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pidiendo se le permitiese volver á ver á S. M.; pero confirmando el Rey lo primero, envió á explicárselo con el duque de Medinaceli, á cuya resuelta expresion se siguió la obediencia, aunque diferida á la mañana siguiente.

Aquella noche hubo Junta en el Retiro, y de la mayor parte de ella resultó el anteponer la obediencia á cualquiera otra celosa consideracion.

y

D. Fernando Valenzuela, aquella tarde, cuando ya el pueblo le degollaba y confiscaba los bienes, paseaba por Madrid asistia en la comedia de Palacio con harta desembarazada serenidad. Díjose que esta noche fué acompañado de los condes de Aguilar y Montijo, del marqués de Algava, á matar á D. Juan, y que D. Alvaro Aleman, Teniente de Alcaide, lo habia impedido negándole las llaves: esta voz ni por posibilidad ni razones de congruencia, segun la prevencion y resguardo con que D. Juan estaba, se hace verisimil. El dia siguiente (con obediencia nunca bastantemente encarecida), tomó el camino de Zaragoza, dejando en sumo desconsuelo á los parciales que habia conducido á su venida, y el pueblo, que sinceramente celosos unos y tumultuarios otros, le ofrecian en aclamaciones y aplausos sus corazones.

Inquietos los rumores con este accidente, volvieron á sosegarse, pero con un sosiego hipócrita y sospechoso; pues poco despues, de parte del Gobierno predominante, se vieron desterrados de Madrid el confesor y el maestro, y de Palacio á Medellin y Talara, quitándole á éste el puesto de primer Caballerizo Y dándoselo al de la Algava; poco despues salió decreto haciendo merced á Valenzuela de marqués de VillaSierra y de la embajada de Venecia, expediente decoroso y sumamente prudencial, si como tuvo discrecion para elegirlo hubiera tenido resolucion para ejecutarlo; pero conferido con el duque de Alburquerque, que era gran valedor y confidente suyo, le disuadió el salir de España, y eligió salir de la corte con el puesto de Velez-Málaga, Gobernador y General de aquella costa, á cuyo empleo partió con brevedad.

D. Juan, aunque retirado en Zaragoza, y sin el grado de

Virey por haber espirado su despacho y entrado á presidir D. Pedro de Urries, gobernador de Aragon, mal hallado sin el Gobierno universal, á que aspiraba por inclinacion ó por instancia de los malcontentos, estimulado del desaire antecedente, influia medios peligrosos, provocando á hacer instrumento de ellos los reinos de esta Corona, y así en este intento halló bastante disposicion en los naturales, que alucinados del esplendor y sumo agrado de su persona, y atraidos de las aclamaciones de Castilla, siguieron sus dictámenes, explicados y esparcidos por la negociacion de sus criados, en quienes obraba más una interesada esperanza que el servicio de su amo: los diputados del reino de Aragon fueron los primeros á mover esta máquina, pidiendo en la corte del Justicia que suspendiese á S. M. la jurisdiccion voluntaria y contenciosa en fuerza del fuero Coramquibus, que dispone que el Rey venga á jurar ántes de ejercerla, sobre que se escribieron varias alegaciones, y con tan vivas instancias, que avecindándose el dia 10 de Abril, amenazaban con resueltas denunciaciones, con harto cuidado de los ministros y harto temor de los lugartenientes, no dándolo poco en Madrid este movimiento y sus consecuencias en los Consejos de Estado y Aragon; pero D. Melchor de Navarra, Vicecanciller, con gran destreza y celo, extraviando de este camino áspero, aunque ruinoso, y alentando á los rendidos para evitar la próxima violencia, serenó esta tempestad, y los diputados hicieron separacion de la instancia, no sin gran dolor de D. Juan, que malograda la empresa, quiso con aparente negociacion hacerse dueño de este suceso.

Residia en Granada D. Fernando Valenzuela lo más del tiempo, y no gustoso con aquel sosiego movia varias cuestiones sobre tratamientos y preferencias con la Chancillería, de que resultaron algunos rompimientos, y de éstos el que los oidores enviaron á Madrid ardientes quejas, pretexto de que se asió para que pasados pocos meses de ausencia volverse á la corte, más que al descargo, á la adoracion y sacrificio de los pretendientes, donde estuvo muchos dias de rebozo, hasta

que haciendo el Rey su jornada ordinaria á Aranjuez, se manifestó en aquel sitio con alborozo de sus parciales y áun de sus émulos, por lo que pronosticaban que su vuelta habia de ser su ruina.

Habia muerto poco ántes el marqués de Castel Rodrigo, Caballerizo mayor de la Reina, y vacando la presidencia de Flandes que tenía, se dió al Condestable, y la de Ordenes. que tenía éste, al duque de Osuna; fué de la de Flandes presidente Monterey, que excluido y quejoso, con ménos templanza que lo que debia, fué ocasion de su destierro á Avilafuente, y que haciendo dejacion de la artillería se diese á D. Pedro de Aragon.

Murieron tambien los duques del Infantado y Alburquerque, aquél Mayordomo de la Reina y éste del Rey, cuyos puestos vacos hicieron pretendientes á los mayores señores, y asimismo dependientes de D. Fernando, que dilatando la provision conservaba la dependencia con la esperanza.

