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Aun escribió RIVADENEIRA otra Vida de san Ignacio, compendiada y más esmerada, en la que condensó con mucho artificio todo lo más principal de aquella biografia, por él tan conocida. Más adelante la incluyó entre las del Flos Sanctorum, en el cual es una de las mejores. Por esta razon hubiera podido ponerse en este tomo, en vez de la más extensa de 1583; pero ¿ hubiera sido justo postergar la obra lata por el compendio, y omitir la obra primera y predilecta de RIVADENEIRA, sustituyéndola con un extracto, y que las vidas de Lainez y otros jesuitas aparecieran aqui con mayor extension que las del fundador de la Compañía? Esto fuera absurdo. Por todas estas razones ha parecido preferible reproducir aquí los cuatro libros de la Vida de san Ignacio con arreglo á la edicion de 1383, eliminando el quinto, ó sea el apéndice de virtudes, en que ya no hay órden cronológico, ni la importancia de los cuatro anteriores.

Bien es verdad que no se omitiera, si no lo exigiese así la necesidad de abrazar en el espacio de un tomo lo más selecto, variado, ameno é importante de todas sus obras.

No son estas ediciones las únicas que tenemos de la Vida de san Ignacio.

Al italiano fué tambien traducida, y apareció la impresion el año 1586, con este título: Vita del P. Ignatio Loiola, tradotta dalle Espagniola nell Italiana lingua, da Giovani Giolito de Ferrara. Venet., ap. I. Gioliti: 1586.

Al latin la tradujo Andres Schotto, y fué impresa en Roma (ap. Zanetum), 1596.

La edicion latina de RIVADENEIRA fué reimpresa tambien várias veces; ademas de las ediciones citadas, hay la de Madrid, en casa de Madrigal, año de 1595; la alemana de 1602 (Coloniæ Agrip., Birckman), que es un tomo en 12.°; la de Ausburgo (Augustæ vindelicorum), en 1616, tambien en 12.; y la de Madrid, de 1622, en casa de Sanchez, en 8."

Sería prolijo, y poco útil, dar cuenta de las traducciones en frances y otros idiomas.

En cuanto á la autoridad y veracidad de lo que narra RIVADENEIRA nada hay que decir. Su testimonio es irrecusable, como testigo de vista, digno de toda fe y confianza por su gran virtud, reputacion acrisolada, elevacion de miras, y alejamiento de toda idea baja ó pasion innoble. La gratitud, el cariño y un santo entusiasmo guian su pluma; pero estos afectos nobles sólo sirven para dar á á su cuadro vigorosa entonacion y colorido, léjos de esas narraciones pálidas, glaciales y amaneradas, que producen á veces el cálculo y la obligacion de hacer una cosa por cumplir con un deber estricto.

Un calvinista llamado Stein (Stenius) atacó á RIVADENEIRA, bajo el seudónimo de Lithus Misenus, en un librejo sin señas de editor ni imprenta. El calvinista no cree ni los milagros ni las virtudes de san Ignacio. ¡Cómo las habia de creer, siendo calvinista! Stein hizo con la vida de aquel célebre español, lo que en nuestros dias ha hecho Renan con la de Jesucristo: afirmar sin pruebas, negar sin razones, dudar de lo que no gusta, sustituir conjeturas tontas á hechos inconcusos, llamarse sabio á sí mismo, y tontos á los escritores coetáneos de aquellos sucesos que se quieren desfigurar. Semejante táctica, hija de la preocupacion y del espíritu de secta, sirve por poco tiempo y para hacer algun dinero; pero lo paga la reputacion del impugnador fanático. La verdad padece, pero no perece. RIVADEÑEIRA goza de una reputacion tan acrisolada y tan alta, como baja y oscura es la de Stein. La mayor parte de los lectores de este libro oirán su nombre probablemente por primera y última vez. Defender á RIVADENEIRA de sus insultos fuera tiempo perdido. Si le nombro aquí, es únicamente porque no se crea por algunos que hubiera interes en ocultarlo.

RIVADENEIRA, al escribir la Vida latina de san Ignacio por primera vez hácia 1570, para publicarla en Italia, á vista de muchísimos que habian conocido vivo á san Ignacio, y habiendo de circular esta Vida por toda Europa, no podia mentir en cosas graves, aunque quisiera. Sus contemporáneos, por el contrario, le colman de elogios. El venerable y sapientísimo Suarez le llama autor grave (1), aludiendo á la Vida recien publicada; y los Bolandos, cuya severa crítica es bien conocida de todos los literatos, le aseguran el primer lugar entre los biógrafos del fundador de la Compañía (2).

