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mayor priesa se pasarian al rey: «Segun la nobleza | graves y de tanta autoridad, quererles contradecir con

>>sufre con mayor fatiga la servidumbre, y su generoso >>>ánimo corre sin miedo por cualquier peligro á buscar >>su libertad. »

A estos hechos no les señalan tiempo de años particulares estos primeros autores, como lo hace la corónica general del rey don Alonso; ni cuentan otra cosa señalada que el rey don Pelayo hiciese. Solo Isidoro refiere, como don Alonso, hijo del capitan general, 6 duque de Cantabria, don Pedro, que, como se ha dicho, era de la sangre real de los godos, se vino de su tierra al rey don Pelayo, y él le casó con su hija, llamada Ermesenda ó Ermenesenda. Añade, que despues, ayudando á su suegro, se alcanzaron algunas victorias de los moros, con irse ya abatiendo su soberbia, y creciendo el esfuerzo en los cristianos.

Por testimonio digno de mucho crédito se verá presto como en los postreros años del rey don Pelayo se vino á su corte, y lo sirvió en la guerra contra los moros el conde Teobaldo (1), caballero francés muy principal, á quien nosotros pusimos acá el nombre de Montesinos.

Con esto concluyen los tres prelados mas antiguos la historia del rey don Pelayo, diciendo, que habiendo reinado diez y nueve años enteros, murió de su enfermedad el año de nuestro Redentor setecientos y treinta y siete y fué enterrado con la reina Gaudiosa, su mujer, allí cerca de Cangas, en la iglesia de Santa Eulalia de Velamio.

El arzobispo y el de Tuy señalan que murió el rey don Pelayo en Cangas, que, como se ha dicho, es allí cerca de Covadonga. Garibay dice, que puede estar errado, y que por Yanguas escribieron Cangas. Esta es una cosa fuera de ninguna buena conjetura. Porque todo su vivir, reinar y vencer, morir y enterrarse dej rey fué en aquellas comarcas de Cangas: y Yanguas está de allí mas de ochenta leguas, donde el rey jamás fué, ni aun pudo tener (á lo que se deja muy bien considerar) pensamiento de ir. Por hacer este autor algun aparejo, para lo que despues dijo del enterramiento del rey Aurelio, parece usó aquí desta conjetura. Tambien veremos allí como no tuvo tampoco ningun fundamento. El rey don Pelayo no reinó en mas tierra que la que hay en Asturias de Oviedo á la larga, desde Cangas de Onís hasta Cangas de Tineo, que son hasta cuarenta leguas de largo, y diez ó doce de ancho hasta la mar.

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Señala tambien Garibay el dia de la muerte del rey don Pelayo, y dice que en algunos autores antiguos y modernos (estas son sus palabras) se halla que falleció viernes diez y ocho de setiembre. En tanta particula ridad, y de cosa de tanto momento y certidumbre para la cuenta de adelante, fuera mucha razon (como lo hace otras veces) nombrar los autores donde se halla- | ba, y entendiérase qué crédito merecian. Muchos leen ó todo ó mucho de lo que de las cosas de España está escrito, y yo de mí digo que con haber leido harto desto en libros, y en anales antiguos, y en diversos géneros de memorias, jamás he visto escrita esta particularidad. Y ojalá tuviera esto alguna manera de certidumbre, pues fuera un punto fijo notable y muy necesario para lo de adelante.

Tambien este autor juntó muchas conjeturas para probar que el rey don Pelayo fué natural español, y no del linaje de los godos. Esto es ó no leer con atencion nuestros buenos autores por negligencia, 6 siendo tan

(1) En el cap. 16

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porfía y sin los buenos fundamentos que para hacerlo eran necesarios. Dios sabe cuan contra mi natural inclinacion escribo esto destas contradicciones. No quisiera yo sino nombrar siempre á este autor y á otros para siempre alabarlos, y estimar mucho sus buenos trabajos como quien sabe cuán grandes son, y así lo haré siempre que pudiere. Mas la obligacion que me pone el aclarar la verdad es tan grande, que faltaria mucho á mi deber si dejase de manifestarla tanto cuanto por todas vias se puede. Ya se ha dicho cuan verdaderamenta era godo el rey don Pelayo, y ningun buen historiador de los nuestros lo deja de repetir muchas

veces.

