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mó, y de necesidad hubieron de desamparar el artillería, por no ser ya posible defender el lugar que habian ocupado. Dicen que aquí hirieron al Conde los mismos cristianos que desde la muralla tiraban, y que mataron á Juan de Angulo, nuestro cordobés, que peleó como caballero. Otros dicen que el caer del Conde fué queriendo detener á los que huian, que le dieron en el caballo y lo hicieron enarmonar, y que cayó con él, y que pasó todo la gente por cima dél, no obstante que lo habian herido ántes en un brazo. Y la que despues le dieron los de la muralla, dicen que queriéndolo hacer, porque los turcos no estaban de manera que se puede creer que por hierro se hizo. Acabados de encerrar todos, hicieron otra maldad, de la más cruel que nadie ha hecho, que fué en el mismo punto trataron con los turcos que los tomasen por captivos, y si algun soldado honrado se ponia á la defensa de la muralla y tiraba con su arcabuz, le daban algunos Capitanes de cuchilladas, diciendo: «Sal fuera tú que no eres de rescate.>> Procurando tanto el provecho del rey de Argel como su deshonra.

Guzman. Pues D. Martin, ¿á dónde estaba?

Navarrete. Curándose estaba del arcabuzazo que le dieron, y como supo lo que pasaba, lo sacaron en brazos y les hizo un parlamento, diciéndoles que por ellos murió su padre, que mirasen que no hiciesen otra cosa peor, que era vendello á él, que él los sacaria á todos en salvo: ellos se lo prometieron, y él volvió á acabar de curarse. En este tiempo se acabó de concertar que 50 Capitanes saliesen á mil ducados cada uno. D. Fernando de Cárcamo estaba muy malo, y fueron á él á decille lo que tenian concertado, y dijo que él no queria pasar por aquel concierto, si no que á él lo dejasen fuera para salir por derecho, ó correr la fortuna que D. Martin corriese. Fué esta respuesta como de caballero esforzado, y no nada agradable á los que fueron con el recaudo; y así se salieron y pusieron en una torre una bandera blanca, que es señal de paz, para que los turcos se llegasen; y así se llegaron y metieron dentro ciertos turcos y los llevaron donde estaba D. Martin, el cual, cuando los vió, quisiera mil veces morir; y así, probó de levantarse para defender su persona, y los turcos le dijeron que tuviese paciencia, que era usanza de guerra. Y entraron los turcos y tomáronlos tan civilmente, que no se sabe que haya

habido nacion que tan mal lo hiciese con sus Capitanes generales. Murieron valentísimamente algunos, especial Juan Perez Baldez, por otro nombre Juan Perez Derrave, de aquí de Córdoba, que dicen todos dél maravillas; otros quedaron muy heridos y destrozados: los demas sin lision los tomó el rey de Argel, y los trataron como ellos merescian por ser tan cobardes.

Mendoza. Pues un Capitan tan prático como aquí habeis dicho, ¿no previno á ese negocio donde tanto le iba, retirándose de manera que los enemigos no lo pudieran alcanzar?

Navarrete. No sé yo cómo eso se podria hacer sin huir; y el Conde creyó que su gente pelearia como otrás veces que allí se halló, y salio muy al revés, que en lugar de pelear huia toda la gente.

Mendoza. Yo he oido á muchos que lo culpan en esta jornada.

Navarrete. Verdad es que nadie perdiendo es loado, que los que miran desde la talanquera juzgan las cosas á su parecer; y navégase muy bien desde la cama, y los que eso tratan, por ventura, no han visto moro ni turco en su vida, y porfian lo que no vieron; así no hay que decir dél que tuviese culpa de su pérdida, pues

cumplió con su honra muriendo, que es lo último que hay que hacer, pues á la voluntad de Dios no se puede resistir. Y así permitió Dios en aquellos dias otra cosa asperísima, que fué lo de los Gelves, que estando allí todo el poder del rey de España con toda la buena gente prática del mundo, y tantas galeras y naos se perdieron como sabeis, y sobre ello ha habido hartos que han hablado mal, si tienen razon ó no, averígüenlo ellos, que yo no me entrometo en estas cosas. Sólo sé decir que el General dellos lo pusieron en más dignidad que ántes, y es y fue muy bien tratado de su Rey, que es lo que más le hacia al caso, que cumplido con él todo lo otro no se estima en una haba, y en esto vereis lo que hace la fortuna, pues no fué parte esto para abajallo un punto de la reputacion; y si mirais las escripturas antiguas, vereis como habiendo Aníbal vencido tantas veces á los Romanos y señoreado á Italia tantos años, fué vencido despues en su tierra y casa, y salió huyendo. Y Pompeyo, que venció tantos reyes y reinos, que por su grandeza le dieron nombre de Grande, fué despues vencido y muerto como sabeis. Y yendo huyendo estos Capitanes tan famosos, que está todo el mundo lleno de sus proezas,

no perdieron este nombre por haber sido - vencidos y huir como huyeron, dejando sus ejércitos y naturales en manos de sus enemigos, haciéndolos piezas. Pues si estos hombres tan famosos no perdieron su nombre aunque huyeron, como se sabe, el que peleando y deteniendo su gente murió como caballero, muy gran razon será que no pierda punto de su reputacion, ántes, á mi parecer, en esto confirmó su valor y grandeza, y hazañas, que no pudo él más hacer, pues, como he di; cho, murió, y no huyendo. Y así, señor Mendoza, no culpen al Conde, pues por lo que he dicho se entiende al contrario, y á quien le pareciese otra cosa tómela él de tres, y veremos cómo sale della, que los Capitanes no mueven ellos las espadas de sus soldados todos, sino mándanlas menear, y si ellos no quieren, el Capitan no es más que uno dellos.

Mendoza. Yo quedo satisfecho y digo que es gran razon la que teneis en esto, y no la tienen los que hablan mal en este negocio.

Guzman. Decid: despues que D. Martin fué preso, ¿qué pasó?

Navarrete. Lo que habeis oido: hecho esto, D. Martin pidió al Rey que le diese licencia para enviar á su padre á Orán, y

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