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En esta jornada ya dicha, de Mostagan, entre los Capitanes que se excusaron de ir esta jornada, fué el capitan Luis Mendez de Sotomayor, natural de la villa de Carmona, al cual el Conde habia hecho mucha honra, y no sólo el Conde, mas su hijo D. Alonso de Córdoua; y esto digo como testigo de vista, que en mi presencia se quejó un soldado de su compañía, diciéndole que en la cibdad de Tremecen le habia tomado su Capitan, Luis Mendez de Sotomayor, una esclava, y D. Alonso de Córdoua preguntó al soldado que qué tanto valia. El soldado respondió que 15 doblas le daban por ella, y D. Alonso se las dió. Este capitan Luis Mendez de Sotomayor, estando en la plaza de Orán con su Sargento, en compañía de ciertos Capitanes, algunos de aquellos Capitanes dijeron: «Holgaríamos de ir la vuelta de España.» Respondió el capitan Luis Mendez, y dijo á los Capitanes que con él estaban: «Si vosotros hiciéseis como yo á vuestra gente, luégo iríamos á España.» Dicen los Capitanes: «¿Cómo haceis vos?» Responde el capitan Luis Mendez: «Hágoles yo á mis soldados, que cuando el Conde les dijere algo, que gritasen: ¡España! ¡España!» Los Capitanes callaron, y estando con el Conde, le dieron razon

de lo que pasaba. El Conde mandó á su Alcalde mayor, el Licenciado Magaña, y al Maestre de campo, se hiciese la informacion, y hallaron por su informacion bastante ser así. Visto esto por el Conde mandóle prender al Maese de campo y llevar á la Torre de la puerta de Tremecen, y llegando á la puerta de la Torre, dijo el capitan Luis Mendez: «Señor Don Alonso, ¿por qué me manda el Conde prender?» Dijo el Maestre de campo: «No lo sé, por Dios.» Como esto oyó el capitan Luis Mendez, volvió el rostro á su Sargento, el cual iba allí preso júntamencon él y dice: «Bien es, Sargento, que cada uno pague lo que debe. Pongamos sendos escriptos en los pechos.» Otro dia, de mañana, manda el Conde hacer la informacion fidedigna y su confesion, el cual lo confesó como pasaba, él y su Sargento. Y así, hecho su proceso fidelísimamente, el Conde le mandó confesar y al Capitan mandó degollar, y al Sargento ahorcar. Fué esto hecho en el rebellin de la puerta de Tremecen, donde estuvo el Capitan degollado en un tapete hasta la tarde, y el Sargento ahorcado, con sus escriptos en los pechos como amotinadores del ejército, con su rótulo en los pechos, los cuales manifestaban el

delito cometido. Sepan los lectores, si no lo saben, que éste es el mayor delito que en un ejército se puede cometer, que es alevosía grande, y caso muy feo, especial en los Oficiales del ejército. Y pienso yo que el Conde tiene muy bien guardado el proceso.

En estos dias, luego que el Conde vino de Mostagan, adolesció el Capitan Alonso Hernandez de Montemayor, hijo de Diego Ponce de Leon, deudo cercano del Conde, de la cual enfermedad murió. Fue sepultado muy honorosamente en el monesterio de Sant Francisco, do fué su cuerpo acompañado hasta la sepultura, del Conde y todos aquellos Capitanes del ejército, y sepan que este caballero era uno de los valientes hombres, y que bien lo hizo en esta jornada, pues peleaba como un Aníbal. Hubo su padre, Diego Ponce, la capitanía que él tenia de gente de caballo, y sus bienes. Queda deste gran memoria, porque era muy tenido y temido de los moros. Era mancebo valiente y honrado. Murió asimismo en estos dias el capitan Ruidiaz de la Tovilla, vecino de Granada, el cual fué honoríficamente sepultado, y de sus bienes mandó el Conde hacer inventario, y los mandó llevar á la cibdad de Granada, á su mujer, con lo

demas de que el Conde le hizo mercedes.

Pocos dias despues que el ejército llegó de Mostagan, salió D. Alonso de Córdoua, primogénito hijo del Conde, á se ver con el xeque Guirref, que ya en otras muchas partes tenemos nombrado, en un valle que se llama Agabel, junto á la Laguna grande, de la cual hablamos en la jornada primera. Iban con D. Alonso hasta 1.000 arcabuceros y algunos piqueros, y con ellos 60 lanzas, entre los cuales iba D. Mendo de Benavides, sobrino del Conde, y D. Alonso de Villaroel, Maestre de campo, á los cuales salió á recibir el xeque Guirref y se holgaron mucho. Estando en su fiesta y merienda, hacen saber á D. Alonso, como ciertos aduares que estaban cerca de allí, se levantaban é iban huyendo de miedo de los cristianos. Mandó D. Alonso de Córdoua á D. Mendo de Benavides, su primo, y á D. Alonso de Villaroel, fuesen allá con alguna gente de pié y de caballo, los cuales fueron y pelearon con los alárabes, y prendieron muchos dellos, así hombres como mujeres, y muchachos, y ganados y camellos. Venidos, el xeque Guirref, dijo á D. Alonso de Córdoua que todos aquellos estaban allí so su guarda é amparo, que suplicaba á su

Señoría se los mandasen dar. Respondió D. Alonso, que pues era así que por qué huian. Respondieron que de miedo. En conclusion, que por guardar fidelidad, Don Alonso de Córdoua se lo mandó dar, sin que nada faltase. Loaron mucho el Xeque y los moros la liberalidad de D. Alonso de Córdoua.

Despues de algunos dias fué avisado el Conde como entre unas montañas más adentro estaban trece ó catorce aduares de alárabes, entre unas altas sierras, más á la mano izquierda desta Laguna, y segun dicen, estos aduares eran los que ya dijimos que se levantaron cuando D. Alonso de Córdoua fué con la gente á Arzeo por la gente de las naos del armada que allí aportaron. Mandó el Conde á D. Alonso, su hijo, que diesen alpargates á los soldados, y así se hizo, y D. Alonso fué allí con mucha gente de pié y de caballo, y el xeque Guirref con ellos, y anduvieron hasta diez leguas de Orán, y dieron en los aduares, aunque por presto que llegaron, ya iban huyendo, que llegaron algo tarde, y, en fin, pelearon con ellos y prendieron muchos moros y moras, y muchachos y mucho ganado; y venidos á Orán, el Conde mandó partir la cabalgada entre los soldados.

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