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de cuatro religiosos, prelados mayores de las órdenes de Santo Domingo, San Francisco, San Gerónimo y la Cartuja. Requerian al Rei que no les negase lo que le pedian respetuosamente, y con⚫ cluian diciendo que entendian publicarlo así dentro y fuera de los réinos de Castilla; porque si esto así no se recibiese, continuaban, y en la defensa de nuestra justícia hiciéremos aquello que á todos es permitido por los derechos divinos é humanos, seamos sin cargo cuanto á Dios é cuanto al mundo (1).

Al recibir Don Enrique esta carta, se contentó con responder que aguardaba al maestre de Santiago (el cual al volver de Extremadura se habia detenido enfermo en Ocaña) y que con su acuerdo y el de los demás grandes que habian de juntarse en Segóbia, mandaria contestarles. Todo era trazas y dilaciones dictadas por el maestre para adormecer á los príncipes mientras se verificaba la boda..

Doña Isabel, que se habia sentido preñada á primeros de marzo, determinó trasladar su residéncia desde Valladolid á Dueñas, lugar de Don Pedro de Acuña, hermano del arzobispo de Toledo, como parage mas seguro y menos expuesto á los accidentes de una ciudad populosa. Desde allí los príncipes, deseosos de estorbar los efectos de la embajada francesa, que segun era público debia venir á pedir con solemnidad la princesa Doña Juana, escribieron al Rei con fecha de 18 de júnio una carta todavia mas briosa que la precedente. Repetian en ella las mismas protestas, y pedian con instáncia que no quisiese dar oidos á hombres sediciosos y preferir la guerra á la concórdia, sino que admitiese á los príncipes como á hermanos obedientes y dispuestos á un juício legal. Le aconsejaban no creyese á los que le pintaban su humildad y

de Haro, segun se infiere de las fechas de las cartas de los príncipes Don Fernando y Doña Isabel, debió acaecer desde princípios de marzo hasta mediados de júnio del año 1470.

(1) Enriquez del Castillo trae á la letra esta carta en el cap. 144 de su crónica. Tambien la insertó Pulgar en la suya, parte I, cap. 2, pero se equivocó suponiendo que se habia escrito

le

despues del desposório de Doña Juana la Beltraneja con el duque de Guiana en Valdelozoya, error que manifiesta el contexto de la misma carta, diciendo que eran pasados cerca de cuatro meses desde la primera embajada, la cual fué á fines del mes de noviembre de 1469, como queda referido.

sumision como prueba de miedo y cobardia, y de que la falta de médios en sus amigos y parciales los tenia privados ya de recursos y de esperanzas. Que el partido seguro era allegarse á los buenos y alejar de si á los perversos: pero que si seguia fomentando el incendio que los príncipes trataban de apagar, y preferia gentes extrañas, enemigas por naturaleza, á unos hijos obsequiosos y amantes, aspirando á la perdicion de estos, no debia estrañar que echasen mano de médios violentos los que tanto habian mostrado siempre inclinarse á los de la subordinacion y respeto (1)

No le hizo al Rei mas impresion esta carta que la anterior (2), y continuando en su propósito de acceder al matrimonio del duque de Guiana, pasó poco después de Segobia á Medina del Campo para recibir allí la embajada francesa que con una numerosa comitiva habia llegado á Burgos á fines de júlio. Sus principales gefes eran, por parte del Rei Luis el cardenal de Arrás, y por la del duque de Guiana el conde de Boloña que traía sus poderes para desposarse en su nombre. El cardenal propuso en audiencia pública el asunto de la embajada: y no olvidando la mala voluntad que tenia á la princesa desde el mal éxito de su primer viage á Castilla, trató de ilícito y criminal su casamiento con Don Fernando (3), dirigiendo contra ella palabras tales, que por su desmensura son mas dignas de silencio que de escriptura (4). El Rei respondió con agrado, y nombró diputados

(1) Paléncia, déc. 1. 12, cap 7
(2) Enriquez del Castillo no mencionó
en su crónica mas que la primera carta.
Paléncia habla de las dos en la crónica
castellana, pero con tal confusion, que
pudiera creerse no habla sino de una.
No así en las décadas latinas, donde ex-
presando las fechas de ambas, distin-
guiendo sus contenidos, y hablando de
la muerte del conde de Haro, como
acaecida en el tiempo que medió de una
á otra
no dejó lugar á la duda. Por es-
ta muestra, entre otras, puede colegir
se la superioridad de las décadas sobre
la crónica, la cual, aunque frecuente
mente parece traduccion de aquellas, ó
Tom. VI. N. 1.