(1) De cujus (IGNATII) sanctitate, doctrina et nobilitate hic non dicam, quia... satis eruditè ac copiosè descripta sunt à familiari ejus filio GRAVIQUE patre nostro PETRO DE RIVADENEIRA. Tomo xv, página 312 de sus Obras, edicion de Venecia.

(2) R. P. PETRUS RIVADENEIRA inter eos omnes qui in illustrandis Sanctisimi Parentis ac fundatoris nostri gestis operam posuere præcipuam laudem promeritus.

Antes de concluir, conviene abordar francamente un reparo, que pondrán quizá algunas personas que vean con malos ojos las cosas de la Compañía de Jesus, y que mirarán quizá con desvío un libro, digámoslo francamente y sin rodeos, con vidas de santos. Triste es que nuestra sociedad haya llegado á tal extremo. El entrar de lleno en esa cuestion y llorar los extravíos religiosos de nuestra época, sería aquí una cosa impertinente. Cada cuestion tiene su terreno, y en el hay que tratarla y bajo su punto de vista, y no es aquí donde se han de abordar las opiniones religiosas ó impías. La Biblioteca de Autores Españoles tiene un carácter poligráfico y literario; y ¡ qué ! ¿no deben figurar en ella esos preciosos libros, que formaron la delicia y contínua lectura de nuestros padres? La literatura española tiene un caudal inmenso de libros de este género; algunos de ellos gozan de gran crédito, no sólo en España, sino tambien fuera de ella; y quien diese un diccionario bibliográfico de este género no haria pequeño trabajo, ni poco obsequio á la bibliografia española.

La Compañía de Jesus ha tenido pocos historiadores críticos; todos, por lo comun, han sido para ella apologistas ó detractores. No es éste tampoco el sitio de hacer ni su elogio ni su impugnacion; pero sí conviene advertir que áun sus enemigos mismos no le han negado jamas ni la celebridad ni la importancia: si no hubiera tenido ésta, no hubiera sido tan combatida. Es curioso ver el origen de esa sociedad, siempre combatida y siempre vigorosa. Por otra parte, la historia de la Compañía en el siglo xvi, bajo la direccion de sus tres primeros generales españoles, cuyas vidas escribe RIVADENEIRA, se halla tan ligada con la historia de nuestra patria, que bien merece por todos estos conceptos figurar en la Biblioteca de Autores Españoles.

AL ILUSTRISIMO Y REVERENDÍSIMO SEÑOR DON GASPAR DE QUIROGA,

CARDENAL DE LA SANTA IGLESIA DE ROMA, ARZOBISPO DE TOLEDO, PRIMADO DE LAS ESPAÑAS, CHANCILLER MAYOR DE CASTILLA, INQUISIDOR APOSTÓLICO GENERAL CONTRA LA HERÉTICA PRAVEDAD Y APOSTASÍA EN LOS REINOS DE SU MAJESTAD, Y DE SU CONSEJO DE ESTADO.

ILUSTRISIMO Y REVERENDİSIMO SEÑOR:

