Imágenes de página
PDF
ePub

generalmente áun las personas desafectas á los jesuitas, es que el siglo de los tres generales españoles fué el siglo de oro de la Compañía de Jesus. Por esta razon hubiéramos deseado poder incluir en este tomo la interesante Vida de San Francisco de Borja, escrita por RIVADENEIRA, con que se cierra aquel brillante período; mas no fuera posible darle cabida aquí sin sacrificar algun otro tratado no ménos importante y de carácter doctrinal, cuya omision sería muy sensible á nuestros suscritores, mucho más cuando ya tienen la aplaudida é importante biografia de san Ignacio y la interesante y poco conocida de Diego Lainez.

Por otra parte, las biografías de san Francisco de Borja abundan, y áun la misma del padre Cienfuegos es tan interesante, ó más, que la de RIVADENEIRA, siquiera el estilo sencillo y castizo de éste sea superior al de aquel, algun tanto hinchado y que se resiente de la época pretenciosa y exageradora en que fué escrita.

Tales son las razones por que se da cabida en este tomo á la Vida de Lainez, y las que nos obligan á omitir las de Salmeron y san Francisco de Borja, aunque con harto sentimiento nuestro. El fin religioso y moral que el autor se propuso al escribir estas biografias, y las que con dolor se omiten, lo dice él mismo. Queria que las vidas de estos padres y fundadores fuesen un modelo que tuvieran siempre á la vista los que se afiliáran en la Compañía.

VIDA

DEL

PADRE MAESTRO DIEGO LAINEZ,

QUE FUÉ UNO DE LOS COMPAÑEROS DEL BEATÍSIMO PADRE MAESTRO IGNACIO DE LOYOLA
EN FUNDAR LA COMPAÑÍA DE JESUS, Y El Segundo prePÓSITO GENERAL DELLA;

ESCRITA

POR EL PADRE PEDRO DE RIVADENEIRA,

DE LA MISMA COMPAÑÍA.

A LOS CARÍSIMOS PADRES Y HERMANOS EN CRISTO DE LA COMPAÑIA DE JESUS.

Habiendo escrito en el libro pasado la vida de nuestro bienaventurado padre ignacio de Loyola, fundador y primer prepósito general desta nuestra Compañía de Jesus, y habiéndose della seguido (por la misericordia del Señor) mucho consuelo y edificacion en los que la han leido, me ha parecido escribir tambien la Vida del padre maestro Diego Lainez, que fué uno de los primeros compañeros y el primer sucesor de nuestro beatísimo padre Ignacio en el cargo de prepósito general; el cual, mirando aquel primer dechado de su padre y maestro, procuró imitarle de tal manera, que sacó uno como traslado perfetísimo y un vivo retrato de su maravillosa virtud y santidad. Heme movido á esto principalmente por cumplir con la obediencia de nuestro muy reverendo padre Claudio Aquaviva, prepósito general, que me ha mandado la escriba, y tambien por pagar con este mi pequeño trabajo lo mucho que debo á la dulce y santa memoria del padre maestro Lainez, que, por haber sido padre mio muy entrañable y muy particular, tuve con él estrechísima comunicacion en muchas partes, y de sus ejemplos, consejos y coloquios se pudo mi alma mucho aprovechar. Asimismo por parecerme que nos será gran motivo para la perfecion y todo género de virtudes el saber las que tuvo este siervo del Señor, que fueron muchas y muy esclarecidas; porque, aunque es verdad que sola la vida de nuestro padre Ignacio basta para inflamarnos en el amor divino y para incitarnos al menosprecio de todas las cosas perecederas, y nosotros tenemos tanta obligacion de imitarle, todavía crecerá más esta nuestra obligacion, cuanto más fueren los ejemplos é incentivos que tuviéremos para ello. Especialmente que como Dios nuestro Señor escogió á nuestro beatísimo Ignacio por capitan y caudillo desta su sagrada milicia, y por patriarca de tantos hijos que en ella habia de haber, enriquecióle de virtudes tan heroicas y llevóle por caminos tan dificultosos y ásperos, que no todos le pueden seguir en todo, sino que hay algunas cosas en su vida (como en las de muchos santos) más admirables que imitables. Pero la vida del padre maestro Lainez, así como fué toda de un obrero perfeto y excelente de nuestra Compañía, así me parece que toda se puede imitar, tomándole todos por guía y maestro. Aquí verán los estudiantes de la Compañía el blanco que han de tener en sus estudios, y el ánimo con que los han de emprender, y el cuidado con que los han de seguir, y la perseverancia con que los han de llevar al cabo, para gloria del Señor. Aquí aprenderán los grandes letrados á no dejarse llevar de nuevas y peregrinas dotrinas, ni desvanecerse con la opinion

