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Aguilar (1) tienen cargo de destruir toda aquella tierra de Andalucia, é meter moros cuando alguna parte destas se viere en aprieto. Estos siempre tienen entre sí las discórdias vivas é crudas, é crecen con muertes é con robos que se facen unos á otros cada dia. Agora tienen trégua por tres meses, porqué diesen lugar al sembrar (2), que se asolaba toda la tierra, parte por la esterilidad del año pasado, parte por la guerra que no daba lugar á la labranza del campo. Los hermanos del duque muertos en batalla (3): los caballeros de una parte é de otra todos robados, desterrados, homiciados y enemistados con guerras é recuentros cada dia de unos é otros en toda aquella Andalucia, tantos que serian dificiles de contar. Del réino de Múrcia os puedo bien jurar, señor, que tan ageno, lo reputamos ya de nuestra naturaleza como el réino de Navarra; porqué carta, mensagero, procurador ni cuestor, ni viene de allá ni vá de acá mas ha de cinco años (4). La província de Leon tiene cargo de destruir el clavéro que se llama maestre de Alcántara (5), con algunos alcáides é parientes que

cuatro mil personas que andaban huidas, segun refiere Pulgar en su crónica, parte II, cap. 70.

(1) Lo que pasaba en el réino de Sevilla entre el duque de Medina y el marqués de Cadiz, pasaba tambien en el de Córdoba entre Don Diego Fernandez de Córdoba, conde de Cabra y Don Alonso de Aguilar, señor de Montilla. Entre otros incidentes de estas discórdias ocurrió el reto del conde á Don Alonso emplazándolo para la ciudad de Granada y no habiendo querido concurrir Don Alonso, fué declarado alevoso con arreglo á las leyes del duelo por el Rei moro, y su figura atada á la cola del caballo de su contrário fué arrastrada por el

campo.

(2) Prueba de que la carta se escri-
bia por otoño.
(3) En

una de las escaramuzas que la gente de Sevilla, siguiendo la voz del duque de Medina, tuvo con la guarnicion de Alcalá de Guadaira que

tenia ocupada el marqués de Cadiz y servia como de frontera contra Sevilla, murieron Don Pedro y Don Alonso de Guzman, hermanos bastardos del duque, y quedó preso otro hermano llamado Don Juan. Sucedió esto el jueves santo del año 1473. Paléncia refiere los pormenores de esta jornada en su crónica

(4) Dominaba en el réino de Múrcia la família de los Fajardos, en quienes estaba la dignidad de adelantado. Alonso Fajardo, primo del adelantado Don Pedro Fajardo, habiéndose apoderado de vários pueblos y fortalezas, fué en tiempo de Don Enrique una espécie de régulo, que hacia la guerra y la paz indistintamente con moros y cristianos. Hai de él una carta al Rei Don Enrique, notable por el desenfado y valentia de su estilo, en que refiere sumariamente la história de sus guerras y aventuras. Publicóla Cascales en los Dircursos históricos de Murcia. (5) Don Alonso de Monroi clavero

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quedaron sucesores en la enemistad del maestre muerto. EI clavero sive maestre siempre duerme con la lanza en la mano veces con cient lanzas veces con seiscientas. El señor maestre de Santiago ayuda á la otra parte unos dicen que por recobrar á Montanches, que es llave de toda aquella tierra, y gela tiene el clavero ocupada; otros dicen que por haber el maestrazgo de Alcántara baste saber á vuestra merced, que aquella tierra está toda llena de gente de armas, para saber como le debe ir. Deste nuestro réino de Toledo tienen cargo Pedrárias (1), el mariscal Fernando (2), Cristoval Bermudez (3), Vasco de Contreras (4). Levántanse agora otros mayores, scilicet el conde de Fuensalida, conde de Cifuentes, Don Juan de Ribera, Lope Ortiz de Stúñiga, Diego Lopez de Haro fijo de Juan de Haro, desposado con la fija del conde Fuensalida la que habia de ser condesa de Cifuentes (5).

