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Traia la Princesa nuestra Señora una cola carmesí bordada de oro y la tela de oro en raso blanco, con una delantera de raso blanco altibajo bordada de oro, con franjas de oro, con muchas joyas, cordon rico y gorra aderezada con su pluma, manillas de telilla justas de oro pardo.

Despues desto dende á buen rato el Cardenal de Toledo se levantó con los Príncipes y los tomó las manos y los desposó con mucha autoridad y gravedad, y notable espacio que pasó en hacerlo. Lo cual acabado comenzó luego el sarao, y el primero que danzó fué Don Hernando de Castro, Marqués de Sarria. Traia un sayo de raso pardo carmesí con una ropa de lo mismo aforrada en felpa parda, gorra parda. Danzó con Doña Constanza de Noroña, la cual salió con saya de seda parda, delantera de raso encarnado acuchillado sobre oro escarchado, gorra y pluma del mismo color, cinta y coleto de oro, largo hasta el talle. El Conde de Niebla danzó con Doña María de Velasco. Sacó calzas blancas y botas harto nuevas, sayo pardo, y capa y gorra negra. Sacó ella saya de seda azul claro, aforradas las mangas en tela de oro, la delantera amarilla de hilo de oro, aforrada en telilla de plata, cinta de oro, gorra azul y pluma blanca. Don Antonio de Rojas, camarero de S. A., salió todo morado: danzó con Doña Mencía de Alburquerque, saya de seda negra cerrada, manguillas de oro y coleto de lo mismo, trenzado largo con cintas de oro tirado, cinta de cabo, y hebilla de tachones, sin gorra.

El Conde de Aguilar, sayo y capa morado y calzas blancas. Danzó con Doña Felipa de Castro, sayo de brocado pelo, aforradas las mangas en carmesí, sin gorra.

El Príncipe de Asculi, sayo pardo con muchos torcidos de raso pardo, calzas blancas, y capa negra y gorra.

Danzó con Doña Guiomar de Villena, saya de seda encarnada, aforradas las mangas en tela de oro, sin gorra. Tañiéronles la alta y danzaron ellos la baja, y á cabo de rato sintieron el error y danzaron otra vez.

Don Martin Cortés, sayo pardo, calzas blancas, capa y gorra negra. Danzó con Doña María de Figueroa, sayo de terciopelo negro, cordon de oro, cordon de oro, sin gorra.

Don Antonio de Sotomayor salió todo de carmesí, collar de oro con muchas y muy ricas joyas y piedras, sembrado todo el sayo de ellas. Danzó con Doña María de Velasco y bien, aunque con botas.

Bernaldino de Tabera, portugués, todo negro. Danzó con Doña Isabel do Mendoza, sayo de terciopelo negro con guarnicion de hilo de oro, aforradas las mangas en tela de oro, delantera de raso carmesí acuchillada sobre tela de oro, carnela (1) de oro, y piezas en la cinta, sin gorra. El postrero de todos fué Gomez Freile, menino de la Princesa: danzó con otra menina, hija de Lope de Hurtado hicieronlo mejor que todos.

Don Antonio Sarmiento se me habia olvidado, que fué el primero. Salió con sayo y capa y gorra de seda blanca: danzó con Doña Leonor Sarmiento, su hermana, vestida de brocado pelo con los altos de oro y campos de plata, mangas de punta muy largas y cerradas por lo alto, cordon de oro, sin gorra.

Acabóse el sarao con una alta y una baja que danzaron los Príncipes.

Entretanto que esto pasaba, aconteció una cosa allí de que se sintieron mucho los mas de los grandes que presentes estaban, y fué que estaba allí un banco puesto para

(1) Tal vez charnela.

que los señores se sentasen á su tiempo, y dejáronle estar quedo hasta que era ya hora que todos se sentasen, digo

