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2. Cuestion.

Por mas que la discusion precedente parezca agena de nuestro asunto, he querido anticiparla y detenerme en ella, porque ha de servir de cimiento á cuanto dijere en adelante. Hemos visto que la buena instruccion es el primero y mas alto principio de la prosperidad de los pueblos: veamos ahora si la educacion es la primera fuente de esta instruccion.

La Sociedad cree que sí, pues que en la ereccion de un seminario de educacion no se puede proponer otro fin que promover por este medio la instruccion pública. Con todo, son muchos (y con estos hablarémos ahora) los que no miran la instruccion como perteneciente á la educacion: que llaman bien educado, no al jóven que ha adquirido conocimientos útiles, sino al que se ha instruido en mas fórmulas del trato social, y en las reglas de lo que llaman buena crianza; y tachan de mal educado á todo el que no las observa, por mas que esté adornado de mucha y buena instruccion. Sin duda que estas reglas y estas fórmulas pertenecen á la educación; pero ¡ pobre país el que la cifrare en ellas! Hombres inútiles y livianos devorarán su sustancia. La urbanidad es un bello barniz de la instruccion y su mejor ornamento; pero sin la instruccion es nada, es solo apariencia. La urbanidad dora la estatua, la educacion la forma. Entre todas las criaturas solo el hombre es propiamente educable, porque él solo es instruible. A él solo dotó el supremo Hacedor de razon, ó por lo menos de una razon perfectible. Así que, educarle no es otra cosa que ilustrar su razon con los conocimientos que pueden perfeccionar su ser. Por eso decia el gran canciller de Verulamio, que el hombre vale lo que sabe.

á

La educacion de otros animales, si acaso puede llamarse tal, es de otra especie. Algunos enseñan á sus hijuelos á volar, cazar, á precaver los peligros y defenderse de ellos; pero esto pertenece á su instinto, supliendo el de los padres por la debilidad de los hijos. Este instinto es completo en todos, todos nacen instruidos en el conocimiento de los objetos y con los recursos necesarios para su conservacion, preservacion, propagacion y bienestar. Pero en ninguno puede residir

mas perfeccion que la que sacó de las manos de la naturaleza. Si algunos parecen capaces de doctrina, como el buey que enseñamos á arar, el caballo á andar en torno, las aves á hablar, ó cantar, y á tener otras habilidades que á veces parecen por. tentosas, esto ¿qué quiere decir sino que dirigidos por la industria del hombre, son capaces de ciertos hábitos? Pero su razon, ó sea su instinto, siempre es el mismo, y ninguna especie de instruccion puede llegar á su alma. Solo el alma humana es instruible, y esto por dos medios: por observacion, y por comunicacion: aquel pertenece, por decirlo así, á la naturaleza; este á la educacion; pero ¡cuánta diferencia entre uno y otro! Veámosla.

El hombre nace sujeto á muchas necesidades, y guiado por su instinto á socorrerlas, empieza observando los objetos que le rodean. La experiencia le enseña á distinguirlos, y la razon á convertirlos en su provecho. Por eso la observacion y la experiencia son las primeras fuentes de los conocimientos humanos. Pero este medio, sobre insuficiente, es lentísimo, y sin otro el hombre solitario se levantaria muy poco sobre el instinto animal.

No así comunicando con otros hombres. Entonces, sobre los conocimientos debidos á su propia observacion y experiencia, alcanzará por comunicacion los que han adquirido sus semejantes; y como cualquiera grado de instruccion conduce á otro mayor, es claro que en tal estado puede ya hacer mayores progresos. Esto se ve en los pueblos salvajes, que ora vivan de raíces y frutas, ora de la caza, ó la pesca, poseen una muchedumbre de artes, que aunque groseras, tal vez admiran á los mas ilustrados europeos. Con todo, la pobreza y la ignorancia de estos pueblos son la mejor prueba de la insuficiencia de este medio.

Otra cosa sucede en las sociedades ya instruidas. No son raros en ellas los que sin ninguna educacion ni enseñanza metódica, adquieren muchos conocimientos, y desenvuelven altos talentos. Dotados de perspicaz y sólido ingenio, y colocados en una grande esfera de luz y de accion, la observacion y el trato concurren á enriquecer su razon, y á ilustrar su alma. Y he aquí lo que ha engañado á muchos, hè aquí lo que les hace creer que la educacion no es necesaria. Pero dos cosas son

dignas de reflexion en este punto. La primera, que en medio de aquellos seres privilegiados, los talentos de la muchedumbre yacen por falta de educacion en oscuridad y reposo; porque el hombre es de suyo perezoso y descuidado, y aunque dotado de ingenio, por lo comun, ve sin ver, oye sin oir, y observa y pasa rápidamente por la experiencia, sin someterla á su razon. Solo el estímulo de la necesidad le puede sacar de esta indolencia; y este estímulo es sentido de pocos en la priinera edad. Entonces, por decirlo así, sus necesidades no son suyas; son de aquellos á cuyo cargo están confiadas, son de sus padres ó tutores.

La segunda, que la instruccion adquirida por este medio de comunicacion casual, es meramente práctica. Ninguno por él podrá subir hasta aquellas verdades teóricas que constituyen los verdaderos conocimientos: ninguno por él se ha hecho hasta ahora geómetra, mecánico ni astrónomo. Y ahora bien : con esta sola instruccion ¿á cuántos errores no estaria expuesto el general, el magistrado, el piloto, el maquinista y el arqui

tecto.