Yo tengo una corónica de España escrita en pergamino, tan antigua, que como en ella se dice, se escribia el año de nuestro Redentor mil y trescientos y cuarenta y cuatro, y por algunas buenas conjeturas pienso sea la que escribió el infante don Juan Manuel. Esta corónica siempre que nombra al rey don Pelayo, lo llama don Pelayo el Montesino. Lo mismo hace otra corónica escrita en Sevilla en tiempo del rey don Juan el Primero, y tambien le da este sobrenombre el conde don Pedro de Portugal en sus genealogías. Y á lo que yo puedo pensar se le dió tal sobrenombre por haber reinado no mas que en aquellas montañas de Asturias, 6 por haber sido elegido en el monte de Auseva, y salido dél con tan gran victoria y triunfo del cielo.

CAPÍTULO V.

El rey don Pelayo no ganó á Leon, ni tuvo titulo ni armas de aquel reino. Cuando tomaron nuestros reyes armas, y tuvieron sello. De los privilegios rodados. De su enterramiento del rey se tratará luego mas cumplidamente por ser cosa que mucho conviene aclararse. Aquí ahora es necesario proseguir como el arzobispo don Rodrigo, y la general que le sigue, escriben que el rey don Pelayo viéndose con buenas fuerzas de muchas gentes con los godos que se vinieron á él, y poniendo principalmente su confianza en Dios, que tan milagrosamente le ayudaba, salió con su ejército de Asturias, y atravesando las montañas descendió á lo llano del reino de Leon, y tomó aquella ciudad á los moros, y levantó en ella la señal de la cruz por ensalzamiento de la fé cristiana. Esta tomada de la ciudad de Leon por este rey he tenido yo siempre por muy sospechosa, y sin fundamento de verdad, habiendo muchos para bien contradecirla. Yo los proseguiré aquí para que cada uno pueda despues mejor juzgar. Habiendo sido la ciudad de Leon cosa tan insigne en estos reinos, no parece que los tres obispos mas antiguos dejaran de contar como fué tomada por el rey don Pelayo. Y ya que el obispo Sebastiano lo callara por no ser aun cabeza de reino en su tiempo aquella ciudad, no lo dejaran de escribir el obispo de Beja y el de Astorga, en cuyo tiempo ya aquella ciudad era cabeza del reino de los cristianos, y cada dia se iba sublimando mas. Como añadieron hartas cosas á la historia del obispo Sebastiano en lo que toca á este rey, añadieran tambien ésta que era tan principal para la gloria del rey, y tan necesaria para la historia. Y aun mas fuerza tiene esto mismo en don Lucas de Tuy. Era canónigo reglar en el monasterio de San Isidoro de Leon : escribia con gran diligencia y curiosidad su historia como en toda ella se parece, y habia leido á todos los autores pasados de quien muchas veces traslada todas

las palabras. Pues si él en alguno hallara mencion desto, no dejara de referir una cosa tan señalada de su ciudad, como era haber sido restituida tan presto al poder de los cristianos, y por tan excelente principio. | Demás desto estaba entonces la ciudad de Leon entera, en la forma que los romanos la habian edificado, y como ahora, aunque está muy arruinada, vemos era una brava fuerza con veinte y cinco piés de grueso en la muralla, y torres bien grandes y espesas. Y no hay duda sino que los moros tendrian en ella gran número de gente escogida, por ser tan fuerte, y el principal presidio de toda la rica tierra que hay desde allí hasta estotras montañas del reino de Toledo. ¿ Pues cómo habia de querer el rey don Pelayo ponerse á combatir una tal fuerza, deteniéndose muy despacio sobre ella en medio de sus enemigos, acá fuera de sus montañas que lo aseguraban por entonces? Fuera desto, el mismo arzobispo don Rodrigo en el capítulo siguiente del en que esto habia dicho, cuenta muy de propósito cómo se tomó Leon sin hacer mencion de lo pasado. Y cuando allí llegaremos se mostrará el buen aparejo que entonces hubo para tomar aquella ciudad. Siendo esto así, he tenido siempre por cierto que leyendo el arzobispo don Rodrigo en algun autor antiguo, halló mentirosa la escritura, porque habiendo de decir que el rey don Pelayo tomó la ciudad de Gijon, decia de Leon. En el latin decia, civitatem Legionis, habiendo de decir, civitatem Gegionis, y la semejanza tan grande de los genitivos en el latin dió fácilmente ocasion al error. Ayuda mucho á esta mi conjetura el ver cuan principal cosa era entonces aquella ciudad de Gijon en Asturias, por todo lo que della se ha dicho, y así era muy importante para firmeza y seguridad y aun asiento del reino que allí se comenzaba. Por lo cual en alguna historia se hizo justamente mencion del haberse tomado, y luego se verá otro mayor fundamento desta mi conjetura.

