donde los materiales estarán apilados en pequeños montones. El martillo con que se trabaje, será de cabo corto, bien templado con acero, la cabeza de casi una libra de peso, y la cara de esta del tamaño de un real de á ocho. Ciertamente que las dimensiones del martillo son esenciales á esta operacion, porque si es mas grande ó mas pequeño de lo que conviene, los pedazos de piedra no tendran el tamaño correspondiente, cuyo peso jamas debe esceder de seis onzas: y para determinar tanto este, como su tamaño, se darán á los operarios unos cedazos de hierro con agujeros circulares, y las piedras que no puedan pasar por ellos, no se echarán en los caminos. Los sobrestantes tendrán ademas una balanza para pesar dos ó tres de los fragmentos mas grandes de la piedra partida, y saber de este modo si alguno escede del peso determinado. Este último requisito me parece innecesario, porque siendo muy variable la gravedad específica de las piedras, su tamaño y no su peso es la única regla à que se debe atender.

Dispuestos así los materiales, se echarán en el camino con unas palas ó cucharas de boca ancha: pero esta operacion se debe hacer con mucho cuidado, porque de ella depende en gran manera la perfeccion del camino. No se amontonarán pues, sino que se echarán cucharada á cucharada, esparciéndolos sobre un espacio considerable de la superficie hasta que tenga diez pulgadas de grueso. De este modo, y sin el auxilio de ninguna otra sustancia que pudiera agregarse so pre

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testo de rellenar los intersticios, las piedras partidas tienen desde el fondo del camino un tamaño uniforme, y reuniéndose por sus ángulos, formarán una superficie igual, firme é impenetrable al agua, cuyos materiales no podrán ser dislocados por las ruedas, puesto que pasan fácilmente por encima de ellos (*) Pero como mientras los caminos nuevos no se consoliden, las ruedas, sea cual fuere su construccion, siempre han de abrir canales en ellos, es preciso irlos rellenando hasta que se afirmen completamente.

Observa M.c Adam que el grueso del camino no contribuye á su duracion, porque si las capas de que se forma son suficientes para impedir que el agua penetre hasta el fondo, lo preservarán en buen estado, por mas delgadas que sean; pero si puede atravesarlas y depositarse en el terreno que sirve de base, entonces el camino se descompondra, sea cualquiera el grueso que se le dé. Ni es esta asercion una mera teoría. pues para comprobarla, cita el autor el ejemplo de varios caminos de seis pulgadas de grueso, que espuestos, y particularmente uno de ellos, al tránsito contínuo de carros pesadamente cargados, por no distar mucho de Londres, todos se han conservado sin alteracion durante algunos años; mientras otros construidos por un método diferente, quedaron intransitables dentro de corto tiempo. Y con la particular circunstancia de que la reparacion anual de cada milla de estos últimos costaba mas que la construccion original de los nuevos, segun el sistema de M.c Adam.

no,

Este hace tambien mencion de otro, que debiendo variarse su direccion, permaneció mucho tiempo sin ponérsele la maCon este motivo quedó reducido casi todo á solo tres pulgadas de grueso, sin llegar á cuatro por ninguna parte: mas con todo se observó que el agua no lo habia penetrado, y que el terreno primitivo estaba enteramente seco. No hay pues regla fija que determine con precision el grueso de los caminos; pero como entre nosotros, las lluvias son tan fuertes y abundantes, paréceme que para defender su base de la humedad, será conveniente darles mayor espesor que el acostumbrado en la GranBretaña y otros paises europeos. Acaso diez ó doce pulgadas serán suficientes: acaso se necesitarán mas ó ménos; pero este es un punto que. con algunos ensayos hechos á poco costo y en corto tiempo, podrá decidirse satisfactoriamente.

Tal es el método que me he atrevido á recomendar; mas como podrán hacerse algunos reparos contra su aplicacion á la isla de Cuba, no quiero proseguir sin desvanecerlos primeramente. Bien conozco que la causa que mas descompone los caminos en la Gran-Bretaña y en los demas paises europeos,

(*) Los caminos de Suecia son muy buenos, y sus materiales son granito partido en fragmentos tan pequeños, que ninguno escede del tamaño de una nuez.

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