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tan fácil y tan claro, ya se ve como queda todavía otra, esto se puede llevar muy cierta y entera, no hay para dificultad de los cuarenta y cinco dias; y esta es tanta que cansarse nadie en cosa de tan poca importancia y menudencia, que seria increible fastidio tener cuenta tanta fatiga. Y para que se viese la mucha que hay, con ella. Si hiciera esto error en nuestra buena cuenta y el grande enfado que causaria, quise desmembrar así de la corónica era mucha razon tenerse atencion á ello, el ejemplo que truje, y aun no lo hice del todo peday afinarlo del todo con mucho cuidado. Mas no per- zos, por no dar en lo que evitaba. judicándonos nada, ni metiendo error en lo que sin

LIBRO XIII.

CAPÍTULO I.

El infante Pelayo se quiso alzar contra los moros en Asturias, y queriéndole prender, escapó huyendo.

esto, entre todo mi gusto y placer en escribir, habrá tambien algo de desabrido y enojoso para mí, cual se→ rá haber de contradecir á otro, para averiguar y dar clara la verdad. Y tanto será esto mas desabrido para mí, cuanto de mi natural, como alguna vez ya he dicho, soy enemigo de contradecir, ni de tener contienda con nadie: ántes, por merced de nuestro Señor, soy inclinado á estimar y alabar (como todos los que me conocen entienden) los trabajos de los hombres de letras; y como me es dulce el celebrarlos, así me ha de ser de mal gusto el contradecirlos. Mas esto se hará solamente en las cosas de importancia para la historia, y en que forzosamente se requiere manifestar la verdad; y entonces se hará de tal manera, y con tal moderacion, que se entienda como no se buscó ocasion de reprehender, sino que se siguió la necesidad de dar luz á la verdad.

Con ser las misericordias de Dios las mas soberanas de sus obras, ensalzándose sobre todas, para mostrarse ser las mayores: es otra grande excelencia en ellas usarlas él cuando está mas airado, acordándose de su misericordia, para aplacarse con ella. Todo lo mostró y maravillosamente lo confirmó en la destruccion y en el breve y singular reparo de la miserable España. Apenas habia soltado el azote de la mano, cuando comenzó á remediarla y regalarla. Y siendo el verdadero principio de todo su bien, y el mayor remedio que en tanta destruccion y cautividad se podia esperar tener España rey, que con su grande ánimo lo pusiese en todos, y con sus victorias diese el esfuerzo y esperanza necesaria para comenzar á restaurar lo perdido: su alta providencia nos dió luego tal rey, cual para todo esto convenia. Por esto, y por otras muchas│temente á la necesidad y fatiga de los tiempos, se con

causas de gozo y placer que dello resultan, entro muy alegre á proseguir lo que se sigue en esta historia. Porque como todo lo de la pérdida de España fué tan doloroso; así lo de aquí adelante será muy alegre, contándose sus grandes victorias. Así veremos como nos ayudaba Dios poderosamente con manifiestos milagros; y que habiendo cada dia grandes victorias los nuestros, todas se parecian claro venir del cielo. Así tambien veremos nuestros reyes todos vueltos á Dios con su pensamiento y con sus armas; y que con menearlas animosamente, no confiaban tanto en ellas, como en pedirle á él la victoria, y esperarla de su mano. En el darle tambien las gracias por las mercedes que recibian en la guerra dando ricos dones á sus iglesias, y edificándolas suntuosamente, se parecerá la gran religion de nuestros príncipes: y todo será gloria de Dios, y doctrina y ejemplo para nosotros. Es sin todo esto otra causa de mi gran gusto y alegría en escribir lo que se sigue, la misma que me movió á escribir lo pasado; con ver, conforme á lo que en el prólogo dije, como no estaba esto escrito en nuestra lengua con el cuidado y advertencia que convenia. Verdaderamente algunos de nuestros historiadores, y especialmente los de nuestros dias usaron diligencia en lo que han escrito, descubriendo algunas cosas, de que ántes no se tenia noticia; y se les deben por estos buenos trabajos las gracias, siendo sus libros estimados por ellos. Mas todavía se verá en esta mi historia como faltaba aun mucho de lo que se debia escribir y averiguar destos tiempos que en ella se prosiguen. Por