Es tan grande y tan antigua la obligacion, y conforme á ella, el deseo que toda esta nuestra mínima Compañía de Jesus tiene de servir à vuestra señoría ilustrisima, que tengo yo por muy grande merced de Dios, nuestro Señor, ofrecérseme tan buena ocasion de mostrar este nuestro reconocimiento y deseo con dirigir á vuestra señoria ilustrísima el libro de la Vida de nuestro padre Ignacio, padre y fundador desta nuestra religion, y con publicarle debajo de su nombre y amparo; á lo cual tambien me ha movido el parecerme que habiendo vuestra señoría ilustrísima favorecido siempre esta nueva planta y obra de Dios, desde que ella casi comenzó, no le será cosa nueva ni dificultosa llevarlo adelante (como lo hace, obligándonos cada dia más con nuevas mercedes y fundaciones de colegios), ni dar con su autoridad fuerza á la verdad, que en esta historia se escribe; pues fué tan grande amigo de nuestro padre Ignacio, y tan familiarmente le comunicó y trató; y por lo que vió y conoció en él, sacará cuán fundado en verdad debe ser todo lo que dél aquí se dice; y por saber yo esto, he querido dirigir á vuestra señoría ilustrísima este libro, para que ninguno que le leyere pueda poner duda en la verdad de lo que se escribe, ni calumniar lo que ve confirmado con testigo de tanta autoridad, y defendido y amparado con la sombra y escudo de vuestra señoría ilustrísima. Aunque no creo yo que habrá ningun hombre cristiano y prudente que tal haga; porque, aunque nuestra religion no fué en sus principios tan conocida de algunos, les parecia encubierta, como á las veces lo suele estar el sol cuando sale por la mañana; pero ya, con el favor de nuestro Señor, resplandece con tanta claridad, que por ninguna manera aparece que se puede con razon negar ser esta obra de su poderosa diestra, ni haber sido el fundador della tal cual convenia que fuese el que Dios escogió para plantar y fundar en su Iglesia obra tan grande. Asimismo he querido renovar con este mi pequeño servicio la memoria de aquel santo varon, que tanto quiso á vuestra señoría ilustrísima, y á quien vuestra señoria ilustrisima tanto estimó y amó; porque, aunque tenga siempre muy fresca y presente esta memoria, y hable dél á menudo con grandes muestras de ternura y amor, todavía pienso que se holgará vuestra señoría ilustrísima que por su medio se publiquen las heroicas y esclarecidas virtudes deste siervo del Señor, para que, siendo más sabidas, sean tambien más estimadas é imitadas de muchos. Y toca á mí hacer esto más que á nadie, así porque, de haberme criado desde niño á los pechos de nuestro padre, soy testigo de la amistad estrecha que entre vuestra señoría ilustrísima y él hubo, como por la merced tan conocida que vuestra señoría ilustrísima siempre me hace, como á hijo (aunque indigno) de tal padre. Y cierto que considerando yo lo que nuestro padre Ignacio hizo en Roma con vuestra señoría ilustrísima, y cómo, sin ser buscado, le buscó, halló y ayudó, y la cuenta que despues tuvo en conservar su amistad, y en que los hijos que tenía en España le sirviesen; y que cuando el cardenal don Juan Siliceo con buen celo (que así se ha de creer) nos desfavorecia, me dijo á mí que vendria otro arzobispo de Toledo que favoreciese y abrazase tanto á la Compañía, cuanto el arzobispo Siliceo la desfavorecia, no puedo creer sino que entendió nuestro padre cuán grande príncipe y perlado habia de ser vuestra señoría ilustrísima en la Iglesia de Dios, y que como á tal, tanto ántes le miraba y reverenciaba. Suplico humilmente à vuestra señoría ilustrísima perdone este mi atrevimiento, pues se justi

fica por tantos y tan honestos títulos, y que reciba con esta historia mi voluntad, y las voluntades Ꭹ los corazones de todos estos sus siervos, que por desear ser en todo hijos de nuestro padre Ignacio, y servir y acatar á vuestra señoría ilustrísima con el amor que él le trató, le ofrecen los vivos ejemplos y gloriosas hazañas de su vida, para testificar con esto lo que estiman y precian esta deuda, y la aficion de servir à vuestra señoría ilustrísima, que de su padre heredaron. Guarde nuestro Señor la persona de vuestra señoría ilustrísima muchos años, como nosotros se lo suplicamos y la santa Iglesia católica lo ha menester. De vuestra señoría ilustrisima y reverendisima obediente y perpétuo siervo en Cristo, PEDRO DE RIVADENEIRA.

AL CRISTIANO LECTOR.

Este libro de la Vida de nuestro padre Ignacio, algunos años há que le escrebi yo y le publiqué en latin. Escrebíle en aquella lengua, que es comun, porque le dirigí á toda nuestra Compañía, que está extendida y derramada casi por todas las naciones del mundo. Agora le he traducido y añadido en nuestra lengua castellana, y para que nuestros hermanos legos de España, otras personas devotas y deseosas de saber los principios de nuestra religion, que no saben la lengua latina, puedan gozar y aprovecharse dél en la suya; en lo cual no he usado de oficio de intérprete, que va atado á las palabras y sentencias ajenas, sino de autor que dice las suyas. Y así, teniendo la verdad que escribo delante, y no apartándome della, no he mirado tanto las cláusulas y sentencias con que ella se dice en latin, aunque tambien he tenido cuenta en procurar que el libro sea el mismo en la una lengua y en la otra, de manera que guardando en la una y en otra la propriedad de cada una dellas, en entrambas saque el cuerdo lector, de la llaneza y brevedad con que se dicen, la verdad y peso de las mismas cosas que se escriben. Algunas cosas he añadido en este libro de romance, y declarado que no están en el primero, ó no tan explicadas como para el romance era menester. De las añadidas hay algunas que yo no supe cuando le compuse; y otras que, aunque habian venido á mi noticia, no las tenía yo tan averiguadas, que quisiese escrebirlas hasta agora, que las he sabido de raíz. Tambien, con el deseo de no ser prolijo, dejé de industria algunas que me parecieron semejantes á otras que contaba, de las cuales se podian sacar las demas; pero despues me ha parecido añadir algunas otras, y especialmente aquellas que, aunque son del mismo jaez con las que antes se contaban, tienen alguna enseñanza partipara nuestro ejemplo y doctrina. Y como tuve tanta cuenta con la verdad, algunas veces en el libro de latin se apuntan más las cosas que se explican. Y éstas tambien he querido yo agora explicar más, para cumplir con el deseo de muchos, y para que escribiéndose por menudo, mejor se entiendan, y sean de mayor fruto y provecho á los hermanos de la Compañía, para los cuales especialmente esto se escribe. Y allende desto, porque algunas cosas se pueden decir en latin con más brevedad que en romance, así porque la lengua latina lo lleva mejor, como porque leen aquella lengua, comunmente son más ejercitados y perciben mejor en pocas palabras lo que los que se dice. Esto he querido aquí decir para que nadie se maraville si halláre más ó ménos, cotejando el libro de romance con el de latin, ó viere que contamos algunas cosas proprias nuestras y menudas, pues las escrebimos para nuestros hermanos.

