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ciado D. Diego de Córdoba, y así salió muy tarde de aquí; y acabado de comer fué junto con la Princesa á la plaza á ver la fiesta que le tenian de toros y juego de cañas. Salió el Príncipe vestido un sayo de terciopelo negro recamado con unas joyas de oro, y la capa negra con guarnicion de oro de canutillo, bien ancha, calzas é jubon de cramesí, gorra negra de seda, pluma colorada á la gineta. La Princesa con saya negra recamada de oro de canutillo, un coleto de red de oro portugués, una cofia de red de oro tomada con piedras, los zarcillos de las piedras gruesas. Vino en un palafren guarnecido de carmesí con angarillas de plata, con doce damas ricamente vestidas y muchos caballeros.

Salieron en estas fiestas hasta trescientos y cincuenta de caballo con sus lanzas, repartidos en dos cuadrillas á la manera del recebimiento, y no deferenciaron los colores de las libreas del primer dia, salvo que todos los caballeros las sacaron de seda con sus fluecos de oro en los capellares y marlotas, y la de los escuderos fué de paño. Comenzaron los colorados á correr de dos en dos para donde estaba su Alteza y volvieron en torno de la plaza, y lo mismo hicieron los blancos, y mezcláronse despues todo el tiempo que duraron los toros, los cuales aunque no fueron muy bravos, el uno dellos hubiera de hacer harto daño si Dios no lo estorbara, y fué que al tiempo que salia con el primer ímpetu del corral, hallóse en los cuernos dél el Duque de Alba que estaba descuidado, y derribólo á él y á su caballo en el suelo de que se sentió algo, pero presto cobró salud.

Acabados los toros comenzaron á jugar uu poco aqueIlos caballeros, no con mucha calor ni órden. Lo que mas pasatiempo dió fué un argadillo que estaba encima de la

picota, en que habia muchas ruedas, unas contra otras, muy artificiosamente hechas, de las cuales se causaba tan grandes truenos como si fuese una batería muy de propósito y concertada. Duró esto casi toda la fiesta, la cual como se acabó los Príncipes volvieron á su posada, y comenzó luego el sarao donde danzaron muchos caballeros cortesanos que ahí se hallaron por ver el casamiento, los mas principales de los cuales son los siguientes. El Duque de Medina Sidonia-El Duque de Escalona-El Duque de Alba-El Conde de Benavente-El Almirante de Castilla-El Marqués de Cerralbo-El Marqués de GibraleonEl Príncipe Dáscoli-El Conde de Niebla-El Conde de Aguilar-El Conde de Bailen-El Marqués de AstorgaEl Conde de Salinas-El Conde de Fuensalida-El Marqués del Valle-El Conde de Luna-El Conde de Monterrey-El Conde de Alba-D. Pedro de Estúñiga-El Comendador mayor de Leon-El Comendador mayor de Castilla.

El viernes seguiente no hubo otra fiesta mas del juego de cañas que hicieron los caballeros del Duque de Medina á forma xerezana, doce á doce, y salieron del un puesto de los azules el Conde de Niebla y D. Alonso Enriquez el de Sevilla, del otro D. Diego de Acevedo y Hernan Darias y el Conde de Bailen. Los unos salieron con marlotas y caperuzas y caparazones de terciopelo carmesí, y los otros con lo mismo de seda azul. Anduvieron muy buenos: cayó uno dellos y perdonarónle los cañazos que acostumbran tirar al que no se tiene bien por estar fuera, de donde no tienen por mala esta pena. Hizóse este juego á costa del Duque; y así lo fué todo lo demas que en público estos caballeros sacaron; y venian en esta jornada muchos á quien dió grandes sumas de dinero para jugar, y siendo

esto ansí, cosa creedera es que no hizo falta en todo lo necesario.