Ya se dijo como el infante Pelayo pasó en Asturias con el arzobispo Urbano y allí, obedeciendo pruden

servó entre los moros, como los otros cristianos que ellos permitian quedasen en la tierra, de la manera que ya se ha mostrado. Guardaba Dios al infante para tanto bien como despues quiso obrar por su mano; y así lo salvaba y conservaba con su providencia, escapándole de los peligros, y asegurándole en todo su buen proceder. Era entonces en Asturias Gijon lugar muy fortalecido desde el tiempo de los romanos, que (como se ha dicho) le llamaban las Aras Sextianas, y lo tuvieron como alcázar y firme presidio, para la sujecion de toda aquella provincia. Y era tanta la fortaleza de aquel lugar, así por el sitio natural alto y enriscado, demás de ser peníscula cercada cuasi toda de mar, como por la fortificacion de sus muros y castillo. Lo uno y lo otro duró basta el tiempo del rey don Juan el Primero, que con buen consejo, como en su corónica se cuenta, mandó derribar la cerca y la fortaleza, por el mucho aparejo que en aquella villa habia para alzarse infantes y otros caballeros, conforme a los ejemplos frescos que entonces desto se tenian. Y aun ahora con estar todo por el suelo, se muestra la braveza de la fortificacion antigua, con rastros de murallas de mas de veinte piés en ancho, á que arrimaba el terrapleno. Con esto, y con no ser entonces edificada la ciudad de Oviedo, como á su tiempo se verá, era Gijon el lugar mas principal de toda la provincia; añadiéndose la comodidad de su puerto, y otras buenas cualidades, que la hacen tambien ahora la mejor y mas importante villa de todo aquel principado. Este lugar tomaron y tuvieron ahora los alárabes por el asiento de su asistencia

para el gobierno, como cosa de tan principal sitio y fuerza en aquella tierra teniéndolo, como el obispo Isidoro, y todos los demás que le siguen refieren, un capitan dellos, llamado Munuza. A éste llama expresamente el obispo de Salamanca capitan moro, cuando le nombra, y dice era uno de los que entraron con Tarif en España. Síguenle Isidoro, y Sampiro, y el de Tuy. Por esto me maravillo del arzobispo don Rodrigo, que le hace cristiano, sujeto á los alárabes. Síguele la general; mas yo á los mas antiguos doy siempre mas crédito. Deste capitan Munuza era súbdito el infante Pelayo y á lo que parece, tenia en su casa y consejo el grado de dignidad que merecia, pues comunicaba con él los negocios mas principales de su estado. Aunque el de Beja, á quien siguen el de Toledo, y el de Tuy, y la general, no atribuye la privanza del infante con el moro á su merecimiento, sino á que el infiel estaba enamorado de una su hermana que tenia, muy hermosa, con gran deseo de haberla. Éste le hizo enviar á Córdoba al infante con una embajada al capitan Tarif sobre negocios graves, y parece que él la aceptaria por ser en favor y provecho de los cristianos. En esta ausencia del buen príncipe, Munuza, con el ayuda de un esclavo ahorrado, y parece era del infante, trató y efectuó casamiento con su hermana. Cuando él volvió de Córdoba, le pesó gravemente de ver su hermana con el moro y sacándosela de poder con la mejor disimulacion que pudo, comenzó á tratar de veras, aunque con todo secreto, el alzarse contra los alárabes y dar principio á recobrar á España, para lo cual Dios le tenia escogido y guardado. Munuza, así por habérsele quitado su mujer, como por entender algo de lo que el infante trataba, avisó cuán presto pudo á Córdoba, para que Tarif proveyese con presteza el remedio. Él envió luego alguna poca gente, con órden de que preudiesen al infante, y se lo trujesen á Córdoba bien aherrojado. Todo esto se hacia con disimulacion, para tomar al infante en descuido: mas él fué avisado por un su amigo, en el lugar llamado Infiesto, de como habia de ser luego preso por algunos moros de los de Córdoba, que ya para esto iban á él. Con este aviso se escapó dellos huyendo; y llegando al rio Pionia, que ahora llaman Bueña, y hallándolo muy crecido, se echó animosamente en él con su caballo, y pasando á nado, llegó en salvo al valle de Cangas: volviéndose á Gijon los moros, que siempre le seguian, por no atreverse á pasar el rio, y despues se volvieron á Córdoba, con la nueva del levantamiento del infante ya declarada.

