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Conde; y digo, como testigo de vista, que estando embarcado el Conde en su nao genovesa, á 7 del dicho mes de Enero, estaba muy apasionado y enojado el Conde con ver la tardanza que su primo Don Martin hacia, y no sabia qué le pudiese haber sucedido, y así mandó luégo que se dejase en el puerto recaudo, y para esto mandó, en presencia mia, á D. Diego Fernandez de Córdoua, su segundo hijo, tuviese mucha vigilancia en que tuviese todo aparejo de naos para cuando D. Martin de Córdoua y su gente llegasen al puerto, que no hubiese dilacion alguna para su embarcamento, y así se hizo.

Fué la causa de tardarse tanto el dicho D. Martin, dos cosas: la una, que luego que el Conde se volvió á su villa de Montemayor, hizo sus bastimentos, así como es vino, bizcocho, tocino y cecinas de vaca, y otras muchas cosas comestibles, de tal manera, que fué la cantidad tan crecida, que no sólo bastó para su compañía, mas para socorro de muchos soldados, demás de la gente de bien, de caballeros y Capitanes y religiosos que á su alojamiento y tiendas se allegaban; y yo, como testigo de vista, sé que era mucha copia y cantidad, pues era uno dellos, y á otros muchos soldados que con necesidad venian, á los

cuales siempre mandaba dar de su bastimento, sin á ninguno negar nada de lo que habia; y todo esto fué necesario fuese por la vía de Málaga, ántes que él se partiese de Córdoua; y la segunda fué, porque estuvo arrestado muchos dias en una torre y en su posada por ciertas diferencias que habia tenido con el Obispo de Córdoua, las cuales causas le detuvieron, de manera que no pudo llegar al tiempo del embarcamento del Conde, y fué por mejor, que recogió mucha gente, como adelante se dirá.

Caminó el dicho D. Martin de Córdoua, Señor del Albayda, `con mucha velocidad y priesa las más largas jornadas que pudo, pensando hallar al Conde y su armada en el puerto de Cartagena; y cuando llegó á la cibdad de Lorca tuvo aviso como el Conde y su armada eran ya salidos del puerto. Visto esto, deja la litera en que iba y toma la posta, y de tal manera anduvo, que llegó muy temprano aquel dia al puerto de Cartagena, con mucho cuidado y enojo de ver partido al Conde; y luégo mandó aderezar la principal cámara de un galeon pequeño que allí estaba, y tomó tres carabelas y dos corchapines y un barco sevillano, en los cuales se embarcó el dicho D. Martin y mucha gente y

Capitanes, á los cuales recogió consigo y les dió de comer los dias que estuvo en Cartagena; y despues de embarcados, por la mar, á los Capitanes y soldados que en su navío iban; y acaesció así, que de el armada que el Conde sacó del puerto, con la fortuna que ya en el capítulo pasado se dijo que habia pasado el Conde y su armada, desgaritaron della una nao que se decia la Trapanesa, y dos carabelas gruesas, las cuales llegaron al dicho puerto de Cartagena, de donde habian salido, y allí las recogió. Tomado refresco, salió toda el armada con el dicho D. Martin, Señor del Albayda, viérnes, víspera de Sant Sebastian, que se contaron 19 del dicho mes de Enero, con muy buen tiempo, mar bonanza y viento fresco. Llegó el dicho D. Martin con el armada que consigo llevaba al puerto de Mazalquivir, domingo, de mañana, á 21 del dicho mes, en el cual puerto se desembarcó él y todos los Capitanes y gente que con él iban. Llevaba siete banderas, las cuales hizo poner en órden de guerra en sus escuadrones en saltando en tierra, con su vanguardia y retaguardia, y así con esta órden caminó el dicho D. Martin la vuelta de Orán. Sabido por el muy ilustre señor conde de Alcaudete, Capitan general de Africa, la venida

de D. Martin de Córdoua, su primo, la cual el Conde mucho deseaba, y dudaba pudiese venir á tiempo que en esta jorna la se hallase; y así, certificado de su venida, se regocijó mucho cuando lo supo, y salió al campo él y sus hijos, Capitanes y caballeros que con él estaban, hasta la cuesta de la Torre del Hacho, en la cual cuesta se juntaron los dos primos, y Don Martin de Córdoua, Señor del Albayda, llegó al Conde y le besó las manos, y el Conde le abrazó y dió paz en el rostro con mucho placer y gozo; y así, con esta alegría, se entraron en la cibdad de Orán. Fué aposentado en el alcazaba en un suntuoso aposento que el Conde habia mandado aderezar, y digo esto porque yo fuí al aposento que dicho tengo, por mandado de D. Alonso de Córdoua, á le visitar.

CAPÍTULO XV.

De cómo el Conde señaló los Oficiales de su ejército para la buena gobernacion y especial cuidado que en ello se habia de tener.

Domingo, 21 de Enero, señaló su Señoría los Oficiales del su ejército; á Don

Alonso de Villaroel, por Maestre de campo, con el capitan Francisco de Arroyo, para que le ayudase; á Melchor de Villaroel, por Sargento mayor. Entregó su estandarte con mucha solemnidad |á García de Navarrete, alcaide de Mazalquivir; y así los unos como los otros lo hicieron tan bien como adelante se dirá. A Don Juan Pacheco, General de la gente de caballo; y á D. Mendo, su hermano, con D. Juan de Villaroel, que mirasen y concertasen el escuadron de la gente de caballo, y así lo hicieron; porque, como testigo de vista, digo que los ví muchas veces, porque iba yo junto á el estandarte con mi crucifijo y bandera blanca. Este dicho dia llamó el Conde á su hijo Don Martin, y le encargó y encomendó la gobernacion de la cibdad de Orán, y tuviese especial cuidado de la guarda della, y que mirase la jornada que iba él y sus hermanos, pues ellos iban en empresa tan alta y tan llena de fe, él procurase de tener la cibdad bien proveida, y que no saliesen fuera si no hubiese mucha necesidad, salvo en lo ordinario. E luégo llamó su Señoría á Martin de Mescua, Capitan de gente de infantería, y criado viejo de su casa, y porque, como ya digimos, el Conde dió su estandarte á García de Navarrete, alcaide

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