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da de una matrona á quien jamás se atrevió ni aun la sospecha? que ni en los últimos alientos, al recibir los extremos socorros de la Religion, consintió que se le descubriesen los piés, temerosa de quebrantar las leyes de la honestidad y del decoro? Pasó el espíritu de Isabel á su família, á sus hijas, á sus damas, á sus criados y cortesanos; y de su cámara, como de manantial saludable, se difundieron á toda la nacion las virtudes que dieron al carácter español aquel baño de austeridad, gravedad y decéncia que tuvo en el siglo XVI, y que en médio de la actual degeneracion todavia preferimos á la frivolidad del nuestro,

¡Que compostura en sus trages! Que moderacion en sus atavios! Isabel era generosa, premiaba con largueza, gustaba de la magnificéncia en objetos de utilidad pública; pero despreciaba el lujo personal como vício propio de corazones pequeños; temia que lo rico de sus joyas, que el excedente de sus expensas legítimas fuese el alimento del miserable, la sangre del labrador y del artesano. Guiada por estas ideas cercenó sus gastos, procuro retraer con la persuasion á sus cortesanos de los superfluos á que suelen dar ocasion las riquezas y la opulencia: llegó á promulgar leyes suntuárias leyes inútiles, leyes siempre inútiles muestras de su amor á la parsimonia, y autorizadas con el sello poderoso y sagrado de su ejemplo. Mientras los señores de su corte trataban en las fiestas de Barcelona de deslumbrar con sus galas á los enviados de una nacion vecina, las damas de palácio, á imitacion de la Réina, hacian ostentacion de la modéstia de sus adornos, y sin estrenar trages ni aun vestidos reprendian tácitamente la liviandad del sexo fuerte, que debiera darles lecciones de gravedad y de cordura.

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Patronos del lujo, los que no acertais á discernir entre el consumo mayor de comodidades ocasionado naturalmente por los progresos de las artes, que contribuye á la perfeccion y aumentos de la espécie humana, y la vana y viciosa afectacion de la opuléncia que nace del orgullo, empobrece las famílias y arruina los estados; corrompedores de la moral pública á pretexto de una riqueza ilusória que aun siendo verdadera habria de mirarse con desprécio y horror si se oponia á las buenas costumbres, ó lo que

es lo mismo, á la sólida felicidad de los hombres; vosotros desaprobareis sin duda las máximas y conducta de Isabel, la llamareis sordida, mezquina, la cubrireis de irrision y de mofa. Hacedlo enhorabuena; ensalzad los paises donde la frivolidad y los delitos presiden á los almacenes y oficinas de la elegáncia; elogiad, si quereis, la de Neron que nunca se puso un vestido dos veces (1); abogad su cáusa, pero pronúncien los pueblos.

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Pronunciarán sí, pronunciarán, y la história repetirá hasta la posteridad mas remota el fallo de que la templanza y economia de los Príncipes es la mayor renta y recurso del erário que el vano resplandor de sus trenes y equipages suele encubrir la miséria y desesperacion del ciudadano que tal vez se quedó sin pan por contribuir á su pompa y caprichos : que en valde se buscarán entre la profusion y fáusto oriental los nombres de los Reyes que aspiraron al sublime título de Padres de la pátria; y que solo por esta consideracion, sin otras, merece Isabel un puesto de honor y de elógio en los anales de Castilla. Ellos atestiguarán para siempre que la sencillez de sus adornos cubria un pecho magnánimo, y que gastaba con escasez en su persona por acudir largamente á las necesidades del Estado. Su corte modesta era el taller de las grandes empresas y la misma mano que movia la aguja y el huso, firmaba tambien los despachos para el descubrimiento de las Indias, las capitulaciones que pusieron fin á la dominacion mahometana en la Península, las órdenes para la conquista de las Canarias, del Rosellon y de Nápoles; y antes de todo esto los pactos de la reunion de Aragon y de Castilla, primero y principal cimiento del poder y grandeza española.

Pero aquel corazon fuerte, inaccesible á las delícias muelles y corruptoras, abria todos sus senos al placer rara vez concedido á los Reyes, al puro é inapreciable placer de la amistad. Honró la de Isabel á la célebre Marquesa de Moya Doña Beatriz de Bobadilla, con quien se crió algunos meses de su niñez en las calladas y solitárias estáncias del castillo de Maqueda, cuando todavia se hallaba muy distante de esperar la sucesion del cetro

(1) Suetónio en su vida cap. 20.

castellano. Allí se formó la union que dió tanto lugar á Doña Beatriz en los acontecimientos de la vida y reinado de Isabel. Resuelta á matar por su mano al maestre de Calatrava, cuando trató de conseguir violentamente la de la Princesa, viajando despues disfrazada en trage de aldeana para reconciliarla con el Rei su hermano, sin faltar de su lado en paz y en guerra, herida Y á pique de ser asesinada en lugar suyo durante el cerco de Málaga protectora del proyecto y mérito de Colon cuando todavia vacilaba Isabel, compañera luego de sus estúdios en dias mas tranquilos, tuvo finalmente el pesar de sobrevivir algunos años á su Réina y amiga.

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El respeto y veneracion de Isabel á Don Fr. Hernando de Talavera y al cardenal Jimenez de Cisneros, los privó del tí tulo de amigos que ella misma no se hubiera atrevido á darles. Pero túvolo el cardenal Don Pedro Gonzalez de Mendoza, aquel tercer Rei de España (1), alma del Consejo de Isabel y parte grande de las empresas gloriosas de su reinado. Viola Guadalajara venir con el Rei su marido á visitar al cardenal en su postrera enfermedad, pagarle en honras y consuelos sus importantes servícios , y aceptar el cargo de ser su albacea. Vió á una Réina rodeada de poder y de gloria, objeto de la admiracion de toda Europa, tomar por si misma las cuentas á los criados de su amigo, y entender menudamente en el arreglo de sus intereses y en la ejecucion de sus últimas disposiciones.