Cuando el arzobispo don Rodrigo y don Lucas hablan aquí de Gijon, dicen que está en su comarca el monasterio de San Salvador. No hay duda sino que señalan el monasterio de San Salvador de Val de Dios, de monges de Cister, que está legua y media de Gijon, en sitio tan hermoso, que merece bien el nombre que tiene. Mas no se ha de entender en estos autores, que estuviese fundado por estos tiempos del rey don Pelayo, pues consta haber sido su primera fundacion el año de nuestro Redentor novecientos y pocos mas, como en su lugar diremos.

Así cuenta todo lo de hasta aquí con las particularidades referidas el obispo de Beja, de quien trasladaron cuasi á la letra don Rodrigo y don Lucas, sin que en los dos obispos Sebastiano y Sampiro haya mencion ninguna por ahora de Munuza, ni de haber venido moros de Córdoba esta vez sobre el infante Pelayo, hasta mas adelante, cuando apuntaremos. En la traduccion

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castellana de la historia del arzobispo, y en las adiciones que Juan Rodriguez de Villafuerte, caballero prinCartagena, se nombra aquel lugar de donde salió hucipal de Salamanca, hizo sobre el obispo don Alonso de yendo el infante el Infiesto. Porque en los autores latihonrada, cabeza de concejo, entre Cangas y Gijon, á nos está muy corrompido. Y es el Infiesto villa muy cuatro leguas de ambos. Mas si de aquí salió huyendo el infante, no habia de pasar el rio Pionia, sino el de Sella, para entrar en el valle de Cangas. Aunque ciermucho los nombres de los dos rios cuando entra el uno to yo ví allí como los naturales comunmente confunden en el otro.

entónces vió el infante manifiesto su peligro, y cuánto Prosiguiendo adelante dice el de Beja, que ya desde le convenia declararse ya en su levantamiento. Convocando, pues, la mas gente de los cristianos que pudo juntar; y quitándoles con santas amonestaciones el dos, les puso en los ánimos nuevo esfuerzo y confianmiedo de los moros, que los tenia tristemente abatiza en Dios con deseo de su libertad y buscó prudentemente sitio seguro donde se pudiese encerrar y defenña, llamada Auseva, sobre el valle de Cangas, una der con ellos. Para esto escogió en aquella montacultosamente se hallará otro tal en el mundo, será cueva, que demás de ser su sitio extraño, y que difimucha razon describirlo bien en particular, por haber sido el principio de donde comenzó nuestro Señor con manifiestos milagros la restauracion de España, y toda esta grandeza de religion y señorío que ahora tiene.

CAPÍTULO II.

La descripcion de Covadonga, adonde el infante Pelayo se retrajo; y como fué alzado alli por rey.

postrero dellos, por donde confinan con las de Santi-
En el lado oriental de las Asturias de Oviedo, y en lo
llana, está la villa de Onís, y tres leguas mas abajo
el gran rio Sella, nombrado de Pomponio Mela, y To-
por el valle del rio Bueña, adonde él viene á entrar en
Onís, y mercado de Cangas, muy diferentes de la de
lomeo Seila, están casi juntas las dos villas Cangas de
Cangas de Tineo, de quien se intitulan nuestros reyes,
pues está treinta leguas y mas léjos de la que decimos,
queñas destas dos poblaciones de Cangas, en aquella
al otro lado occidental destas Asturias. Dos leguas pe-
donga, á quien verdaderamente podemos llamar santa,
sierra llamada Auseva, está la cueva llamada Cova-
donde el infante Pelayo se retrujo. Está este sitio den-
tro de las montañas llamadas de Europa, á las ver-
tientes que ya son de Asturias. Porque siendo estas
sierras las muy celebradas en Castilla con solo nombre
de montañas, por aquella parte que cierran los llanos
y parten con sus cumbres las Asturias de Oviedo y
del reino de Leon, les llaman comunmente de Europa,
Santillana; así que siendo todas las vertientes del me-
luego à la mar, son de ambas Asturias. Y aunque no
diodia del reino de Leon, las septentrionales, que van
es posible dar á entender del todo con palabras la ex-
por lo bravo y espantoso de la roca, y por las grandes
trañeza de aquel santo lugar por lo fragoso de la sierra,
maravillas que en él se representan á quien atenta-
mente lo considera: mas todavía, prosiguiéndose aquí
llanamente la descripcion, se comprenderá mucho de
lo que hay en todo.

