Imágenes de página
PDF
ePub

jones y dió con tanta presteza sobre ellos con los caballos, que no les quedó uno que no muriese. Fué cosa que les hizo más recoger y que no anduviesen con tanta libertad como andaban al principio. En este tiempo escribió al Rey, nuestro señor, que le suplicaba le mandase socorrer con las cosas necesarias para la buena defensa de las plazas, y que esto no lo decia por su salud, que él las defenderia con el ayuda de Dios hasta que no que. dase piedra inhiesta, pero que le faltaban municiones y otras cosas importantes para defenderse de tantos enemigos como estaban sobre él. D. Martin, viendo que le habian tomado el fuerte, hizo con gran diligencia fortificar su plaza, porque vió que el rey de Argel con muy gran furia batía su muralla, y fué de suerte, que comenzando á los 9 de Mayo batieron hasta 22 dél, con muchas piezas gruesas, derribando, á su parecer, todas las defensas. Vinieron con grandísimo alarido, creyendo en llegando entrarles; pero el valeroso D. Martin con sus soldados los rescibieron con tanto ánimo, que fué espantosa cosa los que mataron, mirándolos el Rey desde un alto cerca dellos. Y viendo tanta mortandad, movido de compasion, á lo que se entendió, envió á

retirarlos á un turco renegado que se llamaba Maminapolitano, al cual mató allí una pieza de artillería, de que el Rey quedó muy sentido; lo que, visto por aquellos bárbaros, sin otra órden se retiraron con gran presteza, y en ella mataron muchos más que en la muralla, y murieran más, si no que á aquel punto vino tanta agua, que no dió lugar á que más daño se les hiciese. De todas estas cosas avisaba el Conde á Su Majestad para que supiese lo que pasaba; y él, como buen Rey, mandaba apriesa se proveyese las cosas importantes para Orán, y entre otras, mandó bajasen las galeras de Italia con soldados de Nápoles, los cuales, con una presteza increible los trujo Juan Andrea Doría á Cartagena, adonde estaba D. Francisco de Mendoza, General de las galeras de España, y con él muy gran cantidad de caballeros cortesanos que fueron al socorro como muy leales y esforzados, de que Su Majestad holgó mucho en saber su buen ánimo y deseo de serville. En este tiempo, el rey de Argel mandó poner por otra parte cañones que tiraban de muy cerca, diciendo que tenia de echar el lugar todo por el suelo ántes que arremetiesen, y en esto se tenia mucha diligencia y en guardar lo que llaman la

[graphic]

Isla, porque un mal cristiano le dijo que hombres á nado venian de Orán con aviso de todo, y asimismo lo llevaban, que ocupándola no habria lugar de saberse lo que pasaba. Entónces hizo el Rey que allí entrasen 600 turcos para que nadie pasase de un cabo al otro, cosa muy dañosa para nosotros, porque nos consolaban con lo que nos decian que seríamos socorridos. Pero aunque esto así pasaba, nuestro Capitan nos daba tanto ánimo, que nos parecia que á otros tantos no temeríamos. En todo este tiempo los turcos no pararon de batir un momento, y fué de manera que no quedó de alto una vara de medir, porque con la tierra que caia de la muralla se hizo un escarpe por donde subian muy llano, aunque Don Martin tenia detras un hondo foso y una muralla con sus traveses muy bien hecha, de tal manera, que quien entrase era casi imposible escapar. El Rey envió á reconocer cómo estaba lo batido, y fué á ello un gran soldado genízaro, y como llegó y vió lo que habia dijo: «canes, ¿esto teneis hecho?» y en aquel punto le dieron un arcabuzazo que cayó abajo, y asimismo otro que con él fué al mismo efecto, y entónces mandó á su armada se llegase y asimismo batiese por do dicen la mar loca

y echóse bando que todos se apercibiesen para el asalto y llevasen todos los pertrechos necesarios para él, diciéndoles que él queria ir con ellos para ver qué hacian y conocer á los esforzados; y así, salió delante de todos ellos sin ser parte nadie para detenerlo. D. Martin, como vió tancha machina se puso á la defensa, como buen caballero, echándoles gran cantidad de fuegos artificiales, con que quemaban muchos de los que subian, y con los arcabuceros matando tantos, que era espanto, cosa para tener lástima, si lo mereciera gente tan bárbara, porque los animaba mucho ver su Rey delante dellos en peligro conocido, pues mataron á algunos junto á su persona; y con todo esto cerraron con tanta furia, que pasaban por cima de los muertos, haciéndole no poco estorbo á los que llegaban. Mas los fortísimos y excelentes soldados, con su buen Capitan, hacian en la defensa maravillas con los botafuegos, y otros con granadas de alquitran, y era de tal suerte esto, que parecia arderse todo en terribles llamas; y los que estaban en los traveses de la muralla que se hizo de nuevo, mataban tantos, que el foso estaba lleno dellos, y sin mostrar flaqueza arremetian de nuevo con tanta grita que era espanto,

aunque no se espantaban los que estaban á la defensa. Duró este combate tres horas y áun más, y alcabo mataron á dos turcos junto al Rey que lo guardaban, y túvose por desgracia no dalle á él, que andaba con una cimitarra por medio de su gente animándolos á que entrasen, diciéndoles, segun despues se supo: «¡Cobardes! ¿de quién huis? esta cobardía es más que yo pudiera imaginar, y que si yo lo supiera no os trujera á esta empresa, aunque es tan pequeña.» Y entónces llegaron á él dos turcos muy bien aderezados, á quien tiraron los arcabuceros, y entrambos los derribaron juntos; y aunque los vió caer, no se mudó de donde estaba ni quiso apartarse del lugar adonde no paraban los tiros del artillería ni los diestros arcabuceros, con una priesa que parecia salva muy concertada: miró á su gente entónces y apénas vió sanos á algunos, que ya todos los más estaban tendidos, los unos muertos, y otros mal heridos de grandes heridas, y conociendo el daño tan grande que habian rescebido, mandó que se tocase á retirar, cosa que deseaban mucho los que lo podian hacer; y así se hizo con mucha presteza, más que convenia, dejando á los que estaban junto á lo batido; y para retirarlos, envió el Rey á

« AnteriorContinuar »