Quien así supo llenar los deberes de la amistad como no P cumpliria con los de la naturaleza? ¿Cual seria su ternura para con una madre desventurada, que prolongó por cerca de médio siglo la soledad y pesadumbre de la viudez? Isabel, ni despues que las circunstancias políticas la arrancaron de su lado para trasladarla á la corte del Rei su hermano, ni despues de subir al trono interrumpio las demostraciones mas expresivas de su amor, veneracion y rendimiento. Uno de los capítulos bajo que otorgó sus esponsales con el Príncipe de Aragon, fué la consideracion que exigio se tuviese á su amada madre. Poseedo

(1) Así le llamó Pedro Mártir de Angleria lib. VIII, epist. CLIX.

ra ya de sus reinos, la visitaba con la frecuencia que permitian los negocios en su villa de Arévalo. Allí se complacia Isabel en recorrer los aposentos testigos de los primeros juegos de su infáncia, en recordar aquellos dias de afliccion y desamparo, en que el poco generoso Enrique, al mismo tiempo que prodigaba las rentas de la corona á la lisonja, á la ambicion y aun á la rebeldia de los Próceres, abandonaba á la penúria la madre de dos reyes, á la muger y á los hijos de su padre. Dábase prisa á reparar estos agrávios con las pruebas de su generosidad y cariño; servíala por si misma, y creia que las acciones de amor y respeto filial daban nuevo realze á la magestad de la púrpura.

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Sus hijos presenciaban estas tiernas escenas, y en tal escuela tomaban las lecciones de virtud y adquirian las prendas que los hicieron justamente el consuelo y embeleso de su digna madre. Cinco le dió el cielo, la afectuosa Isabel, réina de Portugal; Maria que lo fué despues de su hermana; el malogrado Príncipe Don Juan; Catalina, réina de Inglaterra, ilustre por su piedad y por sus desventuras, y Juana madre de Cárlos V, á quien el amor á su marido, hereditário en las hembras de su família, vino por último á arrebatarle el juicio y el cetro. Isabel los amaba todavia con mayor intension que el comun de las madres: su ardiente y generoso pecho no era capaz de afecciones vulgares: prodigábales las ternezas, los llamaba de ordinário sus ángeles. Á par de su cariño caminaba el cuidado y solicitud de su educacion: dábales especialmente la del ejemplo, aquel médio eficaz que con ningun otro puede suplirse, para formar y dirigir las inclinaciones y costumbres de la niñez. Tuvieron el debido lugar en la crianza de sus hijas las artes y labores femeniles, sin olvidar las que cultivan y perfeccionan el ingénio. Pero en la del Príncipe heredero centro en que los dulces afectos de sus augustos padres se cruzaban con los votos y espectacion de tantos pueblos, aquí fué donde Isabel apuro todos los recursos de su discrecion y de su talento para cerla la mas cabal y perfecta que cupiese. Mientras unos maestros adornaban su entendimiento con los conocimientos que convienen á un Príncipe, otros le enseñaban la destreza de las armas que dá robustez y gallardía, los ejercicios ecuestres que la con

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firman, los encantos de la música que infunden y alimentan la bondad y la dulzura. ¡ Que esmero en elegir los que habian de cuidar de sus costumbres! ¡Que circunspeccion en señalar los compañeros en cuyo trato debia el Príncipe aprender que siendo igual á los demas en la naturaleza, podia serles todavia inferior en las virtudes! ¡Que ingeniosa delicadeza en corregir los defectos que apuntaban en su alma ingénua y dócil! ¡Que solicitud, luego que llegó á la época del discernimiento y de la reflexion, de que fuese aprendiendo los negócios, y se preparase á ejercer dignamente el arte escabroso y dificil de reinar! Ai! Cuidados inútiles, instruccion vana. Una temprana muerte en la florida edad de diez y nueve años, cuando apenas empezaba el Príncipe á disfrutar de los castos placeres de himeneo, cortó el estambre de sus dias, dejando sumergidos en la desolacion y en el llanto á una adorada esposa, á una nacion embriagada de amor y de esperanzas, á unos padres sensibles, que ya en los umbrales de la vejez vieron desaparecer como sombra una vida que era todas sus complacéncias, todo el alivio de sus solicitudes y fatigas. ¡ Ó dolor acerbo, dolor incomprensible á los que no son padres! Y ¿quien podrá encarecer bastantemente la constáncia heroica con que Isabel supo dominar sus afectos, vencer los impulsos maternales y apurar esta copa de afliccion y de amargura? Dios nos lo dió, Dios nos lo ha quitado, sea su nombre bendito : así respondia aquella muger incomparable á los que venian á cumplimentarla en ocasion de tan triste y lastimoso duelo indício claro de cual era la raiz de un esfuerzo y valor negado á la naturaleza.

Alma Religion, dádiva inestimable del Cielo, concedida misericordiosamente á los mortales en compensacion de los males que por todas partes los rodean; tu que ofreces motivos de consuelo á la desgrácia, de moderacion á la prosperidad, estímulos á la virtud, remordimientos al delito ; tu que elevando el hombre hácia la Divinidad, le haces superior á los accidentes y á la fortuna; tu que nivelas al desvalido y al poderoso, al Rei y al vasallo, dejando á todos igualmente libre el campo de la felicidad y del mérito ; tu, tu eres la fuente universal de los verdaderos bienes. Tu eres la única guia que con paso cierto conduce á la tranquilidad y reposo

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