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aparejo de hacerse como se hacen los dichos delitos, é hair é asconderse los delincuentes, de manera que no pueden ser habidos ni castigados; é porque demás desto para el ornato é policía de esta dicha villa era y es muy necesario que las dichas casas é corrales de San Benito se derruequen, é porque aunque en ello no hubiese otra promesa é obligacion de los dichos cuatro mil mrs. de juro ó censo, seria razon por evadir y excusar los delitos é deshonestidades que se hacen en el dicho callejon, darlo al dicho monesterio de San Agustin, porque cerrarlo no bastaria.

E con esto el Prior, frailes é convento del dicho monesterio queriendo por su parte cumplir lo que debia, ovieron su primero, segundo é tercero tratados, é por virtud de licencia de su Prelado Provincial y en su presencia é con su consentimiento é por ante el presente escribano, de cuya mano esta carta será signada, hicieron y otorgaron una escritura, etc.

Por ende por la presente. . . . . . otorgamos é conoscemos que damos, renunciamos, é cedemos, é traspasamos á los dichos Prior, frailes é convento de Sant Augustin el dicho callejon que está entre las dichas huerlas é casas de los dichos monesterios de Sant Augustin é San Benito, todo enteramente desde la cerca desta dicha villa hasta llegar á juntar con la primera esquina que se hace en el dicho callejon, como van desde la dicha

cerca...

Hecha é otorgada esta dicha carta en la dicha villa de Valladolid, estando en las dichas Casas de Consistorio, viérnes dia ordinario é acostumbrado del regimiento, á nueve dias del mes de hebrero, año del nascimiento de nuestro Salvador Jesu Christo de mill é quinientos et trein

ta y dos años: testigos, Alexo de Olmos, Juan de Ordas y Pedro de Alegría, ante Francisco de Salamanca, y en su registro, y ante Martin Perez, escribano mayor de su Ayuntamiento.

Sin embargo de haber estado cinco años en pacífica posesion del callejon que nos cedió la villa, por influjo de un vecino poderoso pusieron pleito al convento sobre él varios parroquianos de San Julian y de San Miguel en 6 de diciembre de 1537 ante el licenciado Juanes de Avila, alcalde de Casa y Corte de SS. MM., el cual por sentencia dada en 12 de marzo de 1538 anuló la escritura solemne hecha por la villa, y condenó al convento á abrir el callejon; pero habiendo apelado de la sentencia al Real Consejo se revocó (consultándolo primero con la Emperatriz Reina) por los señores licenciado Aguirre, doctor Guevara, el licenciado de Alava, licenciado Mercado de Peñalosa y licenciado Briceño, en 14 de junio de 1538 de que se sacó ejecutoria. Y no obstante, por haberse opuesto formalmente el monasterio de San Benito, se renovó el pleito y se ganó en vista y revista, por sentencias dadas en 21 de julio de 1543, siendo prior Santo Tomás de Villanueva, y en 17 de diciembre de 1544; y se despachó ejecutoria contra los PP. de San Benito de los Beatos, en 30 de enero de 1545.

NOTAS MANUSCRITAS,

por la mayor parte genealógicas, que puso á las márgenes de un ejemplar de la Crónica de D. Juan II de la edicion de Logroño, año 1517, en fol.

LOPE BRAVO DE BOJAS,

sevillano,

EN EL AÑO 1555.

LAS TRANSCRIBE DE SU MANO, Y LAS ILUSTRA CON AUMENTO

DE OTRAS Y LA VIDA LITERARIA DEL AUTOR,

D. RAFAEL DE FLORANES.

NOTICIA DE LOPE BRAVO DE ROJAS.

Este ilustre hijo y ciudadano de Sevilla vivia á la mitad del siglo XVI, reinando en España el Emperador Don Cárlos. El mismo señala puntualmente el tiempo de sus estudios. En el año 1554 pasó la Instituta en Salamanca, siendo su maestro y catedrático el licenciado D. Sebastian de Rivera, individuo del Colegio Mayor de Cuenca de aquella ciudad, de cuyos padres y ascendientes hace mc

moria (1). Pero se detuvo poco en este estudio, que acaso no seria de su genio; y pasado el año, se restituyó á Sevilla.