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de Alcántara, apoderándose cautelosamente del convento y fortaleza de su orden, se hizo elegir maestre por los comendadores de su faccion en vida del maestre Don Gomez de Cáceres. De los males, robos y muertes que de aquí resultaron, habla Puigar en su crónica de los Reyes católicos (parte II, cap. 83). Don Gomez hizo guerra al clavero con el auxilio del maestre de Santiago Don Juan Pacheco y de otros grandes, pero murió á poco y el Papa con beneplácito del Rei Don Enrique, aunque resistiéndolo Don Alonso, dió el maestrazgo á Don Juan de Zúñiga, hijo del duque de Plaséncia, por cuya renúncia se agregó en adelante la administracion de aquella dignidad á la corona de Castilla. Don Juan fue arzobispo de Sevilla, cardenal, y protector especial de Antonio de Lebria.

:

(1) Pedrálias de Avila, hermano de Don Juan Arias, obispo de Segóbia, uno de los capitanes que servian al arzobispo de Toledo Don Alonso Carrillo, y progenitor de los condes de Puñonrostro.

(2) El mariscal Fernando de Riba

denéira: tuvo parte en los distúrbios de Toledo, haciendo la del Rei Don Enrique,

(3) Capitan práctico y valiente, que después de haber servido al Rei Don Enrique contra el arzobispo de Toledo, se pasó á Portugal. Fué preso en la batalla de la Albuhera de Mérida que ganó Don Alonso de Cárdenas, maestre de Santiago, á los portugue ses en el año de 1479, y degollado por justícia en la villa de Lobon despues de la batalla. (Pulgar crón, par te II, cap. 87.)

(4) Tomó en 1471 por el Rei Don Enrique la fortaleza de Perales que era del arzobispo de Toledo. Este fue á sitiarlo en persona; pero la fortaleza fue socorrida, y el arzobispo tuvo que levantar el cerco. Se vé por esto que Pulgar se recataba de nombrar y censurar al arzobispo Carrillo y lo mis mo se observará en adelante respecto de Don Juan Pacheco.

(5) El obispo de Badajoz Don Pe dro de Silva, cuñado del conde de Fuensalida Don Pedro Lopez de Ayala, le propuso que si permitia entrar en Toledo al conde de Cifuentes, que an

Estos facen guerra porqué los dejen entrar en sus casas: si entran, como son de mala yácija, nunca estarán quietos dentro; si no entran nunca estarán quedos fuera con deseo de entrar. Si entraren algunos que se trata que entren los que que quedaren fuera de necesário bullecerán por entrar: de manera que no sé por que pecados aquella noble cibdad rescibiese tan grandes, y espera recibir mayores puniciones. ¿Que diré pues, señor, del cuerpo de aquella noble cibdad de Toledo, alcazar de emperadores, donde grandes y menores todos viven una vida bien triste por cierto é desaventurada? Levantóse el pueblo con Don Juan de Morales é prior de Aroche (1), y echaron fuera al conde de Fuensalida é á sus fijos, é á Diego de Ribera que tenia el alcazar, é á todos los del señor maestre (2). Los de fuera echados han fecho guerra á la cibdad, la cibdad tambien á los de fuera: é como aquellos cibdadanos son grandes inquisidores de la fé, dad que heregias fa

daba fuera como enemigo, casaria éste con su hija Doña Leonor. Accedió el conde de Fuensalida, y entró el de Cifuentes pero sin cumplir lo ofrecido movió nuevos distúrbios, prendió al asistente puesto por el Rei, se apoderó de las puertas de la c'udad y cercó el alcazar. Halló resistencia, y de resultas hubo de salir de Toledo con sus parciales. Despues queriendo Don Juan Pacheco tener la ciudad á su devocion, se confederó para ello con el conde de Fuensalida, y trató de que entrase y la tuviese por él, haciendo salir al mariscal Fernando de Ribadenéira pero el mariscal con algunos de los eclesiásticos principales convo có el pueblo, y expelió al conde de Fuensalida y á todos sus secuaces. Uniéronse los nuevamente desterrados con los parciales del conde de Cifuentes, y encendidos así los ánimos por ambas partes, se robaron, talaron y quemaron unos á otros sus bienes. El Rei Don Enrique habia acudido á apaciguar las cosas, cuando se escribia esta carta; y de este viage del Rei habla Enriquez del Castillo en su

