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parecióme que traia por el gorjal unas tiras de oro de martillo. Tenia en la mano un pedazo de terciopelo blanco, hecho como aventalle con que algunas veces se hacia aire y se ataba (1) el rostro. Paresció á todos muy hermosa y no nada empachada. Luego que llegó al principio del palenque, paró: el cual estaba hecho de los de la guarda, atravesadas las alabardas una con otra á manera de aspa. Fué grande remedio para detener la gente; y á este tiempo Francisco Pessoa y otros caballeros de la compañía del Duque, y otro de la compañía del obispo estaban en el pateo (2) á pie y tras ellos iban los otros criados del Duque y obispo, y así llegaron á besar la mano á su Alteza; y tras esto llegaron todos cuantos caballeros venian de la parte de Castilla: á los clérigos su Alteza no les quiso dar la mano. Hecho esto llegaron el Duque y el obispo al pateo (3) á caballo, y dentro dél se apearon y fueron á besar las manos á la Princesa. Llegó primero el obispo y no se las quiso dar, y llegó el Duque y estuvo cuatro ó cinco veces porfiando en tomalle la mano: en fin no se la quiso dar. Hecho esto tornaron atrás á do se habian apeado y cabalgaron y tornaron á llegarse á la Princesa, y paráronse como á seis pasos della. Hecho esto, el Duque de Braganza habló desta ma

nera.

"El Rey nuestro Señor me mandó venir en compañía de la Princesa mi Señora para la entregar á quien trajese poderes del Emperador para la recibir." Y esto dijo sin descubrir la cabeza. El Duque de Medina así mismo sin

(1) Será equivocacion por tapaba.

(2) Así el ms.

(3) Aunque aquí dice el ms. claramente parco, creemos que es patco segun se lee mas arriba.

se descubrir y bien demudado, dijo: "el obispo de Cartagena y yo traemos los poderes para ello," y pidiólos á uno que allí junto á él venia á pie, y diéronlos á un tabalion (1) ó escribano portugués que los leyese; y acabados de leer dijo el Duque de Berganza: "Bien está," y luego el Duque de Medina quitó su gorra y hizo una gran humillacion á la Princesa, y dijo al Duque de Breganza: "¿Es esta la muy alta y serenísima Princesa Doña María, hija del muy alto y esclarecido Rey D. Juan y de la muy alta y esclarecida Reina Doña Catalina, su muger?" El Duque de Berganza dijo:" sí es." El Duque de Medina dijo: "pues aquí estamos prestos de la recibir." Y luego el Duque de Berganza se volvió á la Princesa, y dijo: "¿Vuestra Alteza quiere ir á Castilla con el Duque de Medina y con el obispo de Cartagena, que traen los poderes del Emperador para vos llevar?" Ella dijo: “Sí quiero." Entonces el Duque de Berganza tomó la rienda de la mula de la Princesa, y dióla al Duque de Medina, y él la tomó y se puso á la mano izquierda do el Duque de Berganza estaba, y el obispo se puso á la derecha; y hecho esto el Duque de Berganza pidió por testimonio lo que habia hecho conforme á lo que el Rey su Señor le habia mandado, y luego el testimonio se firmó. Y pidió ansí mismo un conocimiento del Duque y obispo de como la recibieron, y el conocimimiento y lo demas iba hecho y lo firmaron el Duque y obispo, y el testimonio firmaron muchos fidalgos portugueses. Y hecho esto los portugueses que se habian de volver se apearon y besaron la mano á la Princesa y se despidieron della. En esta sazon; ¡ quién podría decir los coros (2) de las damas

(1) Quizá: tabelion.

(2) Tal vez lloros.