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El dia seguiente hubo justa de doce á doce. Capita"neaba la una cuadrilla D. Diego de Acevedo, y la otra.. (1). Salieron de terciopelo azul cortado con paramentos de lo mismo, y los otros de blanco. Salieron entrambos bandos muy gentiles hombres de armas y muy galanes. Estuvieron los Príncipes á ella. Hiciéronlo pocos acertadamente: llevaron las joyas de mejor hombre de ar(2); de mas gentil hombre D. Alonso de Tejada; de mejor justador D. Rodrigo Manrique. Hubo esa noche sarao.

mas

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Domingo seguiente en la tarde el Príncipe nuestro Señor vió los mas de los colegios y algunos monasterios dentro de la ciudad. Volvió en anocheciendo á palacio: comenzóse luego el sarao, y danzaron como solian muchos caballeros y damas. Acabado esto los Príncipes se pusieron á una ventana que caia sobre la puerta principal de su aposento, á donde estaba ya hecho un palenque y á un cabo dél un castillo de madera muy hermoso con muchos bultos de gigantes armados: en las manos dél y ả vueltas dellos doce caballeros de los benedictinos puestos á punto para tornear. Habia dentro tanta abundancia de cohetes y fuego que no parecia realmente sino fuerza que la entraban los enemigos á escala vista: tan grandes eran los truenos, y tan espesos los cohetes que subian por el aire, con grandísimo estruendo de atambores y trompetas, que se hundia toda aquella plaza. Duró esto grande espacio de tiempo sin cesar hasta que asomaron los tomasinos, cuyo capitan era D. Diego de Acevedo con el mejor

(1) Hay un blanco en el ms.

(2) Falta el nombre del caballero que llevó este premio.

entremés que se puede decir. Venian hasta treinta soldados muy bien aderezados con sus picas en buena ordenanza, con sus atambores y pífanos, de una librea todos. Traian en medio del escuadron una sierpe tan fiera que casi podia competir en grandeza con el castillo: era tanto el fuego que echaba por la boca y oidos, que parecia horno de cal cuando la queman; salian de ella tantos cohetes por el aire y tan altos, que se perdian de vista: echábanlos tan fácilmente y tan sin embarazo como si fuera en medio de un campo y se ayudaran de algun trabuco. Venia con tanto estruendo y ruido de truenos y relámpagos, que parecia una gran tempestad de las que suelen hacerse. Al fin desto fué cosa hermosísima de ver porque igualaba con el arteficio, la deligencia y abundancia de cohetería y arcabucería y de todos los otros materiales necesarios. Dentro desta bestia venian doce caballeros armados y á punto de tornear, con sus ropas amarillas sobre las armas, y dieron las vueltas de un cabo á otro de la plaza con toda la furia sin cesar un solo punto; y en esta sazon el castillo no daba con menos calor que. al principio viendo venir á los enemigos con este aparato, antes se esforzaron los truenos y se renovaron los fuegos: dóblase la vocería, y el son de los instrumentos comenzó á fortalecerse, y salieron luego tres caballeros con todo el denuedo que es necesario en las cosas arduas y de gran importancia, con sobrevestas coloradas, blandiendo sus lanzas, á quien recibieron en las puntas de las suyas otros tres caballeros que de la gran bestia habian salido, y comenzóse entre ellos una brava y temerosa contienda, y quebradas las lanzas pusieron mano á las espadas con tanta presteza y denuedo como si en la victoria particular de cada uno estuviera la libertad

de algun gran reino. Acrecentábales el brio ver á los Príncipes que con grandísima atencion tenian los ojos. puestos en ellos, mayormente la Princesa nuestra Señora que gustó mas de este regocijo que de otro alguno. Acabados estos tres salieron otros tantos de cada cabo, y así lo hicieron los que restaban por esta misma órden y en esta misma cantidad, y acabada esta primera arremetida movieron todos juntos, unos contra otros, como habian hecho al principio; y fue mas de ver este segundo reencuentro (1) porque la multitud mayor acrescentó el buen parecer. Anduvieron en esto muy gran espacio, sin cesar en todo él los ejercicios del castillo y de la bestia, que en verdad dieron mucha gracia á este torneo, del cual llevó la joya de mejor torneador . . .

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Acabado el torneo, sus Altezas entraron y cenaron retirados esa noche, y mandaron apercibir la partida para el dia seguiente. Esta misma noche pidió el Duque de Medina Sidonia á sus Altezas licencia, la cual le dieron con mucha gracia y reconocimiento del servicio que les habia hecho, y así otro dia salió de Salamanca antes que el Príncipe.

Este mismo dia lunes partieron sus Altezas de Salamanca y fueron esa noche á las Villorias, y tardaron tres dias en llegar á Medina porque se detuvieron el miércoles todo el dia en una aldea á suplicacion de la villa. Y por no haber acaecido en este tiempo cosa de que se deba hacerse mencion, paso por ello por decir el recebi

(1) El manuscrito dice recuentro.

(2) Aquí hay un blanco igual al que se pone aquí.

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