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memorada: que ciertos soldados, al pasar del lodo, á la prima noche, como el bagaje quedó muy dentro en el lodo, sin poderlo remediar, como en la verdad allí se quedaron, estos soldados tomaron ciertos barriles de pólvora, cada uno el suyo, y los llevaron donde el Conde estaba, que era harta poca distancia de camino. Mandó su Señoría darles á cada uno un doblon, y con tanta alegría como si nada hubiera perdido. Toda aquella noche no se entendió en otra cosa sino en darnos alarma, y allí tambien, por mucha y demasiada diligencia nos alancearon una centinela, y le cortaron las manos y cabeza. Esto sucede á los hombres que no hacen bien su oficio y lo que sus Capitanes les mandan.

CAPÍTULO XXV.

De la segunda batalla que dió el Conde á los moros en el rio de Tibida, y cómo ordenó su ejército.

Luégo, sábado, de mañana, á 3 del dicho mes, dia de Sant Blas, el muy ilustre señor Conde y Capitan general de África hizo tocar de mañana la trompeta para

que el campo se levantase, y echar bando con los atambores á recoger á las banderas. Salimos de allí á las ocho del dia, y caminando el campo, supo su Señoría, por nueva muy cierta de un moro que pasó á nuestro campo, como ciertos capitanes del rey de Tremecen, con toda la gente del reino, esperaban á nuestro ejército en el paso del rio de Tibida para darnos la batalla. Fué tan grande el regocijo y alegría que de saber esto tuvo el Conde con todo el ejército, como si se les ofreciera de parte de Dios por muy cierta la victoria. Sabido esto, el muy ilustre señor Conde, como muy esforzado Capitan, ordenó la batalla á propósito de la dispusicion del lugar; y cuando llegó el ejército sobre el paso del rio, vió su Señoría, y vimos todos, que el número de la gente morisma era muy grande, y que se ponian en propósito de dar en el ejército por todas cuatro partes. Era tan grande el ánimo que nuestra gente tenia, como si los moros no fueran hombres; y esto digo porque lo ví andando yo entre los escuadrones de uno en otro con un Crucifijo y una bandera blanca en mis manos, y oia el esfuerzo grande que llevaban. Y así como el Conde tuvo conocimiento de lo que los moros querian hacer, como hombre muy

experto en la guerra, puso en todas cuatro partes del ejército, demás de los capitanes ordinarios, caballeros con la órden siguiente: Mandó al Maestre de campo D. Alonso de Villaroel y al Sargento mayor Melchor de Villaroel, que ordenasen tres escuadrones en tal manera, que los dos de la avanguardia de mano derecha y siniestra fuesen tan largos que entre ellos cupiese todo el bagaje, y delante dél la batalla de gente de caballo, y el escuadron de la retaguardia que cerrase estos dos escuadrones por las espaldas; y por las partes de fuera mandó su Señoría poner todos los tiradores del cabo de las hileras de las picas, de manera que cuando los enemigos acometiesen, calasen las picas, y los tiradores quedasen debajo dellos en el lugar que hay vacuo entre hilera é hilera. En el avanguardia puso su Señoría 1.500 picas de hombres sueltos, y 200 de á caballo, en que habia 40 arcabuceros y ballesteros á caballo. Con esta gente iban por capitanes de los de á caballo Alonso Hernandez de Montemayor y Luis de Rueda, alcaide de Orán; y con la infantería iba, á la mano derecha, D. Mendo de Benavides, hermano del conde de Santistéban y sobrino del conde de Alcaudete, hijo de su hermana, con la mitad

della, y el Maestre de campo D. Alonso de Villaroel con la otra mitad. En la retaguardia de los escuadrones iban por capitanes, demás de los ordinarios, D. Juan de Villaroel en la una parte, y en la otra D. Alonso de Córdoya con otros capitanes. Estos llevaban tal órden, que si el avanguardia tuviese necesidad de socorro, le socorriesen con las gentes de banderas, adelante juntamente con la gente de á caballo que el Conde llevaba en la batalla.

Y con esta órden comenzó el campo á marchar, y llegamos al paso del rio, que iba harto crecido, y allí cargaron los escopeteros de los moros, y hecha nuestra oracion muy devotamente, con una voz muy subida, que casi parecia gemido, la cual puso mucha devocion; en tocando las trompetas, pasó toda la gente del avanguardia tan presto, el agua hasta los pechos, como si fueran por puentes. Los primeros que pasaron este rio fué D. Hierónimo de Córdoua, hijo de D. Martin de Córdoua, y Luis de Rueda, y Alonso Hernandez de Montemayor. Y en acabando de rehacerse de la otra parte del rio Tibida, sobre el cual estaban dos banderas, una blanca y otra colorada, y muchos alárabes, como ya tengo dicho, porque habia venido el alcaide de Benarax, Al

manzor-ben-Bogani, á recorrer toda la `tierra, y con él un renegado, vizcaino de nacion, que es Alcaide de la primera puerta del Mexuar, y Capitan de los escopeteros y gente del campo del rey de Tremecen Muley-Mahamet; y todos aquellos montes tan llenos de gente de caballo y de pié, que era maravilla, y los gritos y alaridos que nos daban, cercados de moros de todas partes, era espanto; y en acabando de rehacerse de la otra parte del rio, caminaron hácia una sierra donde estaba gran número de moros sobre el paso del rio; y pelearon tan bien, que en breve espacio le ganaron la montaña y mataron más de 30 moros, é hirieron muchos con los arcabuces y ballestas, é hicimos alto en la montaña; y el muy ilustre señor Conde iba en la batalla con hasta 1.000 soldados del avanguardia, los cuales pasaron presto el rio. Púsose su Señoría con ellos en un escuadron al pié de la montaña, y estuvieron firmes hasta que pasó el ejército el rio. Como los moros vieron romper tan fácilmente su avanguardia, no osaron acometernos más, de manera que fué nuestra la victoria.

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