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que tornó á subir en el caballo, y con mucha dificultad se pudo acabar con él que se fuese á curar á su posada; fué tan venturoso que en pocos dias cobró salud él y su caballo.

El sábado seguiente la Princesa salió de Badajoz y fué á Alburquerque esa noche bien tarde por ser la jornada larga. Estuvo allí el domingo seguiente: hicieron la fiesta con sus folías y ciertos toros que le corrieron delante de su posada.

Luego el jueves partió de Alburquerque y vino á dormir á Herreruela donde tuvo harto estrecho el aposento. Tuvo por remedio (1). La gente hacia muchos fuegos en un encinar que estaba al rededor del lugar, y fué tanta la multitud de las lumbres, y grita y estruendo de los que no tenian camas que no parecia sino que tenian sitiado alguna gran fuerza. Cupo tambien parte de la estrechura á las damas porque dormieron todas en muy pequeño espacio, y no de sala sino de establo. Esa noche mandó repartir la Princesa ciertos venados, que el comendador de Piedrabuena le habia inviado, entre la gente cortesana; y el obispo hizo á S. A. presente de dos gamos muy lindos.

El martes seguiente partió de aquí y fué á dormir á Alcántara. Hizósele recebimiento al modo y posebelidad (2) de la tierra, con mucha gente de á caballo en buena cantidad y gran estruendo de mozos que cantaban folías, que es lo que mas por allí se usa por ser raya de Portugal y lo que entonces mas agradaba á S. A. y regocijaba á las damas por parecerles que aun no habian salido de su tierra.

(1) Quizá no tuvo remedio, ó no hubo otro remedio.

Así el ms.

Miércoles seguiente partió de aquí y fué á dormir á la Barca donde estuvo los Todos Santos. No salió á misa porque venia cansada. Hizo este dia el obispo banquete solemnísimo al Duque y arzobispo de Lisboa, y á todos los que con ellos venian. Fué muy regocijado de toda la corte porque no faltó hombre que de faccion fuese de toda ella. Anduvieron muy buenos los locos, salvo Secretillo (1) que quedó hecho una mona de corrido y atajado como lo suele hacer cuando no tiene ventaja al que con él burla. Aquí hizo un presente el obispo á su Alteza de muy buenos pavos.

Otro dia salió de aquí, y á la salida de la iglesia junto con su Alteza cortó un mulato una bolsa á una muger; y los alguaciles le sacaron y lo llevaron á Coria donde el alcalde Castillo le mandó ahorcar. Este dia dió el obispo á su Alteza dos machos de litera rucios, muy extremados, que él traia; que los suyos no la podian traer. El Duque dió en este lugar su litera para que viniese en ella Doña María de Velasco, y trújola casi hasta Salamanca.

El viernes seguiente partió de aquí y fué á dormir á Coria donde estuvo el sábado y domingo seguientes. No hubo recebimiento mas de ciertos toros que corrieron. Detúvose aquí sábado y domingo á suplicacion del obispo. Salió á misa á la iglesia mayor: oyó sermon del Licenciado Sant Martin. Esa noche hubo sarao, y fué el primero que su Alteza permitió despues que pasó la raya. Envió el obispo á su Alteza este dia un gran presente de diversas cosas, especialmente de frutas verdes y de

sarten.

(1) De este loco Secretillo no se habia hecho mencion antes entre los tres que iban en la comitiva del Duque de Medina Sidonia. Tal vez será Cordovilla, que así se llamaba uno de los tres.

