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dor haga guerra á los turcos, y si Su Majestad quisiere venir sobre Argél, yo me profiero de le ayudar de mi parte con 3.000 lanzas y 20.000 peones, y haré á otro Xeque, mi amigo, haga lo mismo con otras tantas, de manera que no pueda entrar ni salir turco ni moro en Argél. Si Su Majestad viniere por mar ó por tierra, todos iremos en su servicio. Y sepa que soy su servidor y verdadero amigo.»> Y lo mesmo dijo Almanzor-ben-Bogani. El Conde lo agradeció mucho y les dió las gracias, y al xeque Humida dió un jarro de plata y un cubilete.

CAPÍTULO VI.

De cómo el Conde y el xeque Humida y
alcaide Almanzor caminaron con sus
ejércitos la vuelta del valle de
Benarax, y de una batalla que
el Conde hubo con los

turcos y moros del rey
Mahamet.

Otro dia, de mañana, salió el Conde con su ejército, y los caballeros moros con él, la vuelta del valle de Benarax, y en todo el camino no hallaron contraste de

enemigos ningunos, porque en aquella tierra es gran parte Almanzor, que es Alcaide deste valle y Rey del campo. En este valle tiene el rey de Tremecen una casa Real y fuerte muy buena, que se llama, como ya dijimos, Mascar. Estaban en esta casa aposentados los turcos y moros de la mahala del rey Mahamet, porque como supo que el xeque HumidaLauda y Almanzor eran contra él, envió 400 turcos arcabuceros y 20.000 moros á pié y á caballo. Estaban todos aposentados en este valle y casa. Sabido por los turcos y moros de la mahala del Rey como el Conde iba con su ejército, y con él Humida y Almanzor, pusieron fuego á la casa Real, y retiráronse de allí. El Conde llegó con su ejército á las huertas deste valle de Benarax, y aposentó su campo junto á unas cambroneras que están vera las huertas, y Humida-Lauda y Almanzor algo de allí desviados con sus 2.000 lanzas. Habia en estas huertas mucha fruta, y tanta, que hizo mal á algunos soldados, por respecto de la mucha que comian. Pues estando allí alojados, un moro de los contrarios vino á Humida-Lauda y Almanzor, y certificóles como los turcos y moros de la mahala del rey de Tremecen, Mahamet, tenian determinado de dar en

el ejército de los cristianos y moros aquella noche, y que lo tuviesen por muy cierto.

Humida y Almanzor van luégo al Conde, haciéndole saber lo que pasaba. El Conde, como buen Capitan animoso, requiere luego personalmente su artillería, poniéndola á punto en el lugar por donde se presumia que los enemigos habian de venir, y ordena sus guardas y centinelas, y hace saber á los Capitanes y caballeros de su ejército lo que pasa, y que estuviesen muy á punto, y que lo supiesen soldados.

Andaba D. Mendo de Benavides y D. Alonso de Villaroel, Maestre de campo, por el ejército que nadie durmiese y todo el mundo alerta; venida la noche mandó el Conde al Maestre de campo poner sus centinelas en esta manera: que 50 arcabuceros estuviesen bien fuera del campo, haciendo la centinela, y luego su guarda por el paso por do se presumia que los turcos habian de venir al Real, y todo muy bien proveido, de manera que por ninguna parte podian venir los enemigos que no hallasen buen recaudo. Andaba el alcaide Abrahen, que ya dijimos, el moro renegado, por el campo, dando voces diciendo: «¡Ea, her

manos, todo el mundo á punto esta noche, que han de venir los turcos, á punto todo el mundo!» El xeque Humida y Almanzor temieron no diesen los turcos en ellos. Vinieron al Conde diciendo que ellos y su gente querian aquella noche estar entre los cristianos, amparados de su Señoría, porque les paresció que allí tenian poca gente, que, segun paresce, la gente y mahala deste xeque Humida era ida á la Zahara. El Conde los mandó poner en medio el ejército á ellos y sus caballos, cosa digna de memoria, que estuvieron aquella noche 2.000 caballos y otros tantos moros, que ni caballo ni moro no sonó, sino callar. Mandó el buen Conde que hubiese ronda toda la noche en el Real, y ésta hiciesen su hijo y sobrinos, y los caballeros; y así, con ésta órden, estuvieron toda la noche sin que nada se sintiese, como si allí no hubiera nadie.

Cupo la ronda del cuarto del alba á D. Juan Pacheco, sobrino del Conde, hermano del conde de Sanctistéban, el cual, andando rondando á la parte de las huertas, junto á las cambroneras, vió las mechas de los arcabuceros léjos, y eran las de nuestro ejército que estaban en centinela, porque así fué certificado. An

dando haciendo su ronda, vino una centinela á él, y dijo como habian pasado 50 arcabuceros de los turcos á la parte del campo, con sus mechas encendidas. Sabido esto por D. Juan Pacheco, va á su hermano, D. Mendo de Benavides y Don Alonso de Villaroel, los cuales estaban juntos acostados, y levántalos, y van juntos al Conde, y hácenle saber lo que pasa, como aquellos turcos arcabuceros habian pasado; el cual luego se levantó como un leon, y él y ellos van por el campo levantando la gente, y pónela en órden, y esto muy callando, porque no fuesen de nadie sentidos; y despues que los tuvo todos con mucha órden, con su mechas encendidas cubiertas, va á la artillería y ya estaban á punto los artilleros. Estando en esto, pasaron los turcos, que serian hasta 400 turcos y más de 15.000 moros, y los nuestros dan en ellos de súpito á arcabuzazos, y ellos lo mismo, en que duró gran rato, y esto de noche, que no veian más de las mechas encendidas de los arcabuceros. Duró la batalla más de dos horas.

En esto, acude el Conde al artillería, y hace tirar ciertos tiros á las mechas, y los turcos traian una gaitilla, la cual hacia maravillas tañendo, y ellos gran

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