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del hombre, ó como si las mujeres no jugasen tambien á él; encuéntrase tambien el prosaico dominó; en algunos cafés hay otros juegos ménos aristocráticos, como el solo, la malilla, y aun en otros de España los hay mas poéticos, como el en dónde murió Cristo, y la rolina, la célebre rolina en cuya mesa se experimentan tantas peripecias, tanto apogeo y perigeo de fortuna, cuantas vueltas da en una noche la dichosa bolita de marfil; esa rolina que tantos capitales se ha tragado, que tantas familias ha reducido á la mendicidad, que tantos crimenes ha causado, que tantos desafios ha promovido, que tantos suicidios... pero huyamos, huyamos de esa mansion tan horrorosa como las mismas gradas del patibulo, su ordinario compañero. No penetremos en su silenciosa estancia, donde se oven clara y distintamente las palpitaciones de cien corazones, como el lúgubre tañido de una campana que anuncia el trágico fin del culpado, de cien hombres de cuya muerte ó vida va á decidir la colocacion de la ebúrnea bola en un número par ó impar... pero continuemos.

El que sale en ayunas de una casa por sus ocupaciones, así como el que piensa almorzar á costa de algun primo, tiene en el café lo que necesita para acallar su desarreglado estómago: alli se le sirve café ó te con leche y manteca.... En los cafés hay de todo, pero es menester conocer y tocar á tiempo todos los resortes necesarios. Los mozos son esos resortes: tocadlos pues, y tendréis un billete de la loteria cuando ya no se encuentren en las administraciones, porque de ordinario sucede que á los tres ó cuatro dias de anunciado el sorteo, no encuentra usted un billete ni por un ojo de la cara : malas lenguas dicen que eso consiste en que los loteros los esconden para venderlos luego á mayor precio, por medio de sus agentes particulares. Vean ustedes cuántas cosas se dicen sin fundamento. Pero,

como iba diciendo... toque usted el resorte, que es el mozo, y usted tendrá tambien, cuando ya nadie encuentre, una boleta para los toros, una buena luneta para el teatro, unos versitos anticipadamente de los que han de leerse luego en el mismo teatro, dedicados al autor de la nueva produccion dramática; un mozo lo tiene todo y lo sabe todo, por supuesto con su cuenta y razon... el mozo es el paño de lágrimas del que ha perdido al billar ó á cualquiera otro juego; gracias á él, un hombre se repone de la turbacion é incomodidad que le causara la pérdida de su dinero, y luego vuelve muy ufano á perder de nuevo su empréstito... el mozo, si no lleva usted suello (sinónimo de no tener), suple por usted su taza ó copa, y tambien le saca de un compromiso delante de cinco ó seis camaradas... el mozo conoce á todos los que entran en el café, y á sus padres, y á sus hijos, y á sus hermanos, y á sus primos, y á sus cuñados, y á sus principales, y á sus factores; da memorias de fulano, recuerda aquello á mengano, hace una señal de inteligencia á zutano; el mozo sabe quién pasa por la calle y quién vive en frente, y junto, y mas allá, y á la vuelta de la esquina, y todo esto lo dice directa ó indirectamente y con cierto aire de misterio ó reserva; el mozo os guarda la capa y el paraguas, y os lo presta si no lo teneis; el mozo os da papel de escribir; qué sé yo lo que hace un mozo... en fin, un mozo de café es un amigo, con tal que se corresponda, y es muy justo, á su confianza.

En un café se reunen los financieros con el piadoso fin de establecer una empresa para evitar el contrabando, asegurando así el bienestar y el porvenir del complaciente y desinteresado ministro de Hacienda, y obteniendo para sí la lícita ganancia de un doscientos por ciento; se asocian tambien los desocupados calaveras para hacer os