Habiendo tomado ocasion de lo que así escribe el arzobispo, añadió muy de propósito el obispo de Burgos don Alonso de Cartagena, que el rey don Pelayo se intituló rey de Leon. Ya con lo de arriba está harto deshecho. Yo lo que en esto creo es, que si algun título de ciudad particular tuvo este rey, fué de Gijon, como de principal cabeza que entonces era de Asturias (1). Bien entiendo cuan nueva cosa digo (y soy de los que mucho temen, como es razon, cualquier atrevimiento en la historia), mas poco mas adelante mostraremos bien claro como habia rey de Gijon y título real del nombre de aquella ciudad, y así se puede muy bien creer que si alguno particular tuvo el rey don Pelayo, fué éste que decimos.

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don Alonso que ganó á Toledo, ó poco mas adelante' como aquí se irá mostrando. Esto me parece lo puedo afirmar así por haber visto en Asturias y en Leon todas las sepulturas, sino son dos ó tres de nuestros reyes hasta el dicho, y todos los templos que edificaron, y en lo uno ni en lo otro no hay escudo ni armas, ni cosa que lo parezca, sino es la grande y riquísima cruz de oro del rey don Alonso Tercero, llamado el Magno, que por hallarse tres veces en Oviedo en obras suyas, parece la podríamos tener por sus insignias, como siendo Dios servido se dirá en su lugar. He visto tambien todos los archivos de los reinos de Leon y Galicia, porque en Asturias no hay sino muy pocas escrituras originales, y en ningun privilegio real de los reyes ya dichos, no hay señal de sello, ni mencion dél. Solamente hay el signo del rey, nombrado así en las escrituras, y comunmente es una cruz hecha de diferentes maneras, y pocas veces alguna cifra que contiene el nombre del rey. Esto es así hasta el rey don Alonso que ganó á Toledo, del cual me dicen hay privilegio sellado en el archivo de aquella ciudad. Yo no lo he visto. En el monasterio de Sahagun he visto colgado á la entrada de la capilla mayor un escudo, y dicen los monges ser el mismo que traia en la guerra este rey que está allí enterrado. Está cuarteado de castillos y leones; y siendo del tiempo del rey, prueba claramente haber traido estas armas. Mas sin duda es harto nueva la pintura y el dorado. De su nieto el emperador don Alonso, hijo de doña Urraca, he visto muchos privilegios y fueros en sus originales, y en todos no hay mas que acabar con decir que hace allí su signo. Solo he visto un privilegio deste mismo emperador en el insigne monasterio de Carracedo, de la órden de Cister, en tierra del Vierzo. Es dado en Palencia año de nuestro Redentor de mil y ciento y cuarenta y ocho, en febrero; y en él liberta y hace francos á los servidores de aquel monasterio. Tiene sello pendiente redondo y muy grande de cera, aunque en la escritura no se hace mencion del. No tiene armas, sino está el emperador sentado con magestad, y coronado, y dicen al rededor las letras: ADEFONSVS IMPERATOR HISPANIAE. Esta es la escritura mas antigua de nuestros reyes que yo he visto con sello, mas aun no tiene armas. Ya sus hijos comenzaron de hecho á sellar, y á lo que yo creo á tomar armas. Porque en el privilegio del rey don Sancho, que llamaron el Deseado, hijo del emperador, con que dió al abad Raimundo á Calatrava, hay mencion del sello del rey, aunque se debe haber perdido, y así no sabemos qué habia figurado en él. Esto creo así porque segun fué diligente el autor de la corónica de las órdenes, no dudo sino que lo refiriera si el sello estuviera en la escritura. En todos los privilegios del rey don Fernando de Leon, hijo del emperador, y hermano del Deseado, ya se hallan manifiestamente armas, pues todos tienen al pié dibujado un leon rapante muy grande. Y como este rey de Leon tomó así armas, se puede creer que los de Castilla tambien le imitaron luego. Porque ya el rey don Alonso el de las Navas, hijo del Deseado, comen

