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y decia que si lo socorriesen que seria Dios y el Rey servido, y si no, que allí moriria Sanson y cuantos con él son. Fué ésta una determinacion como suya, así fué tan celebrada en la corte, tanto, que no se hablaba en otra cosa. Despues desto, hizo una industria muy buena, y fué hacer escribir una carta en arábigo á los principales del reyno, en que les decia que se acordasen de la palabra dada, y que estuviesen á punto para cuando él saliese á dar en los turcos, para que ellos por su parte entrasen. Esta carta se tuvo órden como se dió en las tiendas del Rey, y como se halló y se leyó, fué tanto lo que se alteraron los turcos, que fué una cosa extraña, y tuvieron por sospechosos á los alárabes, que era lo que el Conde pretendia para divertillos. El Capitan de las galeras estaba muy mal en aquella jornada, con esta ocasion dijo que se queria retirar, que no era tan fácil como el Rey habia escrito al Gran Señor, y más siendo los alárabes sospechosos, y que habian de ser contrarios suyos, comenzóse entre ellos disension; con esto se trató de retirarse. Hízose con gran diligencia, que cuando amaneció habian sacado su artillería fuera, con tanto miedo, que se dejaban muchas cosas. Los alára

bes decian y juraron que tal no habia, sino que se lo levantaban; pero todo no bastaba para que fuesen creidos, que todavía los tenian por sospechosos. Como se vió que se retiraban, salieron algunos arcabuceros á escaramuzar con su retaguardia, aunque eran tantos que no se podia hacer como era necesario; y así, se retiraron.

Mendoza. Por cierto fué gentil industria y ardid de guerra lo de la carta para los alárabes, que no he oido que nadie hiciese tal cosa.

Navarrete. Fuélo tanto y de tanta importancia, que decian por sólo esto haberse retirado los turcos sin otra ocasion; pues ellos eran señores de la mar y de la tierra, con tantos bastimentos y municiones como era menester para muchos dias, faltándonos á nosotros todas las cosas que importaban para la defensa, aunque lo que más importaba (que era ánimo) lo teníamos con ver á nuestro Capitan con tan buena cara, que parecia que gustaba de lo que pasaba; y yo sé cierto la pena que tenia de verse así apretado sin esperar ser socorrido; hacíanos espantar esto á los que sabíamos lo secreto, porque jamás noche durmió en su cama, sino de dia reposaba; y de noche, con

gran cuidado en las rondas y en las provisiones y reparos. Metieron las pelotas que habian tirado, y hallaron unas de grandeza admirable, que pesaban 85 libras cada pelota, cosa terrible, y cuando se tiraban estas piezas temblaba todo el lugar. Despues desto se tuvo otra guerra más peligrosa, que fué con la peste, y fué tanta, que morian en gran cantidad; y el Conde proveyó en aquello, que fué salirse al campo en tiendas y habitar todo el tiempo que esto pasaba, mudando sitios, con tanto trabajo, que no se puede imaginar lo que se pasó, hasta que fué Dios servido de alzar la mano de su castigo; y cuando esto estuvo aplacado entró en el lugar para venirse á España: hizo á todos los criados que tenia vestir de angeo nuevo y camisas, y dejar allí su ropa que traian. Y en llegando á España, sin llegar á lugar poblado se estuvo en tiendas hasta que hicieron de vestir á sus criados, y despues hizo dejar allí los vestidos que traian, y así fué á su casa. Yo le oí decir muchas veces que más trabajo habia pasado en esto que no en el cerco; y créolo, que fué terribilísimo.

Guzman. Cierto, debió ser más eso, pues lo uno era guerra con los hombres y lo otro con ira de Dios.

Navarrete. Si lo viérades mejor lo dijérades; y yo os prometo que no oso pensar lo que habia, que se venian todos á morir en una casa sin haber quien los enterrase, cosa de grandísima compasion; yo me salí fuera con el Conde, y así me vine entónces con él.

Mendoza. ¿Hallastes os en la Corte cuando allá llegó? Decidnos, ¿qué pasó allí? porque dicen muchas cosas.

Navarrete. Allí estuve, que, como digo, no lo dejé: lo que fué del recibimiento tan grande no hay para qué tratar, sólo diré lo que pasó á la entrada de palacio con el Condestable, que fué desta manera: A la salida de palacio encontró con el Condestable y con el Almirante, que salian de besar las manos á la Princesa de Portugal, que gobernaba el reino; y como se vieron, cada cual llegó con grandísimo acatamiento, diciéndose muchas cosas, y pasando grandes cortesías; y sabido adonde iba, volvieron con él á la cámara de la Princesa y entraron juntos allá. Y Su Alteza, por la órden del Emperador que estaba en Yuste, lo trató muy bien, y decian que lo mandó cubrir; fué de manera el trato, que el Conde salió muy contento, y asimismo aquellos señores; y todos tres salieron á la sala adonde habia muchos

caballeros, y todos los que en ella estaban quedaron muy agradados de su postura y parecer, que su dispusicion y gravedad de rostro era de manera que hacia que le tuviesen respeto los que no lo conocian. Estuvo allí algunos dias con muy gran nombre, hasta que se vino á su casa con aquellos despachos para Mostagan: hízose aquella gente y embarcóse en Cartagena, y sucedió lo que sabeis, que no hay para que tratar dello.

Mendoza. He oido decir fué muy culpado en la jornada, y por eso no quereis tratar de ella.

Navarrete. No lo dejaba sino por no tornar á la memoria cosa tan triste; pero por desengañaros tornaré á la prática y fué así: Que como el Conde llegó á Orán, un Gonzalo Fernandez engañó al Conde diciendo que los álárabes lo deseaban, y le ayudarian á tomar la tierra, y otras cosas deste jaez. Que como hombre tan prático y lengua, le dijo que seria muy bien ir á una provincia que se llama Tacela y á Guardaz, que es el riñon del reino, que desde allí haria sus negocios; esto fué la causa de su perdicion, que salido allí, los alárabes no vinieran; tuvo lugar el rey de Argel de venir á juntar todo el reino y la gente de Tremecen. En estos

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