y vano aplauso del mundo, sino buscar la verdadera sabiduría, que enseña á juntar la humildad con la dotrina, el menosprecio que ellos han de tener de si con la estima que otros tienen dellos, y de hacer ménos caso de la ciencia, que hincha (como dice el Apóstol), que no de la caridad, que edifica; á la cual, como á fin y remate de la ley evangélica, todas las demas cosas que á ella se enderezan han de servir, y el entendimiento á la voluntad, como paje de hacha, dándole conocimiento y luz, y despertando y avivando en ella, con sus rayos y resplandores, nuevos ardores y encendimientos de amor celestial. Los obreros y ministros de Dios que en esta granjería tan copiosa y rica de ganar almas se ocupan, aprenderán el celo que han de tener de la honra de Dios, y la sed y ánsia del bien de los prójimos, y los medios que para empresa tan gloriosa se han de tomar, y la fuerza con que se han de ejecutar; sin que sea parte para desviarlos della trabajo ni regalo, promesas ni amenazas, esperanzas ni vanos temores del mundo. Los superiores de la Compañía, poniendo delante de sus ojos este espejo, procurarán de ser (como lo son) verdaderamente padres, y de tenerse por siervos de todos sus súbditos, y de mezclar la suavidad con el celo de la observancia y religion, de tal manera, que ni la blandura sea floja, ni la severidad rigurosa, y que en la una y en la otra se eche de ver la caridad paternal; la cual, cuando halaga, es blanda, y cuando castiga, es fuerte, y siempre es amorosa y dulce para con sus hijos. Finalmente, todos podrémos aprender en esta Vida del padre maestro Lainez, como cifradas y sumadas todas las virtudes que en ella resplandecen en grado muy subido y de muchos quilates. Aquí hallarémos ejemplo de hallar á Dios nuestro Señor en todas las cosas, el cuidado de la oracion, el espíritu cierto y seguro de la verdadera mortificacion, el amor de la santa pobreza, el menosprecio de todas las cosas del siglo, la mansedumbre con los hermanos, la afabilidad y recogimiento disfrazado y encubierto con los de fuera, y el hacerse todo á todos (como lo hacia el Apóstol), para ganar todos á Dios, al cual suplico que nos tenga á todos de su mano y nos dé su gracia para que imitemos á estos gloriosos padres nuestros, y seamos verdaderos hijos de la Compañía de Jesus en la santidad de vida que ella profesa, como lo somos en el apellido y renombre.

De los primeros padres y compañeros de nuestro bienaventurado padre, que murieron siendo el padre maestro Lainez general, y de algunos otros que fueron martirizados y derramaron su sangre por Cristo nuestro Redentor; de los colegios que se fundaron y de las provincias que se instituyeron, y de algunas otras cosas memorables que sucedieron en su tiempo, harémos aquí alguna mencion, como la hicimos en la Vida que escribimos de nuestro padre Ignacio, y la hacemos en la del padre Francisco de Borja, tercero prepósito general, para que el piadoso y benigno lector pueda comprehender el progreso y discurso de la Compañia en el tiempo que la gobernaron estos bienaventurados padres, dejando las demas cosas que han acaecido en ella, y son muchas y muy ilustres, al que con mayor caudal de ingenio y estilo hubiere de escribir cumplidamente la historia de la Compañía.

LIBRO PRIMERO

DE LA

VIDA DEL PADRE MAESTRO DIEGO LAINEZ,

SEGUNDO PREPÓSITO GENERAL DE LA COMPAÑÍA DE JESUS.

CAPÍTULO PRIMERO.

Del nacimiento y primeros estudios del padre maestro Lainez, y cómo se juntó con el beatísimo padre Ignacio.

Al tiempo que nuestro padre maestro Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesus y su primer prepósito general, murió en Roma, el padre maestro Diego Lainez, que á la sazon era provincial de la misma Compañía en Italia, estaba enfermo en la misma ciudad, y casi desahuciado de los médicos; al cual, el dia siguiente despues de la muerte de nuestro beatísimo padre Ignacio, todos los profesos de la Compañía que allí se hallaron, le nombraron por vicario general; pareciéndoles que si moria, podian elegir otro, y que si vivia (como esperaban en nuestro Señor), era el que más convenia para el buen gobierno de la Compañía. La vida deste excelente varon, que fué sucesor de nuestro padre Ignacio, y el segundo prepósito general, y que tanto ilustró y adelantó esta Compafia con su santa vida y esclarecida dotrina, y suave y maravilloso gobierno, quiero yo aquí escribir (aunque con brevedad), comenzando por su principio y orígen.