Como el obispo de Burgos dió el título y la corona del reino de Leon al rey don Pelayo, así le dió tambien las insignias, diciendo que tomó por armas un leon. Basta el entenderse por lo dicho que no fué rey de Leon, para entenderse por cierto que nunca usó traer tales armas; y así no las hay en su sepultura, ni en la igle sia que su hijo Favila, como luego veremos, edificó. Y como dejó en ella puesto gran letrero, es creible dejára estas armas si las hubiera traido su padre, y élzó á traer armas, como se ve en los sellos de sus prilas trujera. Y por ser esto de las armas de nuestros reyes una cosa no bien entendida hasta ahora, será razon dar aquí verdadera razon della. Tengo por cierto que nuestros reyes de Asturias, de Leon y de Castilla, nunca trujeron armas ningunas hasta el tiempo del rey (1) En el c. 24.

vilegios, y las trujeron todos los caballeros de su tiempo, como parece en sus sepulturas, y en la batalla de las Navas hay mucha mencion de los lobos de don Diego de Haro, y del oso de Madrid, que es harto manifiesto testimonio de traerse ya comunmente armas. Y Garibay, escribiendo de aquellos tiempos, probó muy bien como el rey ántes de aquella batalla ya traia el

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castillo por armas. Aquel leon del rey don Fernando de Leon que decíamos, está metido en un círculo con dos cercos, el uno tiene el nombre del rey, y el otro los de su mayordomo y alferez. Y éste fué el principio, á lo que yo creo, de los privilegios rodados en España, y dellos trata muy cumplidamente una ley eu las Partidas. Llamáronlos así porque al pié tienen aquella grande rueda que al principio no fué mas que dibujada de solamente tinta negra, mas despues fué pintada de colores con las armas reales de Castilla y Leon en medio, y al rededor el nombre del rey y de su alferez y mayordomo de la manera que se ha dicho. Esto vemos hasta el rey don Juan el Segundo. Mas el principio fué éste que ya he dicho del rey don Fernando de Leon, pues otro mas antiguo que aquel no se halla. Y en los privilegios rodados confirmaban los prelados y ricos hombres desde que se comenzaron á usar, mas no confirmaban en otros privilegios ó cartas reales que vemos de menor autoridad.

El primer origen y principio de traer armas nuestros reyes, tengo por cierto se tomó del rey don Alonso de Aragon, que vino á casar en Castilla con la reina doña Urraca. Porque los aragoneses habian ya tomado el traer armas de los franceses. Y viendo acá en Castilla como el rey de Aragon y sus caballeros traian así insignias notables en sus escudos y sellos, parecióles bien tomar la misma costumbre. Y así conforme a lo dicho, despues deste tiempo de los aragoneses hallamos la mencion de sello, y algun principio de armas en los reyes, y en las fundaciones del conde don Peranzurez en Valladolid. Y de los dos condes aragoneses don Ponce de la Minerva, y don Ponce de Cabrera vemos sus armas en el monasterio de Sandoval y en el de Nogales y en Zamora, y en el de Valbueno en la sepultura de la condesa doña Estefania, que tambien vino de Aragon por este mismo tiempo. Y digo que nuestros reyes tomaron tan tarde armas, y sus caballeros tambien. Porque las armas que se ven mas antiguas que esto en el monasterio de Oña, en sepulturas de mayordomo y camarero del conde de Castilla don Sancho, como en su lugar se dirá, tengo yo por cierto que se las pusieron sus descendientes, no habiéndolas traido ellos. Porque están pintadas, y no esculpidas. Y el conde don Ponce de la Minerva fué tan amigo de conservar acá la memoria de las cosas de su tierra, que habiendo tomado el sobrenombre de Minerva de un castillo así llamado en el condado de Tolosa y en el señorío de sus padres cuando lo heredaron nuestros reyes en el reino de Leon, labró un castillo en su tierra, y llamólo de la Minerva, que dura hasta ahora con lugar del mismo nombre á cinco leguas de Leon. Y eran sus armas un es. cudo cuarteado con águilas y bocinas, como se ven en su sepultura.

CAPÍTULO VI.

El enterramiento del rey don Pelayo, y de una ley que en su tiempo dicen se hizo para la sucesion del reino.

