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rio. Por esto, aparte de lo demás, llana y sencillamen- | Tambien dió noticia de su afliccion á Anulona, hermate puse aquí el fin soberano de su pelea.

Desde aqui comienza el martirio del mismo san Eulogio. En el tiempo que el cruel señorío de los alárabes con astucia y malas maneras destruia miserablemente cuasi todas las tierras de España, y el rey Mahomad con rabia increible y desenfrenado rigor trataba de destruir del todo el linaje de los cristianos, muchos dellos con el miedo y espanto de la sangrienta crueldad deste rey, y pensando podrian amansar así su furia, con siniestro respeto de mala y dañada voluntad, buscando para ello ocasiones extraordinarias y exquisitas, procuraron como lobos fraudulentos acometer el rebaño cristiano. Con esto se despeñaron malamente algunos negando á Jesucristo, y otros fueron movidos y vencidos con los duros trabajos y gran temor. Mas otros afirmados con maravillosa virtud de constancia que daron entonces mas fundados en la fé. Así en aquel tiempo resplandecieron las confesiones y muertes de los fieles, y anduvo titubeando el error de los que negaban. Porque algunos que al principio tenian la fé de Jesucristo en el alma solamente afirmados despues por Dios, descubrian á la clara lo que allá dentro tenian encubierto. Sin que nadie se lo forzase corrian al martirio, y parece que iban á arrebatar la corona de las manos de los verdugos y atormentadores. Déstos fué Cristóbal, alárabe de linaje, cuya manera de martirio | con todo lo sucedido en él, en otra obra tengo pensado escribirlo. Tambien fueron del número destos los bienaventurados Aurelio, y Felix, los cuales con sus mujeres se ofrecieron al martirio despues de haber andado encubiertos de muchas maneras por mucho tiempo. De los mismos tambien fué la gloriosa virgen Flora, florida en muchas virtudes, la cual menospreciando la caduca pompa del siglo, al fin alcanzó en el cielo la corona perdurable. Las vidas y martirios de todos estos, este nuestro santísimo doctor las escribió de por sí, hermoseándolas con la lindeza de su estilo.

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na de Eulogio, virgen consagrada á Dios por profesion de monja, haciéndoles saber á ambos el deseo que tenia de verse libre, y en lugar donde pudiese conservar y confesar abiertamente la fé de Jesucristo. Entendido esto volvió luego Eulogio á su acostumbrado oficio, y como andaba siempre tan cuidadoso en procurar martirios, dió órden como Leocricia se pudiese salir de casa de sus padres, asegurándolos primero con dar á entender que ya no tenia amor á la fé cristiana, y que se dejaria poco a poco persuadir dellos. Para esto se vestia galanamente, y mostraba voluntad de casarse por dar contento á sus padres. Ellos se ablandaron con esto, y comenzaron á tratarla con la buena aficion que primero solian. Ya que la santa virgen entendió como tenia bien descuidados á sus padres, ofreciéndose ocasion de bodas de unos sus parientes que á la sazon se bacian, fué á ellas bien compuesta y aderezada, como tales fiestas requieren. Y teniendo allá mas oportunidad de escaparse con el embebecimiento que todos tenian en su regocijo, se fué encubiertamente al santo varon Eulogio y á su hermana Anulona para que dispusiesen della y la amparasen. Ellos recibiéndola con alegre voluntad, la dieron á unos amigos suyos, de quien se fiabin, para que la tuviesen bien escondida. Mas cuando sus padres esperando su bija vieron que no volvia á casa, ni parecia, lamentándose por verse engañados della, y por faltarles; con rabia nunca oida y dolor nunca visto se comenzaron á turbar, y desbaratarse, buscándola furiosamente entre conocidos y no conocidos. Y con mandamiento que alcanzaron del presidente del rey echaban en la cárcel los que querian de los cristianos, de los sacerdotes, y de las monjas, haciéndolos azotar y atormentar por ver si podian hallar algun rastro de su hija. El siervo de Dios entretanto le mudaba á Leocricia diversos lugares para mejor encubrirla, trabajando con todo cuidado que aquella mansa oveja no se viese en la fiera boca de los lobos crueles. Ella tambien perseverando en ayunos y vigilias, y cubierta de cilicio, teniendo por cama la dura tierra, fatigaba su carne, y pedia á Dios su misericordia. Ayudabale Eulogio pasando las noches enteras sin dormir en la iglesia del santo mártir Zoilo, orando, y suplicando á nuestro Señor por su amparo y fortaleza para la buena doncella, y ofreciéndole su penitencia y oraciones.

