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CAPÍTULO VIII.

De como el Conde mandó bendecir su estandarte en su villa de Alcaudete, y lo que aquel dia hizo.

El muy ilustre señor conde de Alcaudete, Señor de la casa de Montemayor, Capitan general de África, luego que hubo despachado sus Capitanes con todo lo necesario para recoger sus gentes, hace su estandarte general, el cual fué muy solemne y hermoso, y no ménos devoto. Era de tafetan doble, colorado, con muchos letreros muy compendiosos, y letras de oro bordadas, que contenian en sí grandes secretos y maravillas, y en medio deste estandarte, porque era muy magnífico y grande, como convenia para tan sancta jornada, porque representaba la persona Real, iba de la una parte la imágen de la limpia Concepcion de la Vírgen, Nuestra Señora, vestida de azul, y de la otra parte la Cruz de Hierusalem, y delante un guion blanco de damasco, con la Cruz de Hierusalem en medio y el hábito de Sanctiago con mucho oro bordado. Pues ya llegándose la hora que esta sancta jor

nada se hiciese, manda su Señoría aderezar, y sale de su villa de Montemayor. ¡Oh cristiano, si vieras las lágrimas que allí derramó aquella muy ilustre y cristianísima señora Condesa, á la despedida y partida del Conde, porque, de una parte le hace fuerza el verdadero amor que le tiene, y de otra la ánima la sancta jornada que lleva! Y así despedido, se va á su villa de Alcaudete, donde reposó por espacio de veinte dias, aderezando lo necesario para su jornada.

Venido el dia de Sancto Tomé, que fué á 21 de Diciembre del dicho año, salió el Conde.y Capitan general de Africa á bendecir su estandarte, acompañado de sus ricos hombres y criados, á la iglesia de Sancta María, donde fué rescibido muy solemnemente de toda la clerecía, con trompetas y música muy acordada, donde se dijo la Misa Mayor y se bendijo el estandarte, y predicó el reverendo Padre Fray Francisco Montesinos, de la Órden de Predicadores, y así hecha esta solemnidad se volvió el Conde á la fortaleza, de donde salió con mucha alegría y solemnidad, y con sonido de trompetas, acompañado de toda la gente de la villa; y aquel dia hizo su Señoría gran banquete á todos los que le quisieron rescibir.

CAPÍTULO IX.

De como el Conde se partió de su villa de Alcaudete para el puerto de Cartagena, y de lo que en el camino pasó.

Otro dia, viérnes, por la mañana, el muy ilustre señor Conde y Capitan general de Africa, se parte con toda su gente la vía de Cartagena, acompañado con mucha gente de á pié y de caballo, donde le estaban esperando sus dos hijos con el armada, porque ya su Señoría era avisado como el armada era partida de Málaga, y así va caminando por sus jornadas hasta Guadix. De allí, como vió la pesadumbre de las muchas compañas que no le dejaban caminar como la necesidad le constreñía, dejado todo el recaudo necesario para dar á los que le acompañaban, tomó su Señoría á su Contador, Francisco de Espinosa, y sale de Guadix en posta, y viene lo mejor que pudo hasta Lorca, y de ahí tomó, por más apresurar sus jornadas, un carro, en el cual se puso él y su Contador, y algunos criados en otro, y así vinieron en una noche hasta Cartagena, y entró; con la vista del cual

todos nos alegramos, y nos pareció aquel carro alcázar real.

Llegó su Señoría á Cartagena, viérnes á 29 de Diciembre del dicho año, y luego como allegó, visitó su Señoría las naos de su armada, y con su vista todos los Capitanes y soldados se regocijaron, y daban grandes voces de placer, porque le deseaban ver. Tiraron muchos tiros de artillería, que era gloria de mirar aquella mar, y las naos llenas de banderas y estandartes. Vuelto á su posada el Conde, se dió órden como se hiciesen las pesebreras para embarcar los caballos y las vituallas, donde luego con mucha diligencia se hizo. Embarcóse mucho bizcocho y otras vituallas, mucha leña y carbon para proveimiento de las naos, de manera que de todo fuesen proveidas, que nada á los soldados les faltase, y todo esto con mucha alegría y presteza. Vinieron allí muchas gentes de Toledo, Valencia y Granada, de Loja, Jaen, de Baeza, de Úbeda, de Cazorla, de Huesca, Alcalá la Real, Pliego, de Guadix, Baza y Almería, del Campo de Calatrava y Órden de Sant Juan y Sanctiago, del Marquesado, de todo el Reino de Múrcia, de tal manera que muy en breve fueron llenas las naos que en el puerto estaban, y

tanto, que no nos podiamos rodear en ellas, ni los marineros hacer su oficio; y doy fe, como testigo de vista, que vino nao en ellas que traia nueve mil fanegas de trigo y 1.200 soldados. Cosa digna de memoria, que se echaban al agua por embarcarse, y se trataban mal por entrar en las naves unos sobre otros; y vemos que otras veces en armadas pagadas no los pueden meter á palos en el agua, y vemos en ésta al contrario, sin paga. Este dia vino D. Alonso de Villaroel y Don Juan, su hermano, con 60 lanzas, con muy buenos caballos ginetes, todos vestidos de amarillo, con muchas trompetas. Entró muy triunfante, y así se embarcó con todos en la mar.

CAPÍTULO X.

De los caballeros que en esta sancta jornada acompañaron al Conde, y de sus nombres dellos.

Allí vinieron muchos caballeros del reino de Múrcia, y otras partidas, muy bien encabalgados y á punto de guerra, los nombres de los cuales son estos que se siguen:

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