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pérdidas ni deshonores, que el Rey esté violento con su madre, es decir, que la flor lo esté en la tierra y las aves en el aire; aseguran que está en libertad con la Reina, es decir, que no puede tenerla con nadie: los portugueses se armaron contra Castilla, donde tenian preso su niño rey D. Fernando, llevados de los estandartes en què llevaban pintado un tierno Infante herrado con grillos y cadenas; pero era para llevarlo á su madre, no para quitárselo; y quién se persuadirá esté sin libertad para el ejercicio de su eleccion un Rey que teniendo ya quince años y mostrando tanto aliento, espíritu y resolucion en su inclinacion al campo, lleve arrastrada toda su familia, sin que en ella ni en todo lo que delibera admita su viveza y prontitud resistencia ni áun dilacion, los señores de Castilla no hacen ejemplar eficaz para un' movimiento, porque si no fuera su celo puro y fundado, no hay para qué seguirle; si lo fuese, ni el Sr. D. Juan, ni los grandes, ni reinos de Castilla, nos han menester para el remedio. No se mueve el ejército de Cataluña, hambriento, ni el Principado con perpetuos alojamientos y mal defendido; no se mueve Castilla, Nápoles, todos reinos de la monarquía, todos vasallos fieles y celosos, y nos movemos nosotros, no padeciendo, án tes gozando suma tranquilidad y observancia de nuestros fueros, sin que la Reina haya hecho cesion alguna en lo comun, ántes favoreciendo lo particular de algunos aragoneses que ocupan elevadísimos puestos; que venga el Rey á jurar, es justo, preciso y muy del ánimo real; pero que tarde uno ó dos años de catorce, cuando su padre de veinte tardó más, y que se haya pretendido traerle envuelto en el papel de una firma, es formalidad impertinente. Señores, entendámonos; que nuestra conservacion y defensa absolutamente pende de la benignidad y equidad de nuestros reyes, no pende de una firma juridica, ni de robustas armas y fortalezas; roguemos, no irritemos, ni por guardar un boton aventuremos la ropilla. Deseamos Córtes: yo me he hallado en dos y puedo decir que no hay corte sin servicio ni servicio sin tributos; y que no habiendo en lo humano leyes que basten á enmendar la ley TOMO LXVII.

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única, que es el Ministro, es ocioso que verlas enmendar en el papel, buenas son las antiguas; corrijamos en nosotros su inobservancia si el Sr. D. Juan como está en Aragon seis años hace, estuviera en Valencia ó Sevilla, desde donde se moviera lo que ahora, ¿soñaria aragones alguno salir de su casa á empeño de esta contingencia? No; luego esto lo hace el afecto y atencion de su persona, y no el celo ni la obligacion; ó sale con el intento el Sr. D. Juan, ó nó; si sale y entra en el Gobierno, el tiempo dirá que poco medra en este reino en lo comun y en lo particular; si no sale con el intento y se yerra, cuánta contingencia lleva que nos envíen la caballería de Cataluña á enseñarnos lo que pueden los fueros y el mal uso de un celo indiscreto: y cuando no sea así, ¿quién no asegura que con la edad no comprenda nuestro Rey, ya que no culpase el intento, el modo por delincuente? ¿Quién asegura que no puede haber algun primer Ministro castellano, que émulo de las singulares leyes nuestras, no tome este pretexto para atropellarlas? Pues ¿quién quiere entrar en negocio, que siendo nada lo que se va á ganar, es tanto lo que se va á perder? No perdamos de vista el año de 92, ni las circunstancias de Antonio Perez, del Secretario Escobedo, é inteligencias derivadas de otro Sr. D. Juan. ¡Oh antiguos y prudentes aragoneses! Aquí está el Sr. D. Juan II, que con ser el príncipe de Viana su primogénito, perseguido y mal visto de su padre, rogándole el juramento de sucesor y la general gobernacion, con gran cesion de nuestros fueros, juntos y repetidas veces en Córtes, no le ayudaron con otra cosa que con rendidas y obsequiosas representaciones á su padre, que no haciéndolo así los catalanes fueron miserablemente envueltos en su ruina y conquistados de nuevo; aquí está el señor emperador Cárlos V, cuyos gobernadores de Castilla en el tiempo de las Comunidades pidieron socorro á Aragon, que respondió tenía sus fuerzas en servicio de S. M. en las fronteras de Francia, sin querer entrar en las desuniones domésticas de Castilla, reconociendo más riesgo que utilidad; y ahora nos haremos caballeros andantes, y con nuestras armas y caballos iremos á

