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opuestas á las nuestras, ni comprender el fenómeno de la sucesion de los dias y las noches. Aun entre los que la suponian esférica habia quienes opinaban ser inhabitables la zona tórrida situada entre los trópicos, y las dos frias ó polares. Las razones físicas de algunos filósofos, y las noticias ciertas de algunos antiguos navegadores, hubieran podido persuadir la existencia de vivientes aun debajo de la equinocial; no siendo tan facil la persuasion ó el convencimiento, respecto á las tierras polares, porque los antiguos no conocieron sino las que estaban situadas por los 58° de latitud, y desde allí entraban los paises fabulosos é imaginarios conocidos con el nombre general de hiperbóreos. La isla Tule, último confin de las regiones setentrionales, descrita por Píteas y citada por Séneca y Virgilio, está generalmente reconocida por la Islandia entre la mayor parte de los geógrafos modernos. De todos modos es claro que los viages hubieran sido un testimonio positivo apoyado por la experiencia, como lo han sido despues, para disipar tales ilusiones sobre la figura de la tierra, sobre sus zonas y partes habitables, y sobre los antipodas, apartando á los hombres del error y del espíritu de partido.

5. Mucho contribuyeron los árabes á conseguirlo en los tiempos inmediatos, cuando no solo escribieron varios tratados de geografía astronómica y descriptiva, sino que para hacerlo con exactitud visitaron por sí mismos las regiones mas recónditas del Asia y del Africa, y dando á conocer sus producciones establecieron los fundamentos del tráfico que podia serles mas ventajoso. El docto anticuario D. Josef Antonio Conde nos ha conservado en su Historia de los Arabes de España noticia de varios que en los siglos VIII, 1x y x pasaron al Egipto, á la Persia, á la India, y á otros paises del oriente á instruirse ó perfeccionarse en sus estudios. Son notables entre otros que cita dos insignes eruditos de Guadalajara,

Robertson, L'Hist. de l'Amérique, lib. 1. Andres, Hist. de la Literatura, tom.`vi, lib. 3, cap. 2. b

TOMO I,

I

Ahmed ben Chalaf ben Muhamad ben Fortun el Madyuni, y Ahmed ben Muza ben Yangui, que despues de haber estudiado en su patria y en Toledo con doctos profesores, pasaron á oriente y volvieron á Córdoba, donde fueron muy celebrados; y el granadino Aben Isá el Gasaní, que habiendo viajado al oriente por orden del rey Alhaken, le presentó de vuelta su geografía, y una elegante descripcion de las comarcas de Elvira . Consérvase la relacion de un viage que escribió é hizo un traficante árabe desde el golfo Pérsico á los continentes de la India, el año 851 de la era cristiana, comentado y explicado por otro árabe que tambien habia visitado las partes orientales del Asia. En estas relaciones se ve que todavía continuaba el método de descubrir y navegar á la vista de las costas, y que era desconocida la aguja de marear no solo de los árabes, sino tambien de los chinos; y sin embargo, aquellos se extendieron por la parte del oriente mucho mas allá del golfo de Siam, término de la navegacion europea: tuvieron relaciones con Sumatra y las otras islas del gran archipiélago de la India, y avanzaron hasta la China, con la cual y con los paises intermedios, hacian un comercio regular desde el golfo Pérsico, adonde venian con frecuencia navíos chinos, y de otros parages de la India, para permutar, cambiar ó vender sus géneros y mercaderías *.

6. Por otra parte desde que los soldanes de Egipto restablecieron el comercio de la India por el golfo Arábigo ó mar Rojo, y desde que los mercaderes italianos empezaron á frecuentar el antiguo puerto de Alejandría, el Egipto, dueño de las producciones del Asia, atrajo á su seno la riqueza de los demas paises; porque dueños los árabes del Africa, de la Siria, Arabia, España, é islas principales del Mediterráneo, tuvieron ex

1. Conde, Hist. de la dominacion de los Arabes en España, tom. 1, páginas 231, 268, 286, 287, 303, 350, 362, 427, 431, 480, 520, 521, y en otros lugares.

2 Robertson; Recherches historiques sur l'Inde, sect. 11. — Capmany, Ant. Com. de Barcel. tom. 1., pág. 8.

clusivamente en sus manos este lucroso tráfico, que fomentaban por sostener su lujo y magnificencia. Los venecianos comenzaron á principios del siglo 1x á hacer este comercio con aumento de su marina; y al mismo tiempo le hacian tambien los amalfitanos, y la rivalidad y el interes empeñaron sucesivamente en la misma carrera á los de Ancona y á los pisanos y genoveses. Estas dos repúblicas ó estados frecuentaron la comunicacion con Cataluña entrado ya el siglo XII, y la marina y comercio de Barcelona, que empezó á robustecerse desde entonces, y principalmente desde que se recobraron las Baleares, llegó no solo á competir con las marinas de las repúblicas de Italia, sino á tenerlas en ocasiones como feudatarias ó necesitadas de su alianza y proteccion; llegando á ser aquella ciudad el depósito de las mercaderías de oriente para lo interior de España, de cuyo tráfico y de la exportacion que en cambio hacia de sus producciones y manufacturas, resultó la opulencia que conservó hasta principios del siglos xvi '.

