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supiese de diversos réinos haber de venir embajadores para el casamiento de la princesa, parescióle tener el freno en la mano para tar ó apretar cuando él quisiese, y en todas las cosas que placia á sus compañeros (los grandes de su partido) venia, con tanto que en el casamiento que se oviese de hacer su sentencia sola valiese... Al maestre placia que oviese muchos demandadores deste casamiento y con ninguno se concluyese (1).

por

Por el contrário el arzobispo de Toledo Don Alonso Carrillo que siempre habia porfiado y porfiaba que la princesa casase con Don Fernando, príncipe de Aragon, no dejaba piedra por mover para que se hiciese el casamiento. Habíase venido á Yepes, que era lugar suyo, para estar á la vista de los sucesos, é influir la proximidad á Ocaña en las deliberaciones de la princesa. Acompañábale Mosen Pierres de Peralta, condestable de Navarra, honbre mui secreto y solícito, dice Paléncia (2), á quien el Rei de Aragon habia enviado á Castilla para negociar el matrimónio de su hijo y entretanto el almirante Don Fadrique de acuerdo con el arzobispo trabajaba por allegar otros grandes al partido aragonés, que por este médió llegó á ser numeroso (3).

Á tal sazon y entrado ya el año de 1469, llego una fastuosa embajada, compuesta del arzobispo de Lisboa y otros dos caballeros principales de la corte del Rei de Portugal, á pedir la princesa Doña Isabel. Paresciales, cosa ligera concluir este casamiento á estos embajadores (4); pero ya era tarde. El Arzobispo de Toledo tenia de antemano inteligencias secretas con Gonzalo Chacon y Gutierre de Cárdenas, familiares de la princesa que poseían toda su confianza: su hijo Troilos Carrillo, yerno de Pierres de Peralta, y un capellan llamado Pero Lopez eran los conductos intermédios de la correspondéncia. Finalmente después de muchos pasos y de larga deliberacion, la princesa delante de algunos testigos habia dado consentimiento de se casar con el príncipe de Aragon Don Fernando (5).

Luego que éste tuvo seguridad del consentimiento de Isabel,

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hizo (segun se refiere en las diligéncias de que despues hablaremos) presentar la bula obtenida anteriormente del Papa Pio II al obispo de Segóbia Don Juan Árias, uno de los dos prelados á quienes venia cometida, requiriéndole para la ejecucion de su contenido: y el obispo, despues de hacer la correspondiente informacion, asegurado de que no existia otro impedimento que el tercer grado de consanguinidad, y visto que era ya pasado el pla zo de los quatro años señalado en la bula, declaró dispensado el impedimento en virtud de la autoridad apostólica que ejercia, y hábiles á los príncipes para contraer matrimónio. Los testigos de estas diligéncias que se hubieron de hacer con gran secreto y recato, fueron Don Pedro de Préjamo, canónigo de Segóbia y despues obispo de Cória, el licenciado Alfonso de Melgar, oidor y del consejo del Rei, y Gomez Tello, familiares de Don Juan Árias: y de ello se extendió testimónio judicial por ante António de Villacastin, canónigo de Segóbia y notário apostólico, en 4 de enero de 1469.

Al mismo tiempo en Aragon se acababan de ajustar las condiciones del matrimónio, que firmó el Rei de Sicília á 7 de enero y á 12 del mismo el Rei de Aragon su padre. Gerónimo de Zurita (1) señaló con variedad estas fechas, las cuales constan del instrumento original que se guarda en el archivo general de Simancas (2).

No pudo menos el Rei Don Enrique de sospechar los trates que andaban. Incomodábale al mismo tiempo la libertad con que se hablaba del negócio en su corte, la preferéncia que se daba comunmente al Rei de Sicília, y lo que se ridiculizaba el enlace de Doña Isabel con el Rei de Portugal, hombre viejo, siendo ella en la flor de su edad (3). Movido de estas causas, dió comision á Don Pedro de Velasco primogénito del conde de Haro, para que estuviese con la princesa, y le amonestase que seria puesta en prision sinó dejase su casamiento al arbítrio del Rei su hermano (4).

(1) Anales lib. 18, cap. 21.

(2) Se pone en el apéndice tanto por esta razon, como por no haberse publicado hasta ahora sino en extracto. La copia se ha sacado del original por el señor Don Tomás Gonzalez, canónigo

de Plásencia y encargado del arreglo
de aquel archivo, á cuyo celo por los
progresos de nuestra história deben
mucho estas ilustraciones.
(3) Paléncia, crón. parte II.
(4) El mismo.

Así habia ofrecido á los embajadores de Portugal que lo haria, obligándose bajo juramento á usar, si fuese menester, de la violéncia para que se verificase el matrimónio con el Rei Don Alonso. Es cierto que entre otros artículos del tratado de los Toros de Guisando se habia concertado que Doña Isabel casaria con quien el Rei acordare é determinare de voluntad de la Señora infanta: pero

el Rei, que habia faltado á otros artículos del tratado, y que

,

ya

por otra parte amenazaba con medidas violentas, contrárias á la voluntad de la infanta, no podía alegar á favor suyo las pasadas estipulaciones.

Las contestaciones de la princesa dejaron poca duda al Rei de su repugnáncia; y dispuesto á cumplir su amenaza, trató de conducirla al alcazar de Madrid. Mas lo estorbó el temor al pueblo de Ocaña, con quien habia tratado el arzobispo de Toledo que se diese entrada en la villa á su gente, en el caso de que intentasen sacar de allí á la princesa. Con esto se despidieron los embajadores de Portugal, ni contentos ni desesperados, como dice Paléncia (1).

