Imágenes de página
PDF
ePub

todos son los magistrados los que están mas obligados á guardar unas costumbres austeras, porque el público tiene un derecho á ser gobernado por hombres buenos, y por lo mismo quiere que los que mandan lo parezcan : exige de nosotros un porte juicioso y una conducta irreprensible quiere que le dirijamos con nuestra doctrina, y que le edifiquemos con nuestro ejemplo; y así como premia la aplicacion y la virtud de los buenos magistrados con un tributo de estimacion y ala, banza, cuyo precio es inmenso, se venga, por decirlo asi, de los malos, censurando sus errores y extravíos con la mayor severidad, y castigándolos con el odio y el desprecio. De este modo se compensa la desigualdad de las condiciones, y se igualan las suertes de los que obedecen y los que mandan.

Estas razones, que me obligaron á entregar al fuego la mayor parte de mis versos, y á sepultar en el olvido esos pocos, que no sé porqué casualidad se libraron de él, deben obligarte á tí tambien á ser muy circunspecto en el uso de esta confianza. Mis versos contienen una pequeña historia de mis amores y flaquezas: mira tú si estando yo arrepentido de la causa, podré hacer vanidad de sus efectos (50). Por lo comun, á cual quiera de estas composiciones sigue un pronto arrepentimien, to de haberlas hecho. Y apenas se desvanece el entusiasmo con que se escribieron, cuando empieza á mirarlas con desprecio el mismo que las produjo. Por eso si despues de haberlos leido, quisieres quemarlos, podrás hacerlo á tu salvo, pues nunca estarán mas secretos que cuando se hayan reducido á cenizas.

Es verdad que entre estas composiciones hay algunas de que no pudiera avergonzarse el hombre mas austero, al menos por su materia. Pero prescindiendo de su poco mérito, es preciso ocultarlas solo porque son versos. Vivimos en un siglo en que la poesía está en descrédito, y en que se cree que el hacer versos es una ocupacion miserable. No faltan entre nosotros quienes conozcan el mérito de la buena poesía; pero son muy pocos los que saben, y menos los que se atrevan á premiarla y distinguirla. Y aunque no sea yo de esta opinion, debo respe tarla, porque cuando las preocupaciones son generales, es perdido cualquiera que no se conforme con ellas.

Bien sé que no pensaban así los antiguos. El inmortal Ciceron no se desdeñó de hacer versos, sin embargo de que obtuvo las

primeras magistraturas de Roma; Plinio el mozo, magistrado, orador y filósofo del tiempo de Trajano, se ocupaba muchos ratos en hacer versos. Es muy notable lo que dice sobre esta materia, como se puede ver en la carta 14 del libro iv, y en la 4. del libro vi, que no copio por la brevedad con que escribo.

Hubo tambien entre nosotros un tiempo en que la poesía era ocupacion de los hombres mas doctos y mas graves, y en el catálogo de nuestros poetas se leen gentes de todas dignidades y profesiones. Ni faltan en él obispos, sacerdotes, doctores, religiosos, magistrados, y cuando no hubiese mas ejemplos que los del célebre Obispo Valbuena, del sabio Arias Montano, del elocuente Fray Luís de Leon, sin contar los Mendozas, los Rebolledos, los Crespis, Vegas y Calderones, bastarian para probar cuanto, y por cuan grandes personajes fueron cultiva das las Musas entre nosotros.

Pero vuelvo á decir que es preciso respetar la preocupacion al mismo tiempo que se trabaje en deshacerla. Yo encuentro la causa del descrédito de la poesía, en el mal uso que hicieron de ella los poetas del siglo pasado, y ya que la casualidad me ha conducido hasta este punto, discurramos un poco sobre esta decadencia, y para averiguar un punto tan importante en nuestra historia literaria, acumulemos nuestras reflexiones sobre las que han hecho anticipadamente otros eruditos.

En la restauracion de los estudios se empezaron á cultivar cuidadosamente entre nosotros las humanidades ó bellas letras y particularmente tuvo la poesía muchos y muy distinguidos profesores. Empezaron estos á imitar los grandes modelos que habia producido Italia, así en tiempo de los Horacios y Virgilios, como en el de los Petrarcas y los Tasos. Entre los primeros imitadores, hubo muchos que se igualaban á sus modelos. Cultiváronse todos los ramos de la poesía, y antes que se aca. base el dorado siglo xvt, habia ya producido España muchos épicos, líricos, y dramáticos, comparables á los mas célebres de la antigüedad.

Casi se puede decir que estos bellos dias anochecieron con el siglo xvi. Los Góngoras, los Vegas, los Palavicinos, siguien. do el impulso de su sola imaginacion, se extraviaron del buen sendero que habian seguido sus mayores. La novedad, y mas

que todo la reputacion de estos corrompedores del buen gusto, arrastró tras de sí á los demas poetas de aquel tiempo, y poco á poco se fué subrogando en lugar de la grave, sencilla y majestuosa poesía, una poesía, hinchada y escabrosa, llena de artificio y extravagancias.

Cuando hablo generalmente de la poesía, no se crea que quiero calificar en particular los poetas. Sé que el siglo XVI produjo muchos de gran mérito, y sé que algunos de ellos en medio de la corrupcion y el mal gusto, han producido algunos poemas excelentes. Pero esto debe mirarse como un argumentó de lo que puede hacer un grande ingenio por sí solo, mas no como una prueba en favor de la bondad de la poesía de aquel tiempo en general. Seguramente Góngora, por no poner otro ejemplo, estimaba mas sus soledades y sus sonetos, que sus bellos romances. ¡Cuánta diferencia sin embargo se halla entre una y otra poesía !

