-Eres muy despreciable y muy vil, Rascón, y no hago caso de tus amenazas. Al decir esto arrojó á la cara del capitán una saliba, éste sacó su puñal y alzó el brazo para herirlo; pero se contuvo, y bajando lentamente la mano dijo con calma: -Capitán Celestino, por última vez en nuestra vida voy á proponerte un convenio que nos ponga á ambos en paz. Aguarda. Rascón abrió una puerta, se introdujo por ella y á poco salió acompañado de Rosa, pálida, con unos ojos llenos de lágrimas y su cabello blondo flotante por la espalda como la Magdalena de Carlo Dolci. -¿Me das á tu hija por mujer, Pedrc? dijo Rascón. -Jamás, contestó el veterano. -Rosa, continuó Rascón, tomando una pistola y apuntando al capitán, ó me prometes ser mía eternamente ó.... -¡ Padre mio! exclamó Rosa cayendo de rodillas. -No, Rosa, ro accedas, dijo el capitán con voz firme: ese hombre es el asesino de tu madre.... -Silencio, capitán, gritó Rascón y luego dirigiéndose á Rosa á quien tenía asida de un brazo, le dijo: -Diez minutos tienes para resolverte: ó juras ser mi esposa y entonces seré el amigo de tu padre; ó si no, verás caer á tus piés su cabeza. -¡ Dios mío, Dios mío, amparadme!.... ¡Rascón seré.... perdonad á mi padre, retirad esa arma con que amagáis su vida.... tened piedad.... -¿La has tenido tú de mí, Rosa? -Esperad: yo me resolveré, haré un sacrificio.... —Jamás, Rosa, jamás, dijo el veterano enérgicamente; recuerda que es el asesino de tu madre y que si le prometes lo más leve, te arrojaré mi maldición. -Rosa, ¿qué dices? preguntó Rascón. -Que jamás seré vuestra, contestó la muchacha enjugando las lágrimas con sus propios cabellos; que quiero obedecer á mi padre. -Gracias, hija mía: eres digna hija del guerrillero de la independencia mexicana. Disparad, Rascón, y acabemos de una vez. Rosa repentinamente arrebató el puñal que pendía de la cintura de Rascón, y retirándose algunos pasos dijo sonriendo: -Disparad ahora, capitán, no os temo, pues me iré á juntar á la tumba con mi padre y con mi pobre madre á quien habéis matado cobardemente. -Piedad, compasión, Rosa mía, exclamó Rascón desviando la pistola de la frente del veterano. -Poned en libertad al momento á mi padre, ó me daré la muerte. -Rosa, haré lo que quieras; pero seré Literatura Mexicana.-TomolI.-38 nate: esas facciones, esos ojos indican que has perdido la razón.-Rosa, Rosa..... Ruiz desata al capitán, ponlo en libertad..... -A la otra vida lo despacharé, murmuró el viejo sacando el sable. En esto un tiro partió de la claraboya é hizo saltar el cráneo del viejo Ruiz, el cual cayó vertiendo torrentes de sangre por la boca. Inmediatamente multitud de soldados se dejaron caer por la claraboya y Rascón se vió amenazado por Rosa que le puso el puñal á la garganta. La tropa de Rascón ébria y dispersa opuso muy poca resistencia, y pasada una hora el veterano Pedro Celestino salía del castillejo acompañado de su hija y llevando preso á su antagonista Rascón Fernán dez. 1 IX. A los dos meses de estos sucesos y una mañana espléndida y diáfana, en que no empañaba el cielo ni una sola nube y el sol enviaba á la tierra un agradable calor, se divisaba por una cuesta elevada que se halla entre los caminos de Guanajuato y San Luis de la Paz una partida hasta de cincuenta soldados con sus lanzas con banderolas negras y sus sombreros jaranos. A la cabeza de esta guerrilla venía un viejo robusto, de gran bigote y junto á él cabalgando en un lindo alazán dorado, una joven hermosa y fresca como las azucenas de la selva. Cuando llegó la tropa á lo más elevado de la cuesta se detuvo. -Traedme al prisionero, teniente Bustos, exclamó el viejo de bigote. El teniente Bustos se dirigió al centro de la guerrilla, y condujo al prisionero ante el jefe. -Os he dado tiempo, y os he suplicado mucho, Rascón, que arregléis vuestras cuentas con Dios, y procuréis salvar vuestra alma. -Os he dicho que Dios me ha abandonado, capitán, y que no puede alcanzarme su perdón. -Os engañáis, Rascón: Dios perdona los más grandes crímenes, y los hombres no podemos hacerlo. El asesinato de mi mujer os lo habría perdonado; pero la deshonra de mi hija.... jamás. Venid. El capitán Castaños condujo el caballo en que estaba liado Rascón, á la orilla de la cuesta. -Ved, le dijo. Rascón apartó la vista exclamando :—Jesús, ten misericordia de mi! -Es un precipicio de trescientas varas de profundidad, y allá en el fondo hay un río erizado de peñascos. ¿No es verdad, Rascón? -Es verdad, conozco este sitio. ¿Y así debo morir? --No hay remedio. -¿No podré obtener piedad, capitán Celestino? -Ninguna, capitán Rascón. -Entonces.... -Llamaré al capellán, y confesaos. Celestino llamó al capellán, el cual escuchó los pecados de Rascón, y habiéndolo absuelto, se prosternó de rodillas ante el veterano, pidiendo la gracia del reo. -Alzad, padre mío, alzad: este hombre es asesino, incendiario, adúltero, raptor y ladrón, y no debe vivir más entre la raza humana. El capellán se levantó, y cruzando los brazos se retiró en silencio. -Ven, Rosa, por entre estos árboles. -¿Va á morir Rascón? preguntó Rosa, asustada. -No, hija mía: está enfermo y ha querido confesarse: ahora se le va á dar otro caballo.... Ven. El capitán y su hija se apartaron del camino. Entonces el teniente vendó los ojos á Rascón, y lo condujo á la orilla del precipicio.... Después, con el cabo de una lanza le empujó por la espalda, y.... un ruido sordo y prolongado, anunció que Ras |