En este mismo tiempo una doncella pequeña, llamada Leocricia, noble de linaje, mas harto mas noble de ánima, aunque nacida de padres infieles, mucho ántes desde su niñez habia sido convertida á la fé de Jesucristo por una matrona su parienta, cuyo nombre era Liciosa; y habiendo sido bautizada en secreto, fué informada en la fé cumplidamente, y en todo dió tal ejemplo y gusto de sí, que todos los cristianos tenian Cuando esto así pasaba, Leocricia que amaba tiernoticia della, y se gozaban con su santo proceder. Lie-namente á la hermana de su maestro, deseóla ver, y por gando despues á edad de mas discrecion, descubria mas abiertamente la fé que desde niña tenia, y con cebo espiritual, y celestial sustentacion la habia criado en sí misma, hasta llegar á tener mayores fuerzas y vigor. Viéndola los padres con amor y constancia en la fé cristiana, primero la amonestaron con mucho cuidado y con regalos, que la dejase, y no aprovechando nada esto, con azotes y otros castigos la quisieron desviar, porque los tormentos venciesen á la que halagos no ablandaban. «Mas aquel gran fuego que Dios en»ciende de veras en los corazones de sus fieles, no se »puede así fácilmente apagar con cualquier agua de Damenaza ni fatiga.» Así pasaba por muchos dias la bendita virgen, siendo azotada y atormentada y apri-lla noche por ella quien la habia de llevar y acompañar sionada sin cesar, y por buen aparejo que para hacerlo tuvo, dió aviso al siervo de Dios Eulogio del triste estado en que se hallaba, siendo él ya hombre muy conocido y de grande reputacion por emplearse en animar los cristianos al martirio, y favorecerlos en todo.

esto vino una noche á su casa de los dos hermanos para estarse allí el dia siguiente, y volverse de noche á su encerramiento donde estaba escondida. Toda la comunicacion de aquel dia fué llena de santidad y devocion, recontando Leocricia los gustos suavísimos con que nuestro Señor la regalaba, y como una vez sintió estando en oracion tanta dulzura en la boca, que le pareció tenerla llena de miel, así que no osó echar la saliva, sino tragándola como aceptando el don del cielo tan señalado. San Eulogio la consoló con sus santas palabras, mostrándole que aquel dulce sentimiento le anunciaba como habia de gozar en el cielo la suavidad de la gloria de Dios eternamente. No vino aque

hasta otro dia al amanecer. No la dejó ir san Eulogio, sino mandó que se quedase hasta la noche, porque acaso no fuese vista por alguno que se levantase y saliese muy de mañana de casa. Aquel dia no sé porque indicios, ni porque asechauzas vino á noticia del pre

predicarles á los del consejo el Evangelio de Jesucristo, y la gloria del cielo con mucha libertad y constancia. Ellos no queriéndolo oir, mandaron fuese luego degollado. Llevándolo ya al martirio, uno de los criados del rey le dió una bofetada, y él volviéndole la otra mejilla, por cumplir enteramente, aunque en tiempo de tanta fatiga, lo que su maestro Jesucristo dejó mandado, le dijo: ruégote que hiriéndome este otro carrillo, lo iguales con el primero. El cruel lo hizo así, y el santo le volvia de nuevo la otra mejilla, sino que el tropel de los soldados le dió priesa para que caminase al lugar donde le habia de ser cortada la cabeza. Allí hincó las rodillas y persignándose, y levantando las manos al cielo, y haciendo oracion con pocas palabras, tendió la garganta al cuchillo, y con un golpe, que pasó muy lijero, dejando el mundo, se pasó al cielo. Cumplió su martirio á hora de vísperas un sábado á los once de mar¡O admirable y dichosísimo santo en nuestro siglo, que envió delante sí como fruto de sus obras muchos mártires, y dejó tambien para despues de su muerte una vírgen, que como verdadera obra de sus manos le siguiese! Él le levantó la bandera para la victoria, presentando delante Jesucristo su Señor en sí mismo lo que del martirio á los otros habia enseñado.