crónica (cap. 163). De los escándalos
acaecidos en Toledo algun tiempo an-
tes en el año de 1467, peleando los
cristianos viejos con los conversos, de
las crueldades, muertes é incendios
que ocurrieron y de la parte que tu-
vieron en ello las familias de Silva y
de Ayala, que son las de los condes
de Cifuentes y de Fuensalida, escri-
bió una relacion el canónigo Pedro
de Mesa, que se imprimió entre los
apéndices de la citada crónica de En-
riquez del Castillo.

(1) Don Juan de Morales, arcedia-
no de Guadalajara, y Francisco de Pa-
léncia, prior de Aroche, ambos canó-
nigos de Toledo. Habla de estos su-
cesos Enriquez del Castillo en el cap.
157 de su crónica.
(2) Es el de Santiago Don Juan
Pacheco. Nótese el respeto con que
Pulgar habla de él, y que no se atre-
ve á tildar su conducta, apesar de que
fomentaba los bandos de Toledo, como
aquí se indica y como se refiere en la
crónica de Enriquez del Castillo, cap.
152.

llaron en los bienes de los labradores de Fuensalida, que toda la robaron é quemaron, é robaron á Guadamur é otros lugares. Los de fuera con este mismo celo de la fé quemaron muchas casas de Burguillos (1), é ficieron tanta guerra á los de dentro, que llegó á valer en Toledo solo el cocer de un pan un maravedí por falta de leña. El Rei es ido allá, é fizo ir con él al conde de Saldaña (2), porque los unos é los otros se ponen en su mano. Plega á Dios que yo sea incierto adevino, porque creo que no podrá sentenciar el conde ; é si sentenciare, no se obedescerá; é si se obedesciere, no se complirá; é complido, no durará, ni la razon dá posibilidad para ello. El que mas en esto á mi ver ha perdido es el señor conde de Fuensalida, no tanto de sus rentas é bienes que le han quemado é tomado, aunque es asaz, quanto de la autoridad que por el oficio é por su persona tenia en aquella su naturaleza. Esto digo porque la cosa vá tan rota contra él, que fué por la cibdad llamado Alfonso Carrillo, al cual entregaron la vara del ofício de alcaldia mayor. El suceso que habrá no lo sé; pero hoi dia la tiene en haz del Rei, que está en la cibdad como tratante entre ellos. Medina, Valladolid, Toro, Zamóra, Salamanca y eso por ahí está debajo de la cobdícia del alcáide de Castronuño (3). Hase levantado contra él el se

(1) Los de Toledo saquearon el lugar de Fuensalida en ódio del conde; los del partido de éste se desquitaron en Burguillos, pueblo de la dependén cia de Toledo. Mezclóse con estos desórdenes el pretexto de celo de la religion, de que tanto se abusó en aquellos tiempos contra los conversos, y que Pulgar manifiesta desaprobar con discreto chiste, alhagando al mismo tiempo la persona y opiniones del obispo á quien escribia, segun se vé por lo dicho en la primera nota á esta

carta.

(2) Don Iñigo Lopez de Mendoza, hijo mayor de Don Diego Hurtado de Mendoza, primer duque del Infantado, y nieto del célebre marqués de SantiIlana el de los provérbios. El Rei Don Tom. VI. N. 1.

Enrique lo habia creado conde de
Saldaña.