Como atrás comencé à decir, los dos obispos Sebastiano y Sampiro escriben que el rey don Pelayo fué enterrado en la iglesia de Santa Eulalia de Velamio. Lo mismo dejó escrito de su misma mano el obispo Pelagio de Oviedo en las genealogías que ya se pusieron. En un libro tambien muy antiguo del coro, que tiene el monasterio de Covadonga, está escrito al cabo con letra gótica esto mismo del enterramiento del

rey don Pelayo, y de su mujer, nombrándola Gaudiosa como los demás. Aquella iglesia está á una ležua pequeña de Covadonga, no mas de cuanto se dobla la sierra llamada Velamio, de donde la iglesia tomó el nombre, porque ella está en el campo sin tener lugar ninguno juuto. El mas cercano en lo bajo de la vega es el Corao, de cuya antigüedad se dijo ya mucho cuando se escribia la guerra de Augusto César con los asturianos. Los de allí me dijeron, y se puede bien creer, que el rey habia edificado aquella iglesia para su enterramiento. Parece pudo escoger aquel sitio por estar tan junto à la santa cueva, y por haber acabado de vencer á los moros en la anchura de aquel valle cuando primero peleó con ellos, siendo mas manifiesto el milagro de la ayuda del cielo, pues en aqueHlos llanos de la vega se podian aprovechar los moros de su gran multitud. El advocacion de la santa púdola tomar el rey, ó por particular devocion suya, ó por la otra victoria del valle donde fué muerto Munuza. Allí se enterró el rey con la reina Gaudiosa su mujer, poniendo sus sepulturas fuera de la iglesia arrimadas á ella, segun entónces, y mucho despues se usó en España, como se usaba tambien universalmente en la | primitiva Iglesia. Ahora habiendo ensanchado aqueIla iglesia, quedó el lugar de las sepulturas del rey dentro, y llámanle al sitio Cuerpo Santo. El lucillo de la reina está fuera vacío y sin cubierta, y es tan liso y tan humilde, que a mí me espantó cuando me lo mostraron, por no ser mas que cualquier otro de los muy ordinarios.

El cuerpo del rey con el de su mujer fué despues trasladado de allí á la santa cueva, como es cosa muy sabida en toda la tierra. Así muestran allí en la santa iglesia su sepultura en una larga covacha que está al cabo della frontero de la capilla mayor. Dentro desta capilla mayor, por pequeña que es, y junto al altar mayor está á un lado otra sepultura de piedra alta, y en alguna manera bien labrada. Esta dicen que es de su hermana del rey don Pelayo. Yo tengo por cierto que esta sepultura es del rey, y no de su hermana. Muévome á creerlo por ver como en tiempo del obispo Pelagio de Oviedo, que ha cuatrocientos años que escribió, no era mudado el cuerpo del rey de la iglesia de Santa Eulalia, pues él en aquellas sus genealogías tan sencillamente dice como está allí enterrado. Del mismo tiempo parece el libro antiguo de Covadonga, de que poco há decíamos. Así se entiende como el trasladar el cuerpo del rey se hizo despues. Y porque la sepultura de la covacha es cosa lisa, y solo un lucillo llano aunque muy grande, véese en ella ser destos tiempos mas antiguos de que vamos contando. Mas la sepultura de la capilla mayor (como ya comencé á decir) es bien labrada, y muestra semejanza de otras que vemos de trescientos, ó pocos mas años á esta parte. Y el rey ó prelado que lo mandó trasladar allí al rey don Pelayo, es de creer le mandó hacer honra de enterramiento, pues tan altamente lo merecia, y no lo arrinconaran, ni le echaran fuera de la iglesia, como verdaderamente está el agujero de la covacha. "Así se le dió aquel sitio principal de junto al altar mayor, que no habia para qué dárselo á su hermana, y se labró como mejor en aquel tiempo se podia la sepultura. Ayuda mucho, y aun certifica lo que yo así creo, el ser cosa harto cierta, como despues se verá, ser aquella sepultura de la covacha del rey don Alonso el Católico, su yerno del rey don Pelayo. Yo tengo por cierto que el rey don Alonso el Sabio hizo

H

trasladar allí el cuerpo del rey don Pelayo, y le hizo la rica sepultura, encerrando tambien en ella los huesos de la reina su mujer, pues no era razon dejarlos en Santa Eulalia, mudando los de su marido. El rey don Alonso el Sabio fué verdaderamente inclinado á mudar los enterramientos de algunos reyes á mejores lugares, como en lo del rey Wamba dijimos, y poco despues en lo del rey don Bermudo el Primero se verá. Todo esto es menester rastrear así por haberse perdido todas las escrituras del monasterio de Covadonga, sin que haya memoria de ninguna dellas. Allí pudiera haber claridad y testificacion en ésta y en otras cosas que á la historia pertenecian. No ha muchos años que se perdieron habiéndolas tra ido un abad de Covadonga á la corte para confirmar los privilegios, y muriendo acá, no se entendió en cuyo poder quedaron.

ochocientos años atrás, que nos podemos y debemos mucho preciar della los españoles, segun las mudanzas yextrañezas que en todos los demás imperios y reinos vemos haberse muchas veces introducido en el linaje y sucesion de los reyes y emperadores. No hay nacion ninguna que considerando bien esto, no lo tenga por una incomparable gloria de la real sangre de España.