se escribió con mas negligéncia como
para el vulgo, ó fue peor tratada por
los copiantes, en cuyas manos pierden
ordinariamente menos los libros escritos
en lengua que no poseen.
(3) Paléncia décad. 1. 13, cap. 1.
(4) Enriquez del Castillo crón. cap,
145. El que quiera saber otras par-
ticularidades acerca de esta embaja-
da, la osadia con que el cardenal
de Arrás peroró en la audiència de
Medina, el modo injurioso con que
en ella habló de los castellanos, la
degradacion del Rei en sufrirlo, la
irritacion de los caballeros de la cor-
te y los peligros que corrió la per-
N

1

para que ajustasen las capitulaciones del matrimónio, las cuales con efecto se concluyeron y sellaron apesar de que habiéndole nacido en este intermédio al Rei de Fráncia un hijo varon, y cesando por consecuéncia de ser su heredero el duque de Guiana, habian cambiado sustancialmente las circunstancias.

Las províncias de Guipúzcoa y Vizcaya representaron con mucha energia al Rei Don Enrique contra la boda que se proyectaba (1): pero todo se despreció, y vencidas algunas dificultades que hubo para que el marqués de Santillana entregase la nóbia que tenia en guarda, se celebró con grande aparato en 26 de oc

sona del cardenal, puede consultar la cronica y las décadas de Paléncia. Pero conviene advertir algunas equi vocaciones en que incurrió este escritor. El nombre del cardenal no era Guillermo, sino Juan Gofredo, ó Jofré; y no fué Calisto III sino Pio II quien le dió el capelo, como se vé por las memorias históricas coetáneas que no tuvo presentes Don Juan de Ferreras cuando extraviado por las señas equivocadas de Paléncia dijo que no sabia quien era este cardenal (año 1469, n. 15). En todo lo demás y en el juicio que Paléncia forma de este ambicioso prelado, vá mui conforme con los historiadores italianos y franceses de aquel tiempo, que le pintan como uno de los negociadores mas hábiles de su siglo, y juntamente como un hombre de caracter inconstante, cruel y pérfido. Fué borgofion de nacimiento, monge benedictino, capellan de Felipe el Bueno, dean vergense, obispo de Arrás, y ultimamente de Albi. Sirvió en varias embajadas al duque Felipe, al Papa Pio II y á Lus XI, Rei de Francia. Entre los manuscritos de la biblioteca real hai una proposicion ó arenga propuesta en latin ante el mui ilustre príncipe Don Alonso Rei de Portugal: la cual es la primera de tres proposiciones que antel fueron fechas por Johan Jufré, dean vergense, embajador de los señores duque é duquesa de Borgoña: et fue propues

ta á 24 de noviembre de 1449 años: traducida por Martin de Avila, secretário de latin del Rei y de Don Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo. Del mal suceso de su primera embajada á Castilla en 1469, hubo de nacer la ojeriza que el cardenal profesó á la princesa Doña Isabel y á la casa real de Aragon, siendo ardiente partidário de los anjoinos en las cosas concernientes al réino de Nápoles. Apesar de que el objeto de sus dos legaciones á Castilla fué el casamiento de Carlos duque de Berri y de Guiana, algunos pensaron que tuvo parte en la muerte de este principe (Paléncia crón. parte II), que segun se creyó fué de yerbas: pero no hai duda en que la tuvo en la del conde de Armagnac el cual fué asesinado á preséncia suya en Leitora, ciudad de Gascuña. Sobre grandes seguridades que le dió (el cardenal) por parte del Rei de Fráncia, é partida con él la hostia del Corpus Christi, lo mataron á puñaladas mui crudamente: pero el cardenal que tan grand insulto consintió, no le dejó Dios sin pena, que despues se quemó de fuego salvage sin remédio alguno ni cura que le pudiese prestar sanidad: é asi murió mas desesperado que con devocion, aunque tardo algun tiempo. Con estas palabras lo cuenta Enriquez del Castillo en el cap. 142 de su crónica. (4) Paléncia cron. parte. II

tubre (1) el congreso del Valle de Lozoya, entre Segóbia y Buitrago, no lejos del monastério del Paular, en el campo que los naturales llaman de Santiago á orillas del rio (2). En él revocó el Rei por médio de una declaracion solemne cuanto se trató dos años antes en los Toros de Guisando, privando á su hermana Doña Isabel de la sucesion de los réinos y señorios de Castilla, y proclamando princesa heredera y legítima sucesora á su mui amada hija Doña Juana que presente estaba (3). Enseguida la Réina Doña Juana juró en manos del cardenal embajador que la nóbia era hija del Rei: el Rei juró tambien que así lo creia y ha bia creido siempre: y á consecuéncia de ello fué reconocida por princesa, besándole la mano los prelados, caballeros y demás concurrentes. Hecho esto, el conde de Boloña presento los poderes que traia del duque de Guiana, y el cardenal tomando sus manos y las de la nóbia, celebró los desposórios y les echó las bendiciones (4)•

Estas tristes notícias hallaron á la princesa Doña Isabel convaleciente del parto de su primera hija, que habia nacido en Dueñas á 2 de octubre. Y creció su afliccion cuando supo que el Rei su hermano por complacer á los embajadores de Fráncia, antes de que se restituyesen á su país, habia circulado á los grandes, ciudades y villas de Castilla un manifiesto de los motivos que habia tenido para privarla de la sucesion, diciendo que ella habia aceptado marido sin consejo suyo, menospreciando las leyes destos réinos, las cuales disponen que hija de Rei no se pueda casar sin consentimiento de los grandes y de las ciudades y províncias dellos: y no solamente esto hizo, mas con disoluta voluntad, perdida la vergüenza, se ayuntó con Don Fernando príncipe de Aragon, con el cual tan grande déudo tenia, que no podian ser casados sin dispensacion del Papa, la cual menospreciada, con gran solicitud buscó marido enemigo....para perdimiento de Castilla. Añadia que

(1) Consta el dia por la carta que el Rei Don Enrique escribió el 3 de noviembre siguiente desde Segóvia á la ciudad de Toledo, y está en la colec cion de Burriel, tom. DD. 132, fol. 51.

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Doña Isabel despues de desechar el matrimónio con el Rei de Por tugal y con el duque de Guiana, enlaces ambos de su aprobacion, ocupó con el auxílio del arzobispo de Toledo á Valladolid, donde el príncipe Don Fernando sus bodas con ella celebró, contentándose solamente con nombre de muger, como mas verdaderamente hablando manceba decirse pudiera: por cuyas cáusas la tenia por agena é inhabil para la sucesion destos réinos que restítuia á Doña Juana, la cual habja dado por esposa al inclito duque de Guiana Carlos, hermano del Rei Luis de Fráncia, heredero con ella por virtud del desposório despues de su fallecimiento (1).

No produjo la circular todo el efecto que se habian propuesto los enemigos de Isabel y Fernando. Escandalizó generalmente la contradiccion del juramento prestado por el Rei en Valdelozoya y el anterior de los Toros de Guisando; y parecia mal el despique que el duque de Guiana queria tomar de la repulsa de Isabel, aspirando á casar con Doña Juana. El descontento se manifestó mas claramente en Andalucia, donde las ciudades de Sevilla, Jerez, Baeza y Ubeda acordaron no dar cumplimiento, á las ordenes del Rei, y mantener el juramento que por su mandado habian hecho antes reconociendo á Doña Isabel por princesa heredera. Lo própio hizo la ciudad de Jaen, siguiendo al condestable Don Miguel Lucas, que aunquè en todas las otras cosas siguiese al Rei Don Enrique, en esta no quiso, paresciendoles mal ir contra lo que tenian jurado. El cual condestable Miguel Lucas se hubo tan virtuosamente en este caso, que no solo se conformó con la verdad contradiciendo la voluntad del Rei y de los grandes que esto seguian, mas envió en Fráncia un escudero suyo llamado Pedro de Pedraza, haciéndole saber al duque de Guiana cuan infame casamiento era este que él demandaba de Doña Juana, hija adulterina de la adúltera Réina Doña Juana, en gran méngua de la inclita nobleza suya indigna de decirse, como la princesa Doña Isabel fuese verdadera subcesora destos réinos. Le dijo la impoténcia del Rei Don Enrique, y la maldad que la Réina cometió por el mandamiento del Rei su marido. Y esta misma embajada en

(1) Paléncia, crón. parte II.

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