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Iban inmediatamente della el arzobispo de Lisboa, y go á la mano derecha el Duque de Medina y á la izquierda Gaspar de Carvallo embajador: á la derecha el obispo de Cartagena, y á la otra el de Leon. Luis Sarmiento llevaba á la Princesa de la rienda. Antes destos iba el mayordomo mayor de la Princesa con una cadena gruesa y un baston haciendo lugar. Detrás de la Princesa iba Doña Estefanía y la camarera mayor, y luego todas las damas en la misma órden que traian por el camino, y así comenzó a mover con muy grande estruendo de instrumentos altos y bajos que la estaban aguardando á la puerta. A la forma del camino saliendo del lugar echó á la mano derecha por unos prados muy llanos que allí hay, donde estaban esperándola muchas danzas de mozas á la costumbre de la tierra: trás estos la iglesia con la órden que acostumbran. Luego salieron once banderas de soldados muy bien aderezados, hechos un escuadron en que habia mil y quinientos, y hecha su reverencia cercáronla al rededor y vinieron así gran trecho hasta que llegaron á un otero que estaba á la mano derecha del camino, y apartáronse desde allí y fuéronse á poner en un cerro que está en medio de otros dos que estan en un compás, y hecho su caracol estuvieron quedos hasta que su Alteza llegó al llano donde comenzaron luego á bajar gente de á caballo de seis en seis, vestidos de colorado, con lanzas y adargas y veletas coloradas, y lo mismo hicieron los del otro cerro, vestidos de blanco y amarillo, con lanzas y adargas y veletas blancas, y vinieron á juntarse muy cerca de la Princesa y escaramuzaron muy hermosamente y de forma que parecia que pasaba la cosa de verdad; y así hicieron todos los que restaban de una y otra parte, que serian

hasta cuatrocientos de á caballo. Acabado esto tornáronse á juntar todos y cercan á la Princesa, y vinieron con ella hasta la halda del cerro donde estaba la gente de pie, á la cual arremetieron los colorados y rodeáronlos y trabajaban de romperlos, y ellos se defendian con su caracol y arcabucería de que estaban bien proveidos. En este debate llegaron los blancos en su defensa, y comenzóse otra vez la escaramuza, que fué harto de ver por ser muy semejante á lo que suele pasar en estos trances. Con este regocijo llegó hasta un tiro de arcabuz de la puerta donde salió la universidad con capas largas de terciopelo negro, y los aforros de raso carmesí: iban los colegios delante por sus antigüedades, y todos con sus insignias y capirotes de sus facultades. Besaron la mano á S. A. y retiráronse, y pasó adelante y comenzó á entrar en la puente, en medio de la cual estaba media torre: encima estaban dos encasamientos y en el medio estaba una estatua de Hércules desnuda, algo mayor que natural, con una faja delgada con un nudo dado en ella: tenia á la mano diestra otra efigie de la Diosa Palas, y en el siniestro una imágen de la Diosa Juno con cada seis versos exámetros y pentámetros (1).

Estos versos tienen por fundamento que Hércules edificó la ciudad de Salamanca y que Trajano hizo la puente, y á mi opinion falsamente como podria mostrar si no excediese los fines de la historia.

Sigue la descripcion de los arcos triunfales que la ciudad de Salalamanca levantó para festejar á la Princesa, con varias poesías castellanas de malísimo gusto, que por tanto omitimos, y continua el manuscrito.

(1) No ponemos aquí estos versos ni otros que se leen mas adelante en el mismo metro, porque estan del todo estropeados por el COpiante.

Pasado este arco (el último) entróse luego la Princesa en su posada donde salia la Duquesa (1) con las damas salamanquesas repartidas en una escalera segun sus merecimientos. Teníanle aparejado el aposento con los aderezos del Príncipe en la forma siguiente.

