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loado el hecho porque les parecia que era negocio de grande estorbo, y donde el campo se habia de detener muchos dias. Mendoza. Por cierto, esa fué cosa muy buena y digna de ser loada, y ahora no me maravillo tanto de lo que el Conde D. Martin ha hecho, pues desciende de tales hombres como aquí habeis dicho; y el Sr. Navarrete tiene gran razon en decir que en los tiempos venideros se espantarán mucho oyendo estas cosas.

Guzman. Pues en pago deso será bien que el Sr. Navarrete nos diga qué seguridad tomó el Conde del Rey que dejaba. Navarrete. Ninguna más de escripturas, que no podia ser otra cosa.

Mendoza. ¿Pues qué órden se tuvo en el salir?

Navarrete. Bien habeis preguntado, que no fué cosa para dejalla ir por alto. Sabido en el reino y en todas las demas comarcas como se salieron, se juntó tanta y más gente que á la entrada, y más indignada, porque habia muy pocos que no hubiesen recibido daño, y con esto peleaban como desesperados; y así nos vimos en más peligro, por ser el camino estrecho y entre olivares, que los nuestros no se podian aprovechar de su destreza; y si no fuera por unas pecezuelas de arti

llería que allí se hallaron, creo nos hicieran gran daño; y con estas se mataban tantos en los olivares, que algun rato nos. dejaban descansar; y lo que os dijeron que el Conde quitaba las haciendas á los soldados, teneis razon que así fué, pero yo os. certifico que si Sant Francisco estuviera en su lugar hiciera lo mismo. Habiendo mandado echar un bando y bandos que todos. los soldados se recogiesen á sus banderas, por ser informado que estaban muchos con sus bagajes haciéndose enfermos, y así fué por el bagaje, y al que hallaba allí con ocasion dejábalo, y habia otros. atados á las piernas un paño con sangre para dar á entender que estaban heridos.. Hacíales quitar los paños, y visto lo que era, mandaba desbalijarlos; mirad si se les hacia agravio, mereciendo la muerte, en quitarles su ropa para los que peleaban, que él, yo os juro, que no hubo un almayzar desto que allí tomó, ésta es la fama que allí hubo destas cosas, que el Conde se aprovechó, bien lo conoscian, que no habia Alexandre que tal fuese.

Mendoza. ¿Pues qué me direis que maltrataba de palabras y áun de obras á muchos hombres principales y á otros. particulares?

Navarrete. No pasa así: lo que el Con

de hacia era enojarse como hombre y reñir con alguno, y áun llegaba á darle con la lanza de cuento por alguna desórden que hacia, y quedaba tan arrepentido de lo que habia hecho, que le parecia que no podia satisfacelle con palabras ni con obras; y así, á un hidalgo que le dió un contonazo, de que estubo malo, lo visitó muchas veces, y le envió lo necesario ordinariamente de su mesa, y le dió más de doscientos ducados, y dos esclavos; y acaso aquellos dias llegaron allí las galeras, y entre los que allí estábamos estaba este hidalgo, y delante de todos los principales de las galeras, lo honró tanto y lo trató de tal manera, que los extranjeros lo miraban como á cosa no vista de nadie, porque no creo yo haya nacido quien así supiese honrar á sus soldados, ni tanto los regalase, pues vimos muchas veces llevar á las ancas de su caballo los enfermos, á otros dalles á beber con su bota, y si merendaba algo que le llevaban, lo repartia todo á los que allí estaban, con tanta humanidad y llaneza, como si fuéramos sus iguales.

Guzman. Por cierto, ese hombre tal merecia ser querido de todos.

Mendoza. Vos teneis razon, y á mí me pesa de haber creido dél lo que se

habia dicho; y yo prometo, todas las veces que lo oyese, hacer lo que el Sr. Navarrete hiciera.

Navarrete. Pues si le oyérades en una conversacion, era maravilla oirle los cuentos y gracias que hablaba, y cuando uno estaba muy descuidado, él atravesar con palabras por entretenerlo, de manera que se tenia el otro por su privado.

Mendoza. Decidnos, ¿pues en qué paró la batalla á la salida de Tremecen?

Navarrete. Salidos que fuimos del estrechura á campaña rasa, no se peleó más hasta Orán, donde fuimos recebidos de D. Martin, su hijo del Conde, que allí quedó por General; y estos dias murió D. Hierónimo, hijo de D. Martin de Córdoba de unas heridas que le dieron los moros. Sintióse mucho por el Conde y por todos, que era muy buen mozo.

Mendoza. Si no me engaño, parésceme que nos llaman á comer; vamos, que despues se tratará lo que queda, pues habemos de estar aquí, no cansemos al Señor Navarrete.

Guzman. Parecéme que, segun iba enhilado, no se cansará en una semana. Navarrete. Es verdad, pero, pues nos llaman á comer, vamos, que yo volveré á la plática, pues que gustais dello.

Mendoza. Yo os diré que tanto, que no se me dará nada de comer á trueco de oiros, segun es gustoso; y más preciara habello visto que cuanto tengo.

Navarrete. Más descanso habeis vos tenido, pero yo os prometo que no quisiera habello dejado de ver por todo el mundo, aunque se ha pasado harto trabajo.

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