(3) Pedro de Mendaña, natural de Paradinas aldea de Salamanca, alcáide de Castronuño, durante las disensiones entre el Rei Don Enrique y su hermano Don Alonso, vayendo tiempo dispuesto á su deseo é inclinacion natural, recibió en aquella fortaleza muchos ladro. nes con los robos que facian, é defendialos. Esomesmo defendia á otros homes matadores é criminosos é adebdados. El cual como se vido acompañado de gente á quien su maldad apremiaba que le acompañasen, tomó las fortalezas de Cubillas é Cantalapiedra é fortaleció la de Sieteiglesias, é puso gente en ellas de las cuales continuamente robaban por aquellas comarcas, é acudian á él con la mayor parte de lo

R

ñor duque de Alba para lo cercar; y no creo que podrá por la ruin disposicion del réino, é tambien porqué aquel alcáide está ya criado gusano del Rei Don Alfonso, tan grueso, que allega cada vez que quiere quinientas é seiscientas lanzas. Andan agora en tratos con él porqué dé seguridad para que no robe ni mate. En Campos naturales son las asonadas, no mengua nada su costumbre por la indisposicion del réino. Las guerras de Galícia de que nos soliamos espeluznar (1),

robado. Tomé asimesmo la villa de Tordesillas, é de tal manera creció su poder, que las cibdades de Burgos é Avila é Salamanca é Segóbia é Valladolid é Me

dina é todas las otras villas de las comarcas le daban cierta cuantía de pun é vino é maravedís por haber seguridad. E allende desto les facia otras demandas de dineros é de ganados, é todo le era pagado á su voluntad: é con esta tiranía llegó á tanta riqueza, que continamente pagaba sueldo á trescientos homes á caballo. E todos los grandes del réino de aquellas comarcas le habian miedo, é le daban dádivas porqué no les ficiese guerra en sus tierras. E deste alcaide tomaron ejemplo otros muchos alcáides del réino que se pusieron á robar é rescatar pueblos, é facer é defender los crímenes é maleficios que los robadores facian. (Pulgar, crón. parte 11, cap. 66). Finalmente Pedro de Mendaña fué sitiado en Castronuño, y despues de una obsti nada defensa entregó la fortaleza en junio de 1478, pactando que se le permitiese pasar con los suyos á Portugal, como se verificó ; y siguió sirviendo al Rei Don Alonso contra el de Castilla durante la guerra. Vivia en el año de 1480, como se vé por el libro de las declaratórias de Toledo.

(1) En la crónica de los Reyes católicos por Pulgar parte. II, cap. 98) se describe el sumo desconcierto y anarquia del reino de Galícia, que venia ya desde tiempo de Don Juan e II. La autoridad púil ca era despreciada los moradores esclavos del capricho y arbitrariedad de los que podian mas entre ellos, no cumplian

los mandamientos de los Reyes; y convertida la paciència en costumbre, no hallaba la violéncia contradiccion alguna. Cada cual se apropiaba los pueblos, las rentas reales y los bienes de los monastérios que podia; y era tanta la confusion y multitud de los tiranos, que no parecia posible restablecer la seguridad y el órden. Estasa tan perdido el respeto á la justícia, que hallándose el año de 1470 la condesa de Santa Marta en una villa suya de aquel réino, se levantaron contra ella sus vasallos y la mataron á puñaladas, sin que se tratase del castigo de los asesinos. Para remédio de tantos males, enviaron los Reyes católicos en el año de 1481 á Don Fernando de Acuña y al licenciado Garci Lopez de Chinchilla, personas de singular integridad y firmeza. Fue tal el terror que inspiró la severidad con que procedian, que en el espacio de tres meses se ausentaron de la tierra mas de 1500 ladrones y homicidas. Hicieron derribar cuarenta y seis fortalezas y ajusticiar á los principales malhechores, entre ellos á un caballero llamado Pedro de Miranda y al mariscal Pero Pardo, los cuales, dice Pulgar, no creian podia venir tiempo en que la justícia los osase prender, y ofrecieron en vano grandes sumas de oro para la guerra contra los moros, si se les perdonaba la vida. En año y medio quedó enteramente pacificado y seguro el réino de Galícia y sin embargo, cuando lo visitaron los Reyes en el año de 1486 para reprimir la conducia bulliciosa del conde de Le

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