Nació el padre Diego Lainez en la villa de Almazan, que es en el reino de Castilla, el año de mil y quinientos y doce; su padre se llamó Juan Lainez, y su madre Isabel Gomez de Leon, personas ricas, honradas y cuerdas, y por extremo inclinadas á piedad, y como tales, criaron á sus hijos en amor y temor del Señor. En una carta que el año de mil y quinientos y cuarenta y dos, despues que volvió la primera vez de España, escribió al padre Fabro el padre Lainez, hablando de sus padres, le dice estas palabras: «Yo les quedo muy obligado por la tan humilde y amorosa audiencia By obediencia que me dieron en todo cuanto yo me pude acordar serles necesario ó conveniente a para su salud espiritual y descanso de sus benditas almas, las cuales nunca podré olvidar hasta a la vista, en la cual esperamos.» Yendo una vez su

madre (poco despues que parió al padre Lainez) á holgarse con sus padres, de Almazan á Sigüenza, y llevándole consigo, al pasar de un arroyo, que iba muy crecido, tropezó la cabalgadura del ama que le llevaba en los brazos, y cayósele el niño, y yéndose agua bajo, un tio suyo, que iba allí, dió de espuelas al caballo, y asiendo de las ataduras de las fajas, le sacó y libró de aquel peligro, y le entregó á su madre, que estaba más muerta que viva, por la desgracia que le habia acontecido; y juzgando que el Señor se lo habia dado de nuevo, y sacádole, como á Moisén, de las aguas, le crió áun con mayor recato y cuidado que antes, en toda virtud.

Pasados los primeros años de su niñez, luégo dió muestras de vivo ingenio y de blanda condicion Ꭹ modestia singular. Aprendió la gramática y las primeras letras en Soria y en Sigüenza con mucha diligencia, y despues de haberse fundado bien en ellas, vino á la universidad de Alcalá para aprender las otras ciencias mayores. Comenzó en Alcalá el curso de las artes liberales, y dióse tan buena maña en él, que dejaba atras á todos sus condiscípulos, y con la agudeza y grandeza de su ingenio, y la fuerza y eficacia de sus argumentos, y buena gracia y claridad en el disputar, se señalaba mucho entre todos, y no ménos en la modestia y suavísima condicion que tenía. Acabado el curso de las artes, tomó la borla de maestro con grande loa y admiracion; porque, tratándose del lugar que le habian de dar en sus licencias, nunca quiso tomar terceros ni rogadores, ni que ninguno hablase por él, ántes él mismo se fué á los examinadores, y con pocas, llanas y humildes palabras les rogó que hiciesen su oficio justamente, como dellos se esperaba, y que á él no le diesen ni mejor ni peor lugar que merecia. Respondió de tal manera, y dió tan buena cuenta de sí, que á juicio de todos los desapasionados, merecia el primer lugar. Tambien dió muestras de su modestia en otra cosa. Suelen los nuevos maestros, para dar gracias del grado que han recebido, hacer una ora

para otros mayores, iba con grande alegría, y se mostraba tan esforzado, que comunmente iba delante de sus compañeros, haciéndoles el camino; y cuando habia algun rio que pasar, el primero que llegaba y tentaba el vado era él; y siendo pequeño de cuerpo (pero de ánimo grande), tomaba sobre sus hombros y pasaba de la otra parte á los más flacos, haciendo en todo oficio de buen com

cion en latin; y queriendo algunos de sus compaferos ayudarle en la que él habia de hacer, para que fuese más elegante, nunca lo pudieron acabar con él, siendo entónces mozo de diez y ocho años; porque decia que nunca Dios permitiese que él quisiese mostrar saber lo que no sabía. Demas desto, era muy compasivo y liberal con los pobres, y repartia largamente con ellos de lo que sus padres le enviaban para su sustento; de suerte que ha-pañero y de guía. Estuvo en Venecia algunos meciendo cuenta de lo que habia gastado, se hallaba la mayor parte del gasto haber sido en las limosnas que hacia á los pobres.

