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Rota que fué la avanguardia de los moros, como eran tantos, ciñiéronnos en torno y dieron en D. Francisco de Córdoba, tan récio, que fué bien menester estar él allí, segun lo apretaron los moros, creo, cierto, lo pasaran mal nuestros cristianos sin él. Guzman. Segun eso, dos batallas fueron ese dia.

Navarrete. Muy bien lo habeis entendido que dos batallas fueron, porque es usanza entre los moros, aunque les rompan su avanguardia no quedar deshechos; y así fué este dia, que aunque los rompimos por la avanguardia y les derribaron los estandartes, como he dicho, cargaron á la retaguardia con grandísimo ánimo. Mendoza. ¿Qué hizo ese D. Francisco, que tanto lo estimais?

Navarrete. Lo que hizo fué tener siempre el rostro á los enemigos y matar por su mano muchos dellos; y como lo veian pelear, lo hacian todos muy esfor zadamente: con esto se mataron más moros allí que en otra parte.

Mendoza. Pues yo he oido de D. Martin, su hermano, que es cosa extraña su valentía.

Navarrete. No estaba él allí aquel dia, y así en las que él se halló mostró su valor y esfuerzo siempre, y bien se puede

creer eso, que hijos de tal padre no serán ménos; así no sabria yo decir cuál es más, pues cada uno por sí parece no tener igual.

Guzman. Pues, ¿en qué paró la batalla tan reñida?

Navarrete. En que despues de haber vencido á los moros, el Conde entró en Tremecen y metió al Rey, que lo pretendia, dentro para que fuese vasallo del Emperador.

Mendoza. ¿Qué Rey era ese, pues decís que salió á pelear con el Conde el rey de Tremecen?

Navarrete. Lo uno y lo otro es así: en Orán estaba un hermano del rey de Tremecen que se llamaba Muley-Baudila; éste se huyó del Rey, su hermano, porque no le matasen, como suelen ellos hacer, y el Conde recogiólo allí, adonde estuvo muchos dias. El rey de Tremecen, siendo vasallo del Emperador se confederó despues con los turcos y quitó la obediencia al Emperador; desto se enojó el Conde y suplicó al Emperador le diese licencia para quitalle el reino, y Su Majestad se la dió, y es cosa de espantar que, cuando pidió la licencia para hacer esta jornada á su costa, he sabido por cosa cierta que no tenia 1.000 ducados juntos; y así dicen

que el Emperador se espantó en querer á su costa emprender tal jornada, sabiendo cuánto era menester para ella; y como Dios socorre á las buenas intencio. nes, así hizo al Conde, que no le faltaron dineros hasta llegar á Tremecen, aunque allí hubo él tan pocos, que yo sé de cierto era menester, para comer, buscarlos.

Mendoza. Deso me espanto más de lo que me habeis dicho, pues, ¿tan pobre era esa ciudad que no hubo cosa para el Capitan general?

Navarrete. No era sino muy rica y se hubo gran riqueza entre particulares: mas era el Conde de condicion tan real, que al que no habia habido algo, le daba de lo que á él tocó, que era el quinto de que Su Majestad le hizo merced; y hizo esto con tanta largueza, que cuando salió de Tremecen habia dado todo lo que hubo, y todo lo que tenia de plata y jaeces y aderezos, con tanta liberalidad, que no hay quien no se espante; y si él se estuviera en Tremecen algunos dias, él viniera rico todos.

y

Guzman. ¿Pues por qué no se estuvo allí, habiendo bastimentos?

Navarrete. Porque el Emperador le envió á mandar que se saliese, que habia menester la gente que allí estaba; y así

salió con sólo dejar al Rey por vasallo tributario de Su Majestad, haciendo la mayor honra á nuestra Nacion que nadie jamás le hizo, á su costa, un señor tan pobre, haber emprendido una jornada tan peligrosa y costosa, y ganar en ello un Reino de los más principales de Berbería, veintidos leguas dentro de la tierra. Podria bien decir que no ha habido en España quien le pasase, y pocos le han igualado, y ninguno le pasó: dejando atras á todo lo pasado, que si el Gran Capitan Gonzalo Fernandez de Córdoba ganó el nombre de grande, fué con mucha razon, pues venció tantas veces á los franceses y los echó del reino de Nápoles, pero esto fué con la potencia del rey de España, y tambien ayudado del Emperador Maximiliano, con cuyo favor pudo salir en busca del enemigo, que le tenia casi cercado en Barleta, como lo cuenta el Jovio, donde hizo las cosas que habeis oido tan famosas. Pero dejaré esto por pasar adelante á tratar cómo el Conde fué el pri mero que abrió camino y lo prosiguió para acrecentar en África, sobre lo poco que allí teníamos, ensanchando el Señorío y la reputacion de nuestros Reyes, y poniendo miedo en muchas partes, bien desviadas de lo que ya se tenia, pues los

muchos despojos que trajo á España de captivos y preseas, todo ello es buen testigo, pues se hallarán pocas ciudades y lugares principales que por esta parte no sean testigos de sus grandes victorias. Éste llegó tambien á recobrar harto de lo que en tiempos pasados, con mucho daño y oprobio nuestro, nos habian robado. En el castillo de Alcaudete está una campana que el Conde hizo traer de Tremecen, donde estaba por lámpara en la Mezquita mayor, y en su antigüedad y letrero se ve como fué nuestra, estando allá afrenta de la religion cristiana, ahora está como por trofeo de la victoria de la Cruz de Jesucristo. Las demas injurias de los cristianos que vengó, y los daños que reparó, seria cosa larga relatarlos.

como

Mendoza. Todo es mucho, y por ser tan notorio, os sufriremos que lo dejeis.

Navarrete. Tambien lo dejo de buena gana, por decir como todo es poco en comparacion de lo mucho que en la conquista de toda África hiciera, si no tomara al Emperador, tan ocupado perpetuamente en otras guerras, sin poder poner los ojos y el pensamiento en aquella provincia, oso decir que, con sólo dar licencia el Emperador que pasase á aquella

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