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ni respuesta. Ni cómo podia ser otra cosa? Estaba meditada su ruina, y á se que no se hizo esperar mucho tiempo. Cuando fué destituido del ministerio se procuró extender la voz de que era hereje, y que por ello cabalmente habia caido del poder. Llegó la noticia á sus oídos sin que le causase mella alguna : tal era y tan absurda la calumnia, que no merecia mas castigo que el desprecio. Pero se esparcieron por Astúrias algunos ejemplares de una version del Contrato social, impresa en Londres, y diciéndole sus amigos que en cierta nota del traductor se le dispensaban grandes elogios, receló si seria algun lazo que le tendian sus émulos; que tales cosas habian hecho con su persona, que estaba autorizado á temerlo todo. Escribió inmediatamente al ministro de Estado contando lo que pasaba, segun lo referian personas de crédito, porque él no había logrado tener á la vista ningun ejemplar de semejante libro; se le contestó que recogiese cuantos pudiera, y como no diesen resultado ninguno las mas exquisitas diligencias, lo puso de nuevo en conocimiento del Gobierno; esta comunicacion tuvo por respuesta prevenirle que se abstuviera en adelante de escribir á los ministros. Pocos dias despues, el 13 de marzo de 1801, fué sorprendido en la cama antes del amanecer, y con escolta de soldados, en la mas rigorosa incomunicacion, le hicieron atravesar toda la Península por Leon, Búrgos y Zaragoza hasta la ciudad de Barcelona, de donde, embarcándole en el bergantin correo, le llevaron con las mismas precauciones á Mallorca. En llegando fué al punto presentado al Capitan General, quien sin dilacion le envió á su destino, que era la cartuja de Jesus Nazareno, en Valdemuza, á tres leguas de Palma, sin fijar plazo ni término á su reclusion, y disponiendo que no tuviese trato con otros que con los monjes.

Al propio tiempo que hacian presa en su persona, se apoderaban de todos sus papeles, que examinaron y sellaron. Fué el reconocimiento prolijo y minucioso, indudablemente queriendo dar á entender que buscaban ó habian hallado pruebas de que era hereje, ó ateo, ó revolucionario; y este escrutinio le causó mas honda pena que su prision incomunicada, que su traslacion humillante y vergonzosa, y mas, en fin, que todas las vejaciones personales. Comprendia muy bien (porque á su costa iba sabiendo ya á qué punto suele llegar la perversidad humana) que se le hiciese víctima de una venganza inmerecida, no provocada, injusta; pero no podia sufrir que para cohonestar su persecucion, villanamente se supusiera y extendiese que él, tan religioso, tan monárquico, tan temeroso de Dios, tan amante del trono, era capaz de haber escrito cosa alguna que menoscabara los sentimientos de piedad ó la lealtad á sus reyes que distinguieron siempre á los españoles. Así es que apenas instalado en la Cartuja, el 24 de abril, dirigió una exposicion á su majestad, respetuosa, pero llena de vigor; documento bellísimo, que nuestros lectores hallarán en el lugar correspondiente, porque le merece distinguido en la presente coleccion; suplica en ella al Rey, no en son de pedir gracia, sino reclamando justicia, que si se le ha imputado algun delito se le haga cargo de él y se le oigan sus defensas, con arreglo á las leyes, ante cualquier tribunal públicamente reconocido, ya fuese el consejo de Estado, de que era miembro, ya el de las Ordenes, á que habia pertenecido, ó á título de caballero profeso de la de Alcántara, ya en el Consejo Real, el primero de los tribunales civiles de la nacion, ya ante el acuerdo de la real audiencia de aquellas islas, á que habia sido conducido con extremado rigor y ruidoso aparato; y que declarada que fuese su inocencia, de lo cual, dice, estoy bien seguro, se dignase su majestad, no solo reintegrarle en su antiguo estado, que era para él lo de menos, sino tambien reparar amplísimamente la nota y