del rio Bueña ó Pionia, al oriente estival, algo inclinado
Subiendo desde el mercado de Cangas por la ribera

al mediodía, se va por un valle harto ancho y extendido, cuales hay muy pocos ó ningunos en Asturias, aunque parece á los otros de aquella tierra en ser muy fresco y de hermosas arboledas. No se ha caminado media legua por la ribera de la mano derecha, llevando el agua á la izquierda, cuando otro rio menor, llamado de los naturales Reinazo, entra en Bueña. Sin pasar á Reinazo se camina otra media legua hasta el pequeño lugar llamado Soto, solar de los hidalgos deste sobrenombre, habiendo ya dejado á Reinazo, y siguiendo agua arriba por otro pequeño rio, llamado Diva, y habiendo torcido el camino del todo al mediodía por valle tambien ancho y fresquísimo. Las dos montañas que lo cierran son mas altas que las del valle de Bueña, y van siempre creciendo en altura, y estrechando mas; así que cuando se llega á Soto ya va el valle mas cerrado, y lleva mas ásperas y levantadas las cumbres de sus lados. Desde este lugar de Soto se va á otro menor, que nombran Riera. Caminando media legua que hay entre ambos, por el rio Diva se pasa y vuelve á pasar á menudo; porque lo estrecho del valle, y el torcer con muchas vueltas el rio, y el ser ya sus lados mas peñas que no montaña, hacen revolver muchas veces el camino; haciendo tambien una aspereza y cuasi oscuridad espantosa con no dejar mas anchura de cuanto el rio Diva lleva de corriente, ó mas verdaderamente de despeñadero. Y quien ya llega aquí, pasando de Soto, por mas descuidado que vaya, no puede dejar de pensar en la misericordia de Dios, que manifiestamente cegó á los moros para que no mirasen como se metian en tal estrechura de breñas, donde poca gente podia pelear por igual y muy á su ventaja con un grande ejército. Desde Riera, en la otra media legua que queda hasta el santo sitio, se va aun estrechando, y enriscando mas el valle, que sin tener salida se cierra al cabo con la frente de una peña muy alta donde está la santa cueva llamada en este tiempo, como en aquél, Covadonga, teniendo el rio Diva (como veremos) su nacimiento en un hueco dentro en ella. Y súbese por cuesta tan agria toda esta media legua, que no se puede ir sino muy mal á caballo. Esta peña que cierra así el valle, aunque es tajada, no es derecha sino algo acostada hácia fuera, así que pone miedo mirarla desde un pradito llano que tiene al pié, por parecer que se quiere caer sobre los que allí están. Por este pié de la peña en el prado de dos grandes chorros que se descuelgan della con mucho ruido, y de una pequeña balsa nace el rio Diva, por cuyas riberas se ha venido caminando hasta allí. Yo le llamo Diva, aunque nuestros historiadores le nombran Eña, porque ví como los de la tierra así le llaman, aunque confunden los nombres deste rio y de otro con quien poco mas abajo se junta, llamado Eña. Es muy alta la peña en lo que es piedra desnuda, y ancha como cincuenta pasos, mas tiene encima una sierra de peña con matas tan yerta y derecha como ella, que le hace tenga una increible altura. Desde el suelo del pradito llano que dijimos, hasta dos picas ó poco mas en alto, está en la peña una como ventana á manera de semicírculo, levantándose en arco poco ménos que una pica sobre lo llano, que es como su diámetro, y el anchura desta boca será al dos tanto del altura, y es la boca de la santa cueva. Este hueco de la gran ventana ó agujero natural entra la peña adentro por algun espacio, así que tiene suelo para caber doscientos hombres y no mas, teniendo la cueva al cabo un agujero grande en el suelo, que baja á otro hueco donde puede ser que haya anchura para caber mas