sidente como la santa doncella estaba en casa de Eu- |
logio. Cercaron súbitamente la casa soldados que el
presidente para esto envió, estando tambien san Eulo-
gio dentro. Á entrambos los prendieron, y con grande
afrenta y muchos golpes los llevaron delante el mal-
vado juez ya dicho. Encendido todo en ira, con mu-
cho ímpetu y palabras furiosas preguntó al siervo de
Dios, porque habia tenido encubierta en su casa aque-
lla doncella. Mas el bienaventurado varon, sin turba-
eion ninguna, ántes con aquella su paciencia y mesura
acostumbrada, le respondió así, dándole cuenta de
todo con verdad: á los sacerdotes cristianos se nos
encomienda el cargo de predicar y enseñar; y es anexo
á nuestra fé, que á los que la buscan se la mostre-
mos, y alumbremos con su luz, no negando á nadie
que quiere andar por el camino de la vida eterna el
mostrárselo esto compete á los sacerdotes, esto pide
nuestra verdadera religion: y esto nos enseñó Jesucristo
nuestro Señor, que á cualquiera que tuviere sed de
su fé, le demos á beber della mas de lo que él desea: y
porque esta doncella quiso aprender de nosotros el ór-
den y reglas de nuestra fé y religion, fué necesario que
mi cuidado se desvelase: y no fuera justo que viniendo
á mí con tal recuesta, yo la desechase principalmente
siendo yo escogido para esto con ser sacerdote por mer-
ced particular de Dios: por esto alumbré à Leocricia, y
como pude la enseñé, mostrándole como la fé de Jesu-
cristo es el camino del reino del cielo, de la misma
manera que de muy buena gana lo hiciera contigo si
me buscaras para que lo hiciese. No pudiendo ya sufrir
esto el presidente, con rostro sañudo mandó traer va-
ras para azotar al santo, pensando matarlo con este
tormento. Él le dijo entonces : & para qué mandas traer
esas varas? Para sacarte el alma con ellas, respondió el
presidente. Manda, dijo Eulogio, afilar el cuchillo, con
el cual podrás presto sacarla, y volvérsela á quien me
la dió

ZO.

Luego el cuerpo del santo mártir fué derribado de aquel alto á la ribera del rio, y una paloma blanca como la nieve en presencia de todos descendió volando por el aire, y se sentó sobre el cuerpo bendito. Tirábanle los que allí estaban muchas piedras para quitarla de allí, y luego se volvia. Probaron irla á tomar con las manos, mas ella se levantó, y revoleando sobre el cuerpo del mártir, al fin se asentó sobre una torre que cuasi estaba encima dél, con el rostro vuelto á mirarle. Y tampoco no es razon callar el milagro que nuestro Señor fué servido obrar sobre el mismo cuerpo del santo. Un vecino de la ciudad de Ecija velaba aquella noche con otros el palacio real (habiendo allí centinelas ordinarias que cada mes se renovaban), y habiendo sed. se fué á beber al caño de agua que sacado del rio corre por allí en lo alto. Cuando allá llegó, vido estar sobre el cuerpo glorioso del mártir sacerdotes vestidos de blanco, que tenian velas encendidas en las manos, cantando salmos con mucho concierto. Él espantado con la vision, volvió mas huyendo que andando, y contando á un compañero suyo lo que habia visto, tornó con él al mismo lugar, mas ya no pudo ver nada de lo que primero. El dia siguiente los cristianos compraron por dineros la cabeza del santo, y pasados dos dias tomaron el cuerpo sin contradiccion, y lo enterraron juntamente con la cabeza en la iglesia del santo mártir Zoilo.

Prosiguió abominando del falso profeta Mahoma, y mostrando la falsedad de su ley. Comenzándose ya con esto el santo doctor á encender con mayor hervor en la predicacion, lo sacaron de la sala del audiencia, y lo llevaron á presentar dentro del palacio delante los del consejo del rey. Uno dellos que conocia mucho á san Eulogio, y tenia particular familiaridad con él, compadeciéndose de su afliccion, y buscando manera para salvarlo, le dijo: si los locos y los ignorantes han venido á ponerse en el peligro de muerte en que ya te hallas, á tí que eres tan sábio y tan prudente en todos tus hechos, ¿qué nueva locura te ha tomado de olvidar el amor natural que todos los hombres tienen á la vida, y ponerte tan de veras por tu voluntad á la muerte cruel? Escúchame Eulogio, yo te ruego, y para que no te despeñes con tanta furia toma mi consejo, y aquí en este punto La bienaventurada vírgen Leocricia, aunque probade tanta necesidad ayúdate con tus palabras, y da ron ablandarla los jueces con muchas caricias, y acoalguna muestra con ellas: despues salido de aquí haz meterla con muchas promesas; ella siempre por gralo que quisieres, conservando tu fé donde y como te cia divina bien asegurada en la firmeza de la fé, fué pluguiere, que aquí te prometemos deno mandarte degollada cuatro dias despues de su maestro, y echabuscar, ni forzarte. Riéndose el bienaventurado Eu-do su cuerpo en el rio Guadalquivir. Mas nunca se logio de oirle hablar así, le respondió con alegría: ¡0 si pudieses, señor, entender qué premios están guardados para los que honran nuestra fé con su sangre, 6 yo pudiese pasar á tu corazon lo que siento en mi pecho! yo se cierto que entonces no trabajarias en quitarme mi propósito, antes con mucha aficion y voluntad pensarias en dejar toda esa pompa del mundo en que te hallas sublimado. Comenzó tras esto á