Se dirá que tambien estas verdades teóricas se han ido alcanzando por la observacion y la experiencia; y así es. Pero una vez distinguidas y separadas; una vez reunidas las de cierto órden, y reducidas á método y sistema; es decir, una vez formadas las ciencias, ya no pueden adquirirse sino por medio de una comunicacion metódica, á que llamarémos mas propia mente enseñanza. He aquí el método mas seguro y mas breve de instruccion; he aquí el que conviene á la juventud; he aquí el que hace necesaria la educacion.

Las ciencias bajo de este punto de vista no son otra cosa que un depósito de todas las verdades que la observacion y la experiencia del género humano han descubierto desde los siglos mas remotos. Los que las fundaron y promovieron son sus grandes bienhechores. Los métodos que establecieron han facilitado su adquisicion, y tales son sus ventajas, que en pocos años puede un hombre alcanzar cuanto alcanzaron Euclides en la matemática, Ciceron en la ética, Newton en la física, y Casini en la astronomía. Pero esto supone una enseñanza, y esta pertenece á la juventud.

La razon es porque en la vida del hombre hay una edad des

tinada para la instruccion, y otra para la accion: una para adquirir la verdad, y otra para obrar segun ella. Este debe ser el fin de toda instruccion. Pasada la adolescencia, el individuo de cualquiera sociedad debe abrazar alguna profesion ó carrera, y tomar algun estado ó destino. Si deja para entonces el cuidado de instruirse, ó no lo podrá conseguir, porque debe su tiempo á las funciones y deberes de su estado, ó defraudará á la sociedad, obrando sin instruccion, de todo el bien que pudiera hacer instruido (13). De aquí es que la puericia y la adolescencia forman el período propio para la instruccion.

Pero se dirá el camino de las ciencias es largo, y apenas basta la vida de un hombre para adquirir completamente una sola. ¿Y qué? le detendrémos en su estudio, y le harémos consumir en la indagacion de la verdad el tiempo que necesita para practicarla? No, por cierto. Hay una instruccion que conviene á los jóvenes, y otra que es propia de los adultos. En las ciencias hay ciertas verdades primitivas, y que se llaman elementales, porque sobre ellas se levantan y de ellas se derivan todas las demas del mismo órden. Estas verdades pertenecen á la educacion (14). Para alcanzarlas es necesaria una enseñanza metódica, y lo es la direccion y auxilio de un maestro. Las demas verdades que forman el fondo de cada ciencia, estan reservadas al estudio y meditacion del hombre adulto (15). Las primeras se refieren por la mayor parte á la teoría de las ciencias; las segundas á su práctica y aplicacion, porque no hay alguna que no la tenga. Esto es lo que distingue los estudios del jóven y del adulto.

Además, entre estas ciencias hay algunas que se pueden llamar metódicas, porque facilitan el estudio de las demas. Sin la lógica, por ejemplo, es muy difícil hacer progresos en la filosofía racional, como en la natural sin la geometría, ¿ Quién pues, dudará que el estudio de estas ciencias pertenece á la educacion?

Infiérase que por la palabra educacion entendemos principalmente la educacion literaria. A esta se refieren por ahora los deseos de la Sociedad, y á esta cuanto dijéremos en la presente Memoria. No porque en ella se prescinda de lo que corresponde á la educacion física del hombre, sino porque esta, en cuanto simplemente supone el cuidado de su fuerza física,

de su salud, de su robustez, de su agilidad, pertenece, y siempre pertenecerá á la crianza doméstica. Nuestro objeto abraza cuanto es relativo al esclarecimiento de la razon humana, ya en el uso de las fuerzas físicas, ya en el de las facultades intelectuales. En este sentido decimos, que la educacion debe ser mirada como la primera fuente de la instruccion pública. Cuando expusiéremos los objetos que debe abrazar se completará esta demostracion. De esto mas adelante. Veamos ahora cual es la institucion mas conveniente para educar la juventud.

3. Cuestion.

Voy á acometer una discusion muy importante; pero ruego á la Sociedad que no la tache de temeraria. Su opinion parece decidida por el establecimiento de un seminario; pero se haria grave injusticia á sus luces si se creyese que no conoce otra especie de institucion capaz de mejorar la educacion pública. Es claro que proponiendo un seminario, seguirá las órdenes y benéficas intenciones del Consejo, y acaso temporizo tambien con las ideas comunes, que dan la preferencia á esta especie de institucion, confirmadas con tan distinguidos ejemplos dentro y fuera de España. Sea lo que fuere, ¿cómo podrá tener á mal que un ciudadano, penetrado de sus mismos deseos en favor de la educacion pública, le presente con candor sus reflexiones acerca del mejor medio de perfeccionarla? Tengo demasiada confianza en su ilustracion y su celo, para temer que ninguna especie de orgullo ni indocilidad se mezclen á estas dotes.

Trátase, pues, de un seminario de nobles y gente acomodada; y aunque suele decirse que los títulos son indiferentes á las cosas, veo yo en este un grave inconveniente. El prueba á la verdad cuanto los amigos de Mallorca se han levantado sobre las ideas vulgares, pues que no tratan de un establecimiento limitado á una sola clase, y esa la menos numerosa. Conocen que una educacion noble es necesaria á todos los que están destinados á vivir noblemente, y que este destino no se regula por pergaminos, sino por facultades; y en fin, que el bien público exige que la buena y liberal instruccion se comunique

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