cular

COMIENZA LA VIDA

DE

IGNACIO DE LOYOLA,

FUNDADOR DE LA RELIGION DE LA COMPAÑÍA DE JESUS,

traducida de latin en castellano

POR EL PADRE PEDRO DE RIVADENEIRA,
DE LA MISMA COMPAÑÍA.

Á LOS HERMANOS EN CRISTO CARÍSIMOS DE LA COMPAÑÍA DE JESUS.

COMIENZO, hermanos en Cristo carísimos, con el favor divino, á escrebir la Vida de Ignacio de Loyola, nuestro padre, de gloriosa memoria, y fundador desta mínima Compañia de Jesus. Bien veo cuán dificultosa empresa es la que tomo, y cuánto habrá que hacer para no escurecer con mis palabras el resplandor de sus heroicas y esclarecidas virtudes, y para igualar con mi bajo estilo la grandeza de las cosas que se han de escrebir. Mas, para llevar con mis flacos hombros esta tan pesada carga, tengo grandes alivios y consuelos. Lo primero, el haberla yo tomado, no por mi voluntad, sino por voluntad de quien me puede mandar, y á quien tengo obligacion de obedecer y respetar en todas las cosas. Este es el muy reverendo padre Francisco de Borja, nuestro prepósito general, que me ha mandado escribiese lo que aquí pienso escrebir; cuya voz es para mi voz de Dios, y sus mandamientos, mandamientos de Dios, en cuyo lugar le tengo, y como á tal le debo mirar, y con religioso acatamiento reverenciar y obedecer. Demas desto, porque confio en la misericordia de aquel Señor, que es maravilloso en sus santos, y fuente y autor de toda santidad, que le será acepto y agradable este mi pequeño servicio, y que dél se le seguirá alguna alabanza y gloria; porque verdaderamente él es fundador y establecedor de todas las santas religiones que se han fundado en su Iglesia. El es el que nos enseñó ser el camino de la bienaventuranza estrecho, y la puerta angosta. Y para que no desmayásemos, espantados del trabajo del camino y de las dificultades que en él se nos ofrecen, él mismo, que es la puerta y el camino por do habemos nosotros de caminar y entrar, quiso ser tambien nuestra guía, y allanarnos con su vida y ejemplo, y facilitarnos este camino, que á los flacos ojos de nuestra carne parece tan áspero y tan dificultoso; de suerte que mirando á él y siguiendo sus pisadas, ni pudiésemos errar, ni tuviésemos en qué tropezar ni qué temer, sino que todo el camino fuese derecho, llano y seguro, y lleno de infinitas recreaciones y consolaciones divinas. Este Señor es el que con maravillosa y paternal providencia, casi en todos los siglos y edades, ha enviado al mundo varones perfectísimos, como unas lumbreras y hachas celestiales, para que, abrasados de su amor y deseosos de imitarle, y de alcanzar la perfeccion de la vida cristiana que en el Evangelio se nos representa, atizasen y despertasen el fuego que el mismo Señor vino á emprender en los corazones de los hombres, y con sus vivos ejemplos y palabras encendidas le entretuviesen, y no le dejasen extinguir y acabar. Así que todo lo que dirémos de Ignacio, manó como rio de la fuente caudalosa de Dios; y pues él es el principio deste tan soberano bien, tambien debe ser el fin dél, y se le

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