Juicio critico de algunos poetas hispano-americanos

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Página 130 - Era la tarde; su ligera brisa las alas en silencio ya plegaba, y entre la hierba y árboles dormía, mientras el ancho sol su disco hundía detrás de Iztaccihual.
Página 117 - Desde este momento, españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres; no sois ya los mismos que antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes estabais del centro del poder, mirados con indiferencia, vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia.
Página 128 - Niágara! falta a tu destino, ni otra corona que el agreste pino a tu terrible majestad conviene. La palma, y mirto, y delicada rosa, muelle placer inspiren y ocio blando en frivolo jardín ; a ti la suerte guardó más digno objeto y más sublime.
Página 141 - Mañana solo, cuando ya de nuevo por el Oriente tu corona brille, tu primer rayo dorará mi tumba, ¡mi tumba libre! Sobre ella el cóndor bajará del cielo ; sobre ella el cóndor que en las cumbres vive, pondrá sus huevos y armará su nido, ¡ignoto y libre!
Página 129 - Cuánto es bella la tierra que habitaban los aztecas valientes! En su seno en una estrecha zona concentrados con asombro se ven todos los climas que hay desde el Polo al Ecuador. Sus llanos cubren a par de las doradas mieses las cañas deliciosas. El naranjo y la piña y el plátano sonante, hijos del suelo equinoccial, se mezclan a la frondosa vid, al pino agreste, y de Minerva al árbol majestuoso.
Página 9 - ... ítem, se advierte que no ha de ser tenido por ladrón el poeta que hurtare algún verso ajeno, y le encajare entre los suyos, como no sea todo el concepto y toda la copla entera, que en tal caso tan ladrón es como Caco.
Página 225 - Sólo apuré los tragos más fatales Que me brindó la impía desventura. Dormir sin ser al mundo tributario, Quiero en la noche tenebrosa y fría, Sin que nadie interrumpa su alegría; Morir, como he vivido, solitario. Tú, numen de infelices, Dios de olvido Que a la nada presides misterioso, Encubre con tus alas silencioso El sepulcro de un ser desconocido.
Página 70 - Adiós, adiós. Que el viento de la noche, De frescura y de olores impregnado, Sobre tu blanco túmulo de piedra Deje, al pasar, su beso perfumado ; Que te aromen las flores que aquí dejo; Que tu cama de tierra halle-s liviana. Sombra querida y santa, yo me alejo ; Descansa en paz... Yo volveré mañana.
Página 122 - Allí fui yo por mi deber llamado, Y haciendo altar la tierra endurecida, Ante el sagrado código de vida, Extendidas mis manos, he jurado: Ser enemigo eterno del tirano: Manchar, si me es posible, mis vestidos Con su execrable sangre, por mi mano Derramada con golpes repetidos, Y morir a las manos de un verdugo, Si es necesario, por romper el yugo.
Página 177 - Adornaron de celajes alegres la mañana de mi vida, y conservan todavía algunos matices al alma, como la flor que hermosea las ruinas. Ellas han hecho aún más por mí: me alimentaron en mi larga peregrinación y encaminaron mis pasos a este suelo de libertad y de paz, a esta patria adoptiva, que me ha dispensado una hospitalidad tan benévola.

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