baldon que tantas violencias y atropellamientos cometidos en su persona hubieren podido causar á su reputacion y buen nombre. Remitió esta exposicion al marqués de Valdecarzana, sumiller de corps y primo suyo, con encargo de que la pusiera en las propias manos del Rey; mas eran tales los aires que corrian, que el Marqués, hombre sin duda apocado y á quien no podemos librar de la nota de egoista, no se atrevió á presentarla. Súpolo el preso á los seis meses, ailá por el de octubre, y en seguida hizo nuevo recurso, vigoroso y digno, pero en frase la mas respetuosa. Unióle copia de la anterior y lo envió á su casa, encomendando al capellan de ella, don José Sampil, que pasase á la corte y viese el modo de que tan importantes documentos llegasen al poder del Soberano. Habia en Astúrias agentes secretos con la comision de averiguar las comunicaciones que mediasen entre el preso de Mallorca y sus amigos, parientes y paisanos, y en trasluciendo el encargo que tenia el sacerdote, dando pronto aviso á Madrid, enviaron postas á la ligera para detener en el camino al conductor de la instancia. Bien comprendió el honrado capellan que era preciso emplear suma diligencia en su cometido; y usó de tanta, que los espías supieron el caso cuando llevaba algunos dias de viaje, por lo cual no pudo ser habido en el camino. Fueron mas felices los agentes de policía en Madrid; se apoderaron de él en los momentos de entrar en la corte por la puerta de Segovia, y le condujeron á la cárcel llamada de la Corona, por estar destinada para reclusion de eclesiásticos. Siete meses estuvo allí encerrado en premio de su lealtad y diligencia, y al cabo de ellos le llevaron á Oviedo, previniéndole que no saliera de la ciudad y se presentase todos los dias al reverendo Obispo. Conocemos gentes que en vista de este suceso dirán cómo hizo bien el de Valdecarzana en guardarse el papel y no entregarlo; seguros estamos de que la historia imparcial continuará calificándole de egoista.

Entre tanto circulaban por Madrid copias de las dos representaciones, y eran leidas con afan donde quiera que no llegaba la vigilancia de los agentes del Gobierno; en las tertulias y reuniones de toda especie se hablaba continuamente de JOVELLANOS, siendo su nombre objeto de veneracion, y de lástima su mala ventura; los padres le proponian por modelo á sus hijos, y hacian las mujeres gala de mostrársele aficionadas ; que siempre fué compasiva y generosa esa bella mitad del género humano. Un sugeto desconocido, por caridad sin duda y creyendo dispensarle un singular obsequio, hizo una copia de ambas exposiciones, y dióse tan buena maña, que logró ponerla en manos del Rey; pero este en seguida se la entregó á sus ministros para que la examinaran. Grande debió ser despues la desesperacion de aquella buena alma, al saber que su oficiosa compasion habia sido causa de que se le sacase á JOVELLANOS del convento y se le condujese, en medio de un destacamento de dragones, al castillo de Bellver, situado en una alta colina, á media legua de la capital de la isla de Mallorca.

Fuerza es hacer mencion del trato que recibió el preso mientras estuvo en la cartuja de Jesus Nazareno, porque son aquellos cenobitas, encargados de su custodia, dignos de los mayores elogios, y seguro es que se los prodigarán cuantos lean la vida de JOVELLANOS. Su propia familia no le hubiera asistido con mayor esmero; atentos á su comodidad y regalo, ellos en persona le cuidaban, aderezándole y sirviéndole la comida con sus propias manos, y ya solícitos le acompañaban para hacerle olvidar su aislamiento, ya se ocupaban en buscarle libros, ya descubierta su aficion á toda clase de útiles conocimientos, sacábanle á pasear por aquellos fragantes montes y pintorescos valles con pretexto de buscar plantas y yerbas para el estudio de la botánica, que