cau

sumió, ni se cubrió con el agua, ántes iba siempre el santo cuerpo derecho, como si estuviera vivo, sando con esto grande admiracion á los que lo miraban. Los cristianos lo sacaron del rio, y lo enterraron en la iglesia de San Ginés, en el barrio llamado Tercios.

Cómo y cuándo fueron llevados á Oviedo los cuerpos destos dos santos mártires, á los principios

del libro siguiente se vendrá su propio lugar de escribirlo.

Este fué el fin del bienaventurado doctor y mártir san Eulogio, y esta fué la manera admirable de su salir de la vida, y pasar á la eterna. Así solo resta ya al fin deste libro, dar muchas gracias al soberano Rey de todos los siglos, porque adornando su Iglesia desde su principio con mucho número de mártires, dá á los flacos virtud y esfuerzo para serlo, y á los que no confian de sí nada, les da con alta corona su gloria perdurable. A el soberano Señor nuestro sea dada la gloria y el señorío de todo siempre jamás por infinitos siglos. Amen.

Mas ahora ya que aunque con bajo estilo y rudas palabras he acabado el martirio del santo doctor: quiero volver mi plática á él como á tan íntimo amigo mio, y tan aparejado patron, refrescándole la memoria de la estrecha familiaridad que entre nosotros dos hubo: pues estoy cierto, que me oye desde el cielo. Que no hay duda sino que puede oir á quien le rogare, y favorecer á los miserables y afligidos que le pidieren: si nos ayudaren nuestros merecimientos, si nuestros pecados no lo estorbaren, si con limpia aficion se lo pidiéremos. Ea pues mártir glorioso del alto Dios, Eulogio, dulce nombre para mí y para todos, escucha á tu Alvaro, que te está llamando con su clamor: y al que acá tuviste bien afijado en tu ánimo con caridad por amigo, allá lo junta contigo por siervo. No te alegaré con palabras de otros, sino con las propias tuyas. Verdaderamente yo soy aquel, que tú decias que estaba unido contigo, al cual y por el cual hablabas desta manera, escribiéndome en una carta. Para que no sea (dices) otro Alvaro, sino Eulogio y no en otra parte sino dentro en lo íntimo de Alvaro esté puesto y colocado por amor Eulogio. Valga, valga (Señor nuestro Jesucristo) esta dulce y fiel afi. cion que ambos nos tenemos, valga, para que creciendo siempre en santidad, como luz resplandeciente, pase adelante y crezca, hasta llegar al resplandor de dia perfecto.

Ves aquí señor mio Eulogio tu testimonio, que yo guardo como si estuviese escrito con letras de oro y piedras preciosas. Mas deseo que cumplas lo que dices, y me ayudes, como para que se cumpla es menester. Porque lo que puesto en la tierra tan afectuósamente pedias con tu oracion, en el cielo puedas ya alcanzarlo con tu intercesion. No hay duda sino que tu verdadero amor conserva todavía en esta ausencia aquella gran caridad, con que así publicabas amarme, y desearas ver cumplido en mí, lo que deseabas para mí, y se cumplió ya en tí. Ea pues mártir esclarecido y amigo mio carísimo, entre tanto que hay sazon, entre tanto que dura para mí el tiempo de la misericordia, no niegues á tu amigo el don de tu intercesion y patrocinio, para que se me conceda con ella, el poder mejorar en todo mis costumbres. Tenga don de continuas lágrimas, tenga afectuosa y perpetua compuncion, y désele á mi alma deleznable una aficion poderosa de las virtudes. Tenga santo afecto de penitencia, y déseme espacio conveniente de emplearme en ella. Ábraseme verdadera puerta para entrar al servicio de mi Dios, sin que halle estorbo ni tropiezo en el camino. Desátense todos los ñudos de mi perplejidad, suéltense y deshaganse todas las trabazones de todos mis impedimentos y encadenaduras: y por mudanza de la diestra del muy alto todo se me convierta en ayudas, que me valgan y aprovechen. Ábranse las puertas de