gente, aunque no con mucha comodidad por estar en aquella parte baja los manantiales del rio, que se oyen de arriba pasar con harto ruido antes que se descuelguen afuera. Y ya por lo dicho se entiende como está la cueva muy alta del suelo, sin que se pudiese subir entonces á ella sin escalera ú otra ayuda semejante.

En esta cueva se retiró el infante Pelayo con los cristianos que le comenzaron á seguir : allí le eligieron por su rey y allí comenzó Dios á obrar por él de sus acostumbradas maravillas, como en todos nuestros historiadores se lee, y luego diremos, razonando tambien los naturales de la tierra de todo con tantas particularidades como si hubieran pasado aquellas cosas ayer, á las veces con probabilidad, y á las veces con fábulas, á que la grandeza de los hechos da lugar. A mí me dijeron como cosa que ha quedado entre ellos por muy cierta, que morando un ermitaño en la cueva ó cerca della con pequeña iglesia poco tiempo ántes deste que vamos tratando, un malhechor que habia muerto á otro, se acogió á ella, y el infante Pelayo con gente de la tierra lo fué à sacar de allí por fuerza para que fuese justiciado. El santo ermitaño rogándole que no hiciese aquella violencia en la iglesia, entre otras cosas le dijo mirase como podria suceder haber menester él algun dia el amparo de aquel santo lugar, y por esto se debia dejar vencer de la reverencia dél. Esto dicen que movió al infante como secreta profecía de lo que por él habia de pasar, y así dejó aquel hombre allí en su seguridad y amparo de la iglesia. Yo no sé mas desto, mas tengo por cierto que habia entonces en la santa cueva iglesia de nuestra Señora; pues el obispo don Sebastiano, cuando cuenta el retirarse del infante á ella, ya la llama cueva de Santa María; y despues, como veremos, á la Sacratísima Virgen que era allí reverenciada, atribuye gran parte del milagro, y lo mismo hacen el de Beja y el de Astorga (1). Ya sin esto cuando se escribia la guerra de Augusto César con los asturianos dije yo el ejemplo que pudo tener el infante para recogerse allí, aunque sin duda la fortaleza increible del lugar fué el principal motivo que pudo tener, pues estaba tan alta la cueva y tan sin manera de subirse á ella sin mucho peligro, que aseguraba bien á los que dentro estuviesen, dando á los pocos notoria ventaja para pelear con muchos.

Y pues habemos dicho como estaba entonces la santa cueva, será razon decir como está ahora. A un lado della en lo bajo está un pequeño monasterio llamado Santa María de Covadonga, con abad y canónigos reglares de la orden de san Agustin. La iglesia de este monasterio, que está cuasi arrimado á la peña, es la misma santa cueva, y así se sube ahora á ella desde junto al monasterio por noventa escalones, parte de cal y canto, parte de madera, y parte cavados en la misma peña. Para hacer alguna mas anchura en la iglesia, con grandes vigas que salen á fuera, y cerramiento de madera que atapa la gran boca, se le dió un poco de mas suelo de madera sobre lo que de peña en la cueva habia: con esto hay en la iglesia capilla mayor, colaterales, coro alto, y alguna manera de crucero con no tener toda la iglesia mas que veinte y ocho piés de largo, y poco ménos en ancho. Porque aunque la cueva es algo mas larga, no tuvo toda altura bastante, y hay covachas y entradillas que no quisieron picar por dejar mucho de lo natural. Las vigas vuelan tanto sin ningun sosteniente, que parece milagro no caerse con to

(1) En el lib. 8, c. 58.

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