CAPÍTULO VII.

La sucesion de los arzobispos de Toledo, y santos varones que por este tiempo en España florecieron.

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Habiendo ya dicho como los dos catálogos antiguos de los arzobispos de Toledo no ponen á Urbano, y habiéndolo contado entre ellos por los testimonios de los buenos autores que dél escriben, con las buenas conjeturas que se les allegan, será necesario continuar los arzobispos que le sucedieron. Y por ahora no podremos seguir sino para muy poco desto algunos coronistas pues pocos tratan dello, sino solo los dos catálogos algunas veces referidos, el uno del libro muy antiguo de concilios de san Millan de la Cogulla, y el otro del libro pequeño del sagrario de la santa iglesia de Toledo. Ambos tienen harta autoridad, pues el primero ha mas de seiscientos años, y el otro mas de trescientos que se escribió. Como concuerdan ambos en no poner á Urbano por las causas que en su lugar se dijeron, así tambien son conformes en dar por sucesor de Sinderedo á Sunnifredo. De aquí podemos colegir (presupuesta la verdad de haber sido Urbano arzobispo, y en el tiempo que hemos dicho) que Sunnifredo fué su sucesor. Y si él ya era muerto cuando murió el rey don Pelayo, Sunnifredo era ahora arzobispo. Vamos atinando lo menos mal que se puede en estas cosas, por no

que vivieron este arzobispo y su predecesor, ni de cosa que hiciesen.

En algunos originales antiguos de la historia del obispo don Lucas de Tuy se halla escrito que nuestros españoles hicieron en tiempo deste rey una ley para la sucesion deste reino, en que establecieron fuese siempre de padre á hijo como por primogenitura. Bien sé que hay originales destos, y el ilustrisimo y reverendísimo señor obispo de Segovia don Diego de Covarrubias y de Leiva, meritísimo presidente del consejo real tiene uno, y yo lo he visto. Mas yo tengo otro que ha visto tambien su señoría ilustrísima, y es harto antiguo, y no tiene aquella ley, ni memoria della. Tampoco la tiene la traslacion en romance que ha muchos años se hizo de aquel autor, y cierto no parece que se hizo entonces esta ley, ni que escribió don Lucas en su historia que se hubiese hecho; pues veremos luego como teniendo el rey don Favila hijos, ninguno dellos quedó en el reino, sino que por eleccion se dió á don Alonso el Católico. Y contando esto el obispo don Lucas despues de la muerte de Favila, dice estas pala-haber quedado memoria ninguna auténtica del tiempo bras, las cuales se hallan en todos sus originales. Adefonsus Catholicus ab universo populo Gothorum in regem eligitur. Y en castellano. Don Alonso el Católico fué elegido por rey por votos de todo el pueblo de los godos. Pues no es creible que dijera esto, ó que no dijera algo mas, si hubiera dicho lo de la ley. Y en otros algunos reyes destos primeros veremos como no se tuvo por ahora cuenta con la sucesion de hijo á padre: y en su lugar tambien diremos cuando se asentó esto, jamás quebrantarse despues. El doctor Luis Molina mi sobrino, del consejo y cámara de su magestad, pasó con lo comun desta ley en su insigne obra que escribió de los mayorazgos de España, donde aunque se parecen bien sus muchas letras y gran diligencia en los estudios dellas, mas todavía es mas estimada la sutileza del ingenio, la gravedad en el juicio, la gran claridad en el enseñar. Y puedo yo decir esto bien seguro de que nadie piense me muevo con el parentesco, ni con aficion á decirlo, pues todos los principales juristas destos reinos lo juzgan así, y estiman mucho aquella obra por todas estas y otras tales particularidades. Mas con ser esto así que no se hizo ahora tal ley, es tambien verdad, como yo en otras partes tengo dicho (1), que la sucesion de los reyes de España siempre anduvo dentro de la casa real, sin que jamás hubiese rey que no fuese de la sangre della. Con ser verdad que los españoles jamás desde este rey en adelante besamos mano de rey, que no la hubiésemos besado de su padre. Esto es una cosa tan insigne en España de mas de

sin

(1) En el lib. 12. c. 8, y en la pintura de España al principio del lib. 10.