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mi corazon, para recibir en él el reino de mi Dios. Derríbese mi soberbia cerviz, inclinando el cuello, para recibir y llevar el suavísimo yugo de Jesucristo. Mayores cosas querria Señor pedir, pasando mas adelante, mas temo ser soberbio en pedirlas. Mas tú ó siervo del alto Dios, que gozas ya de la presencia de tu Señor, y te ves contento del todo con ella, y por don suyo enteramente te alegras: interviniendo tus ruegos, alcanza para mí desventurado aquello, con que tú mejor entiendes que se limpian millares de pecados, deseando la vida eterna, y el descanso del reino celestial. Procura pues con cualquier tormento ó con cualquier azote poner remedio á este mal siervo, y con aquel fuego de amor encendido, con que acá en la tierra me amabas, te aficiona á limpiar tu amado: porque aquel nuestro amor ahora resplandezca con mayor lumbre, cuando puede mas lucir, y de Dios puede mas alcanzar. Que yo, mi dulce Eulogio, cuanto puedo he deseado ilustrar y esclarecer la memoria de tu nombre, escribiendo tu vida, celebrando tu doctrina, y dando cuenta de tu gloriosísima pelea: porque la memoria de tu suave nombre siempre esté verde, y florezca acá en el mundo, como en el cielo está con perdurable resplandor muy esclarecida. Cumplí conforme á mi poca posibilidad lo que debia á nuestra amistad, para que los que despues de nosotros vinieren te hallen alabado, y te miren como dignísimo de ser imitado. Tú pues, señor mio venerable, recompensando mi trabajo, pagame mi jornal. Pues con mi servicio se adornan tus reliquias, se honran tus obsequias; sea yo tambien de aquí adelante alumbrado con tu dichoso mirarme, sea visitado con don celestial. Y yo que hasta ahora siempre he ido acrecentando en mis males, y perseverando en ellos, me he apartado de la presencia de mi Dios y mi Señor, por llegarme á su malenemigo: alumbrado con la gracia preveniente, y por piadosa misericordia de Dios acabando la vida con buen fin, merezca gozar contigo y en tu compañía los placeres eternos del cielo: como tambien acá en la tierra con igual gemido y llanto me afligi siempre contigo, por verme fatigado con las miserias de la vida. Y no pudiendo yo merecer igual grado de gloria contigo por lo menos por tu ruego se me dé perdon de mis culpas. Porque no gima eternamente en la pena del infierno, sino me alegre en el descanso del cielo, otorgándote Dios esto á tí, y á los otros santos mis señores y tus compañeros.

CAPÍTULO XXVIII.

Averiguacion del lugar donde fueron martirizados en Córdoba estos santos, y los demás destos tiempos. Antes de pasar adelante será bien averiguar aquí enteramente, lo que algunas veces hemos tratado, como la plaza de los moros y el audiencia donde comunmente su juez residia, y el lugar del degollar los mártires, era en aquel gran campo, que ahora vemos delante el alcázar, y le llaman el Campillo. En la muerte de san Eulogio lo muestra claro Alvaro. El orden que él prosigue es éste. San Eulogio fué llevado al juez, de allí lo metieron dentro del alcázar á los del consejo. Esto fué llevarlo de la plaza, como en otros santos hemos visto. Del alcázar lo sacaron luego degollar, y esto tambien fué volverlo á la plaza, lugar ordinario de degollar los mártires, como en otros santos se hacia. Vése claro, pues todo se hizo en muy pequeño rato, no habiendo cuasi nada que andar. Hasta aquí está claro como la plaza estaba junto al alcázar.

se sentó la paloma, cuando yéndola á tomar, la forzaron á levantarse de encima del santo cuerpo.

Mas mucho mas manifiesto está luego, pues en acabando de degollar al santo, dice Alvaro, que lo echaron desde lugar muy alto à la ribera del rio, como tambien hacian á los cuerpos de otros santos, segun lo hemos visto. Y así es que va el muro muy bajo por todo el Campillo, haciendo mirador sobre el rio. Mas por la parte de fuera en la ribera está mas de tres picas en alto. Y la priesa de despeñarlo acabándolo de degollar, muestra manifiestamente el lugar tan aparejado para aquella crueldad.

Estas dos verdades tan ciertas y manifiestas, muestran claramente, como la plaza de los moros donde juzgaban y degollaban los santos, era en aquel raso que ahora liaman el Campillo, y desde allí los despeñaban, para ir á caer á la ribera del rio, donde se ha mostrado.