7. Entre la multitud de escritores geógrafos que cuentan los árabes merecen particular consideracion Alcazuino, que no quiso empezar á escribir su geografía hasta que visitó personalmente muchas regiones de Asia y Africa: el sevillano Alzeyat, cuya cosmografia, que se conservaba en el Escorial, estaba adornada con bellísimas cartas geográficas y astronómicas: Abu Obaid, natural de Cordóba, que hizo una excelente descripcion del Egipto, del Africa y aun del Asia y España: el valenciano Abu Mohamad Alabderita que escribió un exacto Itinerario de Africa, dando á conocer las ciudades, las costumbres de los naturales, los hombres de letras que el autor visitó en su viage; y Abu Rihan, escritor del siglo x, mas conocido por Albiruni, que despues de haber viajado y reconocido muchos paises, durante cuarenta años, escribió una obra completa de geografía que sirvió

I Capmany, Ant. Com. de Barc., tom. 1, páginas, 9, 10, 11 y 12.Disertac. sobre las Cruzadas, §§ 40 á 47, y 56 á 78.

á Abulfedá para fijar las latitudes y longitudes de muchos pueblos, componiendo la obra mas perfecta que conocian los árabes, y que entre los europeos mismos ha sido tan apreciada que Ramusio confiesa que sin su auxilio no hubiera entendido la relacion del viage que hicieron al oriente el padre y el tio de Marco Polo, á mediados del siglo XIII. Con mayor estudio y empeño adelantaron la parte especulativa de la geografía, aplicando á esta ciencia sus conocimientos astronómicos, ya para medir la tierra y la extension de los grados, ya para observar la altura del polo, ya inventando medios para determinar la longitud, ya traduciendo é ilustrando entre otras la obra de Tolomeo, que era la base y fundamento de su doctrina. Finalmente, los árabes, dilatando con suma rapidez su dominacion desde las riberas del Indo hasta las costas del océano atlántico, y apropiándose las invenciones y la industria de los pueblos conquistados, extendieron su comercio por todo el mundo, y propagaron aquellos conocimientos, no solo por el interior de los continentes del Asia y del Africa, sino aun en las islas del océano índico, en las cuales hasta en las Molucas se hallan todavía vestigios de su influencia 1.

8. Esta no fue, sin embargo, tan inmediata y general en los paises de Europa que los árabes no pudieron sojuzgar; y fue menester otro acontecimiento y otro impulso mas eficaz y extraordinario para abrir á los europeos occidentales la comunicacion y el conocimiento de los paises del oriente. Las Cruzadas que excitó el zelo de la religion para reconquistar los santos lugares, la piedad y compasion á los peregrinos que con tantos riesgos los visitaban, y el odio á la secta mahometana, trasladaron al Asia los principales caudillos y mas floridos ejércitos de la Europa, y en medio de la varia fortuna de las armas, durante dos siglos, facilitaron á los latinos

I Casiri, Bibliot. Arabico-Escurialense, tom. II, páginas 2 y 165. Andres, Hist. de la Literat. tom. vi, lib. 3, cap. 2 Heeren, Essai sur l'influence des Croissades, considérat. gen. § 2. Robertson, Rech. sur l'Inde, sect. 3.

los viages largos á las regiones orientales hasta las extremidades del Asia. Aunque los primeros cruzados encontraron en la Palestina muchas mercaderías de Europa, llevadas por los amalfitanos, los amalfitanos, no hay duda que aquellas sade argradas expediciones, ya para el trasporte de tropas, mas y provisiones, ya para el continuo remplazo que de todo necesitaban, ya para la defensa de las costas, se valieron de los bajeles de las repúblicas italianas, que por estos medios aumentaron, con la actividad de su comercio é industria, las riquezas y el poder que las hizo tan respetables en aquellos, siglos. Cuando los Mogoles fundaron su inmenso imperio y sus príncipes ostentaron un lujo y una magnificencia desconocida entonces, protegieron el comercio, y las carabanas caminaron con seguridad desde la Siria hasta la China. Los mercaderes que despachaban allí sus géneros aun los mas preciosos con gran ventaja y facilidad, se alentaron á emprender estos viages largos. Los italianos fueron los primeros que penetraron en aquellos paises. A las especulaciones del comercio se unió tambien el zelo de la religion 1.

9. El judío Benjamin de Tudela fue el año 1160 á visitar á sus hermanos del oriente, creyendo hallar allí su secta en gran crédito y prosperidad; y pasando desde España á Constantinopla, atravesó hasta la Tartaria China y diferentes provincias del interior de la India; reconoció muchas islas del Océano índico, y volvió á su patria al cabo de trece años con muchas noticias propias y adquiridas, que dieron á conocer una gran parte de nuestro globo, desconocido entonces de los pueblos occidentales. Las esperanzas de que abrazasen el cristianismo los príncipes y pueblos del Mogol, fundadas en noticias vagas é inciertas de conversiones ya cumplidas, y especialmente la de un monarca poderoso de lo interior del

Heeren, Essai sur l'influence des Croissades, part. 3, p. 428.Capmany, Mem. Hist. sobre la Mar. com. y artes de Barcelona, part. 2, lib. 1.

2

Disertac. hist. sobre las Cruzadas, § 20. Memorias de la Real Academia de la Hist., tom. v.

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