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ro consejo y deliberacion de tres capitanes generales de los confederados que se hallaren presentes; y lo que la mayor parte de los tres aprobare y hallare bueno, con parecer de todos, aquello se seguirá y pondrá por obra por cualquiera de los dichos tres generales que fuere elegido y tenido por cabeza y gobernador de toda la armada, el cual será el Illmo. Señor Don Juan de Austria siempre que en la dicha armada se hallare presente, y en su ausencia lo será el que fuere elegido por general de las galeras que su Beatitud debe mandar y sustentar.

Que en cuanto al capitan general del campo que se hubiere de hacer por tierra, se consultará entre los Príncipes confederados.

Que ambos generales no sacarán su propia bandera ó estandarte sino el que fuere comun á la confederacion y empresa.

Item que en esta liga y confederacion se guarda y reserva muy honrado y preeminente lugar al Serenísimo Emperador y Rey Cristianísimo y de Portugal, los cuales entrando en ella, la parte de la espesa y gasto que á cada uno dellos tocare, se consumirá en el aumento de las fuerzas de la dicha liga.

Que allende desto nuestro Santísimo Padre deba con paterna exhortacion amonestar al Serenísimo Emperador Maximiliano y al Rey de Polonia y á todos los otros Reyes y Príncipes cristianos que á esta santísima y justa empresa pudieren en alguna manera ayudar, que con todas sus fuerzas y poder quieran asistir y socorrer el bien comun de la cristiandad; lo cual así mismo procurarán hacer para atraellos á este fin el Serenísimo Rey Católico y el Dux y Senado Veneciano con la diligencia y calor que les fuere posible.

Que la particion de todo aquello que con las armas y asistencia de los dichos confederados se conquistare, se haga conforme á lo que en la capitulacion de la liga que se hizo en el año de 1537, está acordado y concluido.

Que Ragusa con todo su territorio, lugares y pertenencias no solamente sea guardada del daño y molestia que la armada de los confederados le podria hacer por tierra ó por mar antes se conserve y guarde especialmente para que no reciba detrimento alguno.

Así mismo los que esta santa y loable confederacion han establecido y confirmado, han concluido que ninguna controversia ó querella que entre los confederados podria nacer ó levantarse, sea bastante á romper é impedir en manera alguna esta expedicion del armada que arriba se declara, antes las tales diferencias se remitirán en todo y por todo al juicio y parecer de nuestro Santísimo Padre y sus sucesores.

Tambien han concluido los sobredichos que ninguno de los Príncipes confederados por sí ó por otro pueda tratar de paz, treguas ó de alguna concordia con el tirano y cruel Turco sin la sabiduría y comunicacion de los otros confederados, y que todo lo contenido en los capítulos sobredichos lo hayan de guardar y observar los unos y los otros con la buena fee que tales y tan cristianos Príncipes deben tener, y que contra ello ni en parte ó particularidad dello nadie presuma tratar, ir ni venir. Y si alguno de los dichos Príncipes confederados, lo que Dios nunca permita, por sí ó por otro tratare de paz, treguas ó concordia sin consentimiento y comunicacion de los otros confederados, ó dejare de guardar con buena fee alguna otra cosa que en los capítulos arriba dichos

esté declarada y contenida, enderezando lo que allí discrepare á otro fin que sea en perturbacion de la dicha liga y confederacion, el que lo hiciere incurra en pena de excomunion mayor latæ sententiæ y entredicho eclesiástico, en que caerán y incurrirán generalmente todos sus vasallos, lugares, tierras y dominios, la cual desde luego pronuncia y declara nuestro Santísimo y Beatísimo Padre contra el que en lo sobredicho contraviniere con la autoridad del Omnipotente y Soberano Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo, y de los bienaventurados apóstoles San Pedro y San Pablo, como contra violador y rompedor de la fee, y capital enemigo de la cristiana religion, y que todos los Príncipes cristianos confederados se deban declarar y oponer contra él; y demás desto absuelve y alza el juramento de fidelidad y subjecion á todos sus vasallos de cualquiera cualidad ó condicion que sean, y que sean absueltos y libres como nuestro Santísimo Padre desde agora en tal caso los absuelve y libra, y que todos los lugares, tierras y dominios del dicho infractor sean y los pueda gozar cualquier persona que los ocupare.