los que delante los Príncipes lo suelen hacer, y entonces el Duque de Alba, movido por cierta costumbre que dice usan los Reyes de Castilla en sus bodas que no se sienta sino el padrino, ó por otro respecto, mandó quitar el banco y traer una silleta rasa en que él se sentó, quedando todos los otros en pie, salvo los obispos que lo estaban ya en su banco como es de costumbre. Desto se agraviaron como digo, y mas el Duque de Medina por estar ya algo atajado por no haberle hecho padrino, lo cual él pretendió y deseó y negoceó (1), y á voto de todos los demas no estuviera mal en él en recompensa del trabajo y gasto que en esta jornada habia hecho. El lo disimuló lo mejor que pudo, y fué tanta la gente que cargó y la priesa del entrar y subir la escalera que iba á este aposento, y tanta la multitud de pages y hachas, que parecia que el mundo se ardia. Comenzóse en esta sazon una revuelta entre los pages del Duque de Medina y Cartagena (2) contra los de otros grandes que allí estaban, la mas brava y peligrosa que se puede pensar. Hubo algu– nos heridos y mal, y no bastó Ronquillo á departirlos aunque salió con mas de veinte hombres de la guarda, hasta tanto que hicieron pedazos las hachas; y asosegada la cosa un poco acuden á sus posadas, y ármanse de hachas y aun de espadas, y tornan otra vez á su guerrilla, de la cual salieron uno ó dos con sendas estocadas peligrosas, apaciguando esto con prender algunos y huir los otros. El Príncipe se retrujo á su aposento á cenar, y la Princesa quedó allí hasta que dió las once y retiróse y

(1) Así el ms.

(2) Serian los pages del obispo de Cartagena.

cenó, y todo el otro tiempo gastó en desnudarse y vestirse de otras ropas de raso blanco recamadas de pedrería hermosísima y riquísima hasta que dió las cuatro de la mañana. Ya entonces estaba aparejado el altar con los ornamentos del Cardenal en una alcoba del aposento de la Princesa en esta forma: estaba un banco fuera del alhombra del altar, cubierto de tela de oro muy estendido, y de cada parte un cojin de brocado para hincarse de rodillas los Príncipes, y detras de estos estaban otros dos cojines dentro del mesmo estrado, de carmesí para los padrinos, aunque el de la Duquesa estaba mas allegado al de la Princesa que no el del Duque. Estaba otro banco para el arzobispo de Lisboa, para Cartagena y Leon, y otro á la mano izquierda un poco desviado para Caravallo Ꭹ el Comendador mayor de Leon, Castilla, y para el mayordomo mayor de la Princesa y el Marqués del Valle, y así se asentaron con esta órden y no hubo otra persona ninguna dentro del alcoba. Hecho el oficio la Princesa se entró en su aposento y el Príncipe se volvió al suyo, y tardóse en esto y en desnudarse la Princesa hasta cerca de las siete del dia, y acostados juntos fuéronse á dormir todos los otros; y dadas las diez levantóse el Príncipe muy alegre, de que toda la corte lo es

tuvo.

Este mismo dia el Duque de Medina envió el manjar á las damas como habia hecho por todo el camino y con la misma órden, y ellas no lo quisieron recebir: dieron por descargo deste agravio que la Duquesa de Alba las tenia ya prendadas para lo que restaba del camino que no lo podrian tomar; pero que allí estaban las mozas de cámara que á ellas se podria dar, y así se hizo. Recebió muy grande pena el Duque y tuvo esto por muy gran desgra

cia con las dos pasadas, y movióse á pedir licencia ese dia para volverse, y en fin lo disimuló porque el Príncipe le consoló con decirle : Duque: razon será que os vais (1) á vuestra casa y á vuestra muger pues ha tanto que de allá partisteis, que en poco tiempo servís vos mas que otro en mucho. A lo cual respondió el Duque que besaba las manos á su Alteza, que por mandarlo él así lo haría y porque no le empedia ni estorbaba nada estar apartado de su Alteza para servirle cuando fuese menester tan bien como los que estaban á su lado; de que se movió plática de los de Xerez que traia y del jugar de allá rostro á rostro, y al través, y el Duque se ofreció de hacerles jugar. Este dia y todos los que mas estuvieron en Salamanca hizo el obispo gran banquete á resto abierto á toda la corte, y allegábanse mas caballeros y gente honrada que en parte ninguna della. Cesaron las fiestas hasta la noche porque el Príncipe gastó toda la tarde en ver las escuelas y oyó algunas liciones, y asestir (2) á unas conclusiones que tuvo D. Gaspar hijo del Conde de Miranda. Vuelto á la posada comenzósè el sarao, y no huvo revuelta de pages porque ya los alcaldes habian prevenido en que no llevase señor ninguno mas de dos hachas y que no metiesen armas ningunas en palacio.

El jueves seguiente el Príncipe nuestro Señor fué á oir una repeticion que hacia el Bachiller Becerra hijo del doctor Moreno su médico para Lecenciado (3), y fué toda la corte con él, y á esta causa su Alteza acabó de oir á todos los catedráticos que le restaban del dia pasado, y asistió á unas conclusiones que tuvo en derecho el Licen

(1) Vais por vayais.
(2) Así el ms.
(3) Así el ms.

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