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teniéndose aquí lo que le pareció conveniente para recoger la gente que habia ido al otro aduar, y para que los soldados maniatasen los esclavos, y gozasen algo de los despojos de los enemigos; pero viendo Su Excelencia la mucha resistencia de los moros y clamor de los cautivos, crecia de nuevo el empeño de las armas y que el capitan D. Beltran de Castro y de la Cueva estaba con la caballería resistiendo al ímpetu de los moros, ofendiéndoles tan valerosamente como de persona de tales obligaciones se esperaba, haciendo juntamente escolta á una manga de infantería con que el capitan D. Cristóbal de Heredia se venia á incorporar con las banderas, á lo cual Su Excelencia procuró estar con tanta atencion, que no lo sabré decir, viendo como acudia al manejo de lo que allí estaba presente, sin olvidar á los ausentes, enviándoles socorro y asistiéndoles con la forma que da lugar la milicia, así para que los soldados estuviesen con ánimo, como para atemorizar los moros viendo á Su Excelencia con tanta asistencia, y tanto mayor en los ausentes, cuidando más de su seguro que de todos los enemigos y despojos que tenia rendidos á sus piés. Dispuesto todo en buen órden, recobrados los nuestros sin faltar ninguno, Su Excelencia comenzó

á retirarse con increible valor, ordenando al capitan Rodrigo Maldona, soldado de grandes experiencias, tomase la manguardia; y al Sargento mayor ordenase la gente en forma de escuadron, llevando los cautivos en medio: al capitan D. Beltran de Castro y de la Cueva encargó la retaguardia: al capitan D. Cristóbal, la manguardia de la mano derecha: al capitan D. Felipe Prieto de Valencia, la izquierda, con la cual Su Excelencia vino á ser el último de todos, sin que súplicas de todos ni representaciones de superiores inconvenientes pudiesen moverle á que tomase puesto ménos peligroso, siendo el que llevaba tan expuesto á una gran desgracia, como lo mostraba la cercanía que iban haciendo los moros, así con las lanzas como con las bocas de fuego, ayudados para esto de la espesura del monte y conocimiento que tenian de lo poco que la caballería les podia ofender; lo cual no bastó para que Su Excelencia dejase de llevar el último lugar, sin atender al evidente peligro de su vida al ser reconocido de los moros por Capitan general de aquella faccion, y procurar borrar la gloria della, apuntando en Su Excelencia la mayor parte de sus armas, como á persona con cuya vida se continuaba aquella gran victoria. Su Excelencia con gran

valor, juzgando por poco todo lo que á los demas les asombraba, se fué retirando de los moros más de tres leguas que duró el mal camino, hasta llegar al Álamo, donde, conociendo los moros los grandes daños que habian recibido en la retirada, y los pocos que quedaban vivos, respecto de los muchos que habian salido á embarazar la victoria, se retiraron afrentosamente, procurando hacer una acometida por la manguardia, para ver si podian llevarse algun poco de ganado que iba á cargo de almogateses y moros de Ifre; lo cual, conocido por Su Excelencia, mandó saliese una manga á resistir su osadía, con lo cual, poco á poco, considerando el ánimo y valor de Su Excelencia, los moros se fueron retirando viendo lo poco que podian sus armas.

Juéves, á las once de la mañana, se llegó al Álamo, donde el capitan Cristóbal de Vargas estaba aguardando con el bagaje y gente de guarnicion. Allí se curaron los heridos, cristianos y moros, con mucho cuidado, pues así en esta ocasion como en otras, Su Excelencia le habia puesto muy particular, previniendo, como tan gran soldado y valeroso Capitan, remedios y regalos para los peligros de la guerra, gozando todo dél de tal manera, que á los cristianos les obligaba su asis

tencia y á los moros les cautivaba de nuevo su cuidado, el cual pudo, con la asistencia de Dios, excusar los muchos que se pudieran recrecer de tal faccion, pues solos hubo dos heridos y un soldado muerto, siendo el número de los enemigos tanto cuanto certificaron los que quedaban en los aduares revolcándose en su sangre, y por la retaguardia se veian caer de nuevo, ofendidos de la infantería, haciendo con los clamores testigos al campo de ser aquella su mayor ruina, teniendo por la mayor parte della no haber venido á pedir seguro á Su Excelencia, sabiendo que desde el dia que llegó á estas plazas procuró con sus acciones mostrar no habia lugar en toda la Berbería para los enemigos de Su Majestad, á quien, aunque les pesase, les obligaria á reconocer la obediencia debida á tan gran Monarca.

No puedo dejar de decir, como cosa muy singular, como en medio de lo más sangriento de la retirada, quiso Dios mostrar lo mucho que se daba por servido de que sujetasen á sus enemigos, ofreciendo una criatura, hija de una mora, de edad muy tierna, que se estaba muriendo, de lo cual, conociendo con evidencia el peligro, y diciendo el padre fray Juan Ponce de Leon que en él cesaba el derecho de la patria potestad, por

lo cual, lícitamente se le podia bautizar contra la voluntad de sus padres, haciéndolo con presteza, se le dió al punto el Santo Bautismo, muriendo dentro de breve término, y queriendo Dios, por sus secretos juicios, en dia que tantos enemigos de su nombre voluntariamente se condenaban, sacar de entre ellos este ángel para mayor conocimiento de sus secretos juicios y confusion de sus enemigos; con lo cual, concluido todo, reconocida la gente, curados los heridos, acomodados de cabalgaduras los cansados, Su Excelencia se retiró al sitio de Gazul, el cual fué el que, segun el tiempo y disposicion militar, convino tomarse para mayor comodidad y seguridad de la gente.

Otro dia, por la mañana, reconocida la gente, habiendo las atalayas descubierto el campo, comenzó á marchar la vuelta de Benzulam, donde se allegó ántes de anochecer, á cuyo tiempo, mi señora la marquesa de Flores de Avila, á cuyo cargo quedó el gobierno destas plazas, ordenó á los ministros á quien tocaba se apercibiesen pan, vino y otras cosas para la gente que, con necesidad de refresco, llegaria á Benzulam; lo cual, obedecido y dispuesto con mucho cuidado, llegó á tiempo conveniente, enviando Su Excelencia de su casa mucha cantidad de rega

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