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Sábado siguiente llegó á las Villorias donde se pasó la noche con la música de Antonio y Resa (1).

Otro dia domingo llegó á las tres despues de medio dia á Salamanca : salióle á recibir el regimiento y toda la universidad, digo los individuos della, sin insignias ni solemnidad de universidad. Hubo gran concurso de gentes, en especial de estudiantes y colegiales de todos los colegios. Cenaron con él esta noche muy gran copia de caballeros y letrados: hizóles un solemne banquete.

Otro dia de mañana aconteció que un portugués, el cual habia venido á traer cierto recado de Salamanca, como vido el gran ruido de la gente, preguntó qué quien iba por la señora Princesa sua Señora, y acaso se acertó presente un cursado pupilo, el cual le respondió: Señor: el obispo de Cartagena, maestro del Príncipe, hombre de gran autoridad, y que tambien iba el Duque de Medina Sidonia con muchos caballeros de sus parientes y amigos. Al portugués le pareció todo poco, y dijo: e vos zumbais: voto á Deos é ni migalla ainda que vaya ó arzobispo de Toledo ni el Papa.... (2), y comenzóse de enojar como si se le hiciera una gran injuria. El estudiante le dijo: por cierto no se yo quien pueda ir, pues si esto no le agrada, sino es que la traiga el recuero de Salamanca. El portugués ya no pudiendo sufrir tan gran blasfemia, , puso mano á la espada, y por presto que se desenvolvió ya el estudiante le tenia sentada una cuchillada en la cabeza.

(1) Este Antonio era Antonio Cabezon organista y cantor, y Resa era Juan de Resa músico y capellan de Felipe 2: Ambos iban en la comitiva del obispo segun se dice mas arriba, y al parecer servian de solaz y entretenimiento en los descansos del camino.

(2) Omitimos una palabra en portugués, que no hemos podido

leer.

TOMO III.

24

Este mismo dia el obispo partió de Salamanca á las siete de la mañana: salió con él y acompañó todo el camino el canónigo Pereira con dos acémilas de repuesto y seis lacayos con una librea de paño leonado y las mangas ezquierdas de terciopelo del mismo color, y toda la librea guarnecida de fajas del mismo terciopelo, con tres pages en tres caballos de la misma librea.

Esa noche fué á dormir al Endrinal, donde parecieron muchas señales y argumentos de la bondad y caridad que desde su primer principio el obispo tuvo, porque viniéndole á ver algunos labradores pobres del lugar muy regocijados, hablándole en cosas pasadas de aquellos tiempos y presentándole sus pobres dones, él hablaba y se regocijaba con ellos con tanta llaneza y familiaridad como si todos los tiempos fueran iguales. Solia pasar el obispo siendo canónigo en Coria por este lugar, viniendo de Salamanca, y acaso un dia diciendo misa en este mismo lugar, el cura pidióle limosna para una muger vieja y pobre que estaba allí entonces, y el obispo la quiso ver, y conocida su necesidad le hizo larga limósna y la compró una casa en que viviese, y la sustentó hasta que murió; y porque la vieja tenia muchas enfermedades y no podia salir á oir misa á la iglesia, el obispo le dió un ornamento para que con él le dijesen misa en casa.

Otro dia siguiente partió de aquí y fué á dormir á la Calzada, tierra del Duque de Bejar, donde le fué hecho un presente de muchos venados y otras cazas.

Otro dia partió de aquí y fué á dormir á Aldea nueva del Camino, y acaso esa noche á hora de las doce llegó un fidalgo portugués por la posta, el cual traia el retrato de la Princesa, mejor sacado que dos otros que habian enviado al Príncipe nuestro Señor, porque se ha

bian de enviar á S. M. porque lo habia enviado él á pedir desde Flandes; y entre otras cosas que á solas con el huesped comenzó á tratar, fué la principal de la hermosura de la Princesa nuestra Señora, y puesto en una gran contemplacion y muy entonado dijo: ahora vos guesped non vedes a merced que o Rey meo Señor a feito á Castella en dar sua filla a o Príncipe.

Jueves siguiente salió de aquí y pasó las ventas de la Parra, y fué á dormir á Carcavoso, jurisdicion de Galisteo, que es del Conde de Osorno. Esta noche en este lugar le hicieron, por mandado del Conde, un suntuoso y solemne presente de todo género de volatería con muchos carneros, y cabritos y conejos y liebres y gamos, y mucha copia de frutas y pan y vino y cebada en excesiva cantidad. Estando aquí pasó un correo que venia de Portugal, y dió nueva como el Príncipe estaba muy peligroso de unas viruelas, lo cual causó muy grande sospecha de larga dilacion en la venida de la Princesa por lo que adelante se dirá.