tentacion de sus soñadas conquistas, disfamando á jóvenes incautas que sostuvieron con ellos una frívola correspondencia, ó quizas que ni aun conocen á sus infames y viles disfamadores. Los posmas del siglo pasado celebrando todo lo de su tiempo, y no aplaudiendo nada del presente, no porque hoy dia no pueda celebrarse nada con fundamento, sino por la vetusta manía de los mismos: se aislan en un rincon desde el cual, con el desesperado acento de la impotencia, arreglan el mundo político con mas facilidad que se toman una taza de café, por supuesto, sin leche. Asócianse tambien los aspirantes al dictado de literatos, los jóvenes de aficion, estudio y entusiasmo por la literatura y ciencias, y se asocian con el fin de leerse sus producciones, ó por mejor decir ensayos. En el círculo que forman, cual si fuese un ateneo, se someten á discusion los trabajos, y se clasifican: si tienen algun mérito se zahieren y critican tenazmente por los mas envidiosos, y si no lo tienen, es fastidiado su autor con consejos varios, diferentes, contradictorios; se le moteja y se le obliga en fin á que aburrido, desesperado por ver ajado su amor propio, se marche rápidamente á leérselo á su amante, que siempre lo elogiará, ó si no la tiene, á que rompa los borradores ó su cabeza contra la primera esquina. De un café salen las bromas, aunque sean para las mas caras; de un café salen los remitidos de elecciones para los periódicos; de un café salen las empresas para los mismos periódicos; de los cafés se va á los teatros, al paseo, á la iglesia, á casa de la amada, á casa de... Dios sabe adónde se va al salir del café, de esa tumba de reputaciones, de esa mansion de ociosos, de esa morada de petardistas, de ese lugar de algazara, confusion é independencia, de ese espejo de la civilizacion de un pueblo.

J. S. de T.

RESEÑA POLITICA DE ESPAÑA.

RÁPIDA OJEADA DE LA GUERRA CIVIL Y DE LA SITUACION POLÍTICA DE LA

PENÍNSULA.

ARTÍCULO XXXIV.

Los trágicos hechos de Estella ocurridos en 18 de febrero de 1859 hacian imposible toda avenencia entre el cuartel real y el del general en jefe del ejército realista. Al ordenar este la prision y muerte de los generales Guergué, García y Sanz, del brigadier Carmona y del intendente Uriz, se habia convertido en el verdadero dictador y soberano del campo carlista, y eran por lo mismo incompatibles entre si D. Rafael Maroto y el infante D. Carlos. No tuvo el segundo bastante valor ó suficientes fuerzas para acordar la prision y el fusilamiento del primero, y por lo mismo, colocado Maroto en una pendiente fatal, tenia al fin que matar la causa de D. Cárlos ó sucumbir con ignominia. No faltó al general Maroto en su critica situacion aquella audacia y valor que dan la desesperacion y el terror, y fué por lo mismo de dia en dia ganando terreno, hasta constituirse en árbitro de la causa realista. Ejecutada pues que fué con inexorable puntualidad la sangriental 19

T. X.

órden del 18 de febrero, no pensó seriamente Maroto en disculparse de este atentado, sino que suponiéndole necesario para restablecer el órden y la disciplina, exigió de D. Carlos, en lenguaje irreverente y revolucionario, que no se pusiese límite à la confianza que en él debia tenerse, y que se variase de rumbo político, expulsando del cuartel real á los autores de los males y de la division que afligian al campo carlista. Tan notable es por lo irrespetuosa y exigente la exposicion que en 20 de febrero dirigió el general Maroto á D. Carlos, dándole cuenta de los sangrientos sucesos de Estella, que creemos deber insertarla íntegra como un documento histórico. Decia así: «Señor: la indiferencia con que V. R. M. ha escuchado mis clamores por el bien de su justa causa desde que tuve la honra de ponerme à S. R. P. en el reino de Portugal para defenderla, y mas particularmente desde mis agrias contestaciones con el general Moreno, oscureciendo y despreciando mi particular servicio, prestado en la batalla sostenida contra el rebelde Espartero en las alturas de Arrigorriaga, la que pudo y debió haber presentado el término de la guerra, puesto que el enemigo contaba solo por aquel entónces con el resto de muy pocas fuerzas, despues de que Bilbao hubiera sucumbido encerrado en él todo su ejército con la division inglesa, aminalado y sin recurso para subsistir ocho dias, herido su caudillo y con la positiva confianza que yo tenia de que un solo hombre no podia escaparse, y de consiguiente la marcha franca de V. M. á Madrid, evitando con su ocupacion los arroyos de sangre que han corrido posteriormente; me ha puesto en el duro caso, no de faltar á V. M., como habrán procurado hacerle creer mis enemigos personales, ó por mejor decir, los de la causa de V. M., si de adoptar algunas medidas que asegurarán el órden para en lo sucesivo, la sumision y disciplina mili

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