en efecto le enseñaban los religiosos, explicándole la figura, virtudes y propiedades de las plantas; DON GASPAR escribia con método estas explicaciones, y entre todos hicieron un tratado de botánica, que repartido á los moradores de las cercanías, fué muy útil á mas de una familia necesitada. En una ocasion se le hincharon las piernas de un modo tal, que infundió sérios temores al facultativo á quien llamaron los monjes para que le asistiese; creyóse que no solo las amarguras padecidas y las molestias del viaje de doscientas leguas, que preso, incomunicado, sin comodidad alguna, acababa de hacer, serian causa de su mal, sino que tambien podia tener parte la continua comida de pescado que, con sujecion á la regla del convento, servian al recluido. Aquellos buenos religiosos acudieron al Soberano Pontífice pidiendo una bula para servirle otros manjares, y un dia le sorprendieron presentándole cubierta la mesa con los mas excelentes y regalados; ellos, que en todo tiempo, en la juventud como en la vejez, en la fuerza de la vida como en la proximidad del sepulcro, insistian en comer sus pobres viandas. Resistióse el cautivo á probar alimentos allí exóticos; mostráronle el breve de Su Santidad y le dijeron la opinion del médico; todo en vano: el enfermo dió la comida á los pobres del pueblo y no probó otra que la de sus compañeros y amigos, los santos moradores del convento. Pero tan tierna solicitud le hizo derramar lágrimas de purísimo gozo; su corazon, naturalmente benévolo y expansivo, se abrió á los consuelos de sus nuevos hermanos, y no solo se curó, sino que llegó á olvidarlo todo y á vivir satisfecho y alegre en aquella sociedad, que bien valia tanto, por lo menos, como la mejor que hubiese cultivado en todos los dias de su vida. No hubo medio tampoco de que los religiosos aceptaran nada en remuneracion del gasto que les hacia; dijeronle que era uno de ellos y que no podian admitir estipendio. Vínoles bien á los pobres, porque JoVELLANOS destinó sus ahorros á socorrer con limosnas á los vecinos necesitados de Valdemuza y á dar pensiones á los jóvenes de escasos recursos que se dedicaban al estudio de la latinidad. Cuando le arrancaron de aquella santa casa, no pudiendo darle otra cosa, diéronle lágrimas y bendiciones, que no dudamos nosotros le infundieron la fortaleza necesaria para soportar resignado seis años de encierro en una nueva cárcel. ¿Moveria acaso el interés á los monjes? Necesitado estaba JOVELLANOS de favores, que no en ocasion de dispensárselos á nadie; ni por entonces se columbraba que para él habian de amanecer mejores dias. Tampoco los guiaba el espíritu de partido, menos el deseo de vengar agravio alguno; la caridad tan solo. Ni ¿qué premio podian ellos esperar? Por palacio su convento, por viandas los pescados de aquellos mares, por ordinaria ocupacion el rezo, la penitencia y las obras de misericordia, por esparcimiento y regalo los montes y las selvas de las cercanías, por lujo un tosco sayal, por esperanza la gloria eterna; nada de esto les habia de arrancar el poder, quien quiera que lo ejerciese. Ninguna otra recompensa aguardaban pues aquellos piadosos varones, sino la que ya habrán alcanzado, porque han fallecido todos.

Muy diversa fué la vida de nuestro héroe en el castillo, donde tenia siempre un centinela de vista, el cual y su criado eran las únicas personas con quien podia comunicarse. Mas se permitió luego la entrada á un religioso, y en él halló el pobre cautivo compañía, consuelo, docta y amena plática, y alivio á todas sus amarguras. Llevole dos códices antiguos que existian en la librería del convento de San Francisco, y de ellos el preso copió, y tradujo despues al castellano, una geometría que Raimundo Lulio compuso en Paris el último año del siglo XIII; viendo el religioso que así lograba distraerle, facilitóle tambien un códice original de mano del célebre Juan de Herrera, que

contenia un discurso sobre la figura cúbica, y DON GASPAR lo copió igualmente con todas las figuras geométricas, añadiendo á la copia una larga y erudita advertencia sobre el origen y circunstancias del códice. Estos trabajos, una curiosa y amena descripcion que hizo de la propia fortaleza que le servia de cárcel, y otros varios escritos sobre antigüedades de la isla, sobre fábricas preciosas y sobre excelentes pinturas (1), sirviéronle de ocupacion y entretenimiento durante algunos períodos de aquellos siete años de persecucion tenaz y rigorosa.

Quien así tenia presente las bellas artes, no era natural que se olvidase de las letras; en el castillo de Bellver escribió tres excelentes epístolas, una á Cean Bermudez y dos á don Cárlos Posada, canónigo de Tarragona. Bien merecia este los repetidos recuerdos que le consagraba DON GASPAR; en cuanto supo su destierro voló á Palma, se disfrazó de religioso, penetró en la prision, y con grave riesgo de ser descubierto y de sufrir los mismos daños que su amigo, tuvo el placer de abrazarle. DON GASPAR en una de las epístolas que le dedica le exhorta á que no le tenga compasion, porque no es infeliz su suerte :

Infeliz?... ¿Cómo?

¿Acaso puede un inocente serlo?

¿Con la virtud, con la inocencia puede
Morar el infortunio? El justo cielo
No lo permite..

El las sostiene, las conforta, y tiende

Para apoyarlas próvida su mano.

Aconséjale igualmente que no haga caso de las calumnias que contra él se divulguen, ni sufra por ellas molestia alguna :

¿Qué puede el ronco

Rumor de la calumnia? Qué la envidia,
Aunque con soplo venenoso incite
Las furias del poder, su fragua encienda,

Y sus rayos invoque en mi ruïna?

Yo en tanto escucho intrépido su aullido.