Lunes seguiente partió de aquí y fué á dormir al Campo. Salió al camino á besarle la mano Alonso Enriquez vecino de Salamanca con veinte de caballo con sus lanzas. Otro dia por la mañana llegó á visitar de parte del Príncipe á su Alteza D. Antonio de Toledo, y de parte del Cardenal de Toledo D. Antonio de Ulloa. Fué esa noche al Guijo de Granada donde tuvo nueva que el Príncipe estaba en la Granja, y á esta causa no quiso ir allá. Pero salió muy en órden aquel dia, y á hora de las dos llegó á un lugar del Duque de Alba, una legua de Aldea Nueva del Campo donde ya el Príncipe nuestro Señor estaba muy disimulado y metido en una casa, acompañado del Duque de Alba y del Marques de Villena y Conde de Benavente y del Almirante de Castilla y del Príncipe de Asculi, y de D. Alvaro de Córdoba su caballerizo mayor, de D. Antonio de Rojas su camarero, y de D. Manrique de Silva, de D. Pedro de Córdoba, de D. Juan de Luna, del Correo mayor, de Ortega mozo de cámara, D. Alonso Enriquez, D. Antonio de Toledo Conde de Alba, los cuales iban muy embozados con cada sendos pages solamente. Llegada, pues, la Príncesa á aqueste lugar que digo, siendo avisada como el abadía estaba de allí no mas que media legua donde el Príncipe habia dormido esa noche, y que probablemente no estaria muy lejos, paróse á merendar en medio de la calle del lugar á donde su Alteza la pudo ver muy desembarazadamente porque estaba la media litera quitada y muy apartada la gente como suele siempre que se para á tomar algo de los cestones. Iba este dia su Alteza muy linda dama, vestida de carmesí con una capa castellana de lo mismo y un chapeo blanco con una pluma.

y

Habíase adelantado por la mañana el obispo porque

el Príncipe le habia enviado á mandar que viniese solo á la abadía, y errólo en el camino y hubo de volver á ese lugar que digo. No habló al Príncipe porque ya él estaba empedido mirando á su muger á la cual acompañó hasta cerca del lugar, y esa noche se volvió á la abadía y el obispo con él.

Tenia el Duque de Alba muy aderezada aquella su casa con mucha tapicería de oro y de seda, y grande provision de todo lo necesario. Trabajóse con los portugueses que consintiesen que diese lugar por una puerta de un corredor para que el Príncipe viese cenar á la Princesa, y no se acabó con ellos ni con el huesped.

Esta misma noche en el abadía murió súbitamente Alonso de Henao corregidor de aquella tierra por el Duque de Alba. Habia corrido este dia de un cabo á otro con su Alteza y con otros caballeros que digo, y habia andado muy sin pensamiento de murirse.

Otro dia de mañana madrugó el Príncipe nuestro Señor con sus adalides y vino á Aldea Nueva, y metióse en un meson que estaba en la calle por donde la Princesa habia de pasar, la cual salió este dia en una mula y con el vestido del dia pasado; y así como llegó donde él estaba encubierto detrás de unas mantas y sábanas que estaban colgadas en un corredor, D. Antonio de Rojas alzó las mantas con entrambas manos, y quedó el Príncipe tan esento (1) que todos cuantos por la calle iban le vieron. Alzó entonces la voz una dama portuguesa y dijo ¡O Deus que bello menino! Pasada la Princesa, su Alteza iba siempre en el recazo dando todos los alcances que podia hasta la posada del puerto de donde se tornó esa noche

(1) Tan descubierto.

al abadía, y la Princesa se quedó en la Calzada. Repartióse la gente por los lugares comarcanos. Hizo esa noche D. Antonio de Sotomayor un banquete solemnísimo á los Condes de Niebla y Bailen y otros muchos caballeros que con él fueron á Bejar que dista de allí sola una legua. Esta misma noche fué á caza su Alteza en el abadía y mató una puerca, y vino amanecer junto á la Calzada de donde partió la Princesa ese dia y vino á dormir á Frades, y el Príncipe se quedó en un lugar cerca de allí porque lo mas del dia habia venido trás de la Princesa encubierto como solia.

Viernes siguiente la Princesa fué á dormir á Aldea Tejada y esta misma noche envió el Príncipe por el obispo de Cartagena y confesóse con él, y lo mismo hizo la Princesa. Estuvo en este lugar hasta el lunes que se le hizo el recebimiento en Salamanca de la manera siguiente.

Venido el lunes que se contaron trece de noviembre, á la una despues de medio dia salió la Princesa deste lugar acompañada de gran número de gentes, así de los que con ella venian como de los cortesanos que de Salamanca salieron, embozados á vueltas del Príncipe que tambien la acompañó encubierto hasta la entrada de la ciudad. Salió este dia en una mula con gran guarnicion de brocado de tres altos alcarchofado, y gualdrapa de lo mismo. Traia una saya de brocado y tela de plata, escarchado, con una gorguera de red de oro, muy menuda y muy subida, con un escofion de oro, y su birrete de terciopelo verde, y encima un chapeo de raso blanco con su torzal de oro. Llevaba cubierta una capa castellana de terciopelo entre morado y pardo con dos tiras de oro tirado al rededor, y por medio una lisonja de lo mismo.

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