Muchas veces he reflexionado que este mal gusto hizo mas daño, que utilidad habia causado el bueno á la poesia. Ningun siglo crió tan prodigioso número de poetas como el pasado ; en ninguno tuvo la poesía tan grande estimacion. El reinado de Felipe IV era el de Augusto y de Mecenas. El mismo Rey se complacia en hacer versos, y á su imitacion no habia persona que desdeñase un arte que hallaba estimacion hasta en el trono. Pero esto mismo acabó de arruinar la poesía. Todos quisieron ser poetas en un tiempo en que se hacia grangería de los versos; y como para serlo al modo y gusto del tiempo, no era menester otra cosa que un poco de ingenio, eran pocos los que no podian ser poetas. Creció ilimitadamente el número de los cultivadores de las Musas, y entre tantos era preciso que hubiese muchos despreciables, extravagantes, y lo que es peor, muchos que hicieron servir el lenguaje de los Dioses á su ambicion y á su codicia. ¡Qué inmenso número de poesías pudiera recogerse entre las de aquel tiempo, en que no se halla mas lenguaje que el de la lisonja, mas calor que el del odio y la venganza, ni mas moral que la de los vicios y pasiones !

Con esto empezaron poco á poco á ser aborrecidos ó despreciados los poetas, y al fin el descrédito de los poetas se comunicó á la poesía.

Así entró el presente siglo, que debia formar una nueva épo

á

ca para nuestras Musas. Los Candamos, los Lobos, y los Silvestres, mantuvieron por algun tiempo el crédito de la mala poesía; pero poco a poco fué naciendo el buen gusto, y ya en el dia vemos con grande complacencia amanecer de nuevo los bellos dias en que las Musas españolas deben recobrar su antigua gloria y esplendor. Sin embargo, la preocupacion dura todavía. Las gentes de juicio aun no se atreven á divulgar un talento que no tiene seguros el aprecio y estimacion del público. Entre tanto, es preciso que las Musas anden como unas ninfas vergonzantes, y que no se atrevan todavía á parecer en públic co por no recibir algun insulto de las personas ignorantes, aust teras ó preocupadas.

En cuanto á mí, estoy lejos de creer que mis versos tengan un gran mérito; pero sí aseguraré, que no se parecen á los del mal tiempo. Si por otra parte no merecen ser estimados, esta no será falta de crítica, sino de ingenio. Sin este nadie puede ser poeta, y como dice el Horacio francés,

[ocr errors]
[ocr errors]
[ocr errors]

al

[ocr errors]

41005 GO CAME GC'est en vain qu' au Parnasse un temeraire auteur nous Prétend de l'art des vers atteindre da hauteur, babilita no S'il ne sent point du ciel l'influence secrete

-Si son astre en naissant ne l'a formé Poëte. loqof

[ocr errors]

Algo quisiera añadir en abono de los versos libres, ó blancos; pero me insta el conductor que debe llevar esta colección. Queda este asunto para otra carta, si acaso los negocios de oficio me permitiesen dedicar á él algun rato, y entre tanto...!

[merged small][ocr errors][ocr errors][ocr errors][ocr errors][ocr errors][ocr errors][merged small][ocr errors][ocr errors][graphic][ocr errors][ocr errors]
[merged small][merged small][merged small][ocr errors][ocr errors]

Mi estimado amigo: el portador de esta lleva para entregar á V. todos los libros que ha señalado en las dos listas que mi amigo D. Miguel Maestre y yo le remitimos por medio del Sr. D. Juan Ponce; todos componen el número de veinte volúme nes, en esta forma: seis el Diccionario de Medicina;alos et dé Química; seis los Elementos de la misma; dos los de Agricul tura; uno la Agricultura de Pedro de Crescentus ; otro la de Dionisio de Utica; otro de varios tratados de Laguna (donde va una historia de la Filosofía, que podrá acaso servir tambien), y el último sobre mejoramiento de terrenos. Así mi amigo como yo tenemos la mayor complacencia en poder concurrir de algun modo al desempeño de una obra que juzgamos de la mayor utilidad á nuestra patrias de cuyo autor tenemos la mas alta idea.

Veo por las esquelas de V., que me ha dirigido el señor Ponce, que deseaba algun tratado de pesos y medidas que explique la correspondencia de las nuestras con las antiguas. Con este motivo me ha parecido conveniente dar á V. las noticias adjuntas, por si pudieren acomodar á sus ideas. 59791)

En el año de 1731 publicó D. José García Caballero su obra intitulada: Breve cotejo y balance de las pesas y medidas de varias naciones, etc. Es libro bastante comun, y que corre con aceptacion. Yo le poseo, y está pronto para cuando V. le pida.

Tambien poseo el célebre Informe hecho al Consejo por la ciudad de Toledo en 1758 sobre igualacion de pesos y medidas. Es obra, segun fama, del sabio jesuita Andrés Burriel, y está llena de investigaciones profundas, con cuanta erudicion puede admitir la materia, tomada en nuestros códigos de leyes, antiguas y modernas, generales y municipales, y en fin, digna de tenerse presente por cualquiera que aspire á tratar con acierto de esta materia.

En las Etimologías de S. Isidoro hay algunas noticias relati

« AnteriorContinuar »