De Alcalá se fué á la universidad de París, así por pasar adelante en sus estudios, como por ver á nuestro beatísimo padre Ignacio, de quien habia oido contar muchas cosas admirables en Alcalá (donde estaba muy fresca su memoria). Fué nuestro Señor servido que entrando en París, la primera persona con quien topó, fué el mismo padre Ignacio, que le dió muy buenos consejos, y poco á poco le ganó la voluntad; y como él era de suyo bien inclinado y devoto, tuvo poco que hacer en persuadirle que hiciese los ejercicios espirituales; en los cuales fué mucho lo que aprovechó en el conocimiento y menosprecio de sí mismo. Tres dias estuvo sin comer bocado; otros quince comió pan y agua; traia cilicio; diciplinábase muchas veces, con gran deseo de hallar á Dios, suplicándole con fervorosas oraciones y copiosas lágrimas que le diese su luz y fuerzas para agradarle, y tomar aquel estado en que más le habia de servir; y así, despues del padre Pedro Fabro, fué el primero que se determinó de ser compañero de nuestro padre Ignacio y seguir su manera de vida. En los estudios hizo maravilloso progreso; porque se refrescó y perficionó en la dotrina de Aristóteles, y abrazó la teología con tanto cuidado y ahinco, que por sus cotidianas disputas, y agudeza de ingenio y capacidad, y excelencia de juicio y memoria, ya desde entónces daba á entender cuán eminente teólogo y cuán esclarecida lumbrera de la Iglesia de Dios habia de ser.

CAPÍTULO II.

Cómo fue de París á Italia, y lo demas que le sucedió antes que el Papa confirmase la Compañía.

Armado pues con las armas del espíritu del Sefior y de las ciencias que habia aprendido, el año de mil y quinientos y treinta y seis partió de París con los demas compañeros para Venecia, donde nuestro beatísimo padre los estaba aguardando. Andaba achacoso en esta sazon el padre Lainez, y sacando fuerzas de flaqueza (que se las daba el espíritu y ánimo que tenía), salió de París, y fué hasta Venecia, trayendo á raíz de sus carnes un cilicio; iba cargado de sus cartapacios y libros, en el corazon del invierno, á pié, con muy pocos dineros, pobremente vestido, caminando por medio de Francia y de Alemania, entre herejes, con muchas lluvias y excesivos frios, y pasando grandes trabajos. Pero el nuevo soldado, que se curtia

ses en el hospital de los incurables, sirviendo á los pobres enfermos y consolándolos con gran caridad, como quien sabía que todo lo que hacia por ellos, lo recebia Cristo nuestro Redentor, por quien verdaderamente él lo hacia.

En el principio de cuaresma del año de mil y quinientos y treinta y siete fué á Roma con los demas compañeros, á tomar la bendicion del Papa, para pasar á Jerusalen, con grande pobreza y trabajo; porque ayunaba cada dia, andando á pié, y no comia sino lo que le daban de limosna; dormia en el hospital de los pobres, y para vencerse y mortificarse más, buscaba la cama más sucia y dormia en ella; fueron tan grandes las aguas en todo este camino, que le acontecia ir muchas veces por ellas hasta la rodilla, y algunas hasta los pechos. Entró en Roma descalzo por devocion, y disputó delante del papa Paulo III de algunas cuestiones de teología que se le propusieron, con grande loa y satisfacion de su Santidad; y recebida su bendicion y licencia para pasar á Jerusalen, volvió á Venecia, y allí se ordenó de misa, el dia del glorioso San Juan Bautista deste dicho año de mil y quinientos y treinta y siete. De allí fué á Vincencia, ciudad de los venecianos, y estuvo en una pobre y estrecha casilla fuera de la ciudad, sin puertas y sin ventanas, en compañía de los padres Ignacio y Fabro, por espacio de cuarenta dias, durmiendo en el suelo y pasando mucha pobreza y hambre. Porque eran tan estrechas las limosnas que se les hacian, que apénas podian allegar el pan que les era necesario para comer; y así vino á caer malo de una enfermedad. Como se halló mejor, comenzó á predicar por las plazas en latin, porque aun no sabía la lengua italiana; concurria mucha gente á oirle con grande admiracion. Acontecióle alguna vez, acabado el sermon, ir de puerta en puerta por toda la ciudad, pidiendo limosna, y no hallar quien le diese un bocado de pan. Y diciendo yo al mismo padre Lainez, cuando me contaba esto, que cómo era posible que entre tanta gente que oia sus sermones, no hubiese ninguno que le socorriese ni hiciese bien, especialmente en una ciudad tan principal y de tanta cristiandad, me respondió: «Hermano, cuando Dios nuestro Señor quiere probar y humillar, bien sabe cómo lo ha de hacer.»

De allí (perdida ya la esperanza de pasar á Jerusalen) volvió otra vez á Roma, en compañía de los mismos padres Ignacio y Fabro, y por mandado de su Santidad, leyó en el colegio de la Sapiencia (que así llaman el colegio de aquella universidad)

« AnteriorContinuar »