Siendo todo esto así, aun puede haber harta duda, y muchos la tienen, en si era la plaza y lugar del marlirio el Campillo que está fuera del alcázar, ó un llano cerrado en triángulo, que está allí á mano izquierda, habiendo ya entrado en el alcázar por la puerta que está debajo de la torre de la Vela, y ahora lo siembran. Parece hay razones para creerlo, por señalar siempre san Eulogio, y Alvaro tambien, que la plaza y el degollar los mártires era ante fores palatii, que así dicen, y en castellano, delante las puertas del palacio real. Y llaman puertas de palacio á la entrada del audiencia de los señores inquisidores, ó á la otra puerta frontera por donde está el patio de la gran fuente llamada copa real. Así era fácil cosa derribar de allí el cuerpo del degollado á la ribera del rio, como realmente se hacia. Y no era tan fácil derribarlo desde el Campillo, pues de allí daba primero en este triángulo llano, de que vamos diciendo, y luego lo habian de derribar otra vez de allí, para que fuese á caer en la ribera: pues hay por todo aquello dos muros apartado uno de otro.

Averiguarse han primero dos cosas. La una el lugar de la ribera del rio, donde iban á caer los cuerpos de los mártires que despeñaban de arriba, y la otra cuál es la torre donde se sentó la paloma, cuando la forzaron á levantarse de sobre el cuerpo de san Eulogio. Destas dos cosas bien aclaradas, se certificará lo que queremos averiguar. Es cosa clara, que los cuerpos muertos de los santos mártires, que así derribaban al rio, iban á caer en aquel trecho de ribera, que hay desde aquel soberbio edificio, llamado ahora el Batan del Aibolafia, hasta la primera torre del gran patio del alcázar rio abajo, que la llaman del Baño, por tenerlo allí los reyes moros, como hasta ahora se vé, en el rico edificio de baño que tiene dentro. Esto se prueba manifiestamente. La torre donde hacian la guardia aquel de Ecija, y el otro que Alvaro cuenta, es la que está sobre la misma puerta y entrada del alcázar, y hasta ahora la llaman la Torre de la Vela, y es el propio lugar para hacerla. El de Ecija, desde la torre no podia ver el cuerpo de san Eulogio, porque no se ve. desde allí la orilla del rio, mas viólo, cuando fué á beber. El ir á beber fué al caño de agua que iba por cima del muro descubierto hasta aquella torre del Baño, para mantenerlo de agua, y el caño se ve ahora ir has-biéndose ya pasado la torre de la Vela y su puerta, ta la torre por cima del muro. El gran golpe de agua que iba por este caño, se tomaba del rio con presa en aquel bravo edificio del Albolafia, y se levantaba con una rueda de las que en Toledo llaman azudas, y los moros las llaman azaca yas ó albolafias, y es la máquina que Vitrubio llama tempano. La rueda era altísima, pues subia á verter sobre todo aquel edificio, donde está la pequeña alberca en que primero derramaba. Y en la pared de cal y canto, donde estaba el eje de la gran máquina, se ven ahora señales en círculo, de cuando los grandes tarugos ó clavos de la rueda acertaban á tocar allí. Y el agua de aquella alberca alta, estando al peso del muro atravesaba hasta allá sobre el arco, por donde ahora pasamos, yendo desde la puerta de la puente rio abajo, y por su caño de encima del muro iba á la torre. Así la centinela no pudo beber, si-al Campillo sale, y hace que sea él forzosamente el lu

no desde el batan hasta esta primera torre. Y en aquel trecho estaba el cuerpo de san Eulogio, pues la torre es tan gruesa y brota tan afuera del muro, que estorba ver la ribera de mas abajo. Por todo vemos, cuan al propio habló Alvaro cuando dijo que fué aquel á beber ad prominentem canalis ductum, qui super illa loca producitur. Y en castellano: al caño alto de la canal de agua, que sobre aquellos lugares altos sacan. Y con esto queda manifiesto con evidencia, como caian los cuerpos de los santos degollados en aquel pequeño trecho de la ribera desde el albolafia hasta la torre del baño.

