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bradas se guisó la cena por no haber allí otra leña.

Mendoza. Es cierto que yo estoy espantado de tales cosas, y no creo que el Cid hiciese más, ni áun tanto, porque vencer tantas veces con tan pocos á tantos, es cosa de maravilla, y como dijistes, en los tiempos venideros no se creerá.

Navarrete. Pues una cosa os certifico, como quien todo lo vió, que no me alargo, ántes me acorto mucho, porque no parezca que por loarme á mí lo hago y encarezco los hechos que se hicieron.

Guzman. Bien se parece en lo que vais acortando, y en hilvanar tanto y tan apriesa, pues yo estoy seguro que en eso hubo algunas cosas señaladas.

Navarrete. Hubo muchas, pero es hacer un largo proceso en el discurso, por eso me voy acortando.

Mendoza. ¿Pues qué se hizo luégo?

Navarrete. No nada, sino que vinieron los capitanes Varaez y Aguilera por estos soldados, por mandado del Emperador, para defender á Cerdeña; y así, los llevaron, dejando al Conde tan pobre, que fué menester que le prestasen para ir á su casa, cosa de grandísima lástima, y que quebró el corazon á todos. Yo tenia ya allí mi asiento, y quedéme en la compañía

de Diego Ponce de Leon, que aunque estaba tan mal herido le habian dado la compañía de su hijo, Alonso Fernandez, y á Juan Ponce la de los escopeteros á pié, que era la mejor de las de infantería. Ido el Conde, quedó allí D. Alonso, su hijo, que era honradísimo caballero y regocijado. Tornó á estar Orán bueno como ántes de la guerra, y hubo muchas cosas de contento, porque tomó un aduar, que decian de los Dolientes, con que nos reparamos; y tuvo nueva que estaban unas galeras en Arceo, y las galeotas habian salido á la junta, y entrado el dia volvíanse al puerto; y creyendo D. Alonso que se habian ido, salió de la celada; y en comenzando á salir vióse las gatas de las galeras, y así todos nos volvimos á entrar en un arroyo donde estábamos, y en llegando los navíos comenzaron á echar gentes y barriles y otros pertrechos á tierra: visto esto, salieron los caballeros corriendo hácia ellos y mataron unos y tomaron otros, y algunos captivos huyeron, y hubo soldados que se entraban en el agua á tomar los navíos; y no hay duda que, si más se tardara, se tomaban todos, que la galera queria despalmar y echar en tierra todo lo que traia, y la gente en ninguna manera se podia menear; y así se per

dian todos. Como la galera áun no habia echado su palamento en tierra, vino donde estaban sus navíos, y comenzó de tirar muchos cañonazos, que nos fué fuerza retirarnos porque no nos hiciesen daño.

Mendoza. Graciosa cosa fué esa, querer por tierra tomar galeras en la mar, parece disparate.

Navarrete. Lo que D. Alonso llevó pensado no fué sino de hacelles un gran daño, como les hizo, y que no estuviesen descuidados estando tan cerca de Orán; esotro su ventura se lo habia ofrecido, que era el más venturoso caballero de la tierra y atinado; pero, como digo, no se entendió lo que los turcos hacian, y así no se pudo hacer más de lo que tengo dicho.

Guzman. ¿Qué, tanto está ese puerto de Arceo de Orán?

Navarrete. Siete leguas buenas. Guzman. ¿Y eso decís cerca, tanto salia esa gente de Orán sola?

Navarrete. Tanto salia y hacia cosas hartas, parecia que éramos hijos del Conde ó sus deudos, que no se temian más los moros que si fueran niños, y andaban ellos tan medrosos como nosotros animosos; y era tanto esto, que cuando algun niño lloraba, para que callase le decian: «calla que viene el Conde ;» y extendióse tanto

esto, que cundió hasta Argel, y así lo certificaban los que de allá venian. Pero no es de maravillar segun las cosas pasaban: entre otras, os contaré una, que fué el primer dia que Diego Ponce de Leon salió al campo despues de herido, que fué la más extraña que se puede imaginar y de más ventura. D. Alonso tuvo nueva como andaban por allí cerca unas guardas del rey de Tremecen para que no entrasen bastimentos en Orán porque estaba de guerra con él.

Mendoza. ¿Cual Rey, era por ventura el que dejó allí el Conde?

Navarrete. No, si no el que echó, que volvió con gente y hizo huir á su hermano del reino, y éste envió á la frontera de Orán un alcaide, que se llamaba Bullaharaz, con mucha gente para que no dejasen entrar bastimentos ni otra cosa del reino; y á esta causa teníamos muy grande necesidad de todas las cosas: vista la falta, D. Alonso salió de Orán á hacer leña para dejar emboscados caballos y buscar las guardas, y cuando salió llovia mucho, y estando haciendo la leña se oyeron tiros de artillería que tiraban de Orán ; y luégo se sospechó que eran moros que nos habian visto salir y corrian el campo: entónces, D. Alonso mandó á su hermano

D. Martin y á el capitan Luis de Rueda, que con 50 caballos saliesen hácia el campo á la mano izquierda, y luego envió á Juan Ponce de Leon fuese tras de ellos con 20 caballos, y él con los estandartes y gente inútil luégo; y dejó á Diego Ponce de Leon con la infantería, que estaba todavía herido y llevaba la pierna en una toca de camino: con esta órden se comenzó á correr; yendo así, vió los moros Juan Ponce y ellos á él, y dicen que cuando los moros lo vieron, se holgaron mucho, porque pensaron llevárselo; estaban los moros en un llano y Juan Ponce tambien, y él, como hijo de su padre, comenzó á animar su gente para pelear; y estando en esto asomó D. Alonso por cima del cerro y hizo tocar las trompetas, y por el otro lado asomó D. Martin con sus caballos, que pareció que Dios los habia traido á todos juntos y se paresciese cada uno por su parte. Los moros que iban á dar en Juan Ponce fuéles necesario volver el rostro á D. Martin, y así chocaron los unos con los otros, cosa jamás vista en aquella nacion; y Juan Ponce entró por el costado con su gente; derribaron muchos y tomóseles la bandera, y diéronse tan buena maña, que al Capitan general tambien prendieron. Fué cosa de maravilla,

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