Y no turbe a nadie ver aquel arzobispo don Rodrigo en la historia de los alárabes llamó no mas que chantre 6 capiscol de Toledo á Urbano, habiendo tratado dél como de arzobispo tan á la larga en la corónica que habia antes (como se entiende claro) escrito. Porque donde fué menester, trató del como de prelado, y donde no habia de hacer mas que nombrarlo, bastó darle la dignidad que antes habia tenido, de donde subió á la mayor de arzobispo. Así lo llama antiguo melodico, que vale tanto como chantre ó capiscol de la iglesia de Toledo.

A Sunnifredo, conforme á los dos catálogos, sucedió Concordio, sin que podamos decir mas dél. Siguió luego Cijila, como en los mismos catálogos parece, aunque su nombre está algo errado en el de Toledo. Deste prelado tenemos memoria por haber dejado escrita á la larga la vida de san Ildefonso, que se halla en aquel original de san Millan, como yo escribiendo del glorioso doctor referia. Y no lo ponemos aquí porque se sepa que fuese ahora por este tiempo prelado de la santa iglesia, que antes parece de poco mas adelante, sino porque ya de aquí quede dicho dél.

Vaseo pone por sucesor de Cijila en el arzobispado á uno llamado Pedro el Hermoso, que escribió un libro de las fiestas movibles, y siendo gran prelado consoló mucho los cautivos cristianos. Dice lo escribe así el obispo de Beja. En mi original, aunque es harto antiguo el de donde yo lo saqué, no está esto, ni se pone en los dos catálogos tal prelado.

El arzobispo don Rodrigo cuenta como habiéndose

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| amigos de Florian deseamos ver este libro, y nunca nos lo mostró, ni despues ha parecido, ántes hallé yo en sus papeles señas hartas de no haber habido tal libro.

Este año setecientos y treinta y siete de la muerte del rey don Pelayo, era sumo pontífice Gregorio Segundo, habiendo habido estas mudanzas desde el papa Constantino, en quien dejamos cuando al fin del libro pasado contamos la destruccion de España. Él murió luego el año setecientos y diez y seis, à los once de febrero, habiendo sido sumo pontífice ocho años, un mes y veinte dias. Con vacante de un mes y diez dias, fué elegido Gregorio Segundo á los veinte y uno de marzo, y vivió despues catorce años, diez meses y veinte y dos dias, pues falleció á once de febrero del año setecientos y treinta y uno. Estuvo vaca la silla apostólica veinte y un dias, siendo elegido Gregorio Tercero á los cinco del marzo siguiente. Y él era todavía papa este año.

CAPÍTULO VIII.