Otro dia de mañana partimos de aquí y llegamos á hora de misa á la Fuensanta de Galisteo, donde el obispo dijo misa. Aquí le hicieron otro presente de muchas maneras de pescados frescos y empanados, y muchas frutas de sarten y verdes. Salieron de Plasencia muchos canónigos á ver al obispo, y eso mismo de Coria de donde tambien vinieron mucha copia de mugeres pobres á quien el obispo da de comer y casa por amor de Dios desde que allí era canónigo hasta agora. Esa noche dormió en el Cañaveral, y pasadas las barcas de Alconeta, otro dia llegó al Casar de Cáceres donde estuvo ese dia que fué sábado.

El domingo seguiente llegó á Cáceres temprano, y á

media legua del lugar salió el bando de los Carabajales á caballo con sus caperuzas atestadas y sus barbazas lar

los caballos luengos y flacos con guarniciones de libreas, porque las sillas eran de la gineta, y las guarniciones de la brida, muchas dellas de cuero de jabalí, las espuelas de carcañalete que picaban debajo de la coraza gente de la frontera del tiempo de Fernan Gonzalez. Trás destos salió el corregidor bien un cuarto de legua atrás, y con él la cuadrilla de los Ovandos, algo de mejor parecer que los primeros, aunque todavía hubo muchas caperuzas y estriberas del tiempo del Cid. Hubo entre ellos algunos bien en órden en buenos caballos que pudieran parecer en Ocaña: los unos y los otros acompañaron al obispo todo cuanto allí estuvo, y así como llegaba á alguna parte devedíanse los unos de los otros y aguardábanle ansi hasta que salia. Este dia visitó el obispo á Doña María de Vargas, hermana del obispo de Plasencia, que estaba presa y con mucha guarda en las casas de consistorio, porque le acusaron la muerte de aquel caballero que despues degollaron. Aquí hizo el obispo un muy solemne banquete á aquellos caballeros aquella noche, y otro el dia siguiente á comer. Acabada la comida, partió de ahí acompañado de todos estos hasta una legua de la villa, y fueron con él hasta Badajoz Juan de la Peña con otros seis caballeros de los mas principales de Cáceres. Hízose con ellos lo que con los demas en cuanto á las raciones.

Esa noche fué á dormir á Aldea Elcano que es tierra de Cáceres de donde dista por cuatro leguas: es de la diócesis de Coria.

Martes seguiente que se contaron nueve de octubre, partió de aquí y fué á dormir á Mérida, y llegando á media legua della salió D. Luis Manrique á recebir al

obispo y acompañarle en esta jornada. Traia un caballo rucio rodado estremadamente bueno, vestido con una marlota colorada, con una lanza de dos hierros, muy larga, con una veleta colorada, con todo el otro atavío de turco, con muchas medias lunas. Traia trás sí dos pages vestidos de carmesí, con fajas de terciopelo morado encima de dos caballos muy buenos; el uno traia un morrion dorado, y una lanza de dos hierros, y una veleta colorada y copia de lunas: el otro traia una espada morisca con una rodela dorada y una diadema turca. Venian otros cinco pages de la misma librea encima de otros cinco caballos muy buenos, todos enjaezados muy bien y ricamente, y el uno con una silla de marfil y estribos á la turquesca. Traia seis lacayos de la misma librea de paño, con dos acémilas de repuesto, con dos reposteros de sus armas. Escaramuzó un rato muy bien, y con él y con otros caballeros que le salieron á recibir entró el obispo en Mérida y posó en la casa de D. Hernando de Vera. Estuvo aquí esa noche y todo el dia siguiente. Estuvo aquí el Comendador Fuente de Sevilla, pariente suyo, y otras personas muchas de Villagarcía, y el Lerena vino con D. Rodrigo de Aguayo, hijo de D. Francisco de Aguayo.

El jueves seguiente partió de Mérida, y acompañóle el corregidor y D. Hernando de Vera hasta Badajoz con otros muchos caballeros que salieron desta comarca. Este dia allegaron D. Luis Zapata y D. Hernando su hermano con otros caballeros, servidores y amigos viejos del obispo, los cuales todos le acompañaron hasta Badajoz. Comenzó aquí á crecer el número de los que se habian juntado con él en gran cantidad, porque de solos los que comian á su mesa, de quien se debe hacer cuenta, pasaban de setenta, sin otros sobresalientes que iban y venian cada dia.

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