El aposento del Príncipe nuestro Señor estaba hecho en casa del Licenciado Lugo y Cristoval Suarez. Entre estas dos casas hay un corral desierto de la pertenencia de Lugo. Hízose en él una sala de madera de setenta y tres pies de largo, su ancho cuarenta y tres, de alto veinte pies, alzada del suelo una vara de medir, muy forteficada y fornida de todas partes: tenia tres puertas, las dos de parte de Lugo, y la otra de Cristoval Suarez. Estaba cubierta de madera y de su angeo pintado. Salia á ella un retrete del Príncipe nuestro Señor. Esta se entoldó de tapicería de oro y seda con un dosel de tela de oro morado, y con piernas de oro escarchado, con tres columnas en medio: estaba al cabo de ella una tribunilla alta para los menistriles; saliendo de ella hácia la parte de Suarez á la mano izquierda estaba un retrete toldado de tapicería antigua de oro y seda; luego pegada á ella estaba una saleta con los trabajos de Hércules donde estaba la guardaropa. Trás estaba un vergelito y pegado á él otro pequeño para..... Seguíase á esto una cuadra soldada de brocado de tres altos á piernas en que estaba una cama de brocado de tres altos y tela de oro con unos pinjantes de tafetan pardo y naranjado y blanco. Estaba cercada de una reja de plata con sus pilares de molduras al romano tenia una colcha de plata escarchada, bordada de torzales de oro; tenia un travesero de lo mismo

(1) La de Alba.

TOMO III.

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con una bordadura de oro, con las columnas y letras de Plus ultra, con dos pares de aceruelos de lo mismo. Estaba en medio un águila emperial: sobre la tarima estaba una tela de oro que la cubria toda. Tenia cuatro colchones de holanda sin sábanas, porque las esperaban de las que traia la Princesa; dos pares de cojines de tres altos, una mesa de plata y un brasero grande de lo mismo. Estaba otra cuadra (cuarta) tras esta de carmesí con unos cordones de S. Francisco muy gruesos, de oro, con un dosel de lo mismo con una cenefa de oro. Tras desta habia otra con tapicería comun.

En el aposento del Príncipe que confinaba con la sala, habia un retrete de que arriba se dijo, con buena tapicería, y dél iban á otro de lo mismo, y de allí entraban en una cuadra donde estaba la cama de S. A.; era de damasco verde, y tela de oro y plata broslada (1) con las flocaduras verdes y de oro: la colcha de tafetan del mismo color con la misma cenefa. Estaba esta sala colgada de la tapicería comun de S. A., seda y lana, con otra sala junto á esta de buena tapicería y en medio un dosel de telas diversas de brocado con una cenefa de carmesí y lazo de oro bordado. Trás esta habia otra entoldada con otro dosel de carmesí con la cenefa de oro.

Esta noche estuvo encerrada la Princesa, y no hubo en palacio cosa alguna que notar. El Príncipe nuestro Señor no dejó á la Princesa hasta que ya estaba dentro de casa, y de ahí se volvió á su posada desfrazado como habia andado todo el día, que era en San Gerónimo donde tambien estaba el cardenal de Toledo.

Martes seguiente se acabó de aderezar todo lo que era

(1) Bordada.

menester para las bodas, y á las cuatro de la tarde el Príncipe nuestro Señor vino de San Gerónimo, acompañado del Cardenal de Toledo y de todos los grandes que habian seguídole en el camino, cuyos nombres y títulos se dirán abajo, y de todos los otros cortesanos que allí se hallaron, sin forma de recebimiento. Venida la noche encendiéronse muchos blandones que ya estaban puestos al rededor del pateo donde la Princesa estaba, y todos los cortesanos entraron en aquella gran sala que se hizo como ya dije, y el Cardenal estaba ya sentado en una silla junto al dosel en que habian de estar los Príncipes el Duque (1) con el de Medina, y en dando las siete de la noche la Princesa nuestra Señora salió de su aposento con una escalera que bajaba á esta sala, y asentóse en unos cojines de brocado, y luego comenzaron á besarle las manos todos los caballeros que por allí estaban. Dende á gran rato bajó el Príncipe nuestro Señor por la otra escalera, muy gentil hombre, y luego la Princesa quisiera ir á recibirle al medio de la sala, y el Cardenal no lo consentió. Así como el Príncipe llegó á juntar con el estrado, salió la Princesa, y arremetió cada uno á las manos del otro en son de besárselas, y pasó la cosa en un abrazo con sendas reverencias; y asentados debajo del dosel estuvieron un poco sin mirar el uno al otro: de ahí comenzaron otra vez los grandes á besar las manos al Príncipe y á la Princesa, y lo mismo todas las señoras que allí se hallaban.

Salió el Príncipe nuestro Señor con calzas y jubon blanco bordados, con capa y saya de seda blanca, aforrada de lo mismo, bordada de oro.

(1) El de Alba segun creemos.

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