desfacer tuertos por el mundo, y cuando aquellos van á libertar reinas y desencantar infantas, iremos ahora á perseguirlas. Acabó con esto su voto; pero viendo que el antecedente llevaba el séquito y que salia á ejecutar la jornada, les llamó diciendo Caballeros, caballeros; si el Sr. D. Juan queda en el Gobierno, háganse dar un decreto que justifique este movimiento; créanme, traigan su carta de pago por si algun tiempo le pidiesen la deuda».

Nuestro Rey Cárlos II (que corona nuestro epitome), conseguido por oraciones y milagros, engendrado de su padre entre la senectud y la perlesía, y nacido en el Noviembre de 1661, el mismo dia en que murió su hermano Felipe Próspero entró por la muerte del padre, con cuatro años de vida á diez de menor edad, cargando el cuidado y educacion de tanto Rey y la conservacion y gobierno de tanta monarquía sobre los hombros de la Reina, flacos por el sexo y falta de práctica, sin que quedase primer Ministro, que instruido en las inteligencias y conferencias antecedentes ofreciese cabo para seguir en los negocios el hilo cortado con el de la vida del Rey; aunque éste dejó la Junta del universal Gobierno, la experiencia ha mostrado que la carga en los hombros de muchos, ántes cae que se intenta, y que si como hay uno fuesen muchos los primeros móviles, no sería otra cosa que confusion; estos catorce años de la menor edad, no han permitido otra cosa en el Rey que lo que pide la edad, que todo es juego, de que se levantó perdiendo una porcion de Flandes, pérdida moderada para la habilidad del tahur rey de Francia, su competidor, siendo creible que le hayan empobrecido los baratos de los domésticos más que la pérdida; y no permitiendo la edad ni la positura de las cosas entrar en el personal ejercicio de la guerra, se contenta con la imágen, frecuentando con ansia la caza y los bosques, en que ya con la horquilla, ya con el arcabuz, muestra su valor, ardimiento y despejo, anunciadores de felicisimas victorias y progresos; pues ¿quién duda que si importara hiciera de diez y nueve años lo que el rey D. Jáime hizo de nueve, rompiendo la reclusion del castillo de Ayx, y siguiendo

y castigando la rebeldía de un vasallo en D. Pedro de Aones, y las huestes de los moros, principios de tantas gloriosas conquistas? ¿Quién duda que si importara seguiria al rey D. Enrique el Enfermo, que con poca salud y ménos años, convocados los grandes y prevenido confesor y verdugo, armado de punta en blanco en su trono, sin derramar otra cosa que majestad y terror, les hizo restituir con miedo las rentas reales que habian tiranizado con ambicion? ¿Quién duda que si importara imitaria al rey de Francia, que de nueve años asistia en el ejército y con pistola en mano conducia su batallon? ¿Quién duda que si importara seguiria los ardimientos y glorias militares de Eurico III de Francia cuando duque de Anjou, y no los retiros del bosque de Vicennes cuando Rey, origen de su perdicion? ¿Quién duda que si importara alternaria con la caza la aplicacion al Gobierno, no imitando al rey D. Juan I de Aragon, que despreciando el Gobierno y siempre en el campo, fué en él despeñado y muerto en su prision? ¿Quién duda que si importara imitaria al rey D. Ramiro de Aragon, mayor en edad, pero niño en reino, y como se toca la campana de Velilla, prediciendo cosas grandes, se tocara la de Ramiro, castigando delitos grandes? Pero gracias á la Divina Providencia, que nos dió Rey de milagro, que nos conserva el reino de milagro, y con tan rara y especial asistencia, que si no vemos ejércitos, no debe de haber enemigos; pues no vemos castigos, no debe de haber delincuentes.

FIN.

DIARIO DE NOTICIAS DE 1677 Á 1678.

DÉCIMA SEXTA PARTE DE LAS MISCELÁNEAS Y PAPELES VARIOS CURIOSOS

Y MANUSCRITOS DE D. JUAN ANTONIO DE VALENCIA IDIAQUEZ.

(Biblioteca Nacional, MS. H.-461.)

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