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ros, y cada uno saque el suyo!» Y así arremetimos con tal ímpetu, como sale la jara de la ballesta, y así dió en ellos, y llamóme que le acompañase, y él y yo entramos por los moros. Él puso los ojos en un moro que capitaneaba, y embistióle tan apriesa que él no tuvo lugar de apartarse mucho, y de paso le dió una lanzada con el filo del hierro que le cortó todo el molledo del brazo; los otros derribaron otros moros, y en pasando por ellos dió la vuelta y todos tras él, y arremetió á otro moro que parescia más valiente; y así lo mostró, que como lo vió ir á él hizo hincapié para tirarle la lanza: Martin Alonso entonces se dió más priesa á llegar. Visto esto por el moro, volvió á huir á tiempo que llegaba á él, y como lo halló de espaldas, dióle una lanzada por medio dellas que le salió una braza de lanza por los pechos, y con la furia que llevaba, pasó por él y llevóselo arrastrando; como no pudo sacar la lanza dejóla y puso mano á su espada, revolviendo sobre ellos á tiempo que llegaba la infantería nuestra, y porque no los matasen anduvo corriendo á todas partes defendiéndolos que no se matasen más, si no fué á uno que dió una cuchillada á un soldado: murieron de los moros 70 ú 80; prendiéronse 270. Don

de D. Martin y Juan Ponce anduvieron no se peleó, por ser pocos, y rindiéronse sin golpe de espada; solo adonde Martin Alonso anduvo se peleó, que no nos holgamos poco. Volvimos á Orán á medio dia, habiendo hecho la mayor jornada y de más gusto que se habia hecho.

Mendoza. Vos teneis razon, que donde habia tanta sal por fuerza habia de ser gustosa.

Navarrete. De ella me cupo más parte que de otras, y así fué para mí muy gustosa; despues desto, D. Martin tomó otras cabalgadas y fué muy aprovechado en ellas; y en un reencuentro tomó al alcaide de Tremecen, que el rey de Argel allí tenia, y ciertas banderas, cosa bien honrosa, y por ser casual no doy della cuenta más en particular. El Conde volvió de Flandes y fué á Orán, adonde estuvo hasta que el rey de Argel vino sobre él, que fué una brava cosa, y fué así: que despues que tomó á Buxia determinó, pareciéndole fácil, tomar á Orán; fué sobre él, y para ello envió por 40 galeras á Turquía, que con su armada eran bastantes para el efecto; hizo paces con el rey del Cuco, que es su comarcano, casándose con una hija suya para que le ayudase con su ejército; así se comenzó á dar la

órden que se debia tener: juntos todos, salió de Argel. El Conde, que no dormia, lo supo por sus espías, que ordinariamente allá tenia áun en la casa del Rey, y entendiendo el aviso, se comenzó á reparar, haciendo los preparamientos necesarios, así de artillería como de municiones y bastimentos, y otras cosas importantes para la buena defensa de las plazas, fortificando y terraplenando lo que convenia. Sabido el camino que traian, lo primero que hizo fué hacer atosigar todas las aguas de la comarca, con que se le hizo notable daño; y cuando llegaron á vista envió á D. Gabriel de la Cueva, que fué duque de Alburquerque, con una banda de caballos y de arcabuceros para que reconosciese á los enemigos: D. Gabriel fué y trabó una brava escaramuza con ellos, aunque se retiró presto porque convino así. Los turcos se fueron á alojar á las Piletas, que son arriba de la fuente donde nace el rio; el Conde, viendo que de necesidad habian de beber de la fuente, envió allí 500 soldados para que la defendiesen detras de unas paredes que se hacen allí de las huertas; los soldados se pusieron donde se les mandó, y defendíanla de manera, que el que queria una gota de agua le costaba un azumbre de

sangre, y no se contentaron los valientes soldados con defender lo que se les mandó, sino tambien una torrecilla derribada que estaba de la otra parte de la fuente. Y así, animosamente salieron del reparo, y á pesar de los que por allí habia, que eran cuatro tantos, ocuparon la torrecilla, cosa temeraria. Los turcos, visto esto, vinieron con todo el campo á quitalles el sitio que tenian tomado. El Conde, conocido el daño que podian rescibir, envió á retirallos, dando órden que reforzasen la escaramuza, y retirasen los que estaban allá con buena órden y se recogiesen porque no se les hiciese daño. El Sargento mayor lo hizo muy diferente de lo que se le mandó, y retiró la escaramuza á voces, de manera que hizo que los soldados, como huyendo, se retirasen muy desordenadamente. Los turcos, vista la desórden, los cargaron con tanta presteza que fué cosa extraña, y como iban sin órden, mataron algunos dellos, que hasta entónces no habian ni áun herido á nadie, habiendo ellos rescibido mucho daño: al Conde le pesó en el alma, que estuvo para castigar al Sargento mayor. Los turcos ocuparon la fuente, y luego comenzaron á meter su artillería, con tanta órden y silencio, que en lo que quedaba

del dia y en la noche se metió, y se hizo un bastion, el más fuerte que se habia visto, con cierto órden, que no se parecian las piezas que habian de batir. En este tiempo, nuestra artillería batia con mucha presteza, echando en sus trincheas fuegos artificiales con que hacian mucho daño á los enemigos; las suyas comenzaron á batir las murallas, y aunque eran muy gruesas hacian poco daño. Nuestros artilleros, que creo no los hay mejores en el mundo, tiraban á su bastion y hacian tiros notables, porque embocaban sus piezas y mataban á los artilleros y Maestros de artillería. Entre otros tiros fué uno muy bueno, porque los turcos, al tiempo que habian de tirar alzaban una compuerta y luego tiraban. Un artillero aguardó á que alzaran la compuerta, y ántes que disparase su pieza él pegó fuego á la suya, y fué de manera, que hizo pedazos la otra y mató los artilleros. El Conde por esto le dió 100 ducados; estuvo esto así cinco ó seis dias, que no habia cosa notable, sino que se trataban los oficios como si no estuvieran sitiados, y las mujeres salian al rio á lavar como ántes, por una puerta que no se cerró. El Conde en este tiempo hizo dos cosas: la una fué escribir á España lo que pasaba,

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