Hízole el Rey merced de la llave con ejercicio, empleo tan elevado que el duque de Medinaceli, Sumiller de Corps á quien tocaba darle la jura, resistiendo cuantos mandatos hubo, no quiso jamás dársela, y hubo de recurrir al príncipe de Astillano, que como gentilhombre de Cámara se la dió. Vuelto á Madrid con el Rey á primeros de Junio de 76, que se adelantó la jornada por la noticia de la muerte de la Emperatriz, para hacer las exequias; introducido en la gracia del Rey con conocidas demostraciones y tratándose de llenar los puestos vacos de Palacio, se dió al Condestable la Mayordomía mayor del Rey, y la presidencia de Flandes al príncipe de Astillano, tomando para sí Valenzuela el puesto de Caballerizo mayor de la Reina que tuvo Castel Rodrigo: sobre la pretension de un vireinato, hecha sin que precediese la regular consulta de los Consejos de Estado y de Italia, hizo D. Pedro Fernandez una representacion á S. M., que pasando á noticia y altercacion con D. Fernando, fué motivo de que se le quitase el despacho y se diese en interin á Don Jerónimo de Eguía.

En Sicilia se atrasaron mucho los progresos por no haber pasado D. Juan á la recuperacion de Mesina y haber detenido las grandes cantidades que se aplicaron á su jornada, y tambien porque la armada hubo de ir al socorro de Orán, estrechado de los africanos, D. Iñigo de Toledo, Gobernador de aquella plaza, que con su esfuerzo y este socorro pudo librarla felizmente de este asedio, siendo harto nociva esta diversion sobre la pérdida de navíos que habia hecho el príncipe de Monte Sarcho, de que se le estaba haciendo

causa.

Pero despues, haciendo esfuerzo más que posible para enviar la armada, pasó en ella por general D. Diego de Ibarra, y corriendo aquellos mares, precisado á abrigarse en el puerto de Palermo, la armada francesa, de superiores fuerzas, la atacó dentro de él, arrimándole unos burlotes de fuego con efecto tan lastimoso, que abrasó mucha parte de la nuestra, quedando muertos D. Diego de Ibarra, General; D. Francisco Freyle, Almirante; D. Gaspar y D. José de Zúñiga, hermanos de Miranda, y otros muchos hombres de cuenta, escapando milagrosamente D. Agustin de Guzman, hermano del Marqués de la Algava; suceso tan fatal y sensible, que llegando la noticia, mostró el Rey su dolor en unas públicas y ostentosas exequias, que por direccion de D. Pedro de Aragon se hicieron en San Felipe.

En Flandes, esta campaña, catorce mil franceses con el mariscal de Humiers, pusieron en contribucion el país de Bas, inmune hasta ahora de ella, sin que el príncipe de Orange se moviese á embarazarlo, ni el duque de Montealto, General de nuestra caballería en la puente del rio Durmen, pudiese impedirle el paso á unirse con su Rey, que con 60.000 hombres se echó sobre Condé, plaza del condado de Henao, que ocupada por asalto en 25 de Abril, dividió su ejército en dos partes; con la una sitió el duque de Orleans á Brugen, y con la otra se puso á el opósito del socorro, que intentado por los nuestros por la parte de San Guillen, lo hizo vano la artificiosa dilacion del de Orange, invencible siempre á las instan

cias del duque de Villahermosa, como tambien á la buena disposicion que halló para el combate general.

Rindióse Brugen, y el Cristianísimo se retiró con la conquista de tres plazas: dejando las armas al duque de Luxemburg, encaminóse Orange á sitiar á Mastric, con desentimiento de Villahermosa y demas Generales, pues siendo plaza inconquistable, sólo sirvió de que el frances sitiase á tres, y aunque el Duque intentó el socorro, desesperando de él, los naturales volviendo las armas contra la guarnicion se entregaron; vuelto el Duque al sitio de Mastric, cuando su presencia y gente pudiera alentarle á proseguirlo, levantó Orange el cerco con pérdida de alguna artillería, sin que el Duque ni su mismo crédito bastasen á detenerle, con pretexto de ir á coger de la gran calzada tránsito preciso para el enemigo, donde asimismo dejó que lo lograse y se fuese libre á acuartelarse.

En Cataluña salió á campaña el marqués de Cerralbo, quejoso de las pobres asistencias que le hacian de Madrid, y quejosos naturales y soldados de lo poco que obraba su flojedad, procedida de su natural ó falta de salud; y fuese por esta razon, ó por política de quitar las armadas de manos de un criado antiguo y afecto de D. Juan, llamaron al príncipe de Parma, que dejando el vireinato de Navarra en que estaba empleado, pasó muy á la ligera y con toda liberalidad á mandar las armas de Cataluña, á poco tiempo que habian salido en campaña, y ocupado el puesto de Cerralbo, empezaron á mostrar el diferente rigor que los regia, pues habiendo el frances mucho antes abierto carreteras para conducir artillería y sitiar á Puigcerdá, y dando pasos hácia este intento, el Príncipe, pasando nuestras armas al Rosellon, corrió todo el país y saqueó la villa de Illa, diversion eficaz para que no tuviese efecto el amenazado sitio de Puigcerdá, pues el enemigo hubo de abandonar empresas en el país ajeno por guardar el propio. Conseguido con felicidad este intento, se retiró el Príncipe á Barcelona, adonde hallando la órden de Madrid para que enviase 500 caballos á acuartelarse en Toledo, dió cumplimiento á él, enviándolos conducidos de los capitanes más veteranos.

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