La misma certidumbre hay en lo de la torre sobre que se sentó la paloma, siendo forzoso que fuese la torre del baño. Porque allí no hay otra ninguna, y cae de tal manera sobre aquel trecho, que le cierra, y lo señorea todo, y parece nos está diciendo, sobre mí

Con todo esto yo tengo por cierto lo primero que he dicho del Campillo. Certificame en esto, el ver como es cosa extrañamente impropia y fuera de toda verisimilitud el llamar, delante las puertas de palacio, á aquel llano triangular, estando tan dentro en el alcázar, ba

que son su verdadera entrada. Porque allí adelante ya no hay fortificacion, ni encerramiento, sino abertura tan llana y patente, que en una casa de un particular no se podia sufrir. Era sin duda la verdadera entrada y puerta del palacio el arco que está junto à la torre de los Leones, que tambien la llaman del Homenaje, y teniendo quicios en lo alto, muestra como tuvo puertas y cerradura. Y con esta puerta, y la otra que signe luego debajo la torre de la Vela, que se cierra ahora de noche, estaba el alcázar tan cerrado y seguro, como cualquier otra fuerza puede estar. Sin todo esto una gran puerta, que ahora está cerrada de cal y canto en el rincon detrás del cadalso de los señores inquisidores, pudo muy bien ser la puerta antigua del alcázar, y tiene harta probabilidad de haberlo sido, y ésta

gar que estaba delante las puertas del palacio real.

La misma impropiedad y ninguna probabilidad bay en llamar puerta de palacio á la del audiencia ó de la Copa real, estando ambas tan dentro ya del alcázar, que no hay nada mas adentro. Y no hay duda sino que degoilando en el Campillo, y derribando el cuerpo muerto al rio, habia de caer primero en el llano ya dicho, y de allí lo habian de derribar otra vez. Mas esto no era nada dificultoso al verdugo, pucs era su oficio, y se le mandaba lo hiciese, y fuera castigado si no lo hiciera.

Esta es mi opinion, quien quisiere seguir la otra, ya yo le muestro las razones que podrá tener para creerla. Lo que conviene es reverenciar con mucha devocion aquellos santos lugares uno y otro, y tambien aquel trecho de la ribera del rio, pues todo participaba tan de veras del martirio de los santos, y de la

de Navarra Iñigo Arista á los moros, fuele necesario. detenerse allí, sin pasar á Francia, habiéndose vuelto de los fines della, por estar todo aquello de las montañas de los Pireneos, por donde habia de ir muy ata

sangre que en él derramaban. Yo con toda mi indignidad, cuando me veo por allí, no querria sino andar de rodillas besando la tierra, tan empapada y santificada con la sangre de tantos mártires. Que si no es en Zaragoza ó en San Pedro de Cardeña, no hay en toda Espa-jado con la guerra. Algunos años antes se le habia leña otro lugar semejante, ni digno de tanta reverencia por tan justa razon.

No creo podrá parecer á nadie muy largo y prolijo el discurso desta averiguacion, pues en las antigüeda des profanas se tiene por bueno el darles luz y aclararlas enteramente con mucho detenimiento.

CAPÍTULO XXIX.

Lo demás de la vida de san Eulogio que se sabe por sus obras.

Hasta aquí se ha trasladado en castellano la vida del santo mártir Eulogio, de la que escribió en latin Alvaro su grande amigo. Ahora se pondrán otras cosas del santo, como se halla noticia dellas en sus obras y en otras memorias de aquel tiempo. Su madre de san Eulogio se llamaba Isabel, como en la epístola del obispo de Pamplona lo dice; y tuvo tres hermanos el santo llamados Alvaro, Isidoro, y el menor de todos José, que vivia con el rey moro Abderramen, y le fué quitado el acostamiento cuando el rey Mahomad echó á todos los cristianos del palacio y servicio real, como hemos dicho. Tuvo tambien dos hermanas Anulona, de quien en su martirio se ha hecho mencion, y otra llamada Niola, como él la nombra, nombrando tambien á su abuelo Alvaro, de quien cuentan, que como los moros cuando oian tañer las campanas de nuestras iglesias se atapaban, como dijimos, los oidos, así él tambien hacia lo mismo cuando ellos desde las torres de sus mezquitas con grandes voces y aullidos convocaban su pueblo para la zalá, que era su fiesta de rogativas.

La peregrinacion que san Eulogio hizo hasta Pamplona y los confines de Francia, que tocó Alvaro en su vida, la cuenta el santo muy à la larga en aquella epístola al obispo de Pamplona, y pasó desta manera: ya hemos dicho como teniendo los moros en Córdoba y en toda parte las mas ricas posesiones en los campos, y agravando á los cristianos con muchos tributos, ellos eran forzados á tener sus tratos y comercios de mercadurías para poder sustentarse.