Ruégale que no se aflija, suponiendo que le falta la libertad, puesto que no le falta:

No, no; que no le es dado

Hasta el alma llegar, donde se anida,

Y aherrojarle no puede.

¿Es esto esclavitud? No, Posidonio.

Por mas que esta porcion de polvo y muerte

Yaga en austera reclusion sumida,

Libre será quien al eterno alcázar
Pueda subir; al Protector, al Padre

De la inocencia y de la vida, absorto
Y postrado adorar.

Quiérele consolar, él, que está preso, al amigo que vive libre y en la abundancia; y para quitarle todo motivo de pena, le recuerda cuál ha sido su vida :

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Contra nuestra costumbre hemos copiado estos versos de una de las epístolas, porque habrian sido inútiles cuantos esfuerzos hubiésemos hecho para pintar el espíritu de que estuvo poseido JOVELLANOS durante su larga prision, y la lectura de estas pocas palabras dan de ello una idea completa. Es tambien preciosa la composicion dedicada á Cean Bermudez pocos meses antes de salir de su encierro; figurar en el mundo, dice, es un presuntuoso y necio desvarío: en la virtud y en la práctica de la religion está la felicidad. Enternece ver que quien llevaba mas de seis años de incomunicacion rigorosa, tuviera cristiana resignacion suficiente para escribir á sus amigos que vivia tranquilo, que era feliz, que su corazon se abrasaba en amor de Dios, y se deshacia en inmensa gratitud por los bienes que sobre él á manos llenas derramaba la suprema Misericordia. Razon tenia; semejante conformidad era don de la Providencia, mil veces mas envidiable que las riquezas y los honores.

Todo esto prueba su resignacion, pero hay todavía mas : JOVELLANOS gozaba de la serena tranquilidad con que Dios se digna fortalecer las almas de los justos. ¿Quién acertaria á discurrir que en aquella mansion escribiese una obra encaminada á la enseñanza de la niñez? Pues así es en verdad; encerrado en las mazmorras de Bellver, compuso el Tratado sobre educacion pública con aplicacion á las escuelas y colegios de niños. Lo cual vale tanto como decir que estaba en la prision entregado á las mismas meditaciones que en Sevilla, en Madrid, en Astúrias; que su fantasía volaba con deleite y con libertad detrás de los muros en que estaba aprisionado su cuerpo. Y si por acaso se le antoja á alguno sospechar que estaba animado nuestro héroe de la estóica filosofia que precedió en el imperio romano á la venida del Redentor, y que fué resucitada en Francia á fines del siglo pasado por los revolucionarios, los cuales, renegando de la doctrina de Jesucristo, necesitaban buscar en cualquiera parte un átomo de fuerza y de valor para marchar á la vengadora guillotina, ó un disfraz para la criminal cobardía de refugiarse contra ella en el suicidio, sepa que tenemos al punto contestacion cumplida para demostrarles que era la de DON GASPAR cristiana conformidad y resignacion valerosa, capaz únicamente de ser infundida por la religion del Crucificado. Y la respuesta ha de ser elocuente, porque no la darémos nosotros, sino el mismo JoveLLANOS: Pero entre todos los objetos de la instruccion, dice en la obra á que nos referimos, siempre será el primero la moral cristiana, de que va á tratarse ahora; estudio el mas importante para el hombre, y sin el cual ningun otro podrá llenar el mas alto fin de la educacion. Porque ¿qué hará esta con formar á los jóvenes en las virtudes del hombre natural y civil, si les deja ignorar las del hombre religioso? Ni ¿cómo los hará dignos del título de hombres de bien y de fieles ciudadanos, si no los instruye en los deberes de la religion, que son el complemento y corona de todos los demás? Yo no creo que sea necesario persuadir entre nosotros esta preciosa máxima, cuyo abandono y olvido ha producido ya en otras partes tantos males. Pero ¿ acaso ha tenido el influjo que debiera en nuestros métodos de educacion? Creo que no, y hé aquí por qué me he propuesto tratar con mas detenimiento esta parte de mi plan... La enseñanza de la moral cristiana presupone el conocimiento de los misterios de la religion que estableció su divino Autor. Pero ¿cuál es el plan de educacion que haya reunido en un mismo sistema estos dos sublimes estudios? Cuál es el que haya consagrado á ellos todo el tiempo y todo el cuidado que requieren? Cuál es el que los haya tratado en el órden, por el método y con la extension que convienen á su dignidad é importancia?...... ¿Qué hay por qué admirar que en materia de religion sea la instruccion tan imperfecta y li–

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