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Teresa se puso al piano, y aun hizo resonar algunas notas tiernas y sonoras, como la voz del zenzontle; pianas y dulces como el tímido canto del canario. Después Teresa inclinó en el respaldo del sillón su hermoso busto pálido y todo quedó en silencio. Teresa no existía ya: su alma voló en brazos del ángel con las últimas vibraciones de la música.

He aquí la historia de un amor malogrado: historia dolorosa de esas que en el silencio del hogar doméstico se repiten diariamente sin que nadie lo advierta. ¡Cuántas mujeres se enferman, se marchitan, y se acaban lentamente devoradas por una pasión oculta, que concluye por llevarlas á la tumba! ¡Cuántas existencias pomposas y alegres acaban de repente, sin saberse la causa de su mal!-Pero estas muertes súbitas sólo tienen lugar en esas mujeres cándidas, con una alma de niño, y un corazón de paloma, que no conocen ni la sociedad, ni la corrupción del mundo, para las cuales el amor es un sentimiento puro y santo; que forman una religión en su alma, y que quieren anticipar en este mar de miserias y crímenes que se llama mundo, uno de los goces de los ángeles. La pobre Teresa era del corto número de estas criaturas que van á la tumba con el cendal de la inocencia; y era preciso que cuando vió malogrado su amor, que era el sol de su corazón y la luz de su alma, muriera, y muriera de amor.

Réstanos ahora tratar la rápida, pero también terrible y dolorosa historia del "hombre solo."

El que sea huérfano, el que no tenga una familia; el que tenga que llorar en silencio en su humilde retiro los dolores de su corazón; el que tenga un alma sensible y vea á la mujer no como un ser caprichoso y voluble, sino como un ángel enviado por Dios al mundo para dulcificar nuestra miserable existencia, comprenderá lo que es un "hombre solo." Un hombre solo es un árbol sin hojas, una flor sin aroma, un arroyo sin agua, un campo sin verdura. ¿Qué son las diversiones y las orgías de la sociedad para el hombre que tiene su corazón seco, su alma enferma, su pensamiento sin objeto? ¿Qué es en fin el hombre, cuando le falta una mujer á quien amar? ¿Qué es la vida, cuando se estingue el fuego que mantiene el alma? ¿De qué sirve la existencia cuando no hay unos ojos que nos hablen el mudo pero sublime idioma del amor; ni una mano á quien estrechar en la desgracia, ni un corazón que comprenda el nuestro? Así, cuando se han apagado estas dulces ilusiones de la vida, cuando se han disipado esas imágenes de felicidad que un tiempo velaban en nuestro lecho y nos adormían con sus mentirosas promesas, vemos el mundo descarnado, horrible; la traición, el vil interés, la ambi

Literatura Mexicana. - Tomo 11.-28

ción, la mala fe, la falsedad, dominan e imperan en la sociedad; los más santos lazos, las más sagradas promesas se rompen, se violan á cada instante, y en vano se busca un destello de virtud que alumbre este .caos de vicios. Esto es lo que sucede al hombre solo que pierde á la mujer á quien amaba, y esto es lo que sucedió á Alberto.

Cuando se depositó en su postrera y funeral habitación el cuerpo de Teresa, Alberto rezó sobre su tumba, la regó con lágrimas, y se separó de aquel lugar, dejando en el sepulcro de la mujer que amaba, todas las ilusiones, todas las esperanzas de su vida. El sepulcro, pues, recibió los restos de la querida y la dicha del amante.

Era para él lo mismo un lugar que otro; en todas partes la indiferencia y el fastidio lo seguían. Se resolvió, pues á viajar; y efectivamente se embarcó con dirección á Nueva York. El mar, ese gran espejo de Dios, apenas le causó admiración. Llegó á los Estados Unidos y vió un pueblo egoista, ocupado enteramente del mercantilismo y la ambición. Esto no podía consolarle. Se resolvió á embarcarse para Europa; qui zá esa nación francesa, grande, inteligente, pensadora, le proporcionaría algún alivio.

Se dió á la vela en el vapor Presidente. A los seis días un banco de hielo chocó con el vapor, y la mayor parte de los pasajeros y tripulación perecieron. Alberto

fué uno de los que encontró su tumba en medio del Oceano.

¡Felicidad grande, porque hombre solo no debe vivir en el mundo!

Septiembre de 1843.

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