Y la noche le agrada con su oficio, Y en Venus y en amor, y amar se emplea. Mas seguro es dormir y estar en vicio, Mejor tener la moża poco casta, Y el tañer y cantar por exercicio: Que asir escudo, y empuñar el hasta, Y cubrir con el ́yelmo la cabeza, Y el pecho de virtud, que es lo que basta. Mas á tí ya fue un tiempo, que una pieza De arnes, é ilustres hechos te agradaba, Mas que quanto á deleytes se endereza. La gloria que con armas se alcanzaba, Te era dulce; mas presto te cansaste, Que nunca dura el bien, ni el mal se acaba. Dí, ¿por ventura, ó Aquiles, aprobaste El uso de las armas y la guerra, Solo mientras mi patria conquistaste? Y es prueba cierta, y que verdad encierra, Pues tu alabanza y hechos mas que humanos Estan postrados, 'qual lo está mi tierra. No lo quieran los Dioses soberanos, Antes el lado Hetoreo abierto sea Por la lanza arrojada de tus manos. O Griegos, enviadme á do me vea Mi Aquiles, que aunque he sido su enemiga, Yo acabaré que vuelva á la pelea. Diré lo que quisieredes que diga, Que tiene un no se qué tocar la mano, Y aunque mas sordo estés á mi despecho Si El I Aunque mi alma en la esperanza estriva. ¿Mas para qué lo ordenas? echa mano, Que para hartar tu pecho sanguinoso Y agora quieras irte con la armada, Manda como Señor, que á tí me venga. ARGUMENTO DE LA EPISTOLA QUARTA. Es tan notoria y vulgar la historia del Minotauro y su laberinto, y hemos de tratar de ella tantas veces en estas epístolas, que bastará decir agora que como por las leyes im puestas del Rey Minoos á los Atenienses, fuesen obligados á enviar á Creta siete hijos y hijas cada un año para ser pasto del Minotauro, cayó la suerte en el tercer año de esta terrible imposicion á Teseo, hijo de Egeo, Rey de los Atenienses; el qual con la industria y favor de Ariadna, hija del Rey Minoos, librándose del intrincado laberinto, dió la muerte al espantoso Minotauro. Conseguida la victoria, como por este beneficio hubiese prometido Teseo de se casar con Ariadna, partió con ella y con su hermana Fedra de Creta huyendo á su floreciente Reyno de Atenas. Sucedió que en el navio, enamorándose Teseo de su cuñada, propuso dexar (como en efecto la dexó ) á Ariadna en la isla de Naxos ó Chio, casándose con Fedra alevemente. Pasados algunos dias, haciendo Teseo ausencia de Atenas, como tuviese por hijo á Hipólito de Hipólita noble Amazona, Fedra enamorada de su entenado, y rendida á su apetito, como de palabra no se atreviese por la gravedad del pecado á descubrirle su pena, le escribe esta carta, donde le persuade á su bruta y totalmente ilícita voluntad. Por la qual se verá la libertad y desenvoltura que tiene la muger que pierde el temor á Dios, y la vergüenza al mun. do. Es una de las artificiosas y elegantes epístolas de este libro; porque no ha habido gente tan bárbara que aunque apetezca el mal, nó procure dorar y afeytar por hacello menos feo lo y menos culpable. |