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CAPÍTULO XXVI.

De lo que en este rio de Tibida hizo una mujer pública, y las magnificencias que el Conde hizo con esta mujer, y unos hombres que pasaron ciertas mujeres y niños.

Hay aquí dos cosas de notar: la una es, que este alcaide de Benarax es moro muy poderoso, porque es Rey del campo. Llámase Almanzor-ben-Bogani, y el renegado, guarda del Rey y Capitan de los escopeteros, persona entre ellos de merecimientos, llámase el alcaide Abrahen. Esta Tibida es la llave del reino, porque ganado este paso está lo más hecho. Murieron en esta batalla, de los nuestros, solo uno, y esto fué al pasar del rio; murió de un escopetazo. El Conde bajó al rio, del escuadron donde estaba, porque yo estaba á la vera del rio, y allí hizo dos cosas dignas de ser memoradas. La una fué, que vino allí un soldado y dijo que al pasar del rio peligraban algunas mujeres y muchachos: el muy ilustre Señor, no dejando de hacer como buen cristiano, dando gracias á Nuestro Señor con lágrimas de sus

ojos, devotamente, porque yo lo ví, dijo á este soldado: «Tomad vos, hombre honrado, otros cinco ó seis compañeros y estados aquí, y pasad todos los muchachos y mujeres, y yo os daré 50 ducados á vos y á los compañeros que os ayudaren» ¡Oh, qué obra de buen cristiano y magnífico caballero! No quiero dejar de decir otra no ménos grande que ésta que allí hizo en mi presencia. Una mujer pública, de hasta veinte años, venia en el ejército, y parescióle á ella que era buena obra pasar el rio á los que no podian, y descalza, en camisa, con un jubon de dos rasos colorado picado, vestida, y la cabeza con una escofia, y la camisa tomada por bajo, pasó esta mujer muchos hombres con cierta manera que tuvo, de tal arte, que ninguno de aquellos peligró. Más hizo, por cierto, esta mujer que Cloelia, doncella romana, que estando cautiva en el real del rey Porsena, ella y otras muchas doncellas, las pasó el rio de Tíber y las puso en libertad; y digo que hizo más que ella, porque dicen los historiadores que tomó un caballo que estaba paciendo en el real en cerro, y de noche las pasó el rio en el caballo. No lo hizo ésta así, si no á pié y el agua á los pechos. Trujerónsela delante al Conde, y dijéronle lo que habia hecho. Yo os certi

fico que daba el agua á los hombres á los pechos. Pues como la vió y vió la buena obra que habia hecho, díjole: «Hermana, sed vos buena mujer y casaos, que yo te mando 300 ducados, los cuales te daré luégo que te cases. » Y luégo D. Alonso de Córdoua la mandó llevar á su alojamiento. Visto esto por muchos soldados que allí estaban, dijeron: «¿No nos ha de dar Dios victoria con este nuestro gran Capitan que tales obras hace? á piés descalzos iremos con él hasta Hierusalem.» Recogida la gente pasada del rio de Tibida, nos fuimos todos á alojar aquella noche á la fortaleza y lugar de Tibida, aunque no nos dejaron mucho reposar: pensando los moros poderse algo aprovechar de nosotros, acudieron dos ó tres veces al real, las centinelas dieron alarma, de manera que reposamos aquella noche bien poco; mas como nuestro gran Capitan tuviese en esto mucho cuidado, en lo que tocaba á las guardas y centinelas estaba tan bien proveido, que si no era por culpa de desmandarse algun soldado, jamás hubo falta. Habia este dia de moros en el campo 5.000 lanzas y hasta 14.000 peones.

CAPÍTULO XXVII.

Del cartel y desafío que el Conde envió al rey de Tremecen Muley-Mahamet.

Otro dia, domingo, de mañana, 4 del dicho mes de Hebrero, salimos de Tibida con nuestro campo, y el muy ilustre señor Conde mandó poner la gente en órden, como siempre tenia aquel cuidado, y así caminamos hasta dos leguas, con tanta grita de alárabes, que, á mi ver, pienso que topamos por aquellos montes más de 30.000 de á caballo y á pié, amenazándonos, y estos nos seguian cada dia, ellos por la sierra y nosotros por nuestro camino, porque habia mandado el Conde no se desmandase nadie á ellos, que de otra manera ellos llevaran su merecido. Este dia, á las nueve horas, llamó su Señoría á un moro, é hizo que hablase con los contrarios, dándoles seguro para que uno dellos llevase un cartel al rey de Tremecen; y el moro fué, y al dar el cartel, si no le socorrieran los nuestros, le costara la vida; y hechas sus diligencias por el moro, lo puso en una mata, y de allí

lo tomaron, el tenor del cual es éste que se sigue:

CARTEL.

D. Martin de Córdoua y de Velasco, conde de Alcaudete, Señor de la casa de Montemayor, Capitan general de los reinos de Tremecen y Tenez por la S. C. C. Majestad del Emperador, rey de España, mi señor: Digo á vos, Muley-Mahamet, que bien sabeis que á instancia vuestra supliqué á la Majestad del Emperador, mi señor, que os rescibiese debajo de su amparo y proteccion por su servidor y amigo, aliado y tributario, y que os obligásteis á dalle cuatro mil doblas de párias cada un año, y otros feudos de caballos y jaeces y halcones, como en la capitulacion se contiene, á que me refiero, y Su Majetad, á suplicacion mia, os concedió todo lo que en la capitulacion se contiene, y lo firmó de su imperial mano, porque yo le certifiqué, debajo de la palabra que me habíades dado, que cumpliríades aquella capitulacion; y porque vos, como mal Rey y alevoso caballero habeis faltado en todo vuestra palabra, y por ser, por la bondad de Dios, el Emperador, mi señor, tan poderoso Príncipe que no ha de tener

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