RELACION

sacada de una carta que el Ilustrísimo Senado de Venecia escribió á su embajador que reside en corte de S. M., y otra carta de Génova de 30 de octubre que llegó á esta ciudad de Sevilla á 14 de noviembre, en que expresan, la primera la memorable victoria que consiguió la armada de la liga cristiana de que era general el Serenísimo Señor Infante D. Juan de Austria, en el golfo de Lepanto el dia 7 de octubre, contra la del Turco; y la segunda la toma por la misma armada de la liga de tres naos de turcos que venian con

mantenimientos y municion de Constantinopla á su armada; y como quedan cercadas dos fortalezas que son en el golfo de Lepanto á punto de ser tomadas.

A pesar de que esta relacion se halló impresa en folio, entre los manuscritos de la librería del Conde del Aguila en Sevilla, de donde la copió D. Martin Fernandez Navarrete, la reproducimos aquí, no solo por su rareza, sino tambien para completar las noticias relativas al célebre combate de Lepanto.

Hallándose la armada de la liga cristiana en la Chafalonia en el puerto de Argosteli, y la enemiga en el golfo de Lepanto, entraron los nuestros en consejo para acordar qué se debia hacer, y algunos no eran de parecer que se entrase en el dicho golfo; empero el señor general veneciano nuestro, y el señor Agostino Barbarigo, proveedor general de nuestra armada y de la santa liga, exhortaban y suplicaban al Sr. D. Juan de Austria á que fuesen á embestir la armada enemiga, que mediante Dios serian vencedores; y de este consejo salió concluido que el dicho provedor Barbarigo fuese con ocho galeras á la boca del golfo á intentar de sacar fuera á los enemigos; y estando en esta resolucion vino aviso al nuestro general, que cincuenta galeras turquescas se habian apartado de su armada y se habian ido la vuelta de levante, y así vino una fragata á la capitana del Sr. D. Juan de Austria con el mismo aviso, y se concluyó que se entrase en el dicho golfo; la cual conclusion fué sábado 6 de octubre. Y habiéndose así acordado, el Sr. D. Juan de Austria entró en una fragata y anduvo personalmente toda la armada dándola órden de todo lo que se habia de hacer, animando y esforzando á todos, y avisándoles que para el dia siguiente domingo 7 del dicho mes, se pusiesen en órden

para combatir con el enemigo. Y el dicho dia á muy buena hora se halló el armada sin las naves en esta manera: en medio el general con cincuenta galeras: en el lado derecho el proveedor Barbarigo: en el izquierdo el Señor Ourtino, y en la retaguardia y al través el Señor Juan Andrea Doria, el cual en este dia lo hizo valerosísimamente; y las seis galeazas, tres por cada banda, las cuales traian por cada una dos galeras muy sutiles y veleras que las remolcaban; y con esta órden y de esta manera caminaron con poco viento, el cual era mas favorable á los enemigos, á los cuales á buena hora descubrieron que los venian á encontrar, puestos todos juntos como un bosque y sin ninguna órden, y como despues se supo pensaban que los cristianos visto que les hubiesen, que luego volverian las espaldas, y que ellos yendo en su alcance ganarian mucha parte de las galeras zorreras que se quedasen; mas como vieron que con mucha osadía las iban á buscar y con gran ánimo á embestir con ellos, comenzaron á ponerse en órden en forma de media luna, y llegados á tiro de artillería las galeras ligeras que remolcaban las seis galeazas, las dejaron y retiraron á su lugar que les estaba señalado, y las galeazas comenzaron á jugar sesenta piezas de artillería que cada una de ellas llevaba, treinta por banda, y pasaron por medio de los enemigos haciendo en ellos excesivo daño, lo cual se puede decir que fué despues de la voluntad de Dios la causa principal de la victoria; y en el tirar de la artillería de los enemigos hicieron poco daño, y nuestra armada lo hizo en ellos muy grande.

El Señor D. Juan de Austria y el Señor general Veniero, veneciano, se encontraron con la capitana del Bajá Turco, la cual en muy poco tiempo rindieron, y

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