En el siguiente 1555 por diciembre adquirió un ejemplar de la Crónica del Rey D. Juan II, de la edicion de Logroño de 1517, hecha por Arnao Guillen de Brocar, célebre impresor de aquella edad, que habia traido á España el gran Cardenal Jimenez, con buena fortuna, pues gozamos hoy por su industria muchos excelentes libros, de que acaso careceriamos (2). Este costó 20 rs. á Lope Bravo, como él lo apuntó de su letra sobre la portada; y al pié de ella puso su firma con rúbrica, nombrándose Lope Bravo de Rojas; única memoria por donde sabemos haberle correspondido este apellido, unido al de Bravo, que únicamente le dan los autores que le nombran, y nosotros citarémos.

En este retiro se entregó al mas dulce estudio de la historia, especialmente de España: y entre las cuatro partes que en general la constituyen, narrativa, tópica, geográfica y genealógica, se inclinó mas á esta última. Sin duda seria mas de su gusto. Son todas cuatro ciertamente muy importantes; pero el beneficio de la genealó

(1) En la nota al cap. 61, año VIII de la Crónica del Rey Don Juan II, dice asi: "Alonso Fernandez y Doña Aldonza uvieron á « D. Alonso Fernandez de Montemayor, que casó con Doña Elvira « La30 de la Vega: uvieron á D. Francisco de Montemayor, que casó «< con Doña Juana de Vadillo, hija de Mosen Diego de Vadillo y de su primera muger, y uvieron á D. Diego de Montemayor, cuyos « hermanos son D. Alonso Fernandez de Montemayor, que ha es<«tado en Indias, y el licenciado D Sebastian de Rivera, colegial del colegio de Cuenca en Salamanca, y catedrático de Instituta, « que fué mi maestro por el año de 1554 cuando yo estuve alli." (2) Fr. Pedro de Quintanilla y Mendoza, Vida de Ximenez, libro 3, cap. 10, pág. 137 y 38.

gica aun se toca mas en la práctica; al paso que en ella son mas frecuentes las discordias de las familias sobre el arreglo de sus intereses, que muchas veces padecen injustas usurpaciones por la obscuridad de las líneas, de los enlaces y entronques de unas con otras.

Este estudio empezó con buen método, por donde otros ó nunca le empiezan, ó le acaban con desórden; quiero decir, por las crónicas de nuestros Reyes de Castilla, cuya leccion, debiendo siempre anticiparse á la de la historia general de la nacion, y aun de las particulares de reinos, provincias, ciudades, familias etc., como manantial de que todas estas deben derivar su fomento y su idea, ó totalmente se abandona, ó dañosamente se pospone por algunos presuntuosos eruditos, que andan por ahí perdidos por estilos de gusto y librillos de moda, que por fin contribuyen á todo su descrédito.

Pero como estas crónicas (las que de ellas se imprimieron) por lo comun llegaron al público con gruesos errores de sustancia y de texto, segun fué mas ó menos la instruccion ó la incuria de los que las escribieron y dieron á luz, pocos podian darse por seguros de su leccion y sus noticias, sin un nimio cotejo de las mismas edicio nes con diferentes manuscritos antiguos de buena nota, y sin una difusísima leccion de los mejores libros y memorias de los tiempos correspondientes, únicos auxilios en sustancia con que en algun modo se puede percibir la verdad ó el engaño de un antiguo historiador. Pero porque despues de impresos los libros, comunmente se descuidó de conservar los manuscritos, creyéndose con demasiado favor de la imprenta, que esta descendió del Cielo á excusarlos, y que mientras ella durase, no volverian á ser necesarios, resultaron dificultades insuperables á los agre

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