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artillería en mucha órden y recaudo; y como llegaron á un cerro, el Conde, como hombre sagaz y experto en la guerra, temió no hubiese de la otra parte del monte celada de moros, mandó llamar al xeque Guirref, y mandó que él y sus moros fuesen delante y subiesen encima el monte y descubriesen la tierra, y viesen si habia alguna celada como ellos acostumbran hacer; el Xeque obedece luégo el mandamiento de nuestro gran Capitan, y toma sus moros y va delante y sube á lo alto del cerro, y bajan de la otra parte del cerro hasta una cañada, y allí hallaron en celada más de 2.000 lanzas de moros alárabes, y llegados, escaramuzaron los unos con los otros muy bravamente, y allí hirieron los moros contrarios dos de los de nuestra parte y un caballo en las hijadas; y los moros de nuestra parte y compañía de Guirref mataron uno ó dos de los contrarios y hirieron otros, porque luégo hicieron los moros contrarios grandes fuegos, donde se presume que era para curar los heridos: viendo el xeque Guirref los muchos moros que en el campo habia, despacha un moro de caballo al Conde, dándole aviso del número de los moros, y cómo él quedaba peleando con ellos, que suplicaba á su Señoría mar

chase el campo con presteza á socorrelle.

Llegado el moro á do el Conde estaba, y hecha su embajada, el Conde mandó marchar el campo muy apriesa, y el Conde puso luego las piernas á su caballo; siguieron tras él sus hijos y su estandarte con todos los caballeros que en el avanguardia iban, hasta subir encima del cerro, y allí paró con el estandarte y toda la gente de caballo con él, y de allí veia cómo peleaban los moros unos con otros; y mandó luego su Señoría á D. Mendo de Benavides que fuese luégo allá con algunos de caballo á socorrer al Xeque, el cual lo hizo luégo, y tomó los más que halló, que serian hasta 12 ó 14 de caballo y alguna gente suelta; visto por los moros contrarios como los caballeros bajaban la ladera del monte abajo, se retiraron; y así caminó el campo aquel dia hasta medio dia, y aquella hora, llegando á unas cañadas el Conde con su ejército, estaban en las cañadas en celada hasta 4.000 lanzas de alárabes, cubiertos con unas sabinas, que son, como ya dijimos unos árboles que se crian en aquella tierra, y en aquel lugar ó cañadas hay muchos, de manera que las 4.000 lanzas, con otra mucha gente, estaban cubiertos; y salidos los moros de aquel lugar de en

tre las sabinas, tomaron con gran grita y algazara, como ellos suelen, la fuente donde el Conde con su ejército se iba aquella noche á alojar: como el Conde vió tomada la fuente, con grande ánimo y esfuerzo camina á ellos con propósito de pelear y quitalles la fuente; mas visto por los moros el toque de las trompetas y denuedo con que el Conde iba, determinaron, de ántes que llegasen, desembarazar el lugar, y así lo hicieron, que luego se retiraron al cerro y dejaron la fuente libre; y así se alojó el Conde con su ejército aquella noche 200 pasos de la fuente.

CAPÍTULO V.

De cómo el Conde tomó á Mazagran, y de los moros que estaban en el lugar, y de lo que en este dia aconteció.

Domingo de Páscua de Resurreccion, 25 del dicho mes, á las ocho de la mañana, se levantó el campo y comenzó á marchar, y el Conde, como buen Capitan, visto que si iban por la marina los podrian las galeras de los turcos dañar, porque no

hiciesen daño con su artillería en el ejército, mandó que subiese el campo un cerro arriba, aunque era trabajosa la subida y se habia de hacer con alguna dificultad: mas aunque con trabajo, subió el ejército hasta unos llanos que encima del monte estaban; y como el campo estuvo en lo alto y llanos, ordena el Conde muy bien sus escuadrones, porque era muy grande la muchedumbre de los moros que parescia, y yendo el campo marchando por unos barbechos adelante, vino un caballero moro encima de un caballo rucio, y llegóse tan cerca del escuadron, que quiso echar su lanza escaramuzando en el escuadron, y el Conde mandó que ninguno de caballo saliese á él: visto por. un soldado viejo, de la compañía de Tovilla, arcabucero (este soldado nació en Bailén y se llama Martin Azedo), acercóse lo que pudo al caballero moro y asestóle su arcabuz y dióle en la cabeza, y dióle de tal manera, que luego cayó muerto, y el caballo se volvió á los moros; los soldados se desmandaban para ir á despojarlo, mas el Conde vino corriendo en su caballo y mandó que nadie se desmandase, y aquel soldado que lo mató le mandó ir adelante paso á paso y que él lo despojase, y el soldado lo hizo como el Conde se lo

mandó, y lo despojó, y le halló doce doblas y una buena marlota, y la lanza y espuelas y borceguíes; y el buen soldado lo repartió todo entre los soldados, excepto el dinero (*); y así caminó el campo hasta Mazagran con mucha grita de moros, y á un cuarto de legua de Mazagran vió el Conde y todos los de su ejército el lugar con mucha infinidad de moros, y estos eran el xeque Humida-Lauda que habia venido, y el alcaide de Benarax, Almanzor-ben-Bogani y el alcaide de Tenez con siete banderas, con la más lucida gente de moros que podia ser en el mundo, que serian 60 ó 70.000 moros á pié y á caballo para dar la batalla al Conde, y no osaron; y así como vieron los moros caminar el campo la vuelta de Mazagran, donde los moros estaban, se retiraron y dejaron á Mazagran; y así llegó el Conde con su ejército y asentó su campo junto á las murallas del lugar: no entró dentro por ser el lugar pequeño, y luego subió D. Mendo de Benavides por la muralla, y habia tantas de las abejas, que pensó ser

(*) Hay una nota al márgen que dice: «Aquí vino le Morabito haciendo cerco, diciendo que los cristianos no eran parte para matallo, y Pero Hernandez, jurado, de una lanzada lo mató..

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