Desta manera los dos hermanos de san Eulogio, Alvaro y Isidoro, se fueron con sus mercaderías hasta Francia, pasando con ellas hasta Lombardia y al reino de Bayoaria, donde á la sazon reinaba el rey Ludovico, hijo del emperador Ludovico, nieto del emperador Carlo Magno, y hermano del rey de Francia Cárlos el Calvo. Y Bayoaria se llamó corrompido el vocablo por los pueblos Boyos, aquella region que está entre Lombardía y Alemania en aquellas comarcas que ahora llamamos el Frigol, donde está la ciudad de Trento, famosísima en nuestros tiempos por el santo concilio universal que allí se celebró, y Ratisbona y Maguncia. Deteniéndose, pues, mucho los dos hermanos por su negociacion en tierras tan apartadas, y teniéndose pocas ó ningunas nuevas dellos, san Eulogio determinó ir á buscarlos, ó desde mas cerca traer nuevas ciertas dellos á su madre, que parece se debia affigir con la ausencia de sus hijos y de la hacenduela de todos que habian llevado, Llevó consigo san Eulogio para esta jornada á Teodemundo un diácono, y él dice lo amaba y tenia como á hijo. Llegado en Navarra á Pamplona, la cual poco antes se la habia ganado el rey TOMO II.

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vantado al emperador Ludovico, rey de Francia, el duque Guillermo, en Lenguadoc, juntándose con otro capitan llamado Azon, y con favor que les dió el rey Abderramen de Córdoba, mandando al rey de Zaragoza fuese con grueso ejército en su ayuda, trujo muy fatigada toda la Narbonesa, llamada entonces la Galia Gótica, hasta las vertientes de los Pireneos, y aunque el emperador envió contra estos tiranos capitanes el abad Helisacar y dos condes, Hildebrando y Donato, y ellos hubieron dellos algunas victorias, y tambien el conde Bernardo de Barcelona por su parte los aquejaba, mas todavía se mantuvieron en robar y destruir la tierra, sin que los del emperador se lo pudiesen estorbar. Fué forzado por esto Ludovico á enviar á esta guerra á su hijo mayor llamado Pipino, el cual hizo poco efecto por flojedad de sus capitanes, que llegaron muy tarde á los enemigos. Duró esta guerra desde el año ochocientos y veinte y siete hasta el ochocientos y cuarenta en que murió el emperador Ludovico, y pasó adelante en tiempo de su hijo Carlos el Calvo, rey de Francia. Esta guerra cuentan así los anales del monge y los otros buenos historiadores de Francia, y ella es la que san Eulogio dice le detuvo de no poder proseguir su camino á Francia, forzándole volverse á Pamplona, habiendo querido pasar, á lo que se puede entender, los Pireneos por lo mas oriental de Sobrarbe, hácía Barcelona.

Estando en Pamplona el santo, pudiera meterse en Francia por los puertos de Ronces-Valles y lo de Bayona, mas tambien dice se lo estorbó otra guerra que por aquella parte habia movido al rey Cárlos el conde Sancho Sanchez, y aunque este nombre parece español, ninguna cosa podemos saber de quien fuese, por no hallarse ninguna otra mencion dél en ningun autor ni privilegio. En este detenimiento que así hizo san Eulogio en Pamplona, lo hospedó benignamente Wiliesindo 6 Guiliesindo, obispo de aquella ciudad, sin dejar ningun género de buen cumplimiento y liberalidad que no la usase con su huésped, dándole tambien algunos que le acompañasen en visitar los monasterios de aquella tierra, por aliviar su tristeza de no poder ir á buscar sus hermanos. Así cuenta el santo mártir como estuvo muchos dias en el monasterio de San Salvador de Leire, que hasta ahora es insigne en el reino de Navarra. Tambien estuvo aunque poco en el monasterio de san Zacarías, que estaba á las faldas de los Pireneos, por cima de Pamplona, sobre el rio Arga, llamado entónces Arago, que desciende despues á Pamplona, y poco despues entra el rio Ega, llamado entónces (como san Eulogio dice) Cantabro. Era abad en aquel monasterio Odoario, hombre insigne en santidad y muchas letras, gobernando allí cien monges, de cuyas virtudes y santos ejercicios el santo cuenta grandes cosas. Volvió de allí son Eulogio otra vez á Pamplona, y allí tuvo nueva como unos mercaderes habian aquellos dias vuelto de Francia á Zaragoza, y sus dos hermanos con ellos. Al partirse para allá, le pidió el obispo Wiliesindo que vuelto á Córdoba le enviase reliquias del santo mártir Zoilo, y prometiéndoselas, tomó su camino para Zaragoza con su diácono Teodemundo, que siempre le acompañaba. Llegado en aquella ciudad, halló los mercaderes que le habian dicho, mas nó á sus her39

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