ido Urbano con la santa arca y las otras reliquias á las ta iglesia. Lo que se dice desto es, que muchos de sus Asturias, quedó en la iglesia de Toledo su arcediano Evancio, que con su doctrina y ejemplo confortó mucho los cristianos, y mantuvo la fé católica en la miserable y afligida iglesia de aquella ciudad. Lo mismo hizo en el Andalucía Frodoario, obispo de Guadix, pues le llama el arzobispo Accitano, hombre insigne en letras y santidad. Digo que hizo el oficio de santo y celoso prelado por este tiempo tan triste en el Andalucía, y no en Toledo como algunos han escrito. Porque en el arzobispo, que solo de los antiguos escribe esto, no hay ningun rastro de poderse colegir que este prelado viniese á Toledo. Dos veces habla destos insignes varones, una en su corónica, y otra en la historia particular de los alárabes, mas en ninguno destos dos lugares no se hallará ocasion de poder pensar que Frodoario viniese á Toledo. Pudo engañar á algunos el contar poco despues el arzobispo como vinieron á Talavera el electo de Sevilla Clemente, y los obispos de Medina Sidonia, de Ilipa, y otro, de los cuales dice expresamente que vivieron y murieron en Toledo, y uno de ellos está enterrado en la iglesia mayor. Esto fué sin duda muchos años despues, cuando los moros almohades entrando en España, y apoderándose mucho en ella, quitaron los prelados, y deshicieron cuasi toda la Gerarquía y concierto de la iglesia de España, que aun hasta entonces duraba en su mediano ser. Y así el arzobispo cuenta destos obispos y su venida, cuando ya ha dicho allí de los almohades. Si se leen con advertencia su palabras, se verá clara esta verdad. Trasladadas fielmente son éstas acabando de hablar del arzobispo Juan de Sevilla. Tambien (dice) hubo allí otro electo llamado Clemente, que vino huyendo de los almohades á Talavera, y murió allí habiendo vivido mucho tiempo, y yo me acuerdo haber visto hombres que lo conocieron. Vinieron tambien tres obispos, el de Medina-Sidonia, el de Ilipa, y el tercero de Marchena, y un arcediano varon santísimo, por quien nuestro Señor hacia milagros, al cual llamaban en arábigo Arquichez. Estos estuvieron en Toledo hasta el fin de sus dias haciendo oficio de obispos, y uno de los está enterrado en la iglesia mayor. Esto dice el arzobispo, y claramente se ve como habla del tiempo de los almohades que fué mucho despues. Y podríase pensar que los almohades fueron los que así destruyeron la iglesia de España, y le quitaron los prelados, pues desde su entrada en España, que fué en el tiempo del emperador don Alonso, hijo de doña Urraca, nunca mas hallamos mencion de ningun obispo en las ciudades que tenian los moros. Tómase Zaragoza, Almería, Cuenca, Valencia, Córdoba y Sevilla y otras ciudades, y nunca se hace mencion de obispos que hubiese en ellas, sino de los que nuestros reyes pusieron. Solo Toledo se tomó ántes de los almohades, y no tenia ya arzobispo cuando se tomó. Y esto de haberlo quitado en aquella ciudad debió ser cosa particular, pues se ve por lo que dice el arzobispo, como habia obispos cuando los almohades vinieron, y ellos los perseguian y hacian huir, y en Toledo desde harto antes no habia. Y esto de haber los almohades destruido la iglesia de España, es cosa mucho de notar, y así se tratará otra vez della mas cumplidamente con buena ocasion (1).

Florian de Ocampo dice en su prólogo como tuvo una historia destos tiempos de un Juliano Tesalonicense que florecia ahora en Toledo, y era diácono en la san

(1) En el lib. 17, c. 8.

No hubo ahora rey Froilano tras don Pelayo. Aquí luego tras el rey don Pelayo puso Garibay otro rey llamado Froilano. Y al principio lo puso con harto recelo y duda como era razon, mas poco despues hizo mucha pompa de haber él descubierto este rey. Fuera bien que como le puso duda y miedo la novedad al principio, se encogiera y detuviera con ella Porque introducir en la historia de Castilla un rey nunca oido ni leido, no es cosa que se debia afirmar sino cuando fuera tan clara y manifiesta, que en ninguna manera se pudiese contradecir. Parecióle tenia bastante fundamento con un privilegio que trae de San Miguel del Pedroso, que verdaderamente es del tiempo del rey don Fruela, hijo del Católico, como presto veremos (1). No es maravilla que le pusiese alguna duda esta escritura, no considerando del todo lo que se podia y debia considerar en su data. Mas el afirmarlo tan constantemente, se debiera excusar aquí y mucho despues otra vez, principalmente ya pues él mismo vió la buena razon que habia para tenerlo por rey Fruela, hijo del Católico, y en su tiempo se volverá á tratar desta escritura. Da luego en el mismo capítulo Garibay documentos (como él los llama) para reconocer privilegios, entenderlos y usar dellos. Y verdaderamente enseña muy buenas cosas en los caracteres y en los números, y en otras cosas. Lo que aquí dijo de no haber reliquias en las iglesias donde se dice en las escrituras y en las pie→ dras que las hay, ya lo habia dicho otra vez; y por ser cosa de mucha importancia saberse en tal caso la verdad, respondí á todo cuando trataba de los santos mártires Justo y Pastor.

CAPÍTULO IX.

El rey don Favila, la fundacion que hizo de la iglesia de Santa Cruz, y la piedra que dejó escrita en ella, y su desastrada muerte.

El rey don Favila sucedió en el reino á su padre don Pelayo aquel año setecientos y treinta y siete, como hijo, á mi creer, ó por eleccion, como en los demás por ahora conforme á las leyes de los godos se guardaba. Yo hago así conjetura en esto por no hallarse nada en particular en nuestros autores. Quedó este rey hombre entero cuando su padre murió, pues era ya casado y tenia hijos, como presto parecerá; y el verdadero

(1) En el cap. 18.

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