y el sollozar debajo de los paños de las narices, y el limpiarse las lágrimas, y el sollozar de los galanes y los sospiros puestos en el cielo! Ya que esto fué acabado, el Duque de Berganza llegó á caballo á se despedir de la Princesa, y le pidió la mano muy ahincadamente, y ella nunca se la quiso dar. Y así la Princesa partió para ir á entrar por la puente del rio, que parte los reinos, y el Duque de Berganza y los demas se volvieron. Los ballesteros de maza y reyes de armas del Rey pasaron hácia Badajoz. Al pasar de la puente el Duque fué delante de su Alteza y el obispo atrás, y ella en medio, y pasada estaba el regidor y corregimiento de la ciudad con unas ropas rozagantes de raso carmesí, aforradas en terciopelo azul, y allí la besaron las manos, y se fueron apriesa á la puerta de la ciudad do tenian un palio de brocado. rico, las goteras de lo mismo, aforrado en raso carmesí; y como allí llegó su Alteza se metió debajo del llevándole los regidores, y así entró en la ciudad y se fué derecha á la iglesia do la estaba esperando la clerecía á la puerta con su cruz y candelas; y como allí llegaron no quiso la Princesa apear porque era tarde, que era mas de una hora de noche, y así se fueron á palacio. La órden que aquellos señores traian desde la puente á la ciudad fué: el Duque se puso á la mano izquierda de la Princesa, y así fueron todo el camino hasta cuando entró en el paleo, que entonces el Duque se adelantó un poco, el obispo de Cartagena fué en medio del embajador Luis Sarmiento y del mayordomo mayor de la Princesa; el arzobispo de Lisboa venia detrás de la Princesa hablando con la camarera mayor; el Conde de Niebla, y el Conde de Olivares y otros caballeros venian con las damas. No es razon de pasar sin decir el descuido que tuvo D. Rodrigo Manri

que, hijo del arzobispo de Sevilla, y fué que llegó á besar las manos á la Princesa sus guantes calzados, y un caballero castellano doliéndose de la honra de Castilla le dijo: ¡Ah señor D. Rodrigo! y hízole seña de los guantes, y el cayó en su descuido, y embermejeció un poco y pasó su carrera.

Olvidóseme decir lo que hizo un galante portugués con una dama al pasar de la puente; y fué que él viendo pasar á la dama de quien debia ser servidor, llegóse á ella y quitóse su bonete y hízole una muy gran cortesía, y ella se levantó sobre la mula en que venia y le hizo la suya y comenzó á llorar, y el portugués dió un gran suspiro y hechó mano á la barba y miró al cielo, y otro hidalgo le dijo: Señor pase vosa mercé alleyende o rio: en Castela háse despedir de las damas. El respondió: non praza Deus que en pase á terra que tanto mal me fas, y de allí se volvió muy triste.

Jueves siguiente le acaeció al Duque de Medina una muy grande desgracia y fué que estando en palacio con la Princesa y hablando con la camarera mayor, una portuguesa, muger de servicio, salió á la puerta de la cuadra do su Alteza estaba, y por entre los paños llamó á Don Lope Zapata, page del Príncipe, y díjole no sé que cosa que fuese á decir á la camarera mayor: el page no entendió lo que le dijeron, y pensó que le decian que dijese al Duque que se fuese, y sin mas pensar se va al Duque y díjole: vayase V. S. El Duque se cortó, y quedó el mas afrentado hombre del mundo, y se levanta y se va. La Princesa como vió ir al Duque y vió que el page le habia hablado, llamóle para saber lo que habia dicho al Duque. El page dijo lo que pasaba, y la Princesa tuvo mucha pena de lo que le habia al Duque acaecido, y llamó á

un fidalgo que fuese á hablar al Duque y le dijese el yerro del page.

El Duque de Medina comenzó desde la noche que lạ Princesa entró en Badajoz á hacer plato á las damas, muy espléndido, con mucha multitud de pages y maestresalas y gran estruendo de plata; llevaban el manjar desde su casa hasta palacio y allí servian á las damas sus oficiales, y esto continuó hasta Salamanca. Esta misma noche soltaron muchos presos por mandado de la Princesa y pagó ducientos ducados para ello; soltaron á vueltas dellos un portugués que habia hecho un delito grave, porque su Alteza lo quiso por ser portugués. El jueves seguiente salió á misa en la iglesia mayor en el hábito mesmo con que habia entrado, y vuelta á la posada no hubo otra cosa de fiesta. El viernes seguiente hizo el arzobispo de Lisboa banquete al Duque y al obispo, y jugaron delante de su posada ciertos caballeros á las cañas á la usanza de Xerez (1).

Este dia yendo D. Luis Manrique con el obispo, comenzó á poner un caballo que lleva estremadísimo, por una calle abajo, y al cabo della estaba una carreta atrevesada; y como el caballo iba haciendo mil gentilezas, dió un gran apreton hácia la carreta y da tan gran golpe en ella que la volvió al rededor y hechó de sí á su señor gran trecho hácia adelante, y luego cayó tras él el caballo y dió de manos tan junto á donde estaba, que le tornó á hechar para adelante casi otro tanto. Cuantos allí nos hallamos tuvimos por cierto que él estaba muerto, porque el caballo no se podia levantar, y estuvo tan en sí el caballero que no se contentó con ponerse luego en pie, sino

(1) Siguen dos palabras que no hemos podido leer.

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