En efecto siguieron las diligéncias para la boda aun despues de la partida de los embajadores. Uno de los pretextos alegados por Doña Isabel para escusar su casamiento con el Rei Don Alonso de Portugal, debió de ser el grado de consanguinidad en que se hallaban: Don Alonso solicitó la dispensa necesária en la corte de Roma, y el Papa Páulo se la concedió en 23 de junio del mismo año de 1469. Este importante documento, de que ningun historiador ha hecho mencion, se guarda en el archivo de Simancas (2); y por él parece que la princesa ó intimidada por las amenazas de su hermano, ó por disimular los tratos que se traían con el Rei de Sicília, habia prestado su consentimiento para que se pidiese la dispensa con el de Portugal.

Á consecuencia de lo ajustado en los Toros de Guisando, el Rei Don Enrique habia convocado en Ocaña las cortes del réino para que reconocieran por heredera á su hermana: pero vacilante ya en su propósito, y obligado á acudir personalmente á Anda

(1) Crón. parte II.

Tom. VI. N. I.

K

(2) Vease en el apéndice.

lucia para apaciguar las revueltas de aquellas províncias, antes de emprender el viage hizo que prestase juramento la princesa de que ninguna novedad haria en su casamiento. La idea del maestre Don Juan Pacheco, verdadero autor de esta y de todas las demás operaciones del Rei, era que Doña Isabel incurriese en la nota de poco fiel á los pactos anteriores, si reusaba prestar el jusamento, perdiendo de este modo la opinion y amistad de los grandes bien intencionados que la seguian; y en el caso de hacer el juramento y quebrantarlo, que el Rei pudiese declararla perjura y como tal darla por privada de sus derechos (1).

La ausencia del Rei y del maestre iba á allanar los obstácu los del enlace proyectado con Don Fernando. La ocasion era oportuna: el tiempo urgia, y la princesa, que habia consentido en que se practicasen las diligéncias matrimoniales antes de prestar el juramento de no hacer novedad, creyó que no la hacia en continuarlas,

Para obrar con mas libertad y desembarazo, la princesa pasó de Ocaña á Castilla la vieja, y á pretexto de cuidar de que se trasladase á Avila el cadaver de su hermano Don Alonso que estaba depositado en Arévalo, se fué á Madrigal donde residia la Réina viuda su madre. Aquí fué donde recibió la embajada del cardenal de Arrás, quien de acuerdo con Don Enrique, venia en nombre del Rei Luis de Fráncia á proponerle la boda con su hermano Carlos, Duque de Berri y de Guiana. El maestre de Santia go, resuelto constantemente á contradecir el matrimónio de Aragon, y poco esperanzado de que se efectuase el de Portugal, habia resucitado otra vez este proyecto é instigado á entrar nuevamente en él al Rei de Fráncia (2). Don Enrique recibió al cardenal en Córdoba y despues en Sevilla: pero habiendo tenido por este mismo tiempo notícia del viage de su hermana á Madrigal, se confirmó en la sospecha de que intentaba realizar su casamiento con el Rei de Sicília; y para entorpecerlo, propuso al cardenal que pasara á ver á Doña Isabel, y la requiriera que no

(1) Paléncia, crón. parte II.

(2) Enriquez del Castillo, crón. cap. 130.

casase con Don Fernando y prefiriese al Duque de Berri. Doña Isabel oyó al cardenal á preséncia de su madre, y respondió que ella habia de seguir lo que las leyes destos réinos disponian en glória y acrecentamiento del ceptro real dellos. Con esta respuesta (en que se indicaba que la princesa queria contar para su casamiento con el parecer y consejo de los grandes y de la nacion) el cardenal malcontento se partió á Fráncia (1).

Antes de esto, Doña Isabel para no proceder de ligero, habia enviado en Fráncia un capellan suyo, hombre fiable, llamado Alonso de Coca, para que mirase al duque de Guiana, y con gran solicitud supiese de sus costumbres, y lo mesmo hiciese de Don Fernando, príncipe de Aragon, porque pudiese á la princesa y á la Réina (viuda su madre) aconsejar lo que mas convenia. Y venido relató á la princesa todo lo que conoció destos príncipes, diciendo en cuantas exceléncias excedia el príncipe de Aragon al duque de Guiana, como el príncipe fuese de gesto y proporcion de persona mui hermosa y de gentil áire y mui dispuesto para toda cosa que hacer quisiese, y que el duque de Guiana era flaco y femenino, y tenia las piernas tan delgadas que eran del todo disformes, y los ojos llorosos y declinantes á ceguedad, de manera que antes de tiempoco po habria menester mas quien le adestrase que caballo ni armas para usar de caballeria. Y allende desto decia las costumbres de los franceses ser mui diferentes de las de los españoles..

Lo cual todo la princesa oyó alegremente, porque en todo favorecia al deseo de su voluntad, que era casarse con el príncipe de Aragon (2).

Entretanto el arzobispo de Toledo y los grandes de su bando, aprovechando la oportunidad que ofrecia la ausencia del Rei, no descuidaban los médios de acelerar la boda. Diose prisa á que el príncipe Don Fernando enviase un rico collar de piedras y perlas, tasado en cuarenta mil florines de oro, que junto con cierta cantidad de la misma moneda se habia ofrecido en Ocaña á Doña Isabel, como prenda del ajuste: y con efecto trajo el collar Alonso de Paléncia, el mismo á quien dejamos citado tantas veces,

(1) Paléncia